Capítulo 05: Hormonas Del Amor
Capítulo dedicado a: arminuchija, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Kageyama y Hinata ya no se hablaron después de que ambos se dieron cuenta de la cruda realidad: no sólo sus destinos románticos ya estaban decididos, también su eterna rivalidad se había disuelto en cuestión de segundos.
El destino se burlaba de ellos, definitivamente.
La cena no había salido del todo perfecta, especialmente para Hinata, que en algún punto de esa tarde había sugerido que se realizara un platillo que le gustara a su pareja destinada, sólo por ser considerado. Si hubiera sabido que era ese molesto chico que lo derrotó, hubiera sugerido su propia comida favorita (Shoyo no sabía cocinar). Así que la cena sólo fue disfrutada por Tobio, devorando y saboreando hasta la última gota de curry de cerdo con un huevo en la parte superior.
De ahí en fuera, el ambiente era pesado, sólo logrando ser alzado por las dos féminas mayores y el padre de de cabellos alborotados. El padre de Tobio era mucho más serio que el mismo Tobio, Natsu influía su lado molesto y lo había demostrado al sentarse en medio de la futura pareja. Los dos destinados ni siquiera se miraban a la cara.
La pobre funcionaria del gobierno estaba que lloraba internamente de los nervios por los tan extraños resultados. La cena había sido un éxito, sólo porque no fue un fracaso. Sí, era eso lo que podía explicar en el informe de gobierno.
Tras cenar y recoger los platos, llegaba la verdadera prueba.
—¡Nii-chan! —La pequeña hermana de Shoyo ya no pudo aguantar más y se echó a llorar, siendo detenida por los brazos de su padre, evitando que entrara al cuarto donde la funcionaría del gobierno los conducía: un cuarto arreglado debidamente por la misma familia del Omega para que pudiera realizarse la ceremonia de la marca. Al ser un Omega y un Beta, se realizaría de modo artificial. Eso era lo que más conflicto generaba en Hinata, temblando de pies a cabeza, con el terror acumulado en sus facciones, aceptando su trágico final cuando la puerta fue cerrada tras ingresar.
—Bien, seré breve: les inyectaré oxitocina —aseguró la mujer, con un amable rostro en sus facciones. Shoyo tragó seco: no sabía qué era lo que sea que les fuera a inyectar, pero se oía feo. El azabache seguía serio, con su ceño fruncido. ¿En serio tenía que unirse a él por siempre?—. ¿Saben qué es? —cuestionó con amabilidad, indicando con uno de sus dedos que se sentaran sobre el futón preparado. Los dos lo hicieron a regañadientes.
—N-no... —Se atrevió a hablar el chico más bajo, al ver que el otro no decía nada.
—Es una hormona que tiene varias funciones. Da forma al afecto, la reproducción, lactancia, etcétera. Es la hormona del amor —concordó con seguridad, después de haber preparado la inyección y mostrar la dosis en la jeringa. Shoyo sintió que el piso se le movía, y la cara se le ponía azul. Suerte que sólo eran sus imaginaciones—. No se preocupen, he estudiado medicina y estoy capacitada para esto, no son la primera pareja de la que me encargo.
—¿Dolerá? —citó su cuestión Kageyama, tomando la iniciativa por primera vez. La fémina negó rápidamente, con una sonrisa tranquilizadora que no mostraba signos de estar fingiendo... Tobio esperaba que así fuera.
—No, no se preocupen, sólo sentirán un pequeño piquete...
«Siempre me dicen eso cuando voy a mi registro médico y duele como el Infierno», chilló el de hebras naranjas, ya estando al borde de las lágrimas y con los ojos humedecidos. ¡Estaba al borde del abismo!
—¿Qué generará eso en nuestro cuerpo?
—Pues... veamos, si se trata de un Alfa y un Omega se sentirán excitados. Un Beta sólo sentirá un pequeño malestar en la parte baja, nada fuera de lo normal.
«¡No es normal!», pensó Kageyama. Era mucha conveniencia, como si los incitaran a crear contenido prohibido con eso como excusa.
Pero el gobierno no lo permitiría.
—Sin embargo, no permitiremos que lleguen al punto del coito o similares. Ya no se aceptan abusos sexuales bajo estos términos —aludió la mujer, sacando de algún lado que Hinata no había visto un paralizador en funcionamiento—. Sólo queremos que estén lo suficientemente agitados como para marcarse, pero sin repasar cierto límite. —Dicho y hecho, ella ya no dijo nada más. Mostró pronto la jeringa y les sonrió a ambos chicos. Los dos sólo palidecieron—. Bien, niños, ¿quién va primero?
Kageyama no perdió el tiempo y señaló a Hinata.
Shoyo soltó un grito, teniendo una factura fuerte contra la traición obtenida: ¡¿por qué lo lanzaba al mar a él primero?!
—Bien, te prometo que no dolerá. Los efectos sólo durarán máximo una hora y media, a veces un poco más. No es mucha la dosis, no dolerá. —Y la mujer repetía esa palabra una vez más, acercándose hasta el más bajo. Shoyo ya se podía morir ahí mismo de un paro cardíaco.
Sin querer, empezó a llorar como un niño pequeño, ante la mirada sorprendida de Kageyama, que no podía creer lo que estaba viendo. Eso casi lo hizo sentirse culpable, otra vez haciéndolo llorar como la vez aquella en la que le declaró la guerra.
Vaya, no era muy bueno que digamos.
—Puede poner la inyección a mí primero —habló de pronto Tobio, en un intento de disculparse con el más bajo, siendo algo de aplaudir porque muy dentro de su persona él también quería echarse a llorar.
La funcionaria los había dejado solos, ella esperando afuera, con la puerta entreabierta para entrar en caso de que fuera necesario. Ella suspiró tranquila, escuchando la voz agitada de Hinata y los suspiros contenidos de Kageyama. Si lo pensaba detenidamente, era una suerte que la pareja de esa ocasión fuera un Omega y Beta, ya que así no debía de estar presente por la naturaleza dominante de los Alfas, pero nada impedía que estuviera atenta. A veces los Omegas eran quienes se ponían violentos, y en raras ocasiones lo Betas.
Todos tenían una parte animal, que había ido evolucionando con el pasar del tiempo. También no era un secreto que el proyecto «alma gemela» no reunía a las verdaderas parejas destinadas, porque cabían las posibilidades de que la verdadera pareja destinada de cierta persona estuviera al otro lado del mundo, que todavía no naciera, o que incluso ya hubiera muerto.
Sólo se imitaba, de una forma un tanto cruel a la que se debían de resignar.
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