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29 - Sueños inquietantes

Abrió los ojos lentamente, todo estaba oscuro a su alrededor, así que aún era de noche. Solo había una pequeña lámpara encendida, sobre la mesita de noche, emitiendo una tenue luz que apenas le permitía vislumbrar los muebles de la habitación. Ante la oscuridad reinante, tuvo que cerrar los ojos cuando de repente alguien abrió la puerta y una intensa luz proveniente del pasillo golpeó su rostro. Bajó la cabeza tratando de huir de esa molestia cuando vio algo que la sorprendió. Sus manos eran pequeñas como las de una niña. ¿Qué demonios le había pasado? ¿Qué significaba esto?

Alguien le hablaba, se trataba de una voz infantil que por un momento llamó su atención. Una niña había entrado, pero por alguna extraña razón no podía distinguir bien su rostro, se veía borroso. Le decía algo mientras la tomaba de las manos con una evidente angustia, pero Aylah no podía entender ni una sola palabra por más que se esforzara. Los sonidos iban y venían como si de una radio mal sintonizada se tratara. De repente, la gema en su collar brilló intensamente y su cuerpo comenzó a moverse por sí solo, al igual que su boca.

Le dijo algo a la niña, mientras se quitaba el collar y se lo entregaba. Podía sentir la presencia de más personas que se acercaban y estarían aquí en cualquier momento. Algo en su interior le advertía acerca del inminente peligro. La niña corrió hacia la puerta, pero era demasiado tarde. La sombra de los intrusos ya era visible, no lograría salir a tiempo. Se escondió tras la puerta abierta mientras Aylah podía ver por cómo apretaba las pequeñas manos en la tela del vestido que usaba, totalmente aterrada.

Dos hombres entraron y caminaron hacia ella. Aunque sus rostros también estaban borrosos, uno usaba una túnica de sanador y el otro tenía un inconfundible cabello rojo. Sabía de quién se trataba, pero en ese momento una sola cosa ocupaba su mente: tenía que lograr que la niña saliera, que entregara su mensaje a toda costa. Si luchaba, ellos cerrarían la puerta y la descubrirían, así que solo se quedó quieta. No se movió mientras seguían acercándose. Cuando estuvieron a su lado, el hombre pelirrojo le habló con voz suave pero amenazante. Aunque era incapaz de entender ni una sola palabra, sus intenciones eran obvias, le estaba diciendo lo que tenía que hacer. Le extendió un pequeño frasco de cristal con un líquido azulado en su interior, pero ella solo lo miró sin mover un músculo.

Ante su negativa, la agarró de improvisto por la mandíbula con fuerza, abriendo su boca mientras el otro hombre empujaba la botella dentro. Le tapó la nariz para que tragara su contenido mientras ella solo intentaba ver si la niña había salido de manera segura. No entendía por qué su cuerpo se negaba a resistirse y por qué le preocupaba tanto el destino de aquella pequeña.

Abrió los ojos, respirando entrecortadamente mientras miraba a su alrededor. La luz de la mañana iluminaba toda la habitación. Instintivamente, miró sus manos; no eran pequeñas. Tragó en seco, ¿qué clase de pesadilla había sido esa? Todo se había sentido tan real, tan vívido. Aún tenía la frente empapada de sudor. Podía sentir cómo en su interior todo temblaba, su cuerpo recordaba la sensación del peligro que recién había experimentado, estaba muy alterada.

- ¿Estás bien? – peguntó Bethel preocupada mientras se le acercaba

- Cuando yo era pequeña, aparte de mí y de mi hermano, ¿había otros niños en esta casa? – preguntó de repente sin salir de su agitación.

Bethel se quedó en silencio sorprendida por la pregunta, parecía estar meditando acerca de qué respuesta darle. Entrelazó las manos de manera nerviosa en su regazo.

- A menudo recibían visitas de otros nobles y sus hijos – dijo esquivando a propósito la mirada de Aylah

- Eso no fue lo que pregunté – insistió con voz firme al ver que su nana se veía incómoda, entonces ella también era capaz de ocultarle cosas – antes, en el invernadero dijiste que solía jugar con una niña – Bethel se mordió el labio inferior al darse cuenta de su desliz – Creo que te escuché decir que Tione era su nombre - añadió con calma mientras el ambiente en la habitación parecía volverse frío de repente

Bethel vaciló por un instante, se veía contrariada, como la persona que ha sido atrapada después de hacer algo malo. Aylah dio un largo suspiro, estaba presionando a la única persona que tenía de su lado en este lugar. Si no le quería decir, no pasaba nada, ya encontraría la manera de averiguar lo que quería saber. Debía ir con cuidado, sobre todo con ella. Miró en dirección a la mesita de noche y algo brilló de repente, golpeado por un rayo de sol.

- ¿Cómo es que Kadir tenía mi collar? Acaso, después del compromiso, ¿no lo usaba todo el tiempo? – preguntó recordando lo que Kadir le había dicho en uno de sus encuentros, que esta joya era un regalo que había recibido de sus padres el día del compromiso

- No lo sé – dijo Bethel, su voz sonaba honesta y sorprendida por la súbita ronda de preguntas – el día del accidente todo fue muy confuso, supongo que alguien se aseguró de guardarlo y hacérselo llegar

- Supongo – musitó mirando la gema fijamente.

Había sido un sueño, pero ahora mismo, aparte de crear más preguntas que respuestas, provocaba que su interior se agitara. No quería admitirlo, pero eso se había sentido como un recuerdo. Algo que, por supuesto, no tenía sentido alguno. Ella estaba ocupando el cuerpo de alguien más, ¿cómo era posible que hubiera visto sus recuerdos? ¿Cómo podía tener acceso a algo que no le pertenecía en absoluto? Tal vez Aylah no había desaparecido por completo y aún estaba ahí, en su interior, despertando poco a poco. Tembló levemente de tan solo pensarlo. Ella era la invasora, la que no pertenecía aquí. No había pedido reencarnar y menos aún en estas condiciones. ¿Qué pasaría cuando la dueña original despertara por completo, tomando el control de su cuerpo? ¿Acaso ella desaparecería para siempre?

- Hoy estás muy curiosa. ¿Qué te sucedió? – preguntó Bethel sacándola de repente de sus oscuros pensamientos

- Solo una extraña pesadilla – dijo Aylah lanzando una mirada sombría hacia el collar, ahora debía priorizar el presente.











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