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Capítulo 12: Fase Uno, ¿Cómo Hacer Sonreír A Alguien?

Capítulo dedicado a: RoxanaRM0, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Hinata lo había meditado mientras llegaba a casa la noche anterior con sus mejillas rojizas y los ojos un poco hinchados, en las que tuvo que mentirle a su madre acerca de que su bollo sorpresa lo tomó desprevenido con la mezcla más picante, y mientras en la noche se revolvía en lágrimas, envuelto en sus cobijas y desprendiendo un triste olor que era demasiado obvio para los demás miembros de la familia, tuvo que decirle la verdad a su madre tras su insistencia. Su hermana menor de verdad parecía molesta.

«Cuando vuelva a ver a Tobio-kun...», escuchó en su mente los murmuros de su hermana al arder en rabia, cuando se ponía de pie del lugar que había ocupado para su viaje en autobús debido a la mala idea de utilizar una bicicleta porque sería demasiado sospechoso. Bueno, tendría que hacer algunos esfuerzos, aunque nada le garantizaba que Tobio lo fuera a esperar. Es más, ayer el Beta le había hecho saber que ni siquiera lo esperara porque no iba a estar ahí.

De cierta forma se lo esperaba, y sólo hacía que las cosas se complicaran más de lo que realmente deberían de complicarse: ¿cómo podría hacerse amigo de un chico que no quería abrirle a nadie su corazón? Ayer le había contado a su madre sus preocupaciones, donde le contaba que había conocido a un «amigo» y que éste no sabía sonreír. Él quería hacerlo sonreír. La mejor contestación de su madre había sido clara y muy simple: «trata de ser paciente, no lo fuerces».

Esperaba que funcionara, ¡se lo había dicho su querida madre, debía de funcionar!

Pero, ¿cómo podía hacerse amigo de Kageyama? Todos sus intentos eran brutalmente pisoteados por el mismo Tobio. ¡Ahhhh, ¿por qué se resistía tanto?! ¿Qué le costaría sólo aceptar sus sentimientos?

El transporte se detuvo en la parada más cercana a Karasuno, abriendo las puertas y dejando que los pocos pasajeros que ese día iban en el transporte bajaran al mismo tiempo que Hinata. De los cinco que había, contándose a él, sólo había tres chicos que iban a su misma preparatoria.

Al retomar sus pasos directamente hasta el cruce donde la noche anterior se habían separado Kageyama y él con una foto forzada de un dúo que fingía ser feliz al lado del otro, se dio cuenta de que, en efecto, tal y como lo había prometido el azabache, él no estaba ahí. No podía sentirse decepcionado ni mucho menos, tampoco le extrañaba, ya que creía firmemente que Kageyama era ese tipo de persona que cumplía con su palabra.

—Hinata, buenos días. —Sugawara lo tomó desprevenido, al tomarlo de los hombros al aparecer detrás de él. El menor soltó un pequeño grito que se extendió por el ambiente, alejando su cuerpo por inercia de su amable superior, dando un gruñido por lo bajo que se asemejó más a un intento de pedirle ayuda a su pareja que no estaba presente antes que otra cosa—. Perdón, perdón. —Rio por lo bajo al verlo actuar tan a la defensiva, alzando sus manos al aire para enseñarle al pequeño Omega con los ojos desorbitados que no tenía nada para hacerle daño.

Shoyo recompuso su postura, dando un respiro tranquilo al ver que sólo era el de hebras grisáceas, cambiando su miedo por una amable sonrisa que sólo logró tranquilizar al mayor.

—Suga-san, ¡buenos días!

—Hola —saludó, volviendo ahora a acercarse en un modo más visible a la vista del nervioso chico para que no se alterara de nuevo—. ¿Hoy no estás con Kageyama?

—No, no lo he visto hoy —respondió a la pregunta y extendiendo más el tema, dando un respiro incómodo al bajar su vista al suelo. Pero no se sentía desprotegido a su lado, al mirar de reojo al mayor incluso se topaba a primera fila con el perfil tranquilo y protector del Omega que era dos años mayor que él. El aroma impregnado de Koushi a lavanda le bajaba en su mayoría todas las agitaciones que sentía, era tan dulce y casi aterrador que una persona demasiado amable existiera y colisionara al mismo tiempo que él: ¡debía de ser el destino!—. Oye, Suga-san, ¿te llevas bien con Daichi-san? —comentó su duda de improviso, queriendo al menos sentirse una persona capaz de hablar de sus problemas de camino a la escuela.

—Sí, me llevo bien con él —destacó de la plática sin mucho esfuerzo, dando una risa un tanto tímida. Shoyo no pudo evitar creer que esa acción de su parte era adorable, que terminó por mostrar un rubor en sus mejillas. ¡Sugawara Koushi era genial!—. Somos amigos de la infancia, él siempre me apoyó en varios aspectos de mi vida e incluso cuando me dio mi primer celo frente a él, fue capaz de poder controlar sus instintos sólo para no lastimarme —describió un vago recuerdo al recordar que tres años atrás esa situación se le había dado por accidente, por su culpa, por no haber contado bien los días en el calendario.

—¿Eso es posible? —expresó su duda el de ojos cafés, un poco sorprendido por eso. El chico con un lunar cerca de su ojo asintió, y le dio una mirada sonriente a Shoyo. El menor dejó escapar en sus facciones un respingo por esa misma razón, quizás nunca se acostumbraría a lo sorpresivo que podría ser el más alto, aunque su naturaleza Omega lo hicieran algo sensible y tranquilo.

—Si te tiras un bote de agua fría sobre tu propio cuerpo para alejar instintos de reproducción, y salir corriendo como loco a la farmacia, sí... o bueno, en Daichi sí funcionó eso. —Rascó su nuca al afirmar eso, demostrando en sus pálidas mejillas un notable color rojizo adornándolas.

Hinata volvió a abrir un poco sus labios por la sorpresa al ver sus acciones, creyéndose alguien al que podían cambiar fácilmente de bando porque se había sentido ligeramente atraído hacia otro Omega: ¿¡eso era posible!?

—Pero, dejemos de hablar de Daichi, ¿hay algo que te preocupa a ti? —enfatizó sin dar rodeos, decidido a tomar la situación como una persona responsable y apoyar a su menor en todo lo necesario. Shoyo dilató sus pupilas ante la afirmación tan segura de Sugawara, quizás no creyendo que pudiera ser leído tan fácilmente.

—¿¡Se nota demasiado!? —gritó con sorpresa, dando un salto a un lado, detuvo sus pasos de golpe y se señaló directamente. Koushi asintió y sonrió con amabilidad.

—Bueno, eres como un libro abierto, Hinata. Eres fácil de leer.

Esas palabras tan directas hicieron que una flecha se estampara sobre su cuerpo, como algo tan fuerte y violento que lo estaba matando. Así que era tan fácil de interpretar. ¿Significaba que no era tan interesante? Ojalá y no fuera eso.

—¿Quieres hablar de eso? —expresó el de mayor estatura, con esa suave voz tranquila que rara vez se alteraba. Hinata olvidó todo, creyendo que la teoría de que había muerto y actualmente estaba hablando con un ángel se reforzaba (la había obtenido la primera vez que cruzó palabras con él, por cierto).

Lo repitió un tiempo atrás pero lo volvería a hacer: ¡Sugawara Koushi era un ser de luz! Suga era ese tipo de persona al que le tomabas confianza sin querer y no podías evitar querer compartirle tus problemas. Todos caían y Shoyo no era la excepción.

—Bueno, la verdad es que, quiero hacer que Kageyama sonría, ¡me quiero llevar bien con él! —manifestó sus verdaderos sentimientos, dando una mirada directa al cielo despejado de esa tarde, mientras apretaba sus dientes y su manos a sus costados temblaban por impulso para demostrar que prácticamente no entendía bien sus sentimientos, pero algo dentro de él quería ser más cercano al Beta.

Sugawara se mostró completamente genuino ante su afirmación, levantando un poco más que de costumbre sus cejas gruesas y demostrando que no se esperaba ese tipo de confesión, ya que en la semana que habían estado juntos en el club, sólo se la habían pasado peleando. Pero, no pudo evitar terminar por sonreír ante la respuesta tan directa que dio el menor, y exploró en su mente todas las posibilidades de esa afirmación.

—Ya veo, así que eso es lo que siente tu corazón —indicó de pronto, con mucha simpleza, antes de empezar a continuar el camino a la institución que había sido interrumpido por el mismo Shoyo. Hinata colocó una cara de confusión, trató de seguirle el pasó y movió su cabeza en modo de afirmar eso, sin entender del todo el motivo. Koushi sonrió todavía más ante la respuesta—. Creo que es un bonito sentimiento. Si te está naciendo de corazón querer hacerte amigo de alguien, creo que a cualquier persona lo haría sentir feliz si se lo dijeras...

—¿Eso quiere decir que-...? —Shoyo intentó conectar ideas, para asegurarse de que estaba entendiendo lo que quería decir su Senpai.

Sí, me refiero a que le digas tus verdaderos sentimientos —aseguró, con mucha facilidad y simpleza que sólo marearon a Hinata—. Los humanos creamos el lenguaje para comunicarnos entre nosotros, ¿por qué no aprovecharlo?

Una chica llevaba cargando una caja llena de los nuevos libros de texto que utilizaría su aula para el nuevo ciclo escolar, y su pie le jugó una mala pasada cuando no pudo ver su espacio al calcular mal y tropezó, sólo a unos cuantos pasos de poder colocar la enorme caja sobre el escritorio. En definitiva, uno de los profesores no había sido tan razonable como para darle una enorme carga sólo porque era una mujer Alfa. Para suerte (o no), Tobio pudo atrapar la caja entre sus brazos y con eso impidió que su compañera de clase no se cayera.

Kageyama había tenido un contratiempo en su plan de huida para que Shoyo no lo interceptara en el aula, no había tomado por certeza que ayudaría a una chica a colocar los libros sobre el escritorio. Arqueó sus cejas con clara decepción, sólo permitiendo que todos sus demás compañeros de aula que habían visto la situación, se sintieran paralizados por la naturaleza salvaje de Tobio que permanecía oculta.

—¡Muchas gracias por ayudarme! Me sal-... —La chica que no había visto a la cara a su salvador terminó por congelarse a medio camino, al levantar su pequeño rostro poblado de pecas y congelarse al ver al matón del grupo. El Alfa dominante de la clase—. Vaste... —terminó su oración a regañadientes, empezando a temblar con mucha fuerza, mientras la sombría mirada de Tobio era con una seriedad innata, como si quisiera matarla, la perforaba y la hacía temblar.

—Hubiera sido un problema que cayeras —aseguró el mayor, mientras trataba de apropiarse más de la caja y ayudaba a la joven que ya se encontraba pálida y al borde de las lágrimas al colocarla sobre el amplio escritorio—. Fue bueno que no te lastimaras... —Tobio se sintió orgulloso de sí mismo, teniendo un pequeño rubor en sus mejillas porque creyó que estaba mejorando como persona. Se estaba volviendo más sociable gracias al club de voleibol. Debería de agradecerles en la práctica más tarde.

«Hubiera sido un problema que terminaras lastimada, perdería a una esclava más», se proyectó como mero impulso esas palabras que no fueron expresadas así para nada en la vida real en la chica, sólo logrando que la pequeña Alfa empezara a lagrimear y tomara sus distancias del mayor cuando la caja cayó sobre la mesa.

—¡Sí, señor! ¡Perdone mi falta de fuerza por favor! —declaró la fémina, con las mejillas llenas de agua al caer de sus ojos a una velocidad impresionante, antes de ocultarse detrás de su Omega: una chica rubia que lo miraba con demandante actitud y tratando de protegerla del temible Kageyama, el Rey del Aula, el Alfa Definitivo. El Rey del Aula se quedó congelado al ver sus acciones, siendo disparado a una zanja profunda donde todas las de perder estaban de su lado: ¿había hecho algo?—. ¡Soy una Alfa, pero no trato de competir contra usted!

—¿Está bien? —respondió, demasiado perdido porque no entendía qué se suponía que estaba pasando.

Después de esas palabras, el salón se quedó en silencio, y la incomodidad recorría de arriba a abajo el cuerpo de un sudoroso Beta que no dejaba de desprender un leve olor que demostraba lo alterado que estaba. Quizás la desventaja era que debido a su segundo género, nadie más a parte de él se percataba. Sentía que quería irse para huir, pero también una parte dentro de él le indicaba que si se iba como si nada sólo haría más grande el problema y no podría sentirse cómodo.

¿Había hecho algo mal?

—¡Kageyama-kun! —El grito irritante de la persona de la cual quería huir lo congeló en su eterna nevada, rompiendo la tensión del aula y lanzándole una avalancha de nieve al mencionado cuando alargó la letra «u» en su voz. Un golpe de alivio para todos los que no se habían atrevido a mover ni un sólo músculo, para mirar directamente a la pequeña figura esbelta de la pareja asignada de su Alfa Dominante parado en el umbral de la puerta, con una mano sostenía un bento y con la otra saludaba al mayor, bien alzada hacia arriba. Un pequeño rubor inundaba sus mejillas y su enorme sonrisa era demasiado visible—. Kageyama, vayamos a comer juntos, luego levanta para mí el balón, ¿sí?

Ese Omega debía de ser un masoquista demasiado grande después de que el día anterior el mayor y él dieran todo un espectáculo al pelearse. Y Tobio daba la impresión de contenerse antes de dar un obvio paso a un crimen de odio, con su ceja temblando y la irritación al tope.

Hinata no era el problema. Kageyama lo sabía, también sabía que una pequeña parte de él buscaba abrirse con esa molestia que ahora sólo se mostraba más insistente que antes, moviendo su mano al aire con mucha más fuerza, ensanchando la sonrisa tonta que tenía en su boca. Quizás tampoco era el extraño sistema al que toda la población estaba atada (aunque francamente lo detestaba), tal vez era porque Shoyo Hinata brillaba demasiado, y cuando entró en contacto con ese calor por primera vez cuando éste le mostró que en la cancha él ya no estaba solo en el primer día en que tuvieron su partido de práctica, tuvo la necesidad instintiva de adueñarse de ese calor.

Francamente lo asustó demasiado.

—¡Kageyama! ¡Kageyama-kun! ¡Kageyama-san! —soltó Shoyo sin ningún tapujo, volviendo a llamarlo con mucha fuerza. Tobio no pudo hacer más que tronar su lengua ante su insistencia y giró sobre sus talones, caminando directamente de nuevo hasta el umbral de la puerta, antes de quedar frente a frente con el chico Sol—. ¡Kageyama-kun! ¡Pases, pases! —cantó.

—¡Ya te escuché, guarda silencio! ¡Hinata, idiota! —pidió, ya harto de lo ruidoso que era, colocando su mano por mero impulso sobre los cabellos alborotados del menor y empezó a presionar sus cabellos. Shoyo dejó escapar un diminuto grito de dolor por los momentos rudos de Tobio.

Al principio sí quemaba, su parte animal le gritaba con todas sus fuerzas que ese tacto no era suficiente (aunque no recordaba haber escuchado en la clase de educación sexual donde lo obligaron a permanecer despierto, sobre la necesidad de querer estar cerca de la persona marcada si no tenían el tacto diario suficiente). Necesitaba más, más, más... mucho más. Tuvo la sensación de que podía soportarlo con mucha facilidad, porque sólo era un cosquilleo instintivo, su parte animal de un Beta que reaccionaba a su pareja.

Podía manejarlo.

—¡Kageyama, me vas a dejar calvo! —Se quejó el menor, colocando su única mano libre en el brazo del chico y trataba de apartarlo—. No quieres que tu alma gemela se quede calva, ¿o sí? —preguntó, con algunos quejidos escapándose de sus labios.

Tobio reaccionó ante esa pregunta, bajando lentamente su mano de sus cabellos y apartando la vista cuando la curiosa mirada del menor se posó sobre él.

—Yo no tengo una verdadera alma gemela. —Se limitó a responder.

La azotea sólo era para ambos, Yamaguchi se sentía en el Cielo, con un pequeño rubor en sus mejillas había dejado su alimento por unos breves segundos, para poder adueñarse del atractivo rostro de Tsukishima al comer tranquilamente su comida.

Era una persona bendecida y todos los días agradecía a su suerte por poder estar con Tsukishima. Su sonrisa no podía ser borrada y por más que quería tratar de calmarse para bajar el ardor de su cara caliente ante sus propios pensamientos, no podía hacerlo.

—Tsukki... —susurró de improviso, con un pequeño rubor al ir estirando poco a poco su mano derecha, lista para tocar las hebras rubias del susodicho. Kei respondió a su llamado, metiendo un pedazo más grande de comida a su boca y su vista seria que le echó de reojo indicaba que tenía toda su atención se hizo presente.

Tadashi no dijo nada, en su lugar, se limitó a acariciar con sus manos los cabellos ajenos, en un modo silenciosos, cariñoso y discreto que sólo compartían ellos dos cuando estaban solos. Empezó con timidez, tal vez en un modo de pedir permiso y para comprobar si podía o no seguir dándole mimos. Cuando Tsukishima cerró sus ojos e inclinó más su cabeza en su dirección, desprendiendo sin querer un aroma tranquilizante que se le escapó, fueron el alivio certero que necesitaba el de cabellos verdosos para continuar con las caricias.

Su momento a solas era perfecto. Magnífico, irreemplazable. Nadie podría-...

Los gritos ahogados y agitados de dos voces conocidas hicieron que el ambiente romántico se rompiera en mil pedazos, y Yamaguchi ya se esperaba eso de cierta forma. No debió de emocionarse de más. Ni siquiera le extrañó que el dúo estuviera de ruidoso a esas alturas, y tampoco el acto de Kei de ser discreto al alejar su cabeza de su mano y tambalear con sutileza su cejas en modo de enojo. Los dos ruidosos abrieron la puerta a la par y Hinata cayó al suelo de panza con un grito de victoria por haber ganado el encuentro que se dio sin querer.

—¡Gané! —afirmó con emoción Hinata.

—Maldición, Hinata, idiota... —Los suspiros ahogados del azabache le confirmaron algo a Yamaguchi.

—¡Ah, no te puedes quejar! ¡Fue un encuentro justo!

Yamaguchi sabía que sus descansos a solas con Tsukki habían terminado (probabilidades altas), porque esa pequeña sonrisa burlona asomándose en la boca de su Alfa indicaban que su medio de entretenimiento había llegado.

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