Capítulo 13: El Destinado & El Verdadero Amor
Subo otro capítulo porque hoy es el cumpleaños del Sol que ilumina mis mañanas: Hinata Shoyo, ¡feliz cumpleaños!
La ficción siempre ha retratado lo maravilloso que es encontrar a una persona con la que estabas destinado a encontrarte: ¿por qué? Los destinados sí existían, varias personas podían confirmarlo, los registros en un cuarto especializado del gobierno para casos donde dos personas destinadas se encontraban por obra del destino y decidían terminar juntos también lo decían.
El mundo se regía por los colores perfectos del destino, bailando y cantando como un pequeño niño enamorado que había encontrado a la persona perfecta en la casualidad. El destino y la casualidad iban tomados de la mano.
Dos personas que sentían una conexión por primera vez al verse, siempre serán el punto de enfoque en un drama televisivo, en canciones con bellas letras románticas, series, mangas, animes e incluso en la literatura.
—Te he notado un poco extraño estos días —murmuró un chico de cabellos gris claro, teniendo sólo un contraste natural de puntas negras en los extremos, durante el primer descanso a unos de los gemelos con los que habitualmente pasaba el rato.
—¿Eh? ¿Te diste cuenta, Kita-san? —cuestionó un chico rubio, dando una sonrisa un poco nerviosa junto con su mano al rascar su nuca nervioso. El mencionado asintió, con esa expresión seria que se asemejaba a la de un robot.
A veces, daba la impresión de que Kita Shinsuke, actual capitán del equipo de voleibol de Inarizaki, no tenía sentimientos; pero eso sólo era una mentira y suposiciones bastas. El chico que había sido escogido como su pareja destinada, su «alma gemela», sabía que él no era así. Ni siquiera podía escapar de su campo de visión.
—Bueno, te observo mucho, y me he preocupado por ti, Atsumu —afirmó de improviso, alzando otra vez ese sonido perfecto que detonaba su tranquilidad. El mencionado no pudo evitar sentirse halagado porque otra vez, ese chico le prestaba la atención necesaria. Sus mejillas pintándose de un suave color rojizo y la alegría pura, sólo hicieron que los tres jóvenes restantes al capitán se quedaran estáticos.
—¡Ki-kita-san! —contuvo su pequeña voz el chico rubio, manteniendo su mano al colocarla sobre su pecho, conmovido. El chico que era un año mayor que él, dibujó una pequeña sonrisa apenas visible, antes de estirar su mano para acariciar los cabellos debidamente peinados de Atsumu—. Te preocupaste por mí...
—Bueno, eres mi pareja asignada. —La simpleza en la que lograba hablar el chico, era algo que Aran, Osamu y Rintaro no podían acostumbrarse.
Atsumu y Kita daban la impresión de ser una pareja acaramelada, bellos seres de luz atrapados en una relación amorosa perfecta... pero de igual forma afirmaban no amarse. Y sus amigos y compañeros no sabían a qué hacerle caso, cuando sus palabras decían una cosa y sus acciones otra.
—¡Ki-kita-san! —Volvió a gritar con emoción el chico, dando una sonrisa de esas extrañas.
Bajo el pequeño patio trasero de la academia donde todo estaba lleno de pastizales de baja altura, los cinco chicos que acostumbraban a tomar sus almuerzos en conjunto, encontraron más actitudes extrañas de ambos.
Ese día era caluroso, así que podían estar completamente tranquilos: no había barullos, se podían refugiar bajo la sombra del árbol más viejo de la escuela, y cada quien estaba sobre sus asuntos, sólo necesitaban compañía. Suna estaba enfocado en su teléfono, viendo como en los comentarios de una publicación de Facebook sobre una de sus series favoritos, dos personas se habían empezado a pelear. Era entretenido si no se entrometía. Aran comía su bento con mucha calma, mientras el otro gemelo que no estaba de cariñoso con Kita seguía el hilo de una conversación formal con él que realmente no iba a ningún lado: hablar de qué alimento habían traído en su bento no era muy interesante, pero para ellos llegaba a ser entretenido.
—Entonces, ¿te pasa algo? —continuó con la pregunta Kita, siguiendo con las caricias ajenas en las hebras teñidas de rubio y el bento en su regazo sin todavía haberlo probado.
—Hace como una semana sentí que algo me estrujó el pecho, creo que era mi verdadera alma gemela uniéndose con alguien más —contó sus pesares sin muchos rodeos, demostrando toda la confianza que la mayoría de veces esos dos se tenían. Shinsuke no dijo nada al instante, siendo un pequeño Beta de actitud tranquila, era completamente comprensivo con la situación actual. A veces, Osamu, viéndolos, no sabía quién era el Alfa de la relación—. Ahora sé que es un año menor que yo... probablemente —completó sus sospechas, tomándose su tiempo para entender un poco sus sentimientos sin mostrar su extraña personalidad brusca y grosera que desaparecía cuando ese chico que era un año mayor que él estaba a su lado—. Lo he estado pensando, y realmente me gustaría conocerlo. Tal vez nos podríamos enamorar, Kita-san...
—Con tu cara horrible, lo dudo —soltó su gemelo de pronto, sin ningún tacto, antes de meter un pedazo de carne a su boca con los palillos. Realmente extrañaba las sopas instantáneas que comía casi diario antes de que Kita se presentara como pareja de su hermano, e inevitablemente, hábitos de salud se los inculcó a la fuerza.
—Osamu, tienen la misma cara. —Sacó de su boca como si nada Suna, tirándose de espaldas al mullido y abrazador pasto que se empezó a adueñar de sus mejillas con pequeñas cosquillas apenas se hundió en él.
—Sí, pero no... —contraatacó el chico sin nada de titubeos al afirmar eso. Por primera vez, Suna dejó de lado su teléfono para poder mirar a la cara a su pareja.
—¿Qué demonios significa eso?
—No sé, pero no somos iguales. Tsumu tiene cara de cul-... —Antes de que pudiera terminar la oración, la enorme mano de su hermano golpeó su mejilla en modo de iniciar una reprimenda que ya era esperada por parte de todos, y que más bien, ya se había tardado.
Suerte que Kita estaba listo para manejar la situación, tomando del brazo a Atsumu con una suavidad tan extraña pero efectiva, que sólo bastó para que cruzaran miradas por unos segundos antes de que el Alfa apartara la vista. Suna se sintió decepcionado por no ver una pelea.
Aran se mantuvo al margen, guardando completo silencio cuando sus pupilas negruzcas cayeron por mero impulso sobre la peculiar pareja: Atsumu dio una rabieta, pero Kita ni siquiera se inmutó, tampoco se mostró molesto a pesar de las afirmaciones de ese chico acerca de conocer a su alma gemela. Tal vez no bromeaban cuando decían que no se amaban.
Pero de nuevo, esos pensamiento y acciones que daban la impresión de reforzar las palabras que ellos dos habían dicho de forma casual durante una práctica ante las insistencias de todos los chicos del club con su casual: «no lo amo a él, pero nos llevamos bien», terminó por volverse una duda constante ante las atenciones del de ojos oscuros y la forma de actuar del número 7 de Inarizaki en ciertas situaciones.
Justo ahora, se presentaba un ejemplo que podía generar ciertas dudas.
—No veo que hayas traído tu bento —enfatizó Shinsuke con mucha facilidad, logrando que Miya abriera sus ojos como platos ante la fácil observación ajena.
Aran no se consideraba un buen observador fuera de la cancha, pero creyó que no fue su imaginación el ver a Osamu comer con mucha más rapidez su propia comida, como si quisiera acabarse todo antes de que Kita sugiriera que compartieran.
—Lo olvidé en casa —sinceró, dando una pequeña carcajada de sus labios y rascando su nuca una vez más con una faceta de su personalidad que sólo la dejaba relucir el otro chico. Un suave aroma a mandarina empezó a salir de su cuerpo como consiguiente, siendo exactamente igual al aroma que de vez en cuando, Aran lograba detectar en Kita cuando ambos estaban solos: decían no amarse, pero Atsumu marcaba a Kita con su propio aroma, ¿cómo debía de interpretar eso?
—No es bueno que te quedes sin almorzar —aseguró el de cortos cabellos, metiendo sus palillos en su propia comida antes de tomar un poco de arroz entre éstos. Acto seguido, lo acercó a la boca de Atsumu—. Vamos, abre la boca —pidió, logrando que el chico mostrara un diminuto rubor en sus mejillas.
—¡Ki-kita-san! —exclamó con emoción, dando un mordisco al aceptar la comida que le era ofrecida, repitiendo ese extraño hábito que había adquirido de decir su nombre cada vez que Kita hacía algo que lo conmovía.
Aran de verdad no podía entender la actitud de Atsumu al querer conocer a su alma gemela, y la de Shinsuke por tomar cada una de sus palabras con mucha tranquilidad.
Quizás, sólo eran buenos amigos.
Tal vez Yamaguchi se había sentido completamente aliviado cuando los dos chicos habían terminado su alimento rápidamente, y ante sus carreras, habían confesado haber olvidado la pelota en el salón de clases. Tal vez por fin Yamaguchi se sintió aliviado cuando los dos jóvenes fueron amables en todo momento y se despidieron de ambos, tras cerrar la puerta.
—¿Dónde quieres practicar? —Invitó Hinata al mayor, dando brincos en cada escalón para bajarlos con más rapidez. Extrañamente, los pasos de Tobio eran demasiado rápidos que podían seguirle el ritmo—. No podremos regresar a la azotea porque tal vez terminaría cayéndose por tu saque asesino.
—No planeo hacer saques... —murmuró, un poco irritado por la situación, sabiendo de sobra que Hinata había sido el culpable de que el tiempo para una práctica en la tarde se redujera: de hecho, ¿qué podías hacer en cinco minutos? Cuando llegaran al salón del de cabellos naranjas, probablemente la campana sonaría para indicar el fin del descanso—. Deberíamos de practicar en el segundo descanso...
—¿Porque faltan como cinco minutos para que este descanso termine? —cuestionó con una enorme sonrisa en su rostro el Omega, girando un poco para poder verlo y al mismo tiempo seguir bajando las escaleras.
Kageyama creyó que ese idiota se caería por no mirar al frente. Muy al contrario, Hinata seguía feliz e inclinó la balanza a su favor tras dar una sonrisa.
—¡Eso estará bien para mí! ¡Así podré verte también en el segundo des-...! —Y como si los pensamientos de Tobio se proyectaran a la realidad, ser un despistado imprudente e idiota cobraba factura en la vida real: el pie de Hinata se resbaló al pisar mal el siguiente escalón por no mirar por donde iba.
Shoyo creyó que moriría cayendo de las escaleras, con el vértigo en su estómago cuando su pie sintió el vacío y su boca temblorosa que a duras penas pudo dejar escapar un pequeño grito de pánico. Muy al contrario, Kageyama evitó que eso terminara en una situación peor, teniendo unos reflejos impresionantes al tomarlo de los hombros y lo apegó a su pecho, impidiendo que cayera al suelo. Hinata tuvo la pequeña sensación de ser protegido completamente por las firmes manos ajenas sobre su pequeño cuerpo, y el latir tranquilo del corazón del Beta empezando a agitarse hicieron que sus pupilas se dilataran.
—¿Eres idiota acaso? —respondió con una pregunta el mayor, tratando de evitar que el temblor en sus brazos empezara a reemplazar la firmeza con la que lo había tomado, lo destruyera.
Otra vez, algo dentro de él le exigía que debía de estar más cerca de Shoyo. Ese pequeño instinto de él siendo Beta, queriendo atenciones de su pareja, lo ponían en una clara desventaja que no entendía. No podía ser normal.
Todo empeoró cuando el menor se mostraba completamente tranquilo, viéndolo fijamente y sin apartarle la vista de encima, que Tobio se asociaba a él mismo como un pequeño ser dependiente que era atrapado en las redes de lo desconocido. Esos ojos cafés que estaba observándolo con fijeza, esos labios delgados, esa piel blanca y las pequeñas manos del chico tratando de colocarse sobre su pecho lo alertaron.
Kageyama alzó sus defensas una vez más, alejando sus manos del cuerpo ajeno y tomando distancias, asustado. Shoyo lo contempló, sin entender del todo sus acciones: quizás de verdad sí olía a naranja a medio proceso de putrefacción, justo como había dicho Tsukishima.
El azabache dio un pequeño sobresalto, al seguir sintiendo la vista inocente y asustada del otro sobre él, un poco curioso y algo avergonzado por sus propios impulsos y que el mismo Hinata ni siquiera se mostrara inquieto, aunque se suponía que las ansias de tocarse entre ellos deberían de ser mutuas. ¿Sí... o no?
—¿Te encuentras bien? —Trató de ser amable con su pareja el de menor estatura, sólo logrando que el azabache arrugara su frente al arquear sus cejas y lo mirara raro.
Hinata supo por deducción que no era por su aroma habitual que desprendía a unos días antes de entrar en celo la extraña forma de actuar del número 9 de Karasuno; más bien era el evidente pánico que Tobio ejecutaba cuando sentía que pisaba una mina desconocida. Existía la mínima posibilidad de que su actuar se debiera a no estar acostumbrado a ese tipo de tacto, a ese tipo de relaciones, y por eso actuaba a la defensiva, tratando de protegerse en su pequeño caparazón. Shoyo lo entendía, pero a la vez no. Tal vez nunca entendería por qué era así su comportamiento, pero al menos estaba consciente de que Kageyama no era una mala persona.
¿Tal vez Tobio nunca había tratado con un Omega cercano que estaba a punto de entrar en celo? Ahora que eran pareja por medio de una marca, sería obvio que se agitara cada vez que lo tocaba.
—No tengo nada, sólo creo que deberíamos de darnos prisa, idiota. —De nuevo, ahí iba a esquivarlo, evadiendo su intento de ser amigable con él. Lo rechazó por completo al colocar ambas de sus manos en sus bolsillos y empezar a adelantarse, sólo dejando a la vista del pequeño joven su espalda, dando pasos que cada vez más lo alejarían de su lado.
Ser amigos era algo que podían hacer, ser compañeros de equipo que se llevaban bien también. No tenían que odiarse aunque sus destinos grabados en el papel de una máquina les indicaran que estarían juntos para siempre.
Hinata apretó sus puños, dando una ligera mordida a sus labios, con la intención de darse fuerza.
Sin querer, la imagen de Sugawara, su amable superior, se proyectó en su mente, jugando con el consejo que éste le había dado y que lo había marcado completamente. ¡Debía de dejar la pena de lado!
Arqueó sus delgadas cejas y agudizó su mirada ante la alta figura del Beta que parecía un Alfa alejándose, y se decidió a actuar tras tomar aire.
—¡Kageyama! —llamó en un grito, deteniendo de golpe al susodicho por lo fuerte que había sonado. Shoyo se ruborizó, al darse cuenta del pequeño brinco asustado que pegó el de personalidad horrible, pero que no era una mala persona, al ser llamado tan fuerte cuando relativamente estaban demasiado cerca.
—¿Qué quieres? —continuó con la conversación con su natural hostilidad, ni siquiera girando todo su cuerpo para verlo.
A pesar de su actitud autoritaria, imponente, misteriosa y desagradable de un Rey que había sido alzado por el temor de sus súbditos, Hinata seguía viendo a una persona que había estado sola gran parte de su vida, alguien que no sabía sonreír y que hasta hace poco había ocultado sus alas lastimadas a los demás para demostrar que podía seguir volando, mientras se asfixiaba solo.
Shoyo estaba decidido a prestarle sus alas, hasta que las suyas pudieran volver a abrirse. Por eso, le mostró una enorme sonrisa en su cara cuando la impaciente mirada azulada le exigía que hablara.
—¡Te prometo que te haré sonreír!
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