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Cruzando la noche de su presente, los recuerdos le asaltaron hasta hacerlo sufrir. Fu llevado sobre las olas de aquella vez y ni siquiera las lagrimas tuvieron tanto protagonismo como los gritos ahogados en su pecho. 

Había vuelto. La naturaleza de ese entonces le dio la bienvenida a cada paso pesado que daba; Chōsō lo seguía por detrás, porque Itadori se adelantó y cruzó la carretera para bajar la colina y llegar a pisar por fin la arena que mermaba en compañía.

—¡Ten cuidado! —escuchó la voz de Chōsō quedarse por detrás. 

Itadori corrió, se dejó llevar por el sonido de las cortas olas del mar y se detuvo en un punto muerto. 

—Chicos... 

Llamó y aunque lo hizo, no había nadie esperándolo con los brazos cruzados o alzados. El día estaba a minutos de morir y los colores naranjos con azules de los que le habló a Chōsō brindaron el mismos espectáculo, pero esta vez, abrieron su herida. 

Itadori había querido vuelto al mar y lo hizo, pero no volvió a ver la sonrisa de Nobara o Fushiguro a través de su cámara. La tarde noche le enfrió el cuerpo y adormeció los sueños que guardaba para encender su pena y llanto. 

Itadori se dejó llevar por sus emociones. Cayó de rodillas y con el eco de las voces de sus amigos riendo y hablando, lanzó el primer grito agudo, lleno de dolor y arrepentimiento. 

Quería volverlos a ver. 

No quería...

—Estar lejos de ti ... —murmuró entre el llanto y los suspiros—. Fushiguro... Nobara. 

Una ola espumosa de mar le acarició las rodillas y las huellas de nadie se hicieron presentes con la arena lisa. Se sentía solo, sin deseos, con una existencia obligada por su responsabilidad, con el amor de sus recuerdos en la piel, pidiendo ayuda a gritos. Entonces una figura se le posó por detrás y se arrodilló de igual forma. 

—Itadori —lo llamó y sin previo permiso, según lo había leído en el manga, atrapó a su hermano en un abrazo donde éste pudo esconderse en su pecho y gritar como llorar sin temor—. Intenta relajarte. 

Fueron las palabras que el menor escuchó en su ensordecido llanto y frases inteligibles. Cerró sus ojos y sintió el calor de Chōsō acunarlo en el momento correcto del día. 

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