Recuerdos
Haber sido desterrado por elección propia traía soledad desde algún lugar lejano. Escucharse a sí mismo era su pecado y su propia compañía su sentencia, ¿Cómo hacía Chōsō para soportarlo?
Después de haber llorado y sin detenerse en ningún momento, tomaron un corto descanso en la intersección de unas calles abandonadas, olvidadas por la luz del medio día que prefería hacer la vista gorda. Itadori saltó al techo de una camioneta y tomó asiento para acomodarse la cinta de sus zapatos.
Mientras tanto, Chōsō se ahogaba en las dudas que pronto borbotearon de sus labios. Itadori mismo parecía que con su silencio, quería ser cuestionado.
—Itadori —lo llamó y el castaño respondió moviendo sus hombros—. ¿Por qué de repente has querido hacer esto? Lo que menos quiero es lastimarte, pero como tu hermano mayor quisiera saber más de aquello que te obliga a moverte.
El castaño lanzó un suspiro y elevó la mirada allá donde la calle termina y se une a un mundo indiferente con el cielo. Se encogió de hombros y soltó la respuesta.
—El cielo está más claro el día de hoy —dijo y si bien no fue la repuesta que Chōsō esperaba, sus lagrimas como la lluvia terminaron a un día esplendido—. No fue de repente. Fueron los recuerdos los que me llenaron y me hicieron tomar la decisión de venir. Si es de cobardía o valentía no estoy seguro, pero quiero ver los mismos colores que antes.
Entonces fue suficiente para Chōsō. Se recargó en la puerta de la camioneta.
—¿Y cuales recuerdos son esos?
—Los que se perdieron en un video —repuso Itadori—. Unos donde jugamos con la arena y reímos. Donde nos molestamos unos a otros sabiendo que era parte de una broma de amigos; son mis amigos, Chōsō.
Un debil "ah" emergió del azabache y no conforme con su curiosidad, formuló una ultima pregunta.
—¿Y yo soy tu amigo, Itadori? —dijo, e Itadori rio hasta que los colores se le subieron.
Negó.
—No, no lo eres —respondió y saltó de la camioneta observando el cambio en el rostro del Útero maldito a la desilusión—. Tú eres mi hermano mayor y mi mejor amigo, Chōsō. Vamos a ponernos otra vez en camino.
Y con tales palabras, con una sonrisa tierna en sus labios, Chōsō le siguió los pasos al castaño, murmurando; "Soy el mejor amigo de mi hermano menor".
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