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💙Capítulo 23💙

Todo a ocurrido de momento no se exactamente cómo. Ada ha perdido el conocimiento y tiene rastros de sangre en su cuerpo. Yo por el momento solo tengo un ardor muy fuerte en la pierna creo que me la he cortado y me duele mucho la cabeza el golpe debió ser grande.

—¡Ada!—traté de despertarla varias veces pero fue en vano.

Después de unos minutos las ambulancias y los paramédicos hicieron presencia. Los bomberos hicieron todo lo posible por sacarnos rápido de adentro del auto y así fue.

Ahora estamos de camino al hospital, voy en una ambulancia diferente a la de Ada y lo único que hago es pensar en ella. Estoy muy preocupado, realmente la vi mal.  Me han hecho varias preguntas y revisado por arribita. Según ellos estoy bastante bien para el gran accidente que tuve.

—Joven necesito canalizar su vena por si ocurre algún agravamiento en usted. —me dice una anciana con bata blanca.

—Si claro.—asiento y comienza a hacer su trabajo.

Al llegar al hospital puedo volver a ver a Ada desde mi camilla pero aún sigue con los ojos cerrados.

—Dios por favor que no sea nada grave y esté bien.—susurro pensando en ella.

Luego la pierdo de vista ya que nos llevan a habitaciones diferentes. Me pasan de la camilla a la cama y puedo sentir un fuerte dolor punzante en mi abdomen.

—Ahg.—me quejo.

—¿Dónde le duele?—la misma anciana comienza a palapar mi abdomen.

—Ahg—me quejo nuevamente.—Es ahí.

—Tiene dos costillas rotas.—dice escribiendo algo en una libreta.—No se cómo no se había quejado antes.

—¿Cómo está la joven que venía conmigo?

—Esta muy grave la verdad.—me dice cerrando la libreta.—Se dió un golpe bastante fuerte en la cabeza y esto puede ser muy peligroso. —la miro preocupado.—Pero no te preocupes lo demás es solo rasguños, nuestros médicos la examinarán para encontrar el por qué de su perdida de conciencia.

—Me puede mantener informado por favor.—le digo casi en un suplico.

—Estoy a punto de salir de guardia pero se lo diré a mi relevo.—hace una pausa.—Se llama Amelia y es muy buena confía en ella.

—Bien.—asiento y ella se va.

Luego llegaron varios médicos, comenzaron a mirarme de arriba a abajo, me volvieron a palpar la barriga y comprobaron lo de mis dos costillas, me pasaron varias vendas en ese lugar y me curaron los demás rasguños y herida que tenía por mi cuerpo. Apenas sentí dolor hasta que llegó la del pié esa que me ardía mucho, pues ahora es peor. Realmente está muy feo y profundo.

—Branly Ruscher.—menciona uno de ellos.—Su estado es estable, está muy bien.

Asiento y miro la gran bata que este cuelga.

—Sus costillas estarán bien aunque le causarán dolor cuando trate de levantarse, algún gesto o laguna fuerza. —asiento.—Por lo demás lo más preocupante es la herida que tiene en el pie, en un momento una enfermera vendrá a coserle y estará bien.

—Gracias doctor.—este asiente y sale de la habitación.

Estoy solo, al fin. Desde que llegué no ha parado de entrar y salir personas. Miro mi mano y puedo ver el trocar que tengo en mi brazo derecho. Las paredes blanca, las batas blanca, el olor a hospital lo odio. Odio los hospitales desde el día que mi madre murió, nunca antes después de ese día había vuelto a pisar uno. Ahora tengo miedo de que ella muera también.

No puede ser que las personas que aparecen en mi vida y les agarró cariño solo mueran todas. No pude evitarlo una lágrima salió de mis ojos al recordar a mi madre y a Yimi mi mejor amigo el cual también está muerto. Y ahora ella, necesito saber cómo está.

Levanto mi cabeza y solo con eso puedo sentir el gran dolor que produce, no me detengo y aguanto hasta quedar sentado en la cama. Respiro profundo y me levanto.

—¿A dónde crees que ibas?—me dicen abriendo la puerta una joven muchacha más menos de mi edad con una bata blanca. —Me llamo Amelia y soy la enfermera que estará a cargo de usted, si necesitas algo no dudes en decirme.

—De hecho iba a ver cómo estaba la mucha ha que venía conmigo.—niega.

—No puedes moverte de aquí hasta que te lo digamos. Ahora acuéstate voy a coser tu pierna. —miro hacia abajo y veo la sangre brotando de ahí.

¡Mierda la he empeorado!

—Ok.—me vuelvo a acostar con mucho trabajo.

—¿Tienes algún familiar al que llamar?—niego.

—No somos de aquí.—ella asiente.

—Bien, tu no tendrás que pasar la noche aquí pero ella si así que necesitará ropa y cosas para su aseo. —asiento.

—Yo se las traigo. —niega.

—Que no estés en peligro no quiere decir que no tengas que hacer reposo para los puntos. —asiento y veo como el hilo va de un lado a otro pero no siento nada, la anestesia hace su trabajo.

—Al menos puedo pasar la noche aquí con ella.

—Hay que esperar a ver si a la noche ya puede recibir visitas. —asiento.

—¿Sabes de alguien al que pueda pagarle para que valla a la tienda y nos compré lo que necesitamos?—asiente.

—Tenemos un mensajero.

—Dile que venga para decirle lo que tiene que traer.

—Ok, ya he terminado aquí. —se levanta y se quita los guantes. —No te muevas de aquí, te mandaré al mensajero y voy a preguntar por ella.

—Gracias.—esta asiente.

Al rato llega un hombre de unos treinta y pico de años.

—¿Me necesita?—asiento.

—Ves a la tienda más cercana y trae; ropa interior para mujer y un bóxer para mí, un vestido cómodo para ella y algo cómodo igual para mí, cepillos de dientes y pasta, toallas, papel sanitario...

—Entendido.—dijo al yo terminar de decirle más menos la talla de Ada y la mía.

—Y por último un ramo de flores bien grande, que esté muy lindo.—este asiente.—Te pagaré muy bien. —digo antes de que salga por la puerta.

 

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