Capítulo 17
—¿Falta mucho?— pregunto después de unos largos minutos de trayecto en silencio. Hemos recorrido ya un buen tramo y aún no soy capaz de distinguir el lugar al que vamos.
—Un poco más de una hora — menciona relajado de nuevo
—¿Vamos a un lugar tan alejado?— vuelvo a preguntar
—Lo vale— menciona sonriéndome— lo prometo
Durante el resto el viaje conversamos un poco más hasta que la tensión que se filtró entre nosotros minutos atrás termino por eliminarse. Todo se tornó cómodo hasta que un bostezo involuntario broto de mi boca.
—Aún falta un rato para llegar, puedes dormir un poco Noah— musita dándose cuenta de cómo el sueño se apodera de mí.
Niego firmemente y él me mira divertido.
La plática toma un giro hacia que universidades aplicamos y me entero que él ya ha recibido la afirmativa por parte de la universidad en la que aplico, teniendo media beca por deportes y sus calificaciones. Su felicidad al platicarme sobre su afirmativa es contagiosa que no puedo evitar sentirme feliz por él. Le felicito varias veces y ambos prometemos que nos veremos antes que marchemos en destino a nuestra futura vida de universitarios.
Me dedico a ver mis alrededores tratando de descubrir algo, pero son vías por la que nunca he andado, incluso un poco desoladas. El coche sube una cuesta empinada, y minutos después Zed apaga el motor. No puedo ver nada con claridad por la poca luminosidad que tiene este lugar y los alrededores, pero lo poco que diviso me hace pensar que estamos lejos de la ciudad. Muy lejos.
—Bajemos— dice con una sonrisa
Hago lo que me pide sin decir una sola palabra, y espero a se coloque junto a mí, con una pequeña linterna en su mano, que espero sea suficiente para alumbrar lo que sea que quiera mostrarme.
E viento ya empieza a chocar contra mis brazos y piernas desnudas, haciéndome arrepentir por no traerme un saco de botones.
—¿Confías en mí?— me pregunta titubeado un poco. Noto claramente el nerviosismo en su voz.
—Si— afirmo un tanto insegura
—Entonces cierra los ojos y deja que yo te guíe— nerviosa y dudosa asiento. Su mano cubre mis ojos con delicadeza para evitar que vea a mi alrededor. Un gesto en vano ya que está lo suficientemente oscuro y así no me cubra los ojos no podría ver nada más que lo que alumbra con la linterna que lleva en su mano.
Con la mano izquierda que sostiene la linterna me toma de la cintura y empieza a guiarme con voz suave y paciente. La linterna presiona un poco contra mis costillas pero no llega a ser molesto ni a lastimarme. Me guía con voz suave diciéndome si hay alguna piedrecilla o algo, y tras dos tropezones con mis propios pies nos detenemos. Quita poco a poco su mano de mis ojos, y yo me quedo quieta observando lo que tengo en frente.
—Vaya— es lo único que alcanzo a pronunciar. Es un mirador que dudo que muchas personas conozcan. No imaginaba siquiera que existieran lugares así de bonitos en Madrid.
La ciudad se ve hermosa desde aquí. Los grandes edificios y las luces dan claridad y alumbraban todo haciéndole excesivamente maravilloso. El cielo se ve más negro de lo que recuerdo haberle visto alguna vez, y la luna esta llena, adornada con estrellas. Los arboles a nuestro al rededor se balancean por el viento y el frío que se filtra no me importa en lo mínimo porque el lugar que tengo frente vale la pena.
Por alguna razón que no soy capaz de comprender solo este pequeño tramo tiene un poco de luminosidad. Lo suficiente como para apreciar que estamos en un lugar alejado que tal vez años atrás fue parte de un bosque. Todo parece tan pequeño desde aquí...
—¿Qué te parece?— me pregunta asentando su quijada sobre mi cabeza. No recordaba que Zed se encontraba junto a mí, y tampoco note en el momento que se dio paso a mi espalda, y me rodeo la cintura con sus brazos. Me había ensimismado tanto viendo todo que casi olvido a la persona que me ha traído.
—Es hermoso— murmuro en voz baja. Temiendo dañar el momento —gracias por traerme
Me giro un poco hasta ver su rostro, y me sonríe de esa forma tan tierna que solo él tiene.
—¿Tienes hambre? He traído algo de comer
Asiento y Zed me libera de su agarre dejando la falta de calor en mi cintura.
Me siento sobre el asfalto sin detenerme mucho a pensar que voy a ensuciarme el vestido o raspar mis bailarinas. Con más detenimiento observo el hermoso paisaje que tengo frente a mis ojos. Recordando cuando cumplí doce años y mi padre me envió una cámara por mi cumpleaños. Fotografiaba todo lo que me parecía lindo; arboles, mascotas, la lluvia chocando contra ventanales, niños sonriendo. Las revelaba y las colocaba en un lado de la desgastada pared de mi habitación. Cubriendo las resquebrajaduras de ella, y adornándola con fotos. Hasta que mi madre me la quitó diciendo que mal gastaba mi tiempo tomando fotos cuando podía invertirlo en estudiar más.
Aunque a estas alturas entendí que los momentos y situaciones más bonitas de la vida no se quedan plasmadas en una foto, sino en nuestra mente, en un rincón de momento hermosos que todos tenemos atesorados, me hubiera gustado fotografiar esto.
Minutos después Zed regresa y se sienta frente a mi tendiendo una pequeña manta. Sentando allí una caja de pizza.
—De seguro está fría, pero sé que te encanta— me río en sonoras carcajadas y le agradezco antes de tomar el primer pedazo.
Mientras comemos vemos la ciudad que parece estar tan lejos, y nos quedamos en un profundo silencio nada incómodo. En ese momento mis pensamientos se dirigieron a un lugar en específico: A él guapo chico de ojos caramelo que tengo a mi lado.
Zed se esfuerza conmigo. Se esfuerza de verdad. Trata siempre de hacerme sonreír y es amable. Nunca me ha ocultado nada, y pese a mis desplantes ha estado conmigo. Se ha mostrado tal y como es, y no tiene ningún problema con responder a mis imparables preguntas. Sé que he tocado terreno peligroso un par de veces pero nunca ha terminado gritándome, ni haciéndome sentir mal. No tiene ningún problema de salir conmigo, y siempre es considerado.
—¿Tienes frío?— me pregunta sacándome de mis cavilaciones
El viento chocando contra mi cuerpo ya es insoportable. Sin esperar mi respuesta, se saca su chaqueta que no sé en qué momento se la calzo, y me la tiende. Le agradezco y le regalo una sonrisa sincera. Es sumamente grande, pero muy caliente. Y huele a él.
¿Por qué no puede elegir a Zed?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro