33 - Escuchando a escondidas (Continuación)
La respiración de Aylah comenzó a acelerarse de manera peligrosa. No podía creer lo que estaba escuchando, sospechaba que su tío era alguien inescrupuloso, pero oir esta confirmación era demasiado.
- Entonces lo que sucedió ese día fue solo una casualidad, ¿un accidente? – preguntó Deirghas temblando levemente
- No lo creo, aún estoy investigando todo. Empezando por averiguar quien ordenó que la sacaran el día que despertó y quien manipuló la silla de ruedas.
- ¿Cree que alguien intentó deshacerse de ella por su cuenta? – preguntó el sanador abriendo mucho los ojos
- No tendría sentido si así fuera, solo yo controlo este lugar, nadie entra o sale sin que yo lo sepa y no se cumplen órdenes que no sean las mías
- ¿Y si el señor Re...
- No menciones ese nombre a la ligera, un descuido de tu boca puede costarte muy caro – lo interrumpió el conde lanzándole una mirada asesina
El corazón de Aylah latía a mil por segundo, demasiada información había llegado a sus oídos de una sola vez. Sus manos sudaban. El conde la quería fuera del camino, era quien la había mantenido dormida. Todo este tiempo había sido él. Las sospechas del mago Jens eran totalmente correctas. Este, de todos los lugares del mundo era el más peligroso para ella.
- Las princesas no escuchan conversaciones ajenas a escondidas – dijo una voz burlona en su oído provocando que ahogara un grito apagado por una mano que le cubrió la boca – eso es de muy mala educación – le susurró Ellies acercándose por detrás mientras deslizaba su brazo libre abarcando su estómago en un apretado abrazo, juntando sus cuerpos aún más.
Aylah tragó en seco, había sido muy descuidada, demasiado. No había estado pendiente de lo que sucedía a su alrededor, ese error le estaba costando muy caro. Había sido atrapada y ahora el terror de ser entregada la invadía. También el hecho de estar a la merced de este maldito depravado era extremadamente peligroso, era imposible saber que era peor.
Ellies lamió el lóbulo de su oreja consuavidad mientras ella solo se quedaba quieta. No sabía que hacer, sentía comosi estuviera siendo vilmente chantajeada.
- Parece que te gusta el peligro, no puedo negar que a mi también. La sensación de adrenalina ante el peligro de ser atrapados en realmente excitante ¿no es cierto? – dijo mientras rozaba con los labios su piel. Sin previo aviso mordió su cuello con fuerza, provocando que Aylah gimiera. El sonido fue ahogado por la mano que cubría su boca.
– Shhhh, no quieres que escuchen ¿no es cierto? – susurró en su oído disfrutando el efecto del dolor que le había provocado – ahora debemos irnos si no queremos que mi padre nos atrape
De improvisto la liberó de su apretado abrazo y le destapó la boca. Aylah tomó una larga bocanada de aire mientras Ellies la tomaba de la mano y la sacaba del lugar tirando de su brazo con fuerza. Ella se dejó llevar, ahora mismo no tenía otra opción.
Su primo se detuvo en la sala. Había un gran movimiento de sirvientes de un lado a otro, muchos de ellos cargando cajas adornadas con enormes moños. Aylah miró la escena con frialdad mientras trataba de recuperar el aliento, estaba agitada. Aunque ya podía caminar bien, el hecho de hacerlo demasiado rápido o correr era algo que aún su débil cuerpo no podía permitirse. No le interesada en absoluto el movimiento a su alrededor, ni las cajas, no sentía curiosidad por nada de esto. Lo único que mantenía toda su atención era la mano de Ellies agarrando la suya sin intenciones evidentes de dejarla ir.
- ¿Te gusta? – le preguntó sonriendo ampliamente mientras Aylah le lanzaba una mirada de intenso disgusto por toda respuesta – son todos para ti, luego te ayudaré a abrirlos en tu habitación, quiero disfrutar de cada expresión que hagas cuando veas todas las sorpresas que traje especialmente para ti
El rostro de Ellies le estaba mostrando una expresión amable, pero Aylah sabia perfectamente lo que había detrás de esa máscara. Esos ojos, eran capaces de devorarla con la mirada y ahora, justo en este momento lucían mas hambrientos que nunca. Bajó la cabeza derrotada sintiendo como el miedo comenzaba a crecer en su interior.
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