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Capítulo 11.

Hailey.

— Hailey.

Interrumpiendo la profundidad de mis sueños logro escuchar voz de Caleb, posteriormente siento su mano tomar mi brazo y sacudirme suavemente. Una sensación de miedo comienza a crecer en mi rápidamente a medida que despierto.

— Hailey — insiste su voz.

¿Qué hora es? ¿Por que me despierta?.

Al comprender lo que sucede, me siento en la cama casi de manera automática, incluso antes de abrir bien los ojos ya estoy moviéndome con rapidez para ponerme las botas.

Estoy en peligro, el Alfa está aquí.

No puede haber otra explicación para Caleb despertándome a esta hora.

— Hey, hey — me llama Caleb, poniéndose frente a mi cuando ya estoy caminando a la salida, se pone frente a mi y me pone las manos sobre los hombros de manera firme. — . Hailey, despierta.

Abro los ojos de golpe, Caleb está frente a mi, luce preocupado. Miro a mi alrededor y me encuentro a mi misma parada en medio de la habitación oscura, frunzo el seño y miro a ambos lados confundida.

¿Estaba soñando? ¿O estaba aún dormida mientras hacía todo eso? ¿Que mierda...?

— Tranquila, no tenemos que huir — susurra con voz calmada. Respiro profundamente y asiento dejando salir el aire. — . Lo siento, no quería asustarte — dice y luce realmente preocupado. — Hay buenas noticias.

— ¿Que sucede? — pregunto retomando el control de mi cuerpo y comenzando a peinar mi cabello con los dedos. Caleb parece verme más normal y continúa con la conversación como sin nada.

— Abel y Luke llegaron — sonríe Caleb. Un suspiro de alivio sale de mis labios al igual que una sonrisa. — Están bien, y muy hambrientos.

Gracias, gracias.

El hecho de que al fin hayan llegado hasta aquí a salvo me es sorpresivamente aliviador. Aunque no debería sorprenderme. En los días que llevo compartiendo la comida y el fuego con Caleb y su grupo se han convertido en las personas más importantes que tengo, Luke es un joven adorable, mucho más que su hermana y Abel es como un padre que se enoja por todo, no solo para Caleb y los demás chicos, si no también para mi.
Tenerlos de vuelta y a salvo me hace feliz.

— ¿Quieres venir a desayunar con nosotros? — preguntó Caleb.

¿De madrugada?

— Por supuesto — respondí frunciendo el seño divertida, ¿que hora es? — ¿sabes qué hora es?.

— Está por amanecer — me responde Caleb. — . Siempre es más oscuro antes de el amanecer.

Sonrió ampliamente y hecho un vistazo alrededor, la habitación sí que está oscura.

Debo admitirlo, estoy completamente enamorada de Caleb.

No sé si es la forma en la que me trata, él como es tan atento y amable solo conmigo, o como luce, o tal vez sea solo... nuestra conexión de almas gemelas.

Sea lo que sea, gracias.

El hecho de sentirme enamorada me ayuda a superar poco a poco todo lo que he estado sucediéndome en los últimos días de mi vida. Por supuesto que no lo olvido, las imágenes, los sonidos, cada detalle de esa noche está presente en mi mente todo el tiempo, excepto cuando estoy con Caleb.

¿Vamos? — pregunta el. Por primera vez me fijo en lo que lleva puesto, unos pantalones gruesos y afelpados con un diseño a cuadros y una playera de manga larga negra con una pequeña bolsa en la parte superior izquierda a juego con el pantalón. Pijama.

Yo uso algo similar, un pantalón del mismo material que el de Caleb pero en color café claro y y una blusa de manga larga también del mismo color. Pijama.

Si — respondo con una sonrisa y acercándome a él, Caleb toma mi mano y me atrae hacia el de manera cariñosa, besa mis labios cortamente y después mi frente antes de comenzar a caminar conmigo a su lado. — Al menos ya te pusiste las botas — bromea.

Una sonrisa avergonzada aparece en mi rostro, Caleb sonríe divertido y me atrae hacia el para besar mi cabello y pasar un brazo por mis hombros de forma cariñosa. Ya no me siento avergonzada.

Es tan perfecto.

Entramos a la cafetería del Hotel de la Esperanza y, al instante, el aroma a café recién hecho me envolvió como una cálida bienvenida. Las paredes, de un tono amarillo pálido, parecían suavemente desgastadas, lo suficiente para darle al lugar una atmósfera acogedora, casi como si hubiese estado aquí durante años esperando a sus huéspedes. A lo largo de la habitación había mesas de madera clara, pulidas pero llenas de cicatrices de otras épocas, testigos mudos de conversaciones y risas que se habían perdido en el tiempo.

En una mesa del rincón pude ver a el resto de el grupo reunido, Kath estaba abrazada al brazo de su hermano de manera cariñosa, extraño. Sal tenía una sonrisa enorme y hablaba entre risas con Abel y Jo. Llegamos hasta ellos y no puedo evitar sonreír.

— Buenos días — saluda Sal con una sonrisa. — ¿Quieren jugo?.

— Si, porfavor — responde Caleb.

Antes de que pase más tiempo me acerco y abrazo a Abel. El hombre se tensa y tarda un par de segundos en devolver el abrazo de manera tímida. Sus grandes manos palmean mi espalda sin saber que hacer y eso me hace sonreír y apartarme.

— Me toca — dice Luke alzando su mano derecha. Su hermana lo mira con asco y se separa molesta. Sonrió y me acerco al chico abrazándolo con fuerza.

Una mirada clavada en mi espalda me hace separarme un poco de Luke, me giro y me encuentro con Caleb, me mira con la mirada más oscura de lo normal y con su boca convertida en una línea recta.

¿Está molesto? No, está celoso.

¿Que? Claro que no, ¿Por que lo estaría? Luke es solo un chico, uno adorable. Y lo admira más que a nadie, es como si fuera su hermano menor.

— Que bueno que están a salvo — logro decir después de unos segundos. — . Gracias por salvarnos.

Ambos me sonríen y me asienten una sola vez.

— Eres una de nosotros — dice Luke, sonrió hacia el.

Caleb se adelanta hasta estar a mi lado y toma mi mano de manera automática, le sonrió, él acerca nuestros rostros tomándome la barbilla con suavidad y besa mis labios.

— ¡Hay que desayunar! — dice Jo animada, todos se dan la vuelta y caminan hacia el centro de la cafetería, donde había una isla que ofrecía una selección de alimentos: panques, fruta, jugo de naranja y más salchichas doradas y grasosas de las que he visto en toda mi vida. A un lado, una vieja máquina de café burbujeaba con ese sonido familiar y tranquilizador.

El café no es una bebida que haga muy bien a los hombres lobos, es demasiada energía y es imposible contenerla. Sin embargo, el padre de Blair, solía beberlo por las mañanas. Lo sé por que me sentaba a su mesa y me trataba como a una amiga de su hija, no como la hija de quien le servía el desayuno.

Me acerqué y dejé que el aroma me envolviera, recordándome los momentos que había compartido Blair y Cameron en la casa manada, todas las mañanas juntos antes de ir a tomar clases estaban impregnadas de este aroma. Había algo casi nostálgico en el, como si me conectara con un tiempo más sencillo, antes de que mi vida diera ese giro violento.

Los extraño.

Una vez que todos tenemos el desayuno nos sentamos en mesas cercanas y comemos entre risas y conversaciones amenas. Caleb sostiene mi mano por debajo de la mesa dándome seguridad, haciéndome sentir anclada a la realidad.

. . .

A medida que las conversaciones y las risas en la cafetería continuaban, decidí tomar un respiro.

Si bien, él estar rodeada de personas agradables que hacen que me olvide momentáneamente de mi situación actual, esto no es permanente y los recuerdos atacan mi mente sin previo aviso trayendo consigo una sensación constante de miedo.

¿Y si este lugar no es tan seguro? ¿Y si el Alfa me encuentra de todas formas y me asesina?

Salí hacia el área de los baños, buscando un momento de tranquilidad. Me dirigí al lava manos, en una esquina apartada, y me miré en el espejo. La visión de mi propio rostro me devolvía una mezcla de cansancio y tristeza. Me encontré atrapada en un mar de recuerdos, reviviendo vívidamente la noche de horror que había marcado mi vida.

Era una noche oscura, la misma que había desgarrado mi mundo y la de aquellos a quienes amaba. La visión de Blair y Cameron, la desesperación de correr para salvar nuestras vidas, el dolor desgarrador de sus pérdidas, la noticia de mis padres siendo asesinados, todo se mezclaba en mi mente, dejándome casi sin aliento. Las lágrimas amenazaban con brotar mientras mi mente volvía a esos momentos, y me costaba mantener la compostura.

Estaba tranquila hace rato, no me sentía así. ¿Que está pasándome?

De repente, pude ver en el espejo como Caleb apareció detrás de mi, regresando del baño. Me sorprendió su presencia, y me aparté un poco del espejo al notar su cercanía. Su expresión era de preocupación genuina.

— ¿Estás bien? — preguntó con voz suave, rompiendo el silencio tenso y tomándome por los brazos de manera cariñosa.

Lo miré, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Sabía que tenía que mantenerme fuerte, tranquila, pero las emociones eran abrumadoras. Asentí lentamente, pero la preocupación en sus ojos era palpable. Caleb se acercó un poco más, su mirada llena de compasión.

— ¿Que pasa? — susurra acariciando mi mejilla con delicadeza. — ¿los recuerdos te atormentan?.

Lo miro con asombro y él suspira mientras me atrae hacia él para abrazarme de manera cariñosa. No evito sollozar un poco y dejarme caer en sus brazos, el se queda a mi lado, y la atmósfera entre nosotros cambia sutilmente.

Los minutos comienzan a pasar y los fuertes brazos de mi alma gemela no me sueltan ni un poco, el clima entre nosotros se vuelve más íntimo cuando paso mis brazos alrededor de su cintura acercando más nuestros cuerpos. La cercanía se siente tan bien, tan cálida, tal vez era todo lo que necesitaba, un abrazo sincero y lleno de este embriagante olor masculino.

Despegó un poco mi rostro de el pecho de Caleb y lo miro hacia arriba, él me mira también y poco a poco acorta la distancia entre nosotros hasta que nuestros labios se encontraron en un beso. Al principio fue suave, una exploración tímida, pero rápidamente se volvió más apasionado. Las manos de Caleb viajan a mi cintura, y con un movimiento inesperado, me levanta de el suelo y me coloca sobre el lava manos. La cercanía y la intensidad del beso nos envolvieron, y el mundo exterior parecía desvanecerse.

Las manos de Caleb abandonan mi cintura y se posan en mis piernas, repartiendo caricias firmes mientras sube y baja sus manos, mis manos se enredan en su cabello y tiran de el suavemente exigiendo más.

Cuando nuestro beso estaba a punto de alcanzar su punto más intenso el sonido de alguien aclarando su garganta nos sacó abruptamente de nuestra burbuja de intimidad.

— Lo siento, chicos — dijo Sal con una sonrisa divertida, claramente sorprendida al encontrarnos en esa situación. — pero tengo que usar el baño.

Caleb y yo nos separamos rápidamente, nuestros rostros ardientes de rubor, mientras tratábamos de recuperar la compostura.

Sal pasa por nuestro lado y entra al baño. Caleb traga saliva levemente nervioso.

— Lo siento — susurra.

¿Por que?

No pasa nada — susurro de vuelta, él me sonríe y toma mi mano.

Volvemos a la mesa en la cafetería, el bullicio de conversaciones y risas llena el aire a medida que nos acercamos a la mesa. Apenas nos acomodamos, Caleb se une a Jo y Abel, quienes discuten animadamente sobre el menú.

— Insisto, es un hotel para criaturas sobre naturales, ¿te cuesta mucho traer un buen pedazo de carne? — replica Abel con una mueca de desagrado. — Estas salchichas no me llenan.

— Solo come y ya — responde Caleb con una sonrisa, atrayendo la atención de Abel, quien alza una ceja en señal de curiosidad.

— ¿Dónde estaban ustedes dos? — pregunta Abel, frunciendo el ceño mientras sus ojos se clavan en nosotros. Los nervios me invaden, y siento cómo mi estómago se contrae. Caleb, notando mi incomodidad, me da un apretón en la mano por debajo de la mesa. Su gesto es reconfortante, y me hace sentir un poco más segura.

— No importa — responde Caleb con firmeza, y luego se dirige a Abel. — Abel, necesito hablar contigo sobre algo.

— ¿De qué se trata? — Abel pregunta, visiblemente despreocupado.

Caleb respira hondo antes de responder.

— A solas — dice, levantándose y señalando una mesa apartada. Abel suspira y lo sigue, moviéndose hacia un rincón de la cafetería.

El tiempo pasa lentamente mientras observo a Caleb y Abel, susurrando en la distancia. A pesar de mi agudo oído, sus palabras son apenas un murmullo. Mi preocupación crece con cada minuto que pasa. ¿Estarán hablando sobre lo que hice para ser desterrada? ¿O sobre el Alfa?

Luke se acerca a Abel y Caleb. Tras una breve conversación, se une a ellos, y ahora son tres los que se lanzan miradas furtivas hacia nuestra mesa.

Genial, ahora estoy siendo observada por tres personas.

— ¿De qué demonios están hablando? — susurra Sal, acercándose a mí desde el baño. Su tono es irritado. — Debiste haber sido muy buena si Caleb necesita hablar con Abel y Luke después de...

— ¿De qué estás hablando? — la interrumpo con un susurro, sintiéndome ofendida. — Para tu información, no ha pasado nada entre nosotros.

Más que unas cuantas sesiones de besos me recuerda una vocecita en mi cabeza.
Sal se sienta a mi lado con una sonrisa divertida y cruza las piernas.

— Vaya, entonces debí haber imaginado esas imágenes perturbadoras de Caleb manoseandote — dice con tono de broma, provocando que me ría a pesar de mi incomodidad. — O tal vez están hablando de que Caleb necesitará una habitación con una sola cama.

— Ya basta, ¿En todos tus escenarios posibles soy el tema principal? — pregunto, sintiendo una mezcla de diversión y exasperación. Ella ríe en respuesta.

— Si no lo fueras, ¿por qué se intercalan para vigilar que no los estés viendo? — dice mientras toma su vaso de jugo y me extiende el mío.

— Al menos no soy la única que lo nota — susurro, aliviada de que Sal comparta mi preocupación. No estoy volviéndome loca, ¿o si?.

Tomo un sorbo de jugo y, de reojo, veo a Caleb acercarse a nuestra mesa. Mis nervios se ponen a flor de piel mientras intento mantener la calma. Detrás de él, Abel y Luke siguen conversando, y el más joven se dirige hacia su mochila, que parece estar manipulando mientras camina.

— De acuerdo, necesitamos hablar — dice Caleb al llegar a mi lado y sentarse junto a mí. Todos en la mesa giran sus miradas hacia él. — Como saben, Hailey está siendo asechada por su antiguo Alfa, fue atacada por él y su lobo aún está débil para volver — continúa, tomando mi mano en la suya. Me sorprende el contacto y lo miro, encontrando en sus ojos una preocupación sincera. Lo miro sin entender muy bien que sucede y por que habla en ese tono de voz, tan autoritario. — No soy quien debe decidir cuándo quieras hablar con todos sobre lo que ocurrió, pero cuando mencionaste Exiled Moon me trajiste recuerdos, recuerdos importantes.

— Estoy muy confundida — interrumpe Kath, levantando la mano. Sal y Jo también se suman a la inquietud alzando sus manos en apoyo.

Me concentro en el punto fijo en la pared, tratando de recuperar cada detalle de aquella noche, la voz de Ed aparece en mi mente nuevamente.

— Busca la manada Exiled Moon, al norte, más allá de Luna sangrienta. Ahí es a donde iremos todos.

— ¿Exiled Moon? — preguntó frunciendo el seño. — No existe tal manada, no he leído sobre ella en ningún libro ni mapa...

— Es por que es una manada independiente a los reinos de la Luna, siempre se rehusaron a arrodillarse ante Las hijas de la Luna así que ellas omitieron su existencia por completo durante siglos — me dice el. — ¡No hay tiempo para explicaciones niña! ¡Huye! Recuerda, territorio humano y después de regreso, Exiled Moon, al norte.

— Exiled Moon — murmuro, atrayendo la atención de todos. — Al norte del reino.

— ¿Qué sabes de esa manada? — pregunta Abel con interés. — ¿Habías oído algo sobre ella antes de esa noche?

— No, nunca había oído hablar de ella — respondo de inmediato, sintiendo cómo la esperanza se desmorona en mi interior. — . El cocinero Ed me dijo que se rehusaron a arrodillarse ante las hijas de la Luna así que ellas ignoraron su existencia por siglos.

— ¿A alguien más le suena a leyenda? — pregunta Jo con un tono escéptico. — No quiero ser cruel, pero llevo más de veinte años moviéndome por el reino de la Luna, huyendo y escondiéndome. Nunca he oído nada sobre esa manada.

Mi ánimo se desploma de inmediato. La realidad me golpea con dureza.

— Exactamente, todos hemos estado en diferentes lugares, incluso en el norte del país — aclara Caleb, su voz cargada de frustración. — Siempre escondiéndonos, siempre huyendo, nunca buscando.

— ¿Hablas de buscar una manada o de tu propia muerte? — pregunta Kath con ironía mordaz. — Porque si quieres morir, no necesitas llevarnos a todos contigo.

La mirada que Caleb le dirige a Kath es suficiente para que la chica aparte la mirada apretando los labios y maldeciendo en voz baja.

Las conversaciones se vuelven caóticas, con reclamos y argumentos cruzándose en la mesa. No puedo participar, solo escucho con atención, intentando recordar más detalles, pero mi mente se siente vacía.

— ¡Silencio, por favor! — grita Abel, su voz cortante. Suspira antes de hablar. — Si ese lugar existe y es real, podría ser una segunda oportunidad para todos nosotros. ¿No desean pertenecer a una manada otra vez?.

— Yo ya pertenezco a una — dice Kath, levantando la voz. — Mi hermano está en ella, y tengo a las mejores personas que conozco allí. No necesito arriesgar mi vida en busca de algo que probablemente ni siquiera exista.

— No somos las mejores personas, en realidad somos la escoria de todas las manadas — aclara Sal con amargura. — Y honestamente, a mi si me gustaría dejar de huir.

El silencio se vuelve denso y pesado, llenando la cafetería. Los rostros de todos se tornan serios, pensativos. Miro a Caleb, que también parece sumido en sus pensamientos.

— Oigan — susurra Caleb atrayendo la atención de todos. — Sé que es un riesgo ir a los reinos de la Luna otra vez, pero saben que no podemos quedarnos aquí por mucho. No se ustedes, pero para mi las pesadillas ya comenzaron...

Todos cambian su mirada, frunzo el seño algo confundida sin saber exactamente a qué se refiere y el por qué de la reacción de todos.

— Sería increíble dejar de huir y pertenecer a una manada de nuevo — continúa Abel, mirando a los demás. — . Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.

— Y yo — confirma Caleb, tomando mi mano con firmeza.

— Lo haré también — declara Luke, su determinación evidente.

— ¿¡Qué!? — exclama Kath, poniéndose de pie con sorpresa y mirando a su hermano con extrañez.

— Yo voy — dice Sal con firmeza.

Todos los ojos se dirigen a Jo y Kath. La última parece desconcertada, mirando a su hermano que sigue enfocado en un punto fijo en la pared.

— ¿En serio vamos a hacer esto? — pregunta Kath a Luke, quien la mira y asiente. Kath suspira y se relaja. — Te sigo.

— Bueno, supongo que si todos van... — dice Jo, encogiéndose de hombros. — De acuerdo, lo haré. Pero necesitamos un plan, un muy buen plan.

— Lo tendremos — asegura Caleb con determinación.

— Se acabó el paraíso del hotel — ironiza Sal con una sonrisa amarga.

Abel y Luke anuncian que desean descansar un poco, y Caleb los acompaña a recepción para ayudarles a conseguir una habitación. Me quedo a solas con las chicas, que de inmediato comienzan a hablar entre ellas.

— ¿Crees que sea real? — pregunta Kath con un tono escéptico. — ¿O solo te importan un carajo nuestras vidas?

— Oye — reprende Sal a Kath de manera seria. Kath rueda los ojos con desdén.

— No tendría por qué ser una mentira — respondo, tratando de mantener mi voz firme. — . Quienes me salvaron arriesgaron su vida para decírmelo y ayudarme a escapar. No creo que lo hubieran hecho si todo fuera una farsa.

— Sí, o tal vez eran tan ingenuos como tú y creyeron que era real cuando lo escucharon — responde Kath con tono mordaz. Me siento ofendida por su falta de empatía.

— Estás siendo muy grosera — le reprende Jo, y Kath, claramente irritada, se pone de pie y se aleja de la cafetería.

Suspiro, sintiendo el peso de una nueva preocupación. ¿Existe esa manada? Y si es así, ¿seremos capaces de encontrarla y ser aceptados?

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