45 - Cálido corazón
AYLAH
Abrió los ojos, tardó un rato en darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Su mente estaba confusa, no sabía dónde estaba o cómo había llegado allí. Repasó lo acontecido anteriormente como si acabara de despertar de una horrible pesadilla. Lo último que recordaba era haber detenido a Kadir de darle el golpe final a Ellies. Desde ahí todo estaba totalmente en blanco.
Estaba envuelta en algún tipo de cálida tela y un acogedor abrazo, sentada sobre el regazo de alguien. Su cara estaba apoyada a una superficie que subía y bajaba de forma irregular, al ritmo de una respiración alterada. El fuerte, pero rítmico golpeteo en su mejilla le indicaba claramente que estaba recostada sobre el pecho de alguien. Sonaba como un corazón desbocado. Aunque se sintiera extraño, estos sonidos le transmitían una extraña sensación de protección, de tranquilidad. Cerró los ojos y se concentró en escuchar lo que para ella sonaba como una melodía perfecta.
Un súbito alboroto hizo que su calma fuera rota de manera brusca. Pasos apresurados y voces agitadas se acercaban.
—¡Kadir! —jadeó Jens como si acabara de correr una larga distancia sin detenerse—. Debes calmarte —continuó mientras trataba de recuperar el aliento—. Tengo que revisar a la princesa, así que por favor...
Un gruñido fue lo único que recibió por toda respuesta. Aylah alzó la cabeza, podía ver el cuello de Kadir, las venas sobresalían de su piel, tan hinchadas que parecía que estallarían en cualquier momento. Su mandíbula estaba totalmente tensa y su respiración no parecía calmarse. Estaba furioso, sus poros exhalaban cólera de forma peligrosa.
—Kadir —dijo Aylah con voz suave, mientras los ojos como brillantes gemas rojas la miraban de repente. Aunque su cara seguía inexpresiva, su mirada mantenía una expresión asesina que se suavizó de repente al hacer contacto visual con ella. El abrazo que la abarcaba, manteniéndola segura, se aflojó lentamente.
Aylah se liberó de la capa que la cubría y pudo ver a Jens que estaba parado en la puerta de lo que parecía ser la habitación de una humilde posada. Kadir estaba sentado sobre una cama con sábanas de dudoso aspecto. Muebles viejos, olor a humedad y piso de madera gastada fueron las primeras cosas que vio al mirar a su alrededor. Para cualquier otra persona este lugar sería algo desagradable, pero a ella le provocaba una emoción desbordante que rápidamente se extendió por todo su cuerpo. Podía sentir cosquillas en su estómago, como aleteo de mariposas. ¿Acaso esto era un sueño? ¿Finalmente estaba libre?
De improvisto, Kadir la levantó de su regazo y la sentó a su lado, mientras Jens se le acercaba con cautela. Aunque pensó que tal vez lo estaría malinterpretando, esta situación se sentía extraña, era como si Kadir fuera un animal salvaje protegiendo su cría. El mago estaba actuando demasiado cuidadoso, pendiente de cualquier movimiento. Ella miraba a uno y luego al otro alternativamente, si no fuera por todo lo que recién acababa de vivir, quizás le hubiera parecido gracioso. Pero recordar la imagen de Kadir, su mirada salvaje y su temible aura, daba suficientes razones para ser cauteloso.
Cuando Jens se acercó lo suficiente y la miró, pudo ver en su rostro reflejarse una expresión de enojo. Repasó con sus ágiles ojos las marcas claramente visibles en la piel de Aylah, su labio roto e hinchado, donde ya la sangre estaba seca. Dio un largo suspiro y acercó las manos a su rostro, curando todo a su paso. Cuando llegó a sus muñecas dañadas por las ataduras, Aylah pudo ver las manos del mago temblar ligeramente.
—¿Estás herida en algún otro lugar? —preguntó con suavidad
Aylah abrió la boca y luego la volvió a cerrar tragando en seco. Le lanzó una mirada de reojo a Kadir mientras apretaba la tela de su vestido con las manos de manera nerviosa. Podía sentir cómo su cara se ponía roja de vergüenza, no quería decirlo, no frente a él. No podía mostrarle sus piernas y todo lo que Ellies había marcado a su paso.
—Necesito que salgas Kadir —dijo Jens con calma—. La princesa está incómoda, debemos seguir a solas.
—Jefe —intervino la conocida voz de Sir Baldassare, que llevaba un rato observando la escena desde la puerta—. Venga conmigo, deberíamos tomar una copa y revisar la ruta que tomaremos para seguir.
Con otro gruñido por toda respuesta, Kadir se levantó y salió de la habitación siguiendo a Sir Baldassare de manera obediente.
—Siento que tuvieras que ver eso, Kadir no es así. Es más amable de lo que parece, pero cuando sus sentimientos se descontrolan, también lo hace su habilidad de combate y puede volverse un poco complicado de tratar, pero jamás le haría daño a alguien que no lo mereciera realmente.
Aylah miró a Jens estudiando su expresión mientras hablaba. Estaba tratando de mostrarle que no había nada que temer, pero ella en ningún momento le había tenido miedo a Kadir. Por más que luciera como alguien inexpresivo e inaccesible, no le desagradaba. Su aura era totalmente diferente de la de Ellies, alguien que podía actuar frente a todos como un perfecto caballero, pero ser todo lo contrario tras bambalinas. Nunca se había sentido en peligro al estar cerca de Kadir, lo único que le inspiraba era protección y seguridad.
Levantó lentamente la falda de su vestido, dejando a la vista las marcas en sus piernas. Los labios de Jens se crisparon con furia mal contenida mientras su cara se torcía en una expresión de asco.
—Maldito bastardo —escupió entre dientes mientras pasaba sus manos con suavidad, borrando todo lo que había sido dañado con magia curativa. Aylah mantenía la cabeza abajo, su nivel de vergüenza no descendía para nada— ¿Acaso él llegó más lejos? —preguntó sin lograr evitar que su voz temblara levemente.
Aylah negó con la cabeza con rapidez mientras escuchaba a Jens soltar un suspiro de alivio.
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