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Cita a ciegas (1)

- Aioria, no seas pesado, te he dicho que no y es que no.

- Pero ¿qué más te da? Tampoco es que tengas que tener hijos con él...

Aioria era el mejor amigo de Iara desde la infancia, pero a veces su insistencia conseguía ponerla de los nervios, sobre todo desde había decidido organizarle una cita con alguien porque, según él, ya era hora de que rehiciese su vida después de haberlo dejado con Liam, su exnovio.

- No me apetece, en serio. Llevas dos meses con este tema y me tienes frita.

- No te enfades, yo solo quiero que encuentres alguien con quien estés tan a gusto como yo lo estoy con Michi...

- No me enfado, gatito, pero no me des la turra –bromeó ella, revolviéndole el pelo para fastidiarle.

Ambos estaban en su tercer año de universidad, pero seguían discutiendo y reconciliándose como cuando tenían cinco años y su mayor problema era un puñado de tierra en el pelo durante el recreo.

- Hagamos una cosa: ten una cita, solo una, y te dejaré en paz. Después, podrás volver a llorar por Liam y a maldecir a todos los chicos del planeta sin que yo te ayude en nada. Te lo prometo –propuso, interponiéndose entre la mano de la chica y el bollo que iba a coger del mostrador de la cafetería.

- ¿Una y ya? ¿Y no volverás a sacarme el tema?

- ¡De verdad! ¡Una y ya! Pero yo te busco el candidato. ¡Tengo el chico perfecto para ti!

- Suena como una amenaza... Pero si así consigo que pares de una vez, vale.

Se sentaron en una de las muchas mesas que había libres a esa hora; un profesor había faltado y tenían cincuenta minutos para hacer el vago hasta la siguiente clase. Aioria atacó su napolitana de chocolate con entusiasmo mientras intentaba venderle el artículo a Iara:

- Te va a encantar, es amigo de mi hermano...

- Espera, ¿un amigo de Aioros? ¡Pero si todos rondan los treinta!

- Sois muy compatibles, él también lo ha dejado con su novia hace meses y estáis en la misma fase.

- Ah, o sea, que haríamos buena pareja porque ninguno de los dos quiere tener pareja. "Logic not found", minino... -replicó ella, lanzándole una bolita de miga de brioche directa al pelo.

- ¡Dijiste que lo harías y no se aceptan devoluciones!

- Mira que llegas a ser plasta, Aioria, no sé cómo Michi te aguanta...

- Es porque soy adorable –respondió él, con una sonrisa.

Para cuando llegó el viernes, Iara, a pesar de no tener muchas ganas de ceder, estaba francamente intrigada por la cita. Ni Aioria ni Michi habían soltado prenda acerca de la identidad del amigo de Aioros, según ellos, para no darle la facilidad de encontrarle algún inconveniente que le hiciese rajarse: solo le habían contado que tenía veintiocho años y que le iba a gustar muchísimo; ni siquiera habían querido darle su número de teléfono, así que no le quedó más opción que presentarse en la cafetería que habían escogido para ellos, con la esperanza de que aquel chico no acudiese y ella pudiese volverse a casa a hacer sus cosas y a mandar un "¡zas, en toda la boca!" a sus amigos.

Se sentó en la mesa más apartada que pudo encontrar y sacó el libro electrónico y la pieza de ganchillo que tenía a medio tejer, para entretenerse mientras hacía tiempo hasta la llegada del amigo de Aioros. El camarero le sirvió un té americano y ella se relajó y dejó de pensar en la cita durante un rato.

Sin embargo, cuando pasaban diez minutos de la hora, empezó a mosquearse. Aquello no estaba bien: podría, por lo menos, esforzarse en ser puntual... Desde luego, no iba a quedarse esperando a alguien que no tenía siquiera la consideración de llegar a la hora acordada. Miró a su alrededor y apuró el té, dispuesta a marcharse. Estaba guardando el ganchillo en el bolso cuando, de repente, un chico que ya estaba sentado en otra mesa antes de que ella entrase se acercó y la saludó.

- Hola, ¿te han dado plantón?

- ¿Y a ti qué te importa?

El chico mostró su dentadura en una gran sonrisa y se pasó una mano por el pelo.

- Bueno, es que me parece una grosería imperdonable dejar plantada a una persona que lee.

Iara le miró, perpleja. Aquel desconocido acababa de desconcertarla con esa tontería, haciéndole soltar una carcajada que deshizo la tensión inicial. Vale, tampoco tenía motivos para ser desagradable con los demás, pensó.

- Aún no lo sé, solo pasan diez minutos de la hora.

- ¿Y si te hago compañía hasta que llegue quien sea que se esté haciendo esperar? –otra vez aquella sonrisa contagiosa.

La chica lo pensó durante una fracción de segundo y extendió la mano, invitándole a sentarse frente a ella. Total, no conocía de nada al amigo de Aioros y encima llegaba tarde, así que, si la encontraba charlando con otra persona, que se aguantase.

- Me llamo Dohko, encantado.

- Yo me llamo Iara.

- ¿Como las sirenas de Brasil, esas iaras?

- ¡Sí, justo! ¡Eres el primero que capta el significado sin que se lo tenga que explicar! –la sorprendió que conociese el origen de su nombre- ¿A qué te dedicas?

- Soy profesor de lengua, cultura e historia de China en la universidad.

- Suena de lo más interesante... -dijo ella, con una sonrisa.

- La verdad es que me gusta mi trabajo, no puedo quejarme. ¿Qué haces tú?

- Estudio Estadística.

- Suena de lo más aburrido... -bromeó él, avisando al camarero para que le tomase nota.

- Para qué voy a engañarte, ¡tienes toda la razón!

- ¡En ese caso, hablaremos de mi interesantísima persona!

Dohko tenía conversación, saltaba de un tema a otro ágilmente y hacía gala de un sentido del humor que la tuvo partida de risa durante más de una hora. Al final, se vio obligada a admitir ante sí misma que esa "no-cita" estaba siendo lo más divertido que había vivido con un chico desde la ruptura con su ex.

- ¿Sabes una cosa, Dohko? Me alegro de que mi cita no se haya presentado. Seguro que no era tan simpático como tú –dijo, arrepintiéndose al instante de coquetear con él tan descaradamente.

Desvió los ojos, sonrojada, hacia el escaparate de la cafetería, y se sonrojó aún más al descubrir a Aioria, Michi y Aioros espiando desde fuera, bien pegados al cristal. Estaban muy sonrientes y hacían el gesto de los pulgares hacia arriba con aire satisfecho. Iara parpadeó, incrédula, y su cerebro se cortocircuitó por un momento, intentando procesar aquel dato... Miró a Dohko, que también estaba pasmado observando a aquellos tres, y pasó del pudor al enfado en décimas de segundo al comprender lo que estaba sucediendo.

- Espera... ¿Tú eres el amigo de Aioros?

- Eh... Sí... Perdona, te lo puedo explicar.

- ¿Te crees que soy tonta? ¿Para qué te montas esa película de esperar hasta que llegase mi cita? ¿Te estabas riendo de mí?

Sus animadores comenzaron a hacer caras tristes al darse cuenta del cambio en el clima del encuentro; Aioria tecleó algo en su móvil y el de Iara comenzó a vibrar en su bolso. ¿Encima se atrevía a escribirle? ¡Estaba decidida a hacerse un jersey de piel de gato ese mismo fin de semana! Enarboló su cucharilla, mirando a Aioria con aire amenazante mientras hacía el gesto de cortarle el cuello.

- Iara, no te enfades, por favor. Dame un minuto nada más –Dohko se levantó, salió del establecimiento e intercambió algunas palabras con Aioros, que se marchó llevándose a su hermano y su cuñada consigo.

Cuando volvió, su expresión indicaba lo avergonzado que se sentía.

- No pretendía burlarme de ti, pero yo tampoco quería venir... No te ofendas. Aioros me ha obligado. Le prometí que aceptaría una cita con una amiga de su hermano para que me dejase tranquilo, no sabes lo cabezón que puede llegar a ser.

Ella meneó la cucharilla contra las paredes de la taza y soltó un suspiro. ¿Tan cabezón como su hermano, quizá? Dohko la miró con sus grandes ojos verdeazulados y continuó:

- Llevo un año sin pareja y me estaban dando una tabarra inaguantable. He llegado antes que tú para poder observarte y ahorrarme el mal rato si resultabas una de esas pijas pedorras que miran el móvil a cada segundo o mascan chicle con la boca abierta –sonrió una vez más-, pero no eres así. Reconozco que me he quedado un poco embobado y cuando he querido acercarme ya casi te marchabas... Y entonces me he agobiado, me ha dado corte explicarte mi estrategia cutre y he preferido hacerme pasar por alguien nuevo. Ya sé que no ha sido muy inteligente por mi parte...

- Nada inteligente, Dohko. Es una idea como de bombero en prácticas... -a su pesar, se echó a reír.

- Pero me alegro de haber venido. Aioros me dijo que me no me arrepentiría de quedar contigo... Y tenía razón –la miró a los ojos, implorante.

- Yo también estoy contenta de estar aquí –admitió ella.

- Entonces, ¿qué te parece si aprovechamos que nos caemos bien y nos vamos a cenar a algún sitio donde estos tres no puedan espiarnos...? Podemos seguir hablando en un restaurante que seguro que te va a encantar...

Salieron de la cafetería y Dohko le ayudó a echarse el abrigo sobre los hombros, ignorando a Aioria, Michi y Aioros, que estaban agazapados tras un coche aparcado en la acera de enfrente y se escondieron al verles salir, como tres gatos furtivos.

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