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Dueto (y 5)

(En esta historia, hay algunas palabras en portugués; si necesitas traducción, la encontrarás al final de cada capítulo.)

El martes por la noche, Andrea se puso su vestido más corto y las botas de cowgirl y se montó en su maltrecha moto para celebrar su cumpleaños en el R'n'Me. Ruth la había citado antes de la hora de apertura, para poder comenzar la fiesta en la intimidad, así que a Andrea no le sorprendió en absoluto que la entrada del local estuviese tranquila y que no se oyesen ruidos provenientes del interior. Sus compañeras maestras, con quienes había quedado en la puerta, soltaron una breve risita que le hizo levantar una ceja.

- Esperad, no me estarán haciendo esa mierda de la fiesta sorpresa con las luces apagadas y toda la parafernalia, ¿verdad? -ellas negaron con la cabeza y volvieron a reírse.

- Tía, abre la puerta y déjate de chorradas -la animó Elisa, maestra de inglés.

Andrea le hizo caso y entró en el pub; como esperaba, estaba completamente a oscuras y en silencio. Suspiró, resignada a escuchar lo que tocaba a continuación:

- ¡Sorpresa! ¡Andrea! ¡Feliz cumpleaños! -las luces se encendieron de repente, cegándola por unos instantes.

- ¿Pero dónde está la sorpresa, merluzos, si ya sabía que hoy era mi fiesta? -preguntó ella entre carcajadas, abrazando a Ruth y comenzando la ronda de besos y abrazos a los amigos que se le iban acercando.

- ¡La sorpresa es el estríper que saldrá de la tarta! -dijo Sheila, besándole las mejillas- No hay quien te vea últimamente, desde que curras en ese colegio de pijas -se giró hacia las compañeras de Andrea-. No os ofendáis.

- Tranquila, es verdad que está lleno de pijas -respondió Laura, la maestra de música.

Durante una hora y media, la fiesta fue privada; después, el local abrió al público y comenzó a llenarse de gente atraída por los espectaculares cócteles de Sheila y el espectáculo en directo que comenzaría en breve. Aquella noche actuaba una pareja de chicas que versionaban éxitos de los años setenta en un show que mezclaba música y un sentido del humor muy particular. Hacia el final de su actuación, una de ellas interpeló directamente a Andrea desde el escenario:

- Esta noche es muy especial, porque es el cumpleaños de una chavala que fue camarera aquí durante un tiempo y ahora ya tiene un trabajo de verdad y no de mierda -comenzó la artista, haciendo reír a los presentes-, así que, por favor, Andrea, sube, que te vamos a hacer pasar vergüenza.

Ella intentó resistirse, pero Laura y Elisa la arrastraron por los brazos y la dejaron en el centro de la tarima, riéndose sin parar. Las artistas comenzaron una especie de "roast" suave, intercalando chistes sobre camareras y maestras con alguna anécdota real de la vida de Andrea, que intentaba localizar a Ruth para abrasarla con los ojos por cotilla, mientras ella se escondía tras Sheila y le hacía burla. Cuando terminaron de ridiculizarla frente a toda la concurrencia, la abrazaron y le entregaron un ramo de flores como disculpa entre aplausos. Andrea se limpió las lágrimas que se le habían escapado de tanto reírse y lo aceptó de buena gana, despidiéndose con un beso a cada una, pero ellas le impidieron bajar.

- Espera, mujer, no tengas tanta prisa, cántate algo con nosotras... Que esta te la sabes fijo y nosotras tenemos un acento "mu cerrao" -bromeó la solista-. Hazte tú la voz de la chica y nosotras te hacemos de maromo -explicó, refiriéndose a la versión de "Águas de março" cantada a dúo por Elis Regina y Tom Jobim.

Su compañera cogió su guitarra y entonó los primeros compases. Aquella canción comenzaba con la voz femenina y luego ambos intérpretes se turnaban a un ritmo cada vez más ágil. Andrea sonrió, se sentó y esperó su momento de entrar:

É pau, é pedra, é o fim do caminho

É um resto de toco, é um pouco sozinho

É um caco de vidro, é a vida, é o sol

É a noite, é a morte, é um laço, é o anzol

É peroba do campo...

- ...É o nó da madeira -Andrea esperaba escuchar a alguna de las chicas que estaban a su lado en el escenario, pero en su lugar, una voz masculina, grave y sensual, tomó el rol de Jobim, haciendo que el corazón casi se le parase. Ella oteó al frente, en busca del origen del sonido, pero las luces del escenario no le permitían distinguir con claridad caras entre la gente.

- Cainga, candeia... -continuó, un poco despistada.

- ...é o Matita Pereira -no había duda, aquella voz...

- É madeira de vento... -asió el micrófono y se levantó, mirando a su alrededor con el pulso acelerado.

- ...tombo da ribanceira -la voz sonaba más cerca, Andrea se volvió y entonó su parte:

- É o mistério profundo...

- ...é o queira ou não queira -Aldebarán apareció a su lado, micrófono en mano, sonriendo de aquella manera tan suya y haciendo que le temblasen las piernas.

Andrea, boquiabierta, perdió completamente el hilo de la canción, dejó caer el micrófono y se abrazó a su pecho, incapaz de abarcarlo.

- Gatinha... -dijo él, acariciándole el pelo- Tive muitas saudades tuas.

El público rompió a aplaudir y las artistas se hicieron con ambos micrófonos y retomaron la canción mientras Aldebarán y Andrea bajaban del escenario y se acercaban a la barra para coger algo de beber. Ella no conseguía convencerse a sí misma de que realmente le tenía delante, después de casi un año sin verle, así que se sentó en un taburete alto e intentó aparentar normalidad:

- ¿Y cuándo has llegado?

Él volvió a sonreír con aquel gesto de medio lado, se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja y se acercó más a ella. Andrea tragó saliva ante la tentación que su proximidad representaba.

- Garota... -otra vez aquella voz de barítono, absolutamente irresistible.

Andrea se inclinó, le agarró por el cuello de la camisa y le besó. Él arrastró hacia sí el taburete en el que ella estaba sentada hasta que sus caderas quedaron pegadas y profundizó en el beso, sujetándola por la nuca, mientras sus lenguas comenzaban a enredarse y las maestras se alejaban de ellos con discreción. Cuando por fin se separaron, Aldebarán respondió a la pregunta:

- Acabo de aterrizar, he dejado la maleta en el almacén de Ruth. No podía perderme tu cumpleaños.

- ¿En serio? ¿Has venido desde Florencia solo para eso?

Aldebarán sonrió una vez más y asintió, acariciándole la mejilla con el dorso de la mano; Laura y Elisa, al ver que habían dejado de besarse, se acercaron para conocerle y charlaron brevemente con la pareja, muy interesadas en enterarse de todos los detalles posibles respecto a la historia de aquellos dos.

- Ahora nos vais a disculpar, pero estoy muy cansado del viaje y voy a pedirle a Andrea que me acerque a casa -dijo Aldebarán con un acento tan seductor que las dos chicas babearon como fangirls.

Con su habitual calma, agarró de nuevo la mano de Andrea y la llevó al almacén. No había mentido: junto a las pilas de cajas de refrescos había una pequeña maleta y una mochila que ella reconoció.

- Perdona que me haya despedido así, pero me moría de ganas de estar a solas contigo -la subió a una caja para reducir su diferencia de estatura y volvió a juntar sus labios-. ¿Me invitas a dormir? No he reservado habitación...

- ¡Ah, te referías a que te acercase a "mi" casa...! -rio ella, apoyando la frente en la de él.

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Andrea abrió la puerta de su apartamento y se dirigió a la cocina para sacar dos refrescos del frigorífico; volvió al salón y ofreció uno a Aldebarán, que ya estaba sentado:

- ¿Vamos a fingir que somos civilizados durante mucho tiempo, o nos arrancamos la ropa ya y lo hacemos como animales? -le susurró al oído, acariciándole el lóbulo con los labios.

- Me gusta eso de los animales; voy a darte tu regalo de cumpleaños -respondió él, dejándose caer en el sofá con ella encima.

Ahora, sí, empezaba a creerse que Aldebarán estaba con ella de nuevo; puso tanto ímpetu en abrirle la camisa que le arrancó un par de botones, haciéndole reír, y comenzó a morder y besar su pecho, en sentido descendente, hasta encontrarse con su cinturón, del cual comenzó a tirar.

- Espera, gatinha, deja que yo me encargue de eso, no quiero que te saltes un ojo con la correa -se burló él, risueño.

En menos de dos minutos estaban completamente desnudos; Andrea estiró el brazo hacia el bolso, sacó de él un preservativo y se lo tendió a Aldebarán, que se sentó en el sofá y se lo puso.

- Ven aquí, llevo meses soñando contigo -como si fuese una pluma, la tomó por la cintura y la situó sobre sus caderas, penetrándola despacio mientras ella gemía, apoyada en sus hombros.

Parecía como si el tiempo no hubiese transcurrido, pensó ella, al notar la facilidad con la que sus cuerpos se habían sincronizado; era como si nunca hubiesen dejado de estar juntos: la forma en que él la acariciaba y la fabulosa sensación al tenerle dentro eran tan intensas como todas y cada una de las veces que lo habían hecho el año anterior.

- Levántate... -murmuró ella, entre gemidos. Él sonrió al recordar una de las posiciones preferidas de los dos, facilitada precisamente por su diferencia de complexión, y se puso en pie, sin salir de ella.

Avanzó un par de pasos hasta un área despejada del salón, corrigió un poco la postura y la sujetó bien por las caderas, moviéndola arriba y abajo a lo largo de su miembro. Ahora, ella jadeaba, con las piernas alrededor de su cintura, y él casi rugía a la vez que le besaba el cuello, luchando por no correrse antes de que ella hubiese alcanzado el clímax. Por suerte para él, aquella postura no les había fallado nunca: a Andrea le encantaba cuando la manejaba como a una muñeca y solo necesitó variar ligeramente el ángulo para que le mirase con aquel gesto que conocía bien. Notó sus uñas clavándosele en la espalda y el temblor de su cuerpo cuando alcanzó el orgasmo, gritando su nombre.

- ¡Joder, Aldebarán, me corro!

Aquella era la señal que le daba vía libre para moverse a su antojo y no pensaba desaprovecharla: comenzó a clavarse más profundamente en ella con cada estocada, sintiendo cómo el cuerpo de la chica se rendía entre sus brazos, y caminó hasta apoyarla en la pared. Colocó las manos a ambos lados de su cara y aumentó la velocidad mientras ella gemía con una sonrisa en los labios. Al fin, rebasó su punto de no retorno y apretó la pelvis contra ella, vaciándose en embestidas cortas que la dejaban sin respiración.

- Es tan bueno como lo recordaba... -la besó y la llevó en brazos de nuevo al sofá- Andrea, no he dejado de pensar en ti todos estos meses...

- Yo también he pensado en ti -admitió ella, con la cabeza apoyada en su pecho-. Entonces, ¿solo has venido por mi cumpleaños?

- He venido para verte -asintió él, acariciándole un hombro.

- Y te vuelves enseguida a Florencia...

- Yo no he dicho eso, gatinha. He venido para verte, pero voy a quedarme una temporada por aquí...

Ella sintió una explosión de alegría en algún lugar situado entre el corazón y el estómago. Era el momento de admitir lo que sentía. Tragó saliva y levantó la cabeza para mirarle a la cara:

- Podrías quedarte aquí, en mi casa...

- ¿No te molestaría? Sheila se metería contigo diciendo que eres mi novia...

- Eh... Esto...

- Gatinha, ¿te daría vergüenza?

- No estábamos hablando de eso -desde luego, se estaba luciendo-, te estoy invitando a quedarte conmigo, solo eso.

- Y yo te estoy insinuando que me quedaré contigo, si es como pareja -respondió Aldebarán, con toda la tranquilidad.

- ¿En serio? -Andrea estaba un poco perpleja con la vuelta que acababa de dar la conversación.

- Claro, no pretenderás que esté aquí como un invitado... Yo quiero poder dejar mis calzoncillos tirados en la mesa y lavarme los dientes en la terraza...

- ¡Qué idiota eres! -dijo ella, riendo.

- Entonces, ¿deshago la maleta, o no? Porque acabo de dejarte caer que estoy enamorado de ti y me parece que me estás dando largas...

- Mañana te ayudo con la maleta. Ahora, lo que vamos a deshacer es la cama -se levantó y le tendió la mano-. Y, por si no lo sabías... yo también estoy enamorada de ti. No podría pedir un regalo de cumpleaños mejor.

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Tive muitas saudades tuas: te he echado mucho de menos.

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