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La voz irresistible (2)

-       Cire, céntrate, que es la tercera vez que te digo que abras la ficha de María Doménech...

-       Perdona, es que estoy muy cansada hoy...

-       Estás pensando en un tío, ¿te crees que soy tonta? -acababa de descubrir la primera desventaja de trabajar con su gran amiga: no había forma de ocultarle nada.

-       Sí, tienes razón... Me he distraído pensando en la voz del chico de Heiberg.

-       ¿Cuál? ¿El del servicio técnico? Yo también me he fijado, suena muy bien... Y tú eres muy de voces.

Ahora Esther conocía su secreto; menos mal que con ella estaba a salvo, le daría algo si su padre o su tío se enteraban de que le atraía un chico a quien jamás había visto, solo porque tenía una voz espectacular.

Al día siguiente, llegó temprano al centro para poner orden en la agenda y revisar la contabilidad. Comprobó el correo electrónico y encontró un mensaje de Angelo, pidiéndoles una aclaración sobre el pedido de consumibles que habían realizado. Le extrañó que firmase el correo con su nombre, pero no le dio mayor importancia y contestó añadiendo también el suyo al final del mensaje.

A media mañana, llamó a Heiberg para añadir un par de cosas al pedido; la consigna de su padre de intentar hacer todo por teléfono siempre le había parecido algo arcaica, pero últimamente comenzaba a encontrarla de lo más agradable.

-       Vaya, Cirenia, hoy no paramos de coincidir... - ¿pero por qué siempre la pasaban con él? Era imposible concentrarse con aquella voz de café negro al otro lado de la línea...

-       Hola, Angelo, vamos a necesitar seis estuches de conos más y también doce cajas de pilas, ¿podéis añadirlo al pedido que tenemos pendiente?

-       Por supuesto, ¿algo más?

-       No, es todo. Por cierto... Perdona la indiscreción, pero tienes un acento curioso... ¿Eres italiano? -se alegró infinitamente de que él no pudiese notar la temperatura de sus mejillas en aquel momento; le costaba creer su propia osadía, traspasando la línea de la profesionalidad solo por una voz...

-       Sí lo soy, ¿tanto se me nota? -su voz sonaba risueña y ella no pudo evitar cerrar los ojos.

-       No, para nada, solo un poco...

-       Oh, entonces lo supiste por el nombre.

-       Bueno, esa fue la pista principal, pero también por cómo pronuncias ciertos fonemas...

-       Vaya, eres una gran investigadora privada, chica de nombre griego.

Ups. Se había molestado en averiguar el origen de su nombre. De repente, le parecía aún más guapo: en su imaginación, había crecido un par de centímetros y ahora llevaba el cabello hasta los hombros, como el de alguno de esos chicos de los animes que todavía veía a escondidas con Esther.

Continuaron comunicándose a diario, con algo que a ella le gustaba pensar que era algo más que cordialidad, pero sin tocar temas fuera de lo profesional, en un delicado equilibrio. Las frases eran convencionales, pero el tono que ambos empleaban era seductor y pausado. Y así, llegaron hasta el día en que el centro auditivo recibió una carta de Heiberg Audio.

-       Cirenia, ¿has visto esto? Heiberg nos invita a un evento para presentar su nueva línea de audífonos -su padre le dejó la invitación, elaboradamente diseñada, sobre su mesa-. Por lo visto, hacen una cena en un hotel y luego dan una fiesta.

-       ¿Y cuándo dices que es eso?

-       El próximo jueves. ¿Por qué no vais Esther y tú? Tu tío y yo estamos mayores para estos saraos... -su padre pasaba de tener nada que ver con el trabajo fuera de su horario laboral y ella lo encontraba perfectamente normal.

-       Jo, papá, un jueves por la noche... Me da una pereza que no veas, y encima, comer rodeadas de toda la competencia, porque a eso invitan a centros auditivos de todo el país...

-       Bueno, vosotras veréis, pero por lo visto la cena va a estar muy bien.

Al día siguiente, Ricardo, su comercial de Heiberg, les llamó para que confirmasen la asistencia. Ella no estaba muy convencida, pero de repente él dijo algo que cambió su perspectiva:

-       Anímate, ya no es solo por la presentación del audífono nuevo, la cena será de lujo y además estará toda nuestra plantilla. Es una gran ocasión para ponernos cara y estrechar lazos...

Ponerse cara y estrechar lazos... Respiró hondo y se tiró un órdago, sin casi pensarlo:

-       Hombre, la verdad es que me gustaría conocer a Mónica, que es siempre muy amable...

-       Claro, Mónica estará, y también vienen los jefazos de la central danesa, comunicación, técnico, contable...

Bingo. Ahí estaba la información que necesitaba: "técnico" implicaba que quizá Angelo acudiese a esa cena. Ahora Ricardo tenía todo su interés, pero fingió una elegante indiferencia para hacerse la difícil:

-       Bueno, en ese caso, apúntanos a Esther y a mí. ¿Hay que vestirse mucho?

-       No es una boda, pero ya sabes cómo es la gente, les invitas a una cena y se vuelven locos... Los de la empresa iremos guapos para que nos veáis con buenos ojos -bromeó él.

Colgó el teléfono y avisó a su padre y a su tío de que irían a la cena de Heiberg. Después, esperó a que Esther terminase con su paciente y le pasó la invitación, sin decir nada.

-       ¡Tía! ¿Vamos a ir a esto? ¿Pero tú sabes la pasada de chef que tienen en ese hotel?

-       O sea, que te vienes.

-       No me lo perdería ni muerta... Eso sí, no me quedaré a la fiesta, quiero aprovechar para tomar algo con David.

-       Haces bien, tú que tienes novio –sonrió Cirenia-; voy a recibir al paciente de las once.

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Aquella semana se le hizo tan larga como cruzar el Atlántico sobre una colchoneta a la deriva. Revisó el armario una docena de veces en busca del modelito perfecto y, aunque le daba un poco de vergüenza que alguien lo notase, se hizo la manicura y la pedicura. Esther se daba cuenta de su estado y bromeaba con ella cuando no había nadie cerca:

-       ¡A Cire le mola Angelo...! -canturreaba- ¿Cómo será? ¿Te imaginas que le gustas?

-       No digas chorradas, ¿cómo voy a gustarle?

-       Pues a ti te gusta él y no has visto ni una foto...

-       Ya, ahí tienes razón.

-       Bueno, yo estuve buscando en las redes sociales de la empresa y no vi fotos de la gente de ese departamento, así que no sé qué te encontrarás...

-       No te preocupes, llevo tanto tiempo así, que por un lado me apetece mantener el misterio hasta el jueves –explicó, con sinceridad.

Por fin, el jueves por la tarde, las chicas salieron temprano del trabajo y se dirigieron a casa de Esther para cambiarse de ropa. Cirenia había tenido la precaución de coger sus cosas aquella mañana, para no tener opción de huir si a última hora le daba un ataque de pánico repentino. El corazón le latía a toda velocidad mientras se deshacía del pantalón de vestir y se enfundaba en un vestido del mismo tono de rojo que su pelo, que combinaría con salones a juego.

-       Cire, estás muy guapa -Esther la miró con el rabillo del ojo, entretenida en retocarse el maquillaje ante el espejo-. Esta noche pillas, con Angelo o sin él.

-       Lo que estoy es súper nerviosa. ¿Y si pasa de mí? ¿Y si es un cardo?

-       Bueno, lo averiguaremos muy pronto...

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