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Dueto (2)

(En esta historia, hay algunas palabras en portugués; si necesitas traducción, la encontrarás al final de cada capítulo.)

Trasnochar, definitivamente, no era lo suyo, pensó mientras se cambiaba de ropa en el pequeño vestuario del pub. Había asistido a un seminario por la mañana, tocaba repasar un par de asignaturas y limpieza en casa por la tarde y ahora entraba al trabajo con la misma alegría que un miembro de la Santa Compaña. Pero, por lo menos, esta vez era puntual.

- ¡Eh, llegas en hora! ¿Y eso? ¿Tiene que ver con que ayer os fueseis juntitos el brasileño y tú? -indagó Sheila, comprobando las bebidas tras la barra.

- ¿Pero qué dices? Solo le llevé a cenar algo...

- Y tú fuiste el postre, ¿no?

- ¡Que no pasó nada! -exclamó Andrea, sonrojada.

La verdad era que se había ido a la cama pensando en él. Su físico le resultaba algo amenazador, sobre todo aquella mandíbula prominente y esos ojos penetrantes rematados por un par de cejas tan espesas que casi parecían una sola, pero aun así era atractivo y, por encima de todo, rebosaba encanto: su actitud relajada, su acento, la sonrisa amigable pero traviesa... Se mordió el labio, un tanto molesta por tener que admitir ante sí misma que Aldebarán le gustaba.

Él llegó algo más tarde y subió al escenario para preparar su actuación. Pulsando las cuerdas de su guitarra, comprobó el sonido y se sentó en el taburete, conforme con el resultado. Saludó a Andrea con la cabeza y ella correspondió con un gesto de la mano.

- Olha que coisa mais linda, mais cheia de graça, é ela menina, que vem e que passa...

La chica le miró, sonriendo. Le gustaba pensar que aquella canción iba dedicada a ella y Sheila estaba de acuerdo:

- Nena, te está cantando. Es grandote como el pedrusco ese de "Los cuatro fantásticos", pero tiene su corazoncito...

- ¡Que no te inventes historias! -respondió ella, volviéndose rápidamente para que no viese la cara de tonta que acababa de ponérsele.

La dinámica entre ellos fue estableciéndose, poco a poco, durante los siguientes viernes y sábados: Aldebarán llegaba, organizaba su espectáculo y Andrea le servía un vaso de agua y un zumo de tomate; después, durante la actuación, siempre había un momento para una pieza de Tom Jobim o Caetano Veloso intercalada entre Bonamassa, The Black Keys o Benson y, al salir, cenaban juntos y él la acompañaba de nuevo a coger la moto. Hablaban de sus vidas, de música, de sus aspiraciones y, cuanto más le conocía, más se daba cuenta ella de que no podía seguir para siempre en aquella indefinición amistosa.

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[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

Aquel jueves Ruth había reforzado la plantilla, llamando a todos los camareros disponibles, dada la fuerte afluencia de público que esperaba según sus previsiones. Andrea, que había sido avisada a última hora, se encontraba apilando los vasos cuando llegó Mario, el barista que hacía las funciones de Sheila cuando ella libraba.

- Hola, Andrea, ¿qué tal? Ya me han dicho que tienes novio...

- ¿Yo?

- Sí, ¿no estás saliendo con el peñón brasileño?

- ¡No! No sé qué perra os ha entrado a todos, solo somos amigos... Anda, coloca tú esto a tu manera, yo voy a ordenar la sala -se escaqueó.

Se puso los auriculares para aislarse un rato de la charla de Mario mientras terminaba de preparar el local y programó una lista de canciones tranquilas que siempre la ayudaban a relajarse. Tarareaba distraídamente, alineando sillas y repasando la limpieza de las mesas, hasta que llegó una de sus favoritas y no pudo aguantarse las ganas de canturrearla en voz alta.

Por el rabillo del ojo, vio a Mario haciéndole gestos para que le prestase atención; se quitó los auriculares y escuchó la guitarra de Aldebarán marcando los compases de ese mismo tema. Andrea parpadeó, sorprendida tanto de verle en el local una noche que no le correspondía, como de que conociese esa canción, y él le envió una sonrisa a la vez que, con la cabeza, le indicaba que se acercase.

- Vamos lá, garota -dijo, comenzando desde el principio-, vamos cantar juntos.

Ella sintió que se sonrojaba de nuevo al estar cerca de él, pero hizo lo que le decía y esperó el momento de entrar, mirándole a los ojos.

If I didn't know better
I'd hang my hat right there...
If I didn't know better,
I'd follow you up the stairs...

La voz de Aldebarán inició el dúo, acompañándola con aquel tono grave que a ella le resultaba tan seductor:

Stop saying those sweet things
You know I like to hear
The horns are blowing louder
And the bailiffs drawing near

Why do I keep drinking
Wasting my time on you?
If I didn't know better...
Well damnit, I do

- ¡Chicas, tenemos un dueto! ¡Venid a oírlo! -llamó Mario, haciendo que Ruth y las demás camareras acudiesen.

- ¿Esta canción no era de la serie aquella, "Nashville"? Porque estos dos se miran como los protagonistas... -deslizó Ruth, apoyada en la barra, mientras admiraba la forma en que el brasileño dominaba incluso las notas más agudas.

You might as well be the devil
Oh, keeping me out past three
Well, you're the one with that apple
So baby you can't blame me

Why don't you keep drinking
Get me one night with you
If I didn't know better
Well damnit
I do

Tenía razón: Andrea, cuyas mejillas se habían teñido de rojo por compartir el micrófono con Aldebarán, cantaba con su boca muy cerca de la de él, que le clavaba los ojos a su vez, con un mechón de cabello rebelde sobre la cara. La tensión entre ellos era palpable conforme avanzaba la canción y llegó a su máximo cuando él entonó la parte que decía "dame una noche contigo" sin dejar de mirarla. Al terminar, ella bajó rápidamente del escenario y se marchó al almacén, azorada por el aplauso que todos los compañeros les dedicaron. Él hizo el gesto de la victoria con una mano y se dedicó a ensayar su repertorio.

La noche estaba siendo movida, tal como Ruth había predicho. A pesar de estar reunida toda la plantilla, era prácticamente imposible dar abasto para atender la extraordinaria cantidad de gente que había optado por el R'n'Me aquel jueves. A Andrea, entre cliente y cliente, casi se le pasó por alto el huevo de pascua en forma de canción que Aldebarán solía colar en cada actuación con toda la intención:

- Obá, lá vem ela... Estou de olho nela (...) A noite é linda e ela mais ainda, todinha de rosa, mais linda, mais meiga que uma rosa... (...) Ela tem o perfume de uma flor que eu não sei o nome, mas ela deve ter um nome bonito, igual a ela, obá, obá, obá...

Lo sabía, joder, sabía que aquella canción de Jorge Benjor era para ella... No dejaba de pensar en la mirada de Aldebarán, y en su sonrisa, y en aquellas manos grandes acariciando la guitarra y en su voz tan sexy, joder, y se sentía incapaz de reaccionar. Maldito brasileño malandro. Pero aquello iba a cambiar esa misma noche, aunque terminase agotada de tanto trabajar.

Le esperó en la puerta; él salía, con la guitarra al hombro y aire preocupado.

- Garota, ¿te has enfadado porque te hice cantar?

- No, Aldebarán, es solo que me dio un poco de vergüenza -improvisó-, tú eres el artista, no yo.

- Bom, vamos jantar?

Ella tomó aire para envalentonarse y se subió a la moto:

- Sí, pero es jueves y el sitio de siempre solo abre los fines de semana -mintió, con aplomo-, así que te llevo a otro lugar. Monta.

- De acuerdo -dijo él, acomodándose lo mejor posible sobre la moto y sujetando la guitarra.

Andrea conducía con el corazón a mil por hora, llamándose loca mentalmente por su atrevimiento, pero era consciente de que llevaban más de un mes tonteando y aquello comenzaba a correr el riesgo de enquistarse. Dejó la moto frente a su casa y ambos bajaron. Aldebarán miró a su alrededor, algo despistado.

- ¿Es aquí?

- Sí, es mi casa, te invito a cenar -sonrió ella, intentando sonar tranquila.

Él se encogió de hombros y la acompañó escaleras arriba. Andrea abrió la puerta y le pidió que se sentase mientras miraba qué había en la nevera. Debería haber ido a la compra, aquello era un paisaje desértico a excepción de un par de bandejas de filetes y una lechuga lacia...

- Garota, ¿qué haces? -pronunció él, desde el salón.

- Pues... Estoy buscando qué prepararte.

- Não estou com fome.

La chica suspiró; era ahora o nunca. Volvió al salón y se apoyó en el quicio de la puerta, con una mano en la cadera.

- ¿De verdad?

- De verdad.

Era una petición encubierta, pensó. Se aproximó a él y, en silencio, se sentó en su regazo, repentinamente consciente de la diferencia de tamaño entre ambos. Parecían fabricados con escalas diferentes, él con sus dos metros diez y ella raspando el metro sesenta y cinco, él tan ancho y ella menuda. Aldebarán la miró con su habitual serenidad y le pasó un brazo por la cintura a la vez que ella le cogía un mechón de pelo y lo enrollaba entre sus dedos.

- Quiero darte esa noche -murmuró en su oído, y le besó.

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* La canción pertenece a la BSO de la serie "Nashville" y fue interpretada originalmente por Clare Bowen y Sam Palladio.

Vamos lá, garota / vamos cantar juntos: vamos allá, nena /vamos a cantar juntos.

Bom, vamos jantar?: Bueno, ¿vamos a cenar?

Não estou com fome: No tengo hambre.

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