Capítulo 6
Logan
—No quiero que continúes peleando cariño— lágrimas resbalan por las mejillas de mamá mientras limpia los nuevos cortes de mis nudillos y varias magulladuras de mi rostro.
Mantengo la mirada fija en la pared beige llena de resquebrajaduras y manchas. Detesto como a nada en el mundo está casa. Las paredes son tan finas que se escucha hasta mi habitación los sollozos de mamá desde la cocina cuando le ruega a James.
—Estoy bien mamá— refunfuño, pero me duele el labio cuando hablo. Me duele más de lo que aparento mostrar frente a mamá cuando presiona el algodón con alcohol en el corte.
—Estás muy lastimado— solloza.
—Ya no soy un crío— salto
Estoy enojado con el puto mundo por la vida de mierda que me ha tocado. Sé a la perfección que si me opongo a toda está mierda, mi madre recibirá las consecuencias. Y no quiero que reciba más golpes de los que ya recibe, por mi culpa.
—Vámonos mamá, podemos dejar toda está mierda atrás— menciono completamente esperanzado. Los dos podemos marcharnos, y puedo trabajar en alguna tienda tras salir de la escuela. Podemos lograrlo. Se acabarían los golpes, las botas de James rozándome la oreja cuando me meto en la habitación, los gritos incesantes, las paredes manchadas de mugre.
Niega con la cabeza, y todo atisbo de dejar de ver a mi madre con constantes moratones en el rostro que tanto se esfuerza por ocultar con maquillaje, o los busos de cuello alto y manga larga que se pone a diario para que no vea sus brazos lastimados, desaparece.
—Joselyn... ¿Dónde estás?— las palabras arrastradas de mi padre se escuchan seguidas de un portazo. Sus pesados pasos aproximándose hasta el baño donde nos encontramos.
—Vete a tu habitación Logan— masculla con los ojos asustados
Hago caso omiso a mi madre, y me digo que ya tengo doce años y puedo proteger a mamá. Me pongo protectoramente frente a ella para impedir que James, o más conocido como mi donador de esperma, vuelva a golpearla.
Me despierto sobresaltado, bañado en sudor y con un horrible dolor de cabeza como recordatorio de todo lo que he bebido y fumado. Por un momento me cuesta reconocer en qué lugar me encuentro. Cuando me acostumbro a la escasa luz de este sitio, reconozco mi habitación. Ruidos provenientes del piso inferior me hacen salir de mi trance. Salgo de la cama, y entro a la habitación de Megan para cerciorarme que todo va bien. Cuando reviso que se encuentra plácidamente dormida respiro con más tranquilidad. Bajo las escaleras descalzo, y encuentro a James en la sala de estar junto a una botella de whisky. No lo he visto en tres semanas, y justamente hoy tiene que aparecer.
—Me han informado que no te han visto en el muelle durante ya bastante tiempo— grazna
—He tenido cosas que hacer— respondo secamente. Tiene suerte que siquiera le dirija la palabra.
Se bebe de un solo sorbo el whisky de su baso, y vuelve a rellenarlo hasta menos de la mitad.
—Sabes que quién va a sufrir las consecuencias es Megan— afirma con el mismo tono, y toda mi ira empieza a querer desbordar mi autocontrol.
—¿Qué le vas hacer? ¿Lo mismo que le hiciste a mi madre? —grito sin poder contenerme
—O algo peor— concluye llevándose el vaso de whisky a los labios, sin siquiera inmutarse. Sin nada de remordimiento.
—No te atrevas a ponerle un solo puto dedo encima— gruño
—¿Qué vas hacerme?— me reta burlándose.
Sin darle tiempo a reaccionar, lo sujeto del cuello y con el brusco movimiento causo que el whisky se riegue sobre el sofá beige, y gran parte de la alfombra.
—No me subestimes James, no soy el mismo chiquillo indefenso de hace cinco años— amenazo, y recaigo en que nunca he dicho algo tan en serio.
Sus ojos me miran indiferentes. Sus ojos son dos perlas verde oscuro completamente vacías. No siquiera tiene un brillo nato en ellas. No puedo diferenciar ninguna clase de emoción. Y eso me recuerda que herede de la persona que más detesto en el mundo, la facilidad de ocultar emociones como un puto insensible.
Pero siendo realistas en la vida no se puede ser un punto medio. O eres fuerte, o eres débil. Yo escogí ser fuerte, no tuve otra opción.
—Cada día te pareces más a mí— su tono tiene impregnado cierto orgullo, para mi sorpresa.
—No te atrevas a decir que somos parecidos. Yo no soy un puto enfermo que atenta contra su propia familia
—¿No? Y ¿Qué es lo que estás haciendo ahora Logan?
Siento como mis nudillos ansían golpear su rostro ante su provocación. Sin embargo, suelto el ahora arrugado cuello de su camisa blanca, y me alejo tanto como puedo de mi donador de esperma.
—Tú no eres mi familia— afirmo.
Dejo a James sirviéndose otro vaso de whisky junto a sus sonoras y desalmadas carcajadas, y subo a la habitación de Megan. Cuando observo su larga melena rubia y ondulada igual a la de mi madre, recuerdo cuan hermosa era. Quisiera que Megan nunca tenga que cruzar lo que yo he tenido que vivir, y mientras pueda no voy a permitir que jamás alguien la involucre.
Ya sufrió lo suficiente creciendo sin una madre. Recuerdo cuando apenas cumplió tres años y me pedía que la llevase a un parque. Veía a todos los niños tomados de la mano con sus padres, y con sus ojitos brillosos me preguntaba qué porque ella no podía tener una familia así.
Recuerdo algunas mañanas en las que escuche decir de Megan que Selena era su madre, o preguntar si las mujeres que metía James constantemente en casa lo eran. Cuando le explique qué no, con toda la incredulidad del mundo indago sobre porque ella no tiene una. Sus ojitos tenían un tinte rojo, pero no brotaba una sola lágrima de ellos. Sin embargo mirarla así me causaba un agudo dolor en el alma. Supe explicarle que mamá siempre la amaría y cuidaría desde el cielo. Me pregunto si mamá era un ángel, y yo afirme completamente confiado en que ello era.
<<Hay ángeles que se ven mejor en el cielo>> le explique.
Desde el momento que el corazón de mamá dejo de latir, le jure, y me jure que nunca, nunca le pasaría lo mismo a Megan. No dejaría que nunca mi padre le ponga un dedo encima, ni mi padre ni nadie. Está niña fue el motivo por el cual nunca me deje consumir completamente por el mundo de mierda en el que me he visto obligado a vivir. Ha sido mi razón por la que he continuado viviendo bajo el mismo techo que James. Llego al mundo en el momento justo que mi madre lo abandono. Cuando me arrebataron lo único valioso que tenía en la vida.
Pero no viéndose conforme con arrebatarme solo a una persona, me dieron a Noah; me enviaron algo que nunca pedí. Ella significaba todo lo que estado huyendo todo este tiempo. Todo lo que me negaba sentir. Me había hecho la idea de terminar mi vida completamente solo, sin nadie a mi lado que me jurase amor. Me importaba una mierda acabar solo. O incluso ser mi propio verdugo y dejar a Megan a cargo de mis abuelos. Más de una vez se me paso por la cabeza el acabar con mi vida. Pero durante tres años esta niña ha sido mi único motivo por no renunciar a este mundo y cuando llego Noah, tuve un segundo motivo.
Respiro profundo, y tras largos minutos después de observarla salgo de su habitación. En el momento que ingreso a la mía y entro en familiaridad, una oleada de soledad me atraviesa. Tomo mi móvil y entro directo a galería. Abro la carpeta que dice <<mía>> se abra una ráfaga de fotos solo de Noah que tomaba cuando estaba desprevenida. Me detengo exclusivamente en una foto; se encontraba escribiendo algo en su pc, y su ceño se encontraba medio fruncido, y arrugaba la nariz de una forma completamente tierna. El mismo rizo que tantas veces retire de su rostro caía enroscado sobre su frente, cubriendo su ojo y parte de su mejilla.
Instantáneamente me arrepiento por nunca haber permitido que nos sacáramos una foto juntos. Paso a otra foto, y ella aparece con los ojos fijos en la cámara. Ese día me pillo sacándole la foto, y se ruborizo ante ese hecho.
Cierro los ojos con una foto en especial, el recuerdo me abruma y ejerzo tanta fuerza contra el aparato que siento que en cualquier momento va a terminar hecho añicos; tenía el collar que le obsequie de mi madre, lo observaba con ojos dulces, y una sonrisa de boca cerrada. Sus ojos por alguna extraña razón brillaban sin cesar, y parecía feliz. Muy feliz. Después de sacarle la foto, la abracé por la cintura y enterré la cabeza en el hueco de su cuello aspirando su aroma. Ese aroma que me hacía perder la cordura. Cierro los ojos y puedo jurar que incluso puedo sentirla, sentir sus labios sobre los míos. Sus manos enredándose en mi cabello y su inconfundible aroma frutal prendiendo y alterando cada hormona de mi cuerpo.
Sin poder evitarlo tomo de la mesita de noche el collar. Se encuentra roto, y siento que ahora ya solo es un pedazo de baratija sin ningún significado.
Mientras más recuerdos me llenan la mente, más ansias tengo de salir y volverme a perder entre botellas de licor.
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