Capítulo 5
Jake
—Buenas tardes Carmen— le saludo en cuanto me abre la puerta.
—Pasa cariño pasa— me dice amablemente con una sonrisa impregnada en el rostro
Mi madre no ha tenido que repetirme dos veces el que tenga que venir. He estado más que preocupado por Noah. No ha contestado ninguno de mis mensajes, ni llamadas.
—Noah...— escucho como llama a su hija, y tras eso, se pierde en la cocina. No sin antes preguntarme si quiero algo de beber.
Empiezo a sentirme inquieto al estar solo. Este lugar tiene todo perfectamente colocado. No hay rastros de polvo. La señora Smith trabaja el mismo número de horas que mi madre, e incluso sale de viaje por semanas. Mi madre me obliga a ayudarle a limpiar todo, y aun así, no tenemos nuestra casa ni la mitad de ordenada que este sitio.
—¡Jake!— el grito hace que deje de observar todo a mi alrededor, y dirija mi mirada a la cocina. —¿Puedes llamar a Noah?
Sé que sus intenciones son liarme con su hija, pero no sé hasta qué extremo llegara para conseguir su meta.
Subo las escaleras medio dudoso, y el recuerdo cuando la perseguí hasta su habitación inunda mi cabeza. Las lágrimas que rodaban por sus mejillas cuando rompí esa carta hace que me sienta mal. No por haber hecho añicos ese pedazo de papel, si no por causar su llanto. Y en el momento que vi la mancha de sangre creí que iba a desmayarse. O algo peor.
Tengo fobia a la sangre, pero quería asegurarme que estaba bien. Intenté revisar su herida pesé a mi enorme miedo, y me sorprendí al ver la cicatriz que reposaba sobre su abdomen. Puedo decir que desde ese instante le tome cariño, no sé exactamente el motivo, pero aprecio a Noah más de lo que soy capaz de comprender.
Cuando cruzo el umbral de la puerta, observo la puerta del baño entreabierta y me debato entre si debo entrar o no. Toco varias veces pero el único ruido que se escucha es el de la ducha. Arriesgándome entro, y me quedo helado.
—Noah... santo cielo
Algo se me clava en el pecho y la respiración se me acelera.
No dice una sola palabra. Tiene la ropa completamente empapada, y su vista está clavada en las baldosas blancas de la pared, mientras las gotas de agua caen sobre su cuerpo. Tiene las piernas encogidas, y sus brazos simplemente están tendidos a sus extremos. Sus ojos están completamente rojos, y no repara en mi presencia. Me apresuro a cerrar la llave de la ducha.
Cuando me acerco observo que la camiseta blanca que lleva se pega a su cuerpo junto dejando transparentar mi vista hasta la piel de su pecho. No lleva bracier. Trago en seco y me obligo a dirigir la mirada a otro lado.
—¿Estás bien?
Niega con la cabeza cuando repito la pregunta por cuarta vez, y juro que nunca vi tanto dolor reflejado en la mirada de una persona. Me siento en la división de la ducha, y espero que diga algo. Pero se queda en un silencio tortuoso para mí.
Gotas de agua chorrean desde su cabello mojado. Algunos mechones se le pegan en la cara. Y sus rizos se encuentren alaciados. Su piel está más que pálida, y sus labios tienen un tinte morado. Continúa teniendo la mirada perdida, y por unos segundos quisiera saber que pasa por su cabeza.
En un intento por retirar los mechones mojados de su rostro, me acerco a ella. Se sorprende en el momento que mi piel cálida hace contacto con su piel fría. Y en ese momento empieza a sollozar con fuerza, y da la impresión que se está esforzando por no gritar.
Se me parte el alma, y sin dudar un segundo me siento sobre las baldosas mojadas y abrazo su cuerpo. Ignoro el cosquilleo que empieza a invadirme al sentir su cuerpo tan cerca. La estrecho fuerte contra mi pecho, y siento como tiembla contra mi cuerpo. Clava sus dedos sobre mi brazo, y me pregunto si el dolor que siente es insoportable. A medida que pasan los minutos siento como mi ropa va empapándose poco a poco.
—No puedo más— su voz sale ahogada y agotada
Sin decir una sola palabra, paso su mano derecha por detrás de mi cuello, y reposo mi mano sobre su cintura, y me levanto con ella en brazos. No pesa nada. Y eso me hace plantearme cuantos días ha estado sin alimentarse bien.
—Te dejare sola para que te pongas algo seco ¿vale?
—No... no te vayas. No me dejes sola— su suplica me deja completamente descolocado, y más cuando se aferra a mis brazos y rehúsa a soltarse.
—No puedes quedarte con ropa mojada nena, pescaras una pulmonía— para mi propia sorpresa, no he dicho nena con intensión de conquista, lo he dicho como un apelativo cariñoso, que nunca antes había usado. Ni siquiera con mis primas pequeñas.
—No quiero quedarme sola
Me siento sobre el piso alfombrado para no arruinar la cama, y ella sobre mi regazo. Espero que me dé una protesta, pero solo apoya su cabeza contra mi pecho. Empiezo acariciar su espalda, en un intento por reconfortarla.
<<¿Cómo una persona que puede hacer tanto daño a quién dice, y afirma amar?>>
El rostro contorsionado de Noah hace que me imagine el dolor que debe sentir en el alma.
—¿Algún día va a dejar de doler? — su pregunta me sorprende rotundamente. Pero su suma atención en mi respuesta aún más. Es como si una niña pequeña estuviese esperando la respuesta de su padre sobre si algún día van a sanar las heridas que se ha causado al caer de su bicicleta. Sobre en cuánto tiempo dejaran de arder, y cicatrizaran. Si quedaran marcas, o si se desvanecerán con el tiempo.
Sus ojos llorosos me miran ansiosos de escuchar una respuesta.
—Va a pasar— afirmo, y espero que sea así.
Sus dedos dejan de clavarse en mi piel, varios minutos después. Acto seguido sus brazos empiezan a deslizarse sobre mi torso hasta caer a los extremos de su cuerpo. Sus ojos se cerraron hace ya bastante, pero lagrimas continuaban rodando sin cesar. Observo su rostro y me pregunto cuántas noches se ha pasado llorando hasta dormir, y pidiendo que el dolor desaparezca. Y porqué ha decidido dormirse entre mis brazos.
Ha transcurrido tanto tiempo ya, que su ropa empieza a secarse. La levanto, y recuesto en su cama. Salgo de la habitación para buscar a Carmen, y pedirle que con cuidado de no despertarla desvista a Noah y le ponga algo seco.
—Carmen— musito entrando a la cocina. Estoy sin aliento, pero no por cargarla en brazos, si no por ver a Noah tan destrozada. —¿Puedes ponerle a Noah algo de ropa seca? Se ha quedado dormida con ropa mojada
—Lo siento cariño, me han llamado del trabajo y no puedo tardar más
—Solo serán unos segundos— insto
—Adiós— menciona saliendo a toda prisa por la puerta ignorándome completamente.
No pienso desnudarla sin su consentimiento. Reiteradamente no. Subo las escaleras, y busco en su armario alguna manta. Cubro su cuerpo con ella, y trato de brindarle más calor prendiendo la calefacción. Aún en sueños su rostro esta contorsionado, y su ceño fruncido. Inspecciono su rostro, y diviso que sus hematomas ya casi han desaparecido.
Siento un gran impulso por encontrar a ese cabrón y hacerle pagar todo lo que ha hecho. Pero ahora me preocupada más Noah; su salud, su falta de sueño, su falta de interés en ella. La manera en la que se está dejando consumir por el dolor. Dolor que ha causado un gilipollas que ha jugado con los sentimientos de quien le entrego todo a cambio de nada o tal vez a cambio de una sonrisa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro