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34 - Jaula de oro

Aylah evitaba la mirada de Ellies mientras mentalmente buscaba vías de escape para la situación en la que se encontraba, pero su cabeza estaba en blanco. De alguna manera las cosas habían terminado así. Estaban sentados en su habitación, con un elegante servicio de té preparado solo para los dos.

Los sirvientes seguían trayendo los regalos y colocándolos con mucho cuidado mientras Ellies disfrutaba de una taza de té, actuando como la persona más inocente de este mundo. Ella era incapaz de entender como era posible que este hombre siempre tuviera este tipo de planes preparados con antelación. Aunque tenía una taza con humeante y oloroso contenido delante de ella, no la tocó. En un acto de rebeldía empujó la bandeja de vistosos dulces lejos como una niña malcriada en medio de una rabieta. No iba a cometer el error de la última vez, no iba a permitir que la drogara, debía mantener sus facultades intactas para lidiar con esta situación. No iba a comer ni beber nada que viniera de él.

Casi había terminado con su vida la última vez que se vieron, así que tenía que estar alerta y dar toda la pelea posible. No quería tener nada relacionado con Ellies, pero por primera vez no quería que los regalos dejaran de llegar. Sabía que una vez que los sirvientes dejaran el último, ellos se quedarían solos, y eso era muy peligroso.

—Está bien si aún estás enojada conmigo —dijo Ellies con un suave tono de voz— Admito que me sobrepasé y me dejé llevar por mis emociones

Aylah lo miró sorprendida ¿Estaba hablando en serio? Definitivamente este hombre no podía estar bien de la cabeza ¿Realmente creía que ella estaba actuando así porque estaba enojada con él? ¡Casi la había matado! No podía creerlo, en serio no podía creerlo, esto era demasiado.

—¿No quieres un poco de té? Se siente un poco solitario disfrutar de esta delicia sin tu compañía —su sonrisa era espeluznante— Te juro que no está envenenado —añadió dando un largo sorbo como para demostrarle que estaba bien beber

Aylah negó con la cabeza de manera obstinada. No iba a caer en la trampa por segunda vez.

—Quería disculparme debidamente, pero tuve que salir con urgencia por algunos problemas que se presentaron —sonrió al ver que había captado su atención—. En su lugar, te traje muchos regalos. Era algo inevitable, cada vez que veía algo hermoso, solo podía pensar en ti, en la cara que pondrías cuando estuviera de regreso —su rostro mostraba una expresión de repulsiva emoción

—Ya hemos terminado mi señor —dijo un sirviente con una corta reverencia— ¿Desea algo más?

—Por el momento nada más, solo quédate afuera y espera hasta que te llame —ordenó Ellies—. Avísale al sanador que esté preparado por si la señorita se siente indispuesta como la última vez; él entenderá

El sonido de la puerta cerrándose fue como una señal para que el cuerpo de Aylah se tensara en el asiento. Estaban solos, y una sensación de opresión llenaba su pecho de manera incómoda. Se sentía pequeña, débil, y el aura de Ellies era abrumadora, aplastante. La sonrisa siniestra que adornaba sus labios era un mal augurio. El sonido de la taza de té al ser colocada de vuelta en el plato fue tan fuerte como una alarma, provocando que Aylah se levantara a toda velocidad tratando de poner la mayor distancia entre ambos.

Él solo se quedó sentado, disfrutando del efecto que provocaba en ella. Su respiración agitada, su hermosa cara angelical ahora pálida, los cristalinos ojos violeta abiertos por el miedo y la manera en que sus manos temblaban ligeramente.

—No puedes culparme por enojarme, te portaste mal —sus palabras sonaban dulces, pero peligrosas—. Estabas con él a escondidas. ¿Cómo creías que me iba a sentir acerca de eso?

Aylah abrió la boca atónita, incrédula de lo que estaba escuchando ¿Esto era en serio? ¿Cuándo las cosas habían tomado semejante giro retorcido? Lo estaba haciendo sonar como si estuviera comprometida con él en vez de con Kadir y lo estuviera traicionando. ¿Hasta dónde podían llegar sus delirios?

Un sonido llamó su atención de repente. Se trataba de uno de los regalos, era una enorme jaula dorada con un hermosísimo pájaro dentro. Las plumas que cubrían su cuerpo eran de un bello color azul marino, menos las de su cola y la parte superior de su cabeza; estas de un color dorado brillaban intensamente. Casi parecía como si, en vez de plumas, tuviera una corona de oro. El ave aleteaba, al parecer, incómoda con su situación de prisionera y piaba de manera triste.

Ese descuido le costó muy caro, lo siguiente que supo fue que Ellies la había agarrado por el cabello tirando de su cabeza hacia atrás. Gimió adolorida por la brusquedad con la que de repente había sido atacada.

—Ahora mismo eres como este pájaro —dijo con suavidad en su oído—. Anhelas ser libre, pero no eres capaz de entender que la jaula es lo único que te mantiene a salvo, lo que te protege del verdadero peligro.

"Tú eres el mayor peligro", pensó Aylah mientras sentía que le dolía terriblemente la cabeza, él estaba tirando de su cabello con demasiada fuerza. Si luchaba iba a ser aún más doloroso, así que solo se quedó quieta, esperando a ver cuál sería el siguiente movimiento de su captor.

—Yo te cuidaré, nunca permitiré que él te lleve lejos de mí

Sintió los labios de Ellies besando su hombro y trató de apartarse, pero su intento de huida fue castigado con una fuerte mordida. Gritó adolorida y esto intensificó sus movimientos desesperados por escapar. No podía pensar en nada más que en el dolor que le estaba infligiendo de manera intencionada este maldito bastardo.

—También te haré entender que no hay escape, que me perteneces —su aliento barría la piel de Ayla al hablar—. Siempre ha sido así y eso no va a cambiar de ninguna manera. Por más que luches, todo intento de resistirte será totalmente inútil

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