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30 - Dulce venganza

Debía calmarse y pensar fríamente, concentrarse en una cosa a la vez. No podía evitar sentir que estaba pasando algo por alto. Tenía algo sumamente importante bajo sus ojos, pero era incapaz de verlo. Era demasiado frustrante. De repente escuchó un carruaje llegando y corrió hacia la ventana.

- Hoy es martes ¿No es cierto? – le preguntó a Bethel que asintió sorprendida ante tan inesperada pregunta que cambiaba el tema anterior demasiado abruptamente.

Ignoró a Bethel, esto era más importante. Al menos tres semanas atrás, este carruaje había comenzado a visitar la mansión de manera periódica. Venía los martes y los jueves, durante apenas un par de horas. El visitante, era el Marqués de Jirshey y al parecer estaba haciendo negocios con el conde. Bethel había averiguado todo esto después de que ella le preguntara acerca de este hombre.

Una loca idea estaba rondando su mente desde al menos un par de días atrás. Si lo hacía, no sabía cuál sería la reacción de su tío. Incluso si la agredía nuevamente, es algo que valía la pena intentar. Estaba cansada de estar tranquila y no poder hacer nada. Había llegado la hora de tomar el asunto con sus propias manos. No tenía la paciencia suficiente para interpretar el papel de la princesa en apuros que espera aislada en una torre hasta que finalmente llega el príncipe a rescatarla.

Kadir no había vuelto, aunque ella le había mostrado todos los avances en su recuperación luego de esforzarse mucho para lograrlo. Luego de tanto tiempo sin escuchar noticias sobre él, se había rendido ante la posibilidad de que pronto llegara alguna carta indicando la ruptura de su problemático compromiso. No podía culparlo, había estado atado a ella por doce largos años, sin poder crear un futuro, una familia. ¿Habría estado esperando su despertar o su muerte?

No podía depender de alguien así, que aparecía y desaparecía a su antojo mientras ella seguía encerrada, sin esperanzas de una pronta libertad. Para ser la princesa de un país, estaba terriblemente aislada y a nadie parecía importarle en absoluto. Así que ahora todo dependía de lo que ella pudiera hacer. Miró a Bethel, no quería dañarla, ya que era la única persona en la que podía confiar en este lugar y la necesitaba a su lado, así que tenía que sacrificar a alguien más. Sonrió con malicia mientras la candidata perfecta aparecía de golpe en su mente.

- ¿El conde les ha dicho a los sirvientes que tengo prohibido salir de mi habitación? – preguntó de repente

- No, nunca lo ha dicho directamente, las órdenes son atenderte y asistirte en todo lo que necesites

- Entonces quiero que hagas algo por mí, prepárame que quiero ir al jardín de la entrada

- Pero tu tío...

- Solo quiero tomar un poco de aire fresco, dijiste que nunca lo ha prohibido – la interrumpió Aylah mostrando una dulce sonrisa que no ocultaba que tenía otras intenciones en mente. Bethel tragó en seco, conocía esta sonrisa, ya la había visto antes. Aylah iba a hacer algo y no quería contarle, así que iba a ser peligroso - También necesito que me hagas un favor – añadió tratando de que su voz sonara casual - Trae a la sirvienta que me asistió el último día que Kadir me visitó – Bethel abrió los ojos sorprendida ante tan precisa petición – nunca pude agradecerle correctamente por lo que hizo por mí ese día – su voz sonaba fría mientas sonreía más ampliamente


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Miró nuevamente por la ventana, en lo que Bethel regresaba. El carruaje aún estaba ahí, todavía estaba a tiempo, podía lograrlo. Increíblemente, no se sentía nerviosa, al contrario. Aunque no sabía cuál iba a ser exactamente el resultado de su plan, al menos era mejor que seguir de brazos cruzados.

Ya estaba lista cuando la sirvienta entró. La miró y le dedicó una inocente sonrisa en la que no participaban sus ojos. Incluso Bethel sintió un escalofrío recorrer su columna cuando se acercó a la silla de ruedas. Aylah simplemente negó con la cabeza al ver sus intenciones y señaló a la joven sirvienta. Su nana tragó en seco.

- ¿Quieres que ella te lleve? - preguntó tratando de que se arrepintiera de cualquier plan que tuviera

Aylah sonrió asintiendo mientras le dedicaba una penetrante mirada a la sirvienta y señalaba hacia afuera de la ventana.

- ¿Afuera? - preguntó la sirvienta sorprendida mientras Aylah asentía sin dejar de sonreír - Pero...

—Como usted diga - la interrumpió Bethel con una reverencia, apartándose para que la sirvienta se acercara a la silla.

La joven dudó por un instante mirando a Aylah. En sus ojos era clara la lucha interna que se producía. Se veía confundida acerca de obedecer o no la orden silenciosa que recién había recibido.

—¿Acaso piensas desobedecer a la señorita? —preguntó Bethel con seriedad

—No, nunca haría tal cosa - negó con nerviosa voz

Dio un largo suspiro derrotada y comenzó a caminar en dirección a Aylah que sonreía con malicia. Por el momento todo estaba saliendo justo como quería, contuvo una risita burlona, la cara de su tío iba a ser épica.

No se encontraron con nadie de la familia del conde por el camino, apenas algunos sirvientes que solo las ignoraron y continuaron con sus labores. No deseaba verlos, pero esto también la hacía sentirse inquieta, sobre todo el hecho de no saber nada más de Ellies desde aquella noche en la que casi había terminado con su vida. Él era demasiado peligroso y era extraño que no hubiera intentado verla en tanto tiempo. Encontrar el momento adecuado para atacarla, como un depredador que tiene la paciencia para vigilar a su presa, nunca había sido un obstáculo para él.

La única explicación que rondaba su cabeza era que posiblemente Ellies no se encontraba en la mansión. No quería preguntarle nada acerca del tema a Bethel, sería aún más desagradable si ella malinterpretara su pregunta pensando que extrañaba a su amable primo. La voz del conde, riendo en su estudio, la sacó de sus pensamientos trayéndola de vuelta a la realidad; al parecer, algo estaba yendo muy bien en su reunión con el marqués el día de hoy. Aunque las puertas estaban cerradas, se podía escuchar afuera.






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