Cosplay (2)
Las tensiones iniciales entre ambos grupos parecían haberse desvanecido, a juzgar por el buen ambiente reinante durante la comida. Aioria, por fin en su salsa, se alegraba de haber accedido, como solía hacer, a acompañar a sus amigos una vez más; por su parte, el semblante alegre de Sonia reflejaba que ya no les consideraba un hatajo de babosos, e incluso se reía de los chistes de Angelo, que se había puesto una camiseta para comer, argumentando que él era un caballero que seguía a rajatabla lo de "No shoes, no shirt, no service".
- Y vosotros, ¿no pensáis quitaros las máscaras? -Shaka señaló a Chat Noir y Reina Aguijón, únicos del grupo que conservaban su disfraz de manera íntegra, a diferencia de Rena Roja y Ladybug, que habían prescindido de los antifaces para comer, y de Alde, que se había retirado parte de la pintura verde de la cara para no tragársela junto con el bocadillo.
- Pues a mí me gusta el punto misterioso que os da, quedaos justo así -dijo otra de las chicas.
- Yo voto por quitársela, ese gatito tiene pinta de ser guapísimo... -se animó Ladybug.
- ¡Nadie desenmascara a mi amigo! Salvo que la abejita también muestre la cara -contratacó Angelo.
- ¿Y por qué no nos enseñamos las caras tú y yo... sin ellos? -sonrió Sonia, pícaramente.
La sugerente propuesta de la rubia pilló por sorpresa a Aioria, que solo acertó a asentir en silencio mientras ella le tomaba de la mano y le guiaba lejos del grupo, que les vitoreaba y pedía que hiciesen fotos para mostrarles a la vuelta.
- ¿Dónde me llevas, abejita? -preguntó el chico, esquivando todo tipo de personajes en pos de Sonia, cuya velocidad indicaba que tenía claro su destino.
- ¿Recuerdas el escondite donde empezamos a hablar? Pues no es el único sitio que he descubierto hoy... -le guiñó un ojo con un aire tan morboso que las mejillas del gato se encendieron.
Con agilidad, Sonia desplazó un panel de madera que delimitaba la zona de acceso al público, dejando al descubierto un estrecho pasillo con puertas a ambos lados.
- Esta zona es para el staff y para los expositores -explicó, en voz baja-; me colé esta mañana y vi que aquí tienen de todo.
Aioria miraba a ambos lados, temiendo que en cualquier momento apareciese un guardia de seguridad y les echase de allí, pero Sonia abrió cautelosamente la última puerta y le invitó a entrar, cerrándola de nuevo tras ellos.
- Abejita, esto es un cuarto de baño... -el chico estaba perplejo.
- Y bastante limpio, ¿no te parece? -comentó ella, mirando a su alrededor.
Él sonrió mientras ella se le acercaba y dibujaba con los dedos el contorno de su antifaz, permitiéndole aspirar su suave perfume. Sin pensar, la tomó por la cintura con una mano y llevó la otra a su cara para retirarle la máscara, pero ella le detuvo:
- Aioria, no me hace falta quitarte esto para saber que eres un espectáculo. Y yo también te gusto... Lo noto cuando me miras.
- ¿Entonces...? -preguntó él, comenzando a comprender el juego de su nueva amiga.
- Entonces, seamos solo dos desconocidos disfrazados que se lo montan en el baño -susurró, con la voz cargada de fuego y los brazos en torno a su cuello.
Sobraban las palabras. Aquella boca incitante, cuyos jugosos labios ya estaban húmedos a la espera de atención, le llamaba en silencio. Atrayéndola hacia sí con ambas manos, Aioria besó a Sonia, juntando sus caderas para hacerle notar el efecto que la propuesta comenzaba a tener en su cuerpo, y mientras ella le seguía, dejando que sus lenguas se enredasen, mil pensamientos diferentes pasaban por la cabeza del chico a toda velocidad. Una sonrisa ladeada asomó en la boca de ella cuando se separaron unos milímetros para tomar aire, tan próximos que su nariz rozaba la de él.
- Me he dado cuenta de que eres un gatito mimoso y obediente... Vamos a ver cuánto... -se sentó sobre el inodoro y le apuntó con un pie- Arrodíllate y descálzame, gatito lindo.
Él se echó a reír, sorprendido por la resolutiva forma de hablar de Sonia, pero enseguida bajó la rodilla al suelo y se aplicó a deshacer las lazadas de los botines de tacón de la enmascarada.
- Puedo ser muy, muy obediente... Si sabes mandar -confesó él, todavía con los pies de ella sobre su regazo.
Apoyando con fuerza las plantas sobre los muslos del chico, Sonia levantó ligeramente el trasero y tiró de sus leggings hasta dejarlos en torno a sus rodillas; Aioria entendió el mensaje y terminó de quitárselos, aprovechando para acariciar la suave y bronceada piel de sus piernas desde los tobillos hasta los muslos. Ella quería mandar y a él se le daba bien complacer a los demás, era un plan sin fisuras, pensó, notando su erección aprisionada en sus ajustadísimos pantalones.
Sonia situó las piernas a ambos lados del cuerpo de Chat Noir y se levantó, ofreciéndole un primer plano de sus bragas estampadas con abejitas, colmenas y tarros de miel.
- Vaya, veo que no dejas ningún detalle al azar... -fueron las últimas palabras del chico antes de que ella enredase los dedos en su cabello y le atrajese hacia su pubis.
- Cómeme -colocó la pierna izquierda sobre el hombro derecho de Aioria, cuya excitación iba en aumento aspirando su aroma, y se apartó las bragas hacia un lado.
Aioria le separó los labios con dos dedos y depositó un ligero beso sobre el clítoris de la chica, que dejó escapar un suspiro de impaciencia; a continuación, sacó la lengua y la pasó con parsimonia a lo largo de los labios, saboreando su néctar y disfrutando de la curiosa dinámica de poder que acababa de establecerse tácitamente entre ellos: ella ejercía su fuerza dirigiendo la escena y él demostraba la suya con su habilidad para complacer. Espoleado por ese pensamiento, hundió la cara entre aquellos muslos que temblaban con su contacto, besando y succionando la pequeña protuberancia rosada, erguida ante sus atenciones, y oyendo los gemidos ahogados de ella, que se había llevado una mano a la boca, en un intento poco exitoso de no hacer demasiado ruido.
- Si sigues así, tienes premio -murmuró Sonia, tirando del pelo del chico mientras se estremecía en la antesala del orgasmo.
Aquella promesa consiguió su objetivo de volver loco a Aioria, que redobló sus esfuerzos hasta que ella le apretó contra su cuerpo, impidiéndole respirar durante unos segundos a la vez que pronunciaba su nombre en voz baja y suspiraba de una forma tan sensual que él pensó que podría correrse oyendo esos sonidos. Finalmente, le tocó con dos dedos en la mejilla, indicándole que se incorporase, y le besó:
- Ahora estás marcado; tus amigos sabrán que has estado comiéndome el coño -susurró en su oído, haciéndole derretirse de ganas de seguir obedeciendo.
Qué cara de vicio tenía la abejita, pensó Aioria, mientras ella asía el tirador de su cremallera y comenzaba a bajarla. Cuando abrió el mono hasta la cintura, le pasó las manos por el pecho, acariciándole como si calibrase la firmeza de sus músculos; le ayudó a quitarse el cinturón y lo enrolló en torno a sus muñecas, jugando con él.
- Chat Noir, has sido un chico muy malo -se paseó a su alrededor, desnuda de cintura para abajo, y le palmeó el trasero antes de bajarle los pantalones lo justo para dejar aquella parte de su anatomía al descubierto-. Separa las piernas y cógete los tobillos con las manos, ¡ya!
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