Cap. 7
Eithan entraba al departamento hecho una furia, su agrio aroma era un indicador de su enojo, llamó y busco a su roomie por todo el departamento sin encontrarlo, con su enojo en aumento tomo su celular para llamarlo, pero este no le respondió, y casi estrella el suyo como resultado.
Su respiración era pesada, y su rostro estaba rojo, golpeo la pared en un fuerte deseo de bajar su ira.
Casi dos horas después, Dayit llegaba ajeno a la tormenta con la que se encontraría. Esperando el olor a flores que estaba siendo recurrente en el departamento, se sorprendió al encontrarse con un fuerte olor a limón podrido. Su corazón se apretó, y esa molesta sensación que no lo abandonaba desde la tarde se hizo más fuerte.
Acababa de cerrar la puerta cuando fue golpeado contra esta, su cuello siendo apretado, y el rostro de Eithan como el de un demonio. El miedo que esto le produjo no pudo ser ocultado.
—Maldito entrometido ¿Por qué siempre tienes que meterte donde no te llaman? No puedes madurar de una vez por todas, que tu vida sentimental sea un asco no quiere decir que la mía tenga que serlo también.
El lobo de Eithan, que estuvo bajo la influencia del enojo del humano, comenzó a rasguñar el interior del mayor, pues veía como el rostro de su otra mitad se desfiguraba al serle negada una función tan primordial como respirar.
Un momento de flaqueza de parte de Eithan, hizo que su agarre se aflojara, para su sorpresa el alfa menor se defendió, primero golpeando su rodilla, y luego golpeando el brazo que lo apretaba. Libre del agarre, Dayit casi cae al suelo, pero logro sostenerse e ir hacia el armario, de ahí lo único que pudo sacar para usar como arma fue un paraguas, esto hizo reír al otro.
—¿Crees que puedes defenderte de mí con un paraguas?
—Y-yo...
—¿Por qué me hiciste esto otra vez, Dayit? —Eithan le gritó, estaba furioso, se acercó al menor quien intento golpearlo con la sombrilla pero esta fue detenida sin esfuerzo— ¿Por qué tenías que ir con mis padres? ¿Qué es lo que ganas con esto?
—No fui yo, de verdad que no fui yo —Dayit se resistió al agarre del otro alfa que lo apretaba con más fuerza. Usando su instinto de supervivencia, le mordió el brazo, con más fuerza de la planeada, por lo que le sacó sangre.
Eithan lo soltó mientras dejaba salir un jadeo de dolor, después de ver su mano sangrante, regreso su vista llena de rencor (y un poco de sorpresa) a Dayit.
Jamás espero que él otro lo mordiera, o siguiera se defendiera, se dio cuenta entonces que probablemente había subestimado a su destinado.
—¿Por qué no crees en mí? ¿Por qué me tratas así? ¿Qué te he hecho para que me odies tanto? —la voz del menor era temblorosa
—¿Qué me has hecho? —repitió con sarcasmo— ¿No te parece suficiente siempre estar arruinando mi vida? De niño tuve que dejar de lado mis gustos por otras cosas que se acoplaran a ti. El siempre débil Dayit que necesitaba que lo defendiera todo el tiempo, no podía jugar fuera porque te enfermabas de darte la brisa, no podía ir con mis amigos porque te encantaba quedarte en casa o lejos de los demás niños, ¿Y cómo es que me pagas esos sacrificios? Metiéndote en mi vida, arruinando mis relaciones. No tienes por qué mentirme, Day, sé que fuiste tú solo porque estas celoso de mi novia, porque no soportas el hecho de que siendo tu destinado prefiera a alguien más que a un alfa inútil como tú.
Esas palabras y en el tono que fueron dichas, se clavaron como dagas en el corazón del receptor.
—Lamento ser tu destinado, lamento ser un inútil, lamento haber arruinado tu niñez, es cierto que por mi culpa en el pasado te separaste de tu entonces novia, pero de verdad que esta vez no tengo nada que ver, pero no importa lo que diga no vas a creerme.
—Claro que no lo haré, nunca creeré en alguien como tú
Las lágrimas se deslizaron por su rostro, no queriendo seguir mostrándose débil ante el otro, saco valor, y fuerza, y paso de su lado con rapidez, yendo a encerrarse en su habitación.
Eithan intento agarrarlo pero no pudo, tampoco pudo moverse de allí, quedando con un agudo dolor en su pecho, su lobo gimoteaba por el daño que le había hecho a su otra mitad, y una pizca de arrepentimiento comenzó a calar dentro de él. Su lobo, que lo había dejado paralizado, le ordenaba que se moviera y fuera tras su destinado, pero él se negó a hacerlo, solo se quedó allí, lo que no pudo evitar fueron los fuertes deseos de llorar que lo invadieron.
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