38 - Bienvenida a la fiesta
AYLAH
Su mente seguía girando en una inestable espiral debido a lo sucedido el día anterior. Sentimientos entremezclados en su interior hacían que sintiera como si su estómago hubiera desaparecido y solo un vacío ocupara su lugar, impidiéndole comer adecuadamente su desayuno. Confirmar que el conde era el responsable de que hubiera estado dormida durante tantos años, matándola lentamente. Enterarse de que tenía enemigos desconocidos en la mansión. Servilmente mancillada por Ellies y por último ese recuerdo, que había sido particularmente horrible. Pudo sentir el dolor que la verdadera Aylah experimentó ese día, mientras él destruía a un ser preciado frente a sus ojos.
Este hombre, incluso desde su infancia, era un ser malvado y sin escrúpulos. Su obsesión por ella era más profunda y más antigua de lo que imaginaba. Ahora que la tenía a su merced, en un ambiente donde podía mantenerla bajo control, mostraba su verdadera naturaleza y era cada vez más atrevido. Tembló solo de pensar en el momento en que finalmente su locura fuera saciada, tomando su castidad por la fuerza. Tal vez ni siquiera eso fuera suficiente. Sin darse cuenta, comenzó a morder la uña de su pulgar de manera nerviosa mientras Bethel iba de un lado a otro, preparándolo todo para el evento de hoy.
Ni siquiera el hecho de haber logrado su objetivo al mostrarle al marqués que podía caminar calmaba su ansiedad. Contaba con que el rumor se esparciera rápidamente en las altas esferas de la sociedad. Después de todo, ella era nada más y nada menos que la princesa heredera, así que esperaba que cualquier información sobre ella fuera lo suficientemente interesante como para que todos la codiciaran. Al no recibir visita alguna del exterior y ver lo fuertemente que estaba custodiada la propiedad de la mansión, calculó que todo esto no era por su protección. Más bien todo lo contrario, ella era una prisionera dentro de una lujosa jaula.
Con lo que había hecho, el control del conde sobre ella comenzaba a temblar levemente. Con esto era más que suficiente, al menos por ahora. Aun así, la había sorprendido que lo que había hecho diera resultados tan rápidamente. Por una parte, resultaba perfecto, podría presumir de sus avances y ver hasta dónde debía mantener su actuación. De esta reunión social podía depender su futura salida de la propiedad, así que debía prestar especial atención a cada detalle y a cada invitado. Pero, por otro lado, cualquier error que cometiera podría ser fatal.
La mañana fue totalmente ajetreada, llena de preparativos para su presencia en la fiesta de té, después de todo iba a ser el personaje principal el día de hoy. Tenía que sobresalir, llamar la atención de los invitados y al mismo tiempo mostrarse inocente, dulce, pero segura de sí misma. Como si leyera sus pensamientos, Bethel había preparado un vestido blanco con encaje rosa pálido en el cuello y los hombros. Aunque sencillo, la delicada tela indicaba su lujosa manufactura y la cinta que se ajustaba a su cintura tenía hermosas flores bordadas con hilo dorado. El conjunto lo completaba un sombrero adornado con lazos blancos y un par de adorables coletas atadas con cintas rosas a juego.
Un horrible remolino de sentimientos atormentaba su cabeza amenazando su cordura. Aunque sabía que debía cuidar su comportamiento, mostrándose calmada y perfecta, su pecho dolía como si una sed de destrucción que jamás había sentido antes fuera a salir de su interior en cualquier momento. Respiró profundo cuando llego a la entrada de la mansión tratando de calmar el fuego que ardía en su cuerpo, haciendo que incluso bajo la fresca brisa de otoño sintiera un calor abrasador.
Recién había llegado a la entrada de la mansión, cuando una inesperada escolta hizo que su incomodidad aumentara de nivel. Ellies, estaba allí mirándola sin poder ocultar la avidez en su cara. Extendió su mano, invitándola a que la tomara. Para Aylah esto no era ni siquiera una opción, era definitivamente comenzar con el pie izquierdo. Lo miró de manera rebelde sin moverse de su sitio, no iba a permitir que la tocara, estaban afuera y él no podría hacerle nada justo en la entrada de la mansión donde estaban expuestos a cualquier mirada.
—No es momento de ser una niña malcriada —dijo con un peligroso tono de voz, mientras sus ojos la miraban con total frialdad. No parecía haberle gustado la negativa de Aylah, que sintió un escalofrío al ver que aunque le sonreía amablemente, su mirada mostraba una clara amenaza.
Al no tener otra alternativa, tomó su mano y juntos comenzaron a caminar en dirección al jardín.
—Buena niña —dijo Ellies mientras la guiaba, apretando su mano de manera innecesaria, casi haciéndole daño, al parecer a modo de castigo por su pequeño acto de rebeldía.
Mientras avanzaban podía escuchar las voces de los invitados, conversando y riendo. Lo que primero se oía como un suave murmullo, comenzó a hacerse más claro a medida que se acercaban. El alegre bullicio se apagó de repente cuando ella apareció.
Aylah miró a su alrededor, había alrededor de veinte o treinta personas. Todos eran jóvenes, vestidos de manera extravagante, al parecer en una competencia silenciosa de ver quién llevaba el mejor atuendo. Las miradas se posaron en ella mientras un súbito sentimiento de confianza comenzaba a crecer en su interior. Ella era la princesa heredera, su orgullo y dignidad debían distinguirla. Su presencia tenía que provocar la sensación de superioridad que solo la realeza podía generar.
Sonrió de manera dulce mientras avanzaba, caminando con tal ligereza que apenas parecía que tocaba el suelo con sus pies. Esto, sumado a la imagen pura e inocente que mostraba su atuendo, daba la impresión de ser un ángel, que con unas invisibles alas flotaba para saludar a estos triviales mortales. Las cabezas bajaban a su paso, reverenciándola a modo de saludo.
El lugar había sido adornado para la ocasión y amueblado lujosamente. Costaba creer que estaban al aire libre, más bien parecía como si el aire fresco y el hermoso jardín fueran otros accesorios colocados para crear el ambiente perfecto. Las teteras de fina porcelana humeaban recién colocadas, las bandejas de varios pisos estaban llenas de diferentes tipos de dulces multicolores y otros deliciosos comestibles que emanaban un aroma sencillamente espectacular.
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