34 - Jaula de oro (Continuación)
Una ola de pánico recorrió su cuerpo cuando sintió que el vestido se aflojaba en su espalda. ¿Qué estaba planeando hacer este hombre? Desesperada, se aferró a la tela en su pecho en un intento por defenderse, por proteger su cuerpo de esta invasión que no sabía hasta dónde llegaría. Estaba aterrada, quería que alguien entrara por la puerta justo ahora. No le importaba si la veían en este lamentable estado o si se llevaban una idea equivocada de la escena que se desarrollaba. Solo quería que la salvaran, por primera vez rogaba por ayuda de manera desesperada. Era lo único que pasaba por su mente mientras su espalda y sus hombros quedaban totalmente expuestos.
Pero la puerta no se abrió y la boca de Ellies seguía avanzando por su espalda sin intenciones de detenerse. Lamía, mordía y besaba con una calma desesperante, haciendo de esto una completa tortura. Las lágrimas silenciosas escapaban de los ojos de Aylah que se mordía los labios ahogando de manera rebelde cualquier sonido que pudiera emocionar aún más a Ellies, no iba a darle el placer de escuchar el dolor que le provocaba. Solo su respiración entrecortada era prueba de lo que estaba sufriendo. Quería que se detuviera de una vez, mientras cada minuto que pasaba a su merced parecía una eternidad.
Cuando finalmente Ellies la dejó ir, ella simplemente cayó de rodillas en el suelo con el cabello revuelto y cubriendo su cara. Solo podía mirar al suelo mientras sentía las manos acalambradas por la fuerza con la que aún mantenía agarrada la tela del vestido en su pecho. No podía moverse, su cuerpo estaba paralizado y su mente totalmente vacía.
—Mañana tenemos un evento importante, así que asegúrate de que esté presentable —escuchó que Ellies decía dirigiéndose a alguien más de manera autoritaria, aunque en su voz podía percibirse un evidente tono de satisfacción
—Si mi señor, se hará como usted ordene —dijo la conocida voz del sanador que siempre borraba las huellas de cualquier abuso de su cuerpo
La puerta se cerró, solo estaban ella y el sanador, envueltos en un abrumador silencio. A través del alborotado cabello que cubría su visión fue capaz de ver los zapatos masculinos cuando se detuvieron frente a ella. Aún no era capaz de pensar claramente y actuó de manera repentina sorprendiendo al hombre.
—Por favor... —rogó casi en un susurro alzando una de sus manos en dirección al sanador a modo de súplica— ayúdame...
Solo le había hablado a su nana, pero en este momento su cabeza estaba en una extraña nebulosa. Le dolía la espalda en cada uno de los lugares que Ellies la había marcado, pero la humillación y el miedo aún permanecían de manera firme. Ahora mismo no le importaba si este hombre le contaba a su tío, o si se enfrentaría a otro castigo peor en sus manos. Este sanador había demostrado algo de amabilidad anteriormente hacia ella, y se sentía como su única esperanza ahora mismo. Solo quería huir, desaparecer y no le importaba si tenía que rogar por ayuda al primero que apareciera. Su desesperación dominaba su cordura.
El hombre se agachó hasta quedar a su altura. Aylah pudo sentir la mano del sanador posarse sobre su cabeza temblando levemente, sin decir ni una palabra. Ella dejó escapar un largo suspiro, no se podía evitar. Sentía lástima por ella, pero era incapaz de ayudarla, esto era lo que sus acciones dejaban claro. Aylah sonrió de manera amarga, mientras las lesiones en su cuerpo eran curadas y el dolor desaparecía gradualmente. No había escapatoria, estaba atrapada como ese bello pájaro enjaulado. No había salida.
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