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Capítulo 03: Pareja Destinada

Capítulo dedicado a: NataliContri, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—¿Estás nervioso? —preguntó su madre con cierta burla, al ver a su pequeño hijo que acababa de ingresar a la preparatoria en el sillón familiar de su enorme sala rústica. Hinata negó rápidamente, evitando observar a la cara la mirada divertida de su madre.

—¡No lo estoy! ¿Po-por qué lo estaría? —comentó, quedándose con una mirada vacía al mirar hacia el espacio. Sus manos en algún puntos habían formado puños y los apretaba con fuerza, quizás queriéndose hacer la idea.

Su madre sonrió ampliamente al ver su actitud, pasando por su corto cabello negro el cepillo por última vez, y acercarse hasta él, con la intención de darle ánimos. Al estar detrás de él, le acarició sus alborotados cabellos naranjas, buscando ser su refugio. A su vez, su instinto maternal más primitivo quiso soltar un aroma que lo tranquilizara, cosa que logró al instante cuando su hijo lo percibió.

—Pero un Beta, ¿eh? Realmente no me lo esperaba —susurró su madre, todavía un poco sorprendida por los resultados arrojados en el papel oficial de la unión que el día anterior un trabajador en la sección del gobierno de: «almas gemelas», envuelto en un sobre—. Me esperaba a un Alfa, ya que en la familia había sido así durante tres generaciones —pensó en voz alta, sólo logrando que Shoyo pudiera soltar un respiro tranquilo: al menos ya sabía que su pareja destinada encontrada artificialmente por aptitudes compatibles tanto físicas, biológicas, de personalidad y cercanía era un Beta. Él había entrado en pánico y sus nervios no quisieron leer los resultados arrojados, quizás cometió un error.

Su obligación de ellos era realizar una cena después de eso, para que ambos pudieran congeniar y conocerse normalmente. Después de eso, se realizaría la ceremonia de la marca: entre Alfa y Omega no era un secreto que se daba por si sola y como un proceso natural antiguo, pero cuando se daban uniones tipo Alfa y Beta, Alfa y Alfa, Omega y Beta, se realizaban artificialmente. Una inyección que traía consigo una hormona que se escapaba cuando la unión entre Alfas y Omegas se completaba, y que hacía posible la duración de esa marca de forma permanente. ¡La habían podido imitar artificialmente!

—¿Y papá? —preguntó, ya más calmado, dejando caer sus nervios cuando pudo suspirar después de eso. Tarde o temprano debía de aceptar su destino, no era como si pudiera huir de él o algo así, simplemente no había más opción.

—Está con Natsu, ella está triste, ¿sabes por qué? —soltó una pequeña burla de sus labios, y el de ojos cafés no tardó en mostrar una sonrisa un tanto sincera y algo reconfortante—. Cuando regresaste de dejar tus documentos a Karasuno, Natsu ya se había calmado, pero estuvo la mayoría del tiempo llorando. Dijo que sentía que le quitaban a su hermano... —comentó, de pronto sintiéndose que ella también sonaba triste, como si estuviera entendiendo poco a poco que alguien más le estaba arrebatando a su hijo—. Pero no hay de qué preocuparse, la madre de tu pareja destinada parecía muy amable e incluso entusiasta.

Shoyo así pareció reaccionar de pronto, dilatando sus pupilas y levantando su vista para mirarla, queriendo decir que no se preocupara, que conociera a su pareja destinada no cambiaría el hecho de que ella, su padre y su hermana menor eran las personas que más amaba en el mundo.

—¡Mamá! —Sólo pudo pronunciar esas palabra, antes de que el timbre sonara, inundando el ambiente tan tranquilo que se había creado. Y la mencionada pareció alerta, siendo toda una líder por instinto a pesar de su naturaleza humana no sucumbió contra los nervios, a Shoyo a veces le gustaría ser así.

—Vamos, Shoyo, ¡puedes hacerlo! —animó de forma genuina y sincera, dándole pequeños golpes en la espalda para que se pusiera de pie. El menor no pudo hacer más que obedecer sus órdenes, como un impulso, sintiendo vértigo cuando sus piernas se impulsaron y sintió que caería: ¡estaba a punto de conocer a su alma gemela, su pareja destinada!—. ¡Natsu, cariño, ya es hora! ¿Podrían acomodar lo faltante en la mesa?

Todo fue bastante rápido lo que siguió, cuando menos se dio cuenta, Hinata ya estaba frente a la puerta, con su madre a un lado, girando la perilla, lista para presentar a la persona que estaría del otro lado.

—¡En un momento! —exclamó entusiasmada la azabache, mirando a su hijo, que ya temblaba de pies a cabeza y su espalda se curvaba, buscando esconderse en alguna coraza impenetrable. Como si fuera una tortuga que desprendía un olor a miedo indescriptible: lo peor era que Hinata Shoyo tendía a marearse con su propio olor—. ¡Tu postura, Shoyo! —regañó, abriendo la puerta de par en par.

En ese momento exacto en el que la puerta fue abierta, y tres figuras adultas y un adolescente chocaron contra la puerta, Shoyo ya podía morirse ahí mismo. Sus pupilas cafés chocaron contra el color azulado de las ajenas, que fruncieron el ceño en desacuerdo apenas se vieron. Shoyo estaba que el alma se le iba del cuerpo, y también otra parte de él quería arremeter con furia contra el estúpido destino de que su alma gemela fuera la persona a la que le había declarado la guerra.

—Tobio-kun, él es tu pareja destinada. —La fémina que parecía ser la madre de ese chico no perdió ni un poco de tiempo, para exclamar eso como un saludo. Al mismo tiempo que la funcionaría de gobierno que le tocaba supervisar la cena (un muy buen empleo por cierto, podías cenar en casas ajenas casi diario y gratis) mostraba un poco de nerviosismo al reír torpemente.

—Es tu pareja destinada, Shoyo. —¡Para colmo su madre la había entendido al instante y siguió con la presentación como si nada!

—Es un placer conocerlos, soy el padre de Kageyama Tobio. —Muy al contrario del extenuante comportamiento alegre de la madre del serio chico que ya parecía asesinar de mil maneras diferentes a ese enano apenas se cruzó en su camino, fue lo más respetuoso y calmado que se le permitió, logrando ser el desenlace que condujo a los demás miembros de la familia Kageyama a dar una reverencia.

—¡Es un gusto! —exclamaron ambos al unísono. Tobio lo dijo más a regañadientes que por otra razón.

—No, no, el gusto es nuestro de tenerlos aquí. ¡No hay que ser tan formales! Ya somos prácticamente familia, ¿no es así, Shoyo? —llamó su madre, dando un pequeño golpe en el pecho a su hijo para que reaccionara. El aludido sólo pudo hacerlo por pura suerte, regresando a su viaje espacial donde su pequeña mente trataba de procesar todo.

—Sí, estoy encantado de conocerlos —dijo, un poco perdido y sólo atinando a dar un reverencia, apartándose para que pudieran pasar tras recibir el permiso de su madre.

La madre de Kageyama parecía ser muy animada y dulce, sonriendo con cierta aptitud de alegría al verlo.

—¡Vaya, eres un Omega muy lindo! ¡Tobio-kun tiene mucha suerte! —alardeó, ganándose con eso de forma certera a la madre de Shoyo, y un poco al mismo Shoyo, que levantó su cabeza con un diminuto rubor en sus mofletes porque amaba los cumplidos dirigidos a él, y volvió a sentirse diminuto, al notar la mirada afilada y seria que le dedicaban los otros dos hombres restantes de la otra familia.

Se le paralizó todo su diminuto cuerpo y le encantó la idea de que ojalá y la tierra se lo tragara de una mordida. Empezó a sudar frío y el aroma que desprendió simplemente fue de miedo puro.

—¡Basta, lo asustan! —regañó la madre de Kageyama, al percibir el aroma saliendo del cuerpo del más bajo, logrando atinar a darle pequeños golpes a ambos en la nuca, sacando de órbita a la pequeña presa que habían encontrado hace poco.

—¡No sean tímidos! ¡Los dos están muy callados! —citó la madre del de cortos cabellos alborotados, riendo para aligerar la tensión del ambiente.

Pronto se notó como la conexión de ambas féminas se había vuelto una sola, como si ya se hubieran entendido sin cruzar muchas palabras. Sus ojos chocaron entre sí y asintieron torpemente, fruncieron su ceño y asintieron torpemente. El padre de Kageyama sólo pudo rodar sus ojos.

Un empujón a ambos jóvenes bastó para acercarlos sin nada de juegos ni rodeos estúpidos: para que las cosas funcionaran debían de ir al grano, y el resultado positivo de esas acciones fue el color rojizo explotando en la cara de Hinata, convirtiéndose en un tomate andante hasta las orejas. Su mejilla rozó con el pecho ajeno y sus brazos tratando de encontrar el equilibrio se aferraron a los brazos de Tobio. Tobio sólo rechazó el tacto dando un gesto un tanto molesto y mirando a otro lado, restándole importancia al asunto.

—La cena todavía no está lista, tardará un poco para que esté terminada, creo que será buena idea que aprovechen esta oportunidad para que se puedan conocer y platicar un poco, ya verán que se llevarán bien —afirmó la fémina, haciendo saber implícitamente que no los quería con ellos en el comedor, que los quería en otro lado, donde pudieran estar juntos, solos.

—¡Sí! ¡Son compatibles después de todo!, es sólo cuestión de tiempo para que puedan congeniar al hablar.

Con es afirmación, supieron que ya no había vuelta atrás.

Shoyo apretó su boca, cerrando sus dientes con mucha fuerza al creerse un perdedor porque el destino no estaba de su lado. ¿No se suponía a palabras de su madre que su pareja era un Beta? ¿El Rey de la Cancha no era un Alfa? ¿Con esa mirada fría, actitud imponente y la dominancia que lograba irradiar sólo con caminar?

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