Capítulo 01: Pequeño Omega
Su presentación había sido hacía casi tres años atrás, cuando había dejado la primaria y por fin entraba a la tan dichosa secundaria. ¿Los resultados? Para resignación de Hinata, lamentablemente era un Omega, no pudiendo cumplirse su sueño frustrado de convertirse en un Alfa sólo por mero capricho.
—¿Por qué querías ser un Alfa con tanta fuerza? —preguntó Yukitaka con tanta facilidad, dándole un pequeño medio abrazo para tratar de calmarlo por el inminente partido que tendría su secundaria Yukigaoka contra Kitagawa Daiichi.
Hinata alzó sus hombros al oír esa afirmación, sólo esperando en las gradas que fueran llamados para bajar.
—Porque son geniales —dijo sin una pizca de duda en sus labios, por fin dejando de ver hacia abajo, donde se desarrollaban dos partidos de diferentes escuelas y miraba a sus dos amigos—. Ya sabes, Koji es genial y es un Alfa —aseguró el de menor estatura, señalando sin reparos al chico de cortos cabellos negruzcos parecidos a unos extraños picos desordenados.
—¿Y-yo? —soltó de pronto el chico, señalándose a sí mismo y teniendo un extraño ataque de pánico por lo fácil que resultaba hacerlo flaquear en algunas ocasiones.
—Sí, sí, debe ser genial ser Alfa... —aseguró Shoyo, con las pupilas iluminadas de un extraño brillo que reflejaba la honestidad de sus palabras. Pronto, y después de haber afirmado eso, cayó en una zanja llena de pura duda honesta, derribándose al suelo su estado de ánimo al recordar la cruda realidad—. Pero soy un Omega, y tampoco soy muy alto. ¡Ah! ¡Dios, al menos me hubieras dado estatura! —gritó con completo desespero, mirando hacia el techo cubierto de las gradas. Koji se quedó paralizado por la vergüenza e Izumi sólo pudo golpear con su mano su propia frente, ya acostumbrado.
—Yo también soy Omega, así que no te tires tú solo a la marea, simplemente es acostumbrarse. —Lo trató de apoyar el único castaño del grupo, dándole una palmada en la espalda en modo de apoyo. Sin embargo, rápidamente un tema veloz cayó sobre su propia mente, al tenerlo en cuenta—. Pero, sin importar si seas Omega, Alfa o Beta, las parejas destinadas son algo inevitable. El gobierno se tarda bastante en seleccionarlas, así que apenas entremos a la preparatoria la conoceremos, ¿están preparados?
—Por supuesto que no —argumentó Koji sin ninguna palabra más que su verdad, cruzándose de brazos. Hinata no tardó en apoyarlo.
—Yo tampoco quiero a alguien, estar en una relación sería molesto...
—Bueno, no es que podamos hacer algo —afirmó Izumi, ahora también él uniéndose a los lloriqueos instintivos del destino que les tocaba manejar.
—¡El partido ya terminó! —exclamó un Shoyo alegre, poniéndose de pie de golpe al ver como ambos equipos se daban la mano. Sintió que la emoción llegaba hasta su cuerpo, generando una extraña sensación de emoción y fragilidad que un olor amable y apacible se esparció por todo el lugar. Koji se tuvo que tapar la nariz, pero no sintiéndose afectado al ya haber estado bastante tiempo con él.
Hinata salió corriendo, directo a las escaleras que daban al escenario principal de ese enorme campo donde se enfrentará con alguien por primera vez.
—¡Sho-chan, espera! —gritó su amigo, mientras sus pies parecieron reaccionar por si solos, saltando algunos escalones para bajar más rápido, y por fin ingresó a la cancha esperada.
La sorpresa no podía evitar acuñar su rostro, la emoción saltaba en su cara y una inocencia pura llegaba a impregnar sus sentidos.
—Es enorme... —susurró al llegar al lugar acordado. Los nervios parecieron comérselo por pura burla ajena y tuvo que tomar un respiro para dejar escapar sus temores. No había servido de mucho—. ¡El aroma a Air Salonpas!
—Sho-chan, ¿no estarás demasiado nervioso? —La voz de uno de sus amigos lo regresó a la realidad.
—Pensarán que eres un rarito. —Encaró sin tacto Koji, logrando alterar a Shoyo de sobremanera.
—P-pero nunca había estado en un torneo antes. —Se excusó, sólo demostrando que efectivamente, el pequeño chico sí estaba nervioso—. Después de tres años, por fin... —Paró su frase a medio camino, mirando hacia el frente, formando con sus manos puños cerrados que acompañaban sus ojos llorosos.
Hinata Shoyo había visto en la televisión de un pequeño local a un jugador de la preparatoria Karasuno, tres años atrás. Lo había visto tras regresar a casa por haber ido a la clínica a hacer su presentación: el Pequeño Gigante. Tan sólo sus primeros movimientos lo dejaron embelesado, y terminó por volverse su ídolo. Su persona admirada.
—Izumi, Koji, gracias por haber venido a apoyar moralmente —comentó Hinata, saliendo de sus propios pensamientos para poder mirar a la cara a sus dos amigos. Cuando cruzó miradas con éstos, los dos mencionados estallaron en rojo, el más agitado parecía ser el mismo Koji.
—¡Detente! —exigió el azabache.
—Nuestro torneo ya acabó, así que-... —El castaño fue más amable, rascando su nuca con cierta pena acumulada.
—¡Gracias a ustedes también, chicos de primero! ¡Es un milagro que ustedes estén aquí! —chilló Hinata, aferrándose a los cuerpos de los niños de menor edad del equipo.
—Vamos, capitán. Denos las indicaciones —pidió Izumi de improviso, llamando la atención del más bajo con rapidez.
—Es cierto. Nos trajiste aquí de repente, así que ni siquiera sabemos las reglas —exigió Koji.
—¡Eso ya lo sé! Por fin entramos en un torneo, así que debemos de ganar —confirmó sus propios pesares y sospechas, mostrándose decidido en todo momento.
—¿Qué? —Parecieron perdidos ambos, aunque sólo el de hebras negruzcas se atrevió a soltarlo—. ¿Crees que podemos ganar con este equipo de novatos de último momento?
—Claro que sí —comentó sin dudarlo dos veces el capitán actual de ese equipo improvisado que tenía de todo, excepto verdaderos jugadores de voleibol experimentados.
—¿Cómo es nuestro oponente, Kitagawa Daiichi?
—No lo sé... —Se sintió un tanto nervioso de pronto, bajó la mirada al suelo y trató de dar ánimos desesperados. Levantó su cabeza de golpe, y se aferró a la idea de triunfar—. ¡Pero lo haremos!
Cuando esas palabras escaparon de sus labios, sus dos amigos parecieron gritar de la sorpresa, asustados y notablemente sorprendidos. Shoyo pareció sorprendido por su actitud, sólo para girar sobre su propio eje y toparse cara a cara con unos gigantes en cuanto a estatura, vestidos con ropa deportiva de descanso que ocilaba entre el blanco y el azul. Lo primero que vio Hinata fue a un chico azabache que parecía un cabeza de nabo (así lo bautizó en secreto).
—¡Oh, lo siento! Vamos.
El de hebras naranjas fue sujetado temerosamente por el otro Omega y el Alfa que siempre habían estado a su lado, y simplemente dejaron pasar a la gran escuela especializada. Parecían seguros de sí mismos, decididos y completos. ¿Realmente tenía la misma edad que ellos? ¡Eran enormes!
«Son enormes», pensó, con la boca abierta en una magnitud tan grande por los nervios que le avisaban que debía de salir huyendo.
Pero todo se detuvo, cuando pasó a su lado una persona en específico del equipo contrario. Hinata no pudo definirlo con exactitud, pero su sola presencia lo dejó cegado, y por unos breves instantes su trance lo calificó como si fuera un Rey enorme, vestido con tremenda capa rojiza larga y una corona de oro, irreemplazable. Hinata lo miró, sin nada de tapujos, con algo similar a una admiración, mientras veía alejarse al azabache desconocido de semblante imponente y serio.
Se paseaba como una realeza altanera.
Y Hinata no sólo pareció ser el único que se llevó ese pensamiento, sus dos amigos también se habían quedado perdidos. El resto de su pequeño grupo también.
—¿Un Alfa? —preguntó uno de los de primero. Koji pareció perdido, alzando sus hombros.
—Había algunos en el equipo, pero no estoy seguro de haber detectado eso en ese chico... —respondió Koji, y siguió hablando, pero Shoyo se perdió en esa oración.
Había algo que nunca había sentido por alguien apenas lo vio. Sí, fueron las ganas de vomitar.
Una extraña sensación de pánico que pareció activar sus sentidos. Las ganas de vomitar llegaron a su boca. ¡No podía ser! ¡¿Por qué de repente sentía que no podía ganarle?!
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