Amor de verano (4)
El amanecer del lunes encontró a Saga colgado de la barra por las corvas, ejecutando una serie de elevaciones perfectas con movimientos tan precisos como los de un atleta profesional. Sin embargo, a pesar de estar concentrado en el ejercicio, una parte de su mente volvía una y otra vez al fin de semana, forzándole a recordar a Ismena: sus labios, la calidez de su cuerpo, el increíble morbo de aquel encuentro malogrado... incluso las dos horas de conversación en susurros, sentados en el vano de la puerta, hasta que el amanecer les sorprendió y la madre de Ismena les dio los buenos días al salir a correr, con una sonrisa cargada de intención... todo le llevaba a pensar que concentrarse durante la primera clase de esa mañana iba a ser más complicado de lo que le gustaría.
Intentando apartar esas ideas de su cabeza, se obstinó en completar los ejercicios hasta que el sudor cubrió su torso y empezó a caer en gruesas gotas sobre las baldosas. Más sereno después de la extenuante sesión, se secó con la toalla y se metió en la ducha, listo para afrontar el día.
Llegó a casa de los señores Metaxás a la hora en punto y fue recibido por la madre, como era habitual, que le saludó con cortesía:
- Ismena ya está lista; sube, por favor.
Saga la escrutó brevemente en busca de cualquier signo que le indicase si la joven le había contado algo de lo sucedido el sábado, pero parecía tratarle igual que siempre, así que embocó las escaleras, llamó a la puerta del dormitorio y esperó hasta que su voz le indicó que podía entrar.
- Buenos días, Ismena, ¿qué tal?
- Bien, profe -respondió ella, con una mueca pícara-. He estudiado el vocabulario que me diste.
- Genial, comencemos entonces. Let's discuss this text.*
- Oh, but I feel the urge to kiss you, teacher... I've spent the whole weekend thinking about you...
- What...? That's extremely unnapropriate!
- I know, teacher... But I can't help being a very bad, bad girl... You're way too sexy, I can't resist you...
La chica se aproximó, ofreciéndole los húmedos labios en un gesto tan seductor que a Saga ni siquiera se le pasó por la cabeza negarse: dejó que le besara, sonriendo entre dientes al degustar con claridad en su saliva el sabor a fresa del chicle que ella solía masticar antes de las clases, y mordió con delicadeza su lengua, robándole un gemido. Cuando ella se separó un instante, la tomó por el mentón para dejar expuesto su cuello y dibujó un camino de besos por toda su extensión, atento al levísimo estremecimiento que recorría la columna de Ismena.
Ninguno de los dos quería poner fin a aquel momento: ella abandonó su silla con cierta torpeza, intentando no despegarse de su boca, y se sentó en sus rodillas, enlazando los dedos en su nuca; enseguida, Saga estrechó su cintura entre las manos y, envalentonado por la sensación de privacidad que les ofrecía el dormitorio en comparación con el patio la noche de la fiesta, se levantó para llevarla en volandas hasta la cama y dejarse caer con ella sobre él.
Cubierta por aquellos breves shorts y una camiseta que dejaba sus hombros al descubierto, la siempre risueña Ismena representaba para él la imagen misma de la despreocupación y la frescura, tan distinta del encorsetado universo de su facultad, repleta de estirados que miraban al resto por encima del hombro ... Y, además, le volvía loco la forma tan encendida que tenía de devolverle cada beso...
Ella también se sentía cómoda, fue más que evidente cuando se quitó la camiseta de un solo tirón, dejando, como la otra vez, los pechos al alcance de los ojos y las manos de Saga, quien se lanzó con avidez a manosearlos y besarlos entre jadeos.
- ¿No nos escuchará tu madre? -preguntó, parafraseando deliberadamente la pregunta que ella le había hecho el sábado.
- Qué va, estará ya tostándose en la playa...
Ismena se inclinó más y le acarició el torso por debajo de la ropa. Sus músculos eran tan seductores al tacto como a la vista, duros y esculpidos con tal dedicación que resultaba imposible apartar los dedos de ellos. Con lentitud, le desabrochó cada botón de la camisa y, comenzando con un sensual mordisco en el lóbulo de la oreja, fue deslizando los labios por su garganta, recorriendo la clavícula y descendiendo por el pecho hasta detenerse sobre su ombligo.
- Me encanta tenerte entero para mí... He fantaseado con esto desde que me dejaste en casa la otra noche...
- Yo también he pensado en ti, pequeña...
Decidida, la chica le desabrochó el cinturón y el pantalón, sonriendo cuando descubrió el abultado bóxer azul.
-Guau, sí que te gusto, profe... -le provocó, mientras recorría con dos dedos la silueta que cubría la ropa interior.
- Más que mucho...
Ella coló la mano bajo la ropa interior del chico y rodeó su sexo palpitante, masturbándole y besándole la boca y el mentón entre gemidos. A cada sacudida, él correspondía con un jadeo ahogado y le acariciaba el cabello, anhelante y excitado.
- Joder, qué bueno...
- Lo mismo te digo... No puedo esperar a que lo hagamos...
El movimiento de la mano de la chica no era perfecto, dada la escasa maniobrabilidad que le permitían los ajustados vaqueros, pero sí lo bastante hábil como para volverle loco junto con aquella sonrisa pícara y la vista de sus pechos danzando al compás.
- Bájatelo -pidió ella, aludiendo al pantalón.
Saga obedeció y levantó un momento la pelvis para dejar la prenda en torno a sus rodillas. Ahora ella tenía mucho más margen y no lo desaprovechó: sentada junto a él, deslizaba una mano a lo largo de su miembro con medio giro de la muñeca y le acariciaba los testículos con la otra, mordiéndose el labio al advertir el rostro de su profesor contraído en una mueca de placer.
- Dios, Ismena, cómo me estás poniendo...
Ella miró una vez más aquella erección que apuntaba al techo mientras le pasaba las uñas por el vientre, rememorando cuántas tardes había pasado pensando en él en aquel mismo dormitorio: como todas sus amigas, sentía algo por Saga, el chico más guapo de la urbanización, desde que eran un par de críos que coincidían cada verano y ahora le tenía en su cama, medio desnudo y disfrutando gracias a ella... Sin duda, a veces la vida era maravillosa.
- Ahora, chiquitina, me toca a mí hacerte cosas -sugirió él, incorporándose y sacándola de sus pensamientos.
La empujó con suavidad hasta reclinarla en la cama y le bajó los shorts, dejándola con una simple braga de bikini amarillo flúor que contrastaba con su piel dorada. Se relamió perversamente, apoyando la palma en su entrepierna:
- Estás muy caliente...
- Sí, voy a necesitar que me ayudes con eso...
La sonrisa de Saga le indicó que no pensaba negarse a aquella petición: recorrió con las yemas las piernas de la chica desde los tobillos, robándole un suspiro de impaciencia, y arañó con suavidad la tela, por encima de la cual pellizcó los labios con un gesto experto.
- Tócame... -ella apartó la tela del bikini.
- Como desees -accedió él mientras colaba los dedos bajo la prenda y comenzaba a moverlos a lo largo de su intimidad.
Ismena separó más las rodillas y dejó que Saga la explorase a su antojo. Notaba el roce, cada vez más placentero, su propia humedad creciendo y su noción de la realidad diluyéndose poco a poco en una agradable neblina que la hacía sentir en el paraíso, o quizá un poco más arriba... Él se recostó junto a ella, acariciándole el cabello con la mano libre y llenándole la boca de besos exigentes:
- Ismena... tócame tú también...
Obedientemente, ella alargó la mano y volvió a masturbarle, replicando el ritmo que él imprimía a sus dedos. Ambos jadeaban en un beso inacabable, desesperados, en busca de un clímax que se acercaba a toda velocidad.
- No lo dejes, casi estoy... -suplicó ella.
- No pienso dejarlo, me muero por oír cómo te corres -confesó Saga al tiempo que le mordía el labio.
- Sí, así, justo...
La cadera de Ismena se arqueó hacia Saga. Su mano libre presionó la de él contra su cuerpo y la que estaba usando para masturbarle se crispó en torno a su miembro, apretándolo sin medida mientras su orgasmo la arrasaba con tal fuerza que dejó escapar un grito:
- ¡Joder... Saga!
- Tranquila, chiquitina, no voy a parar... -prometió el joven, manteniendo el mismo ritmo que la hacía retorcerse en éxtasis y luchando por no terminar él a la vez.
Sin embargo, contenerse era una tarea prácticamente imposible: el cuerpo de la joven, expuesto casi en su totalidad, palpitaba de un modo tan morboso que observarla era en sí un estímulo irresistible. Saga la besó una vez más, fundiendo su boca con la de ella, y explotó en su palma, eyaculando sobre su ombligo y ahogando su propio gruñido en los labios de la chica.
El dormitorio se llenó de gemidos entrecortados durante un tiempo breve, pero que a ambos se les antojó eterno, y después fue quedando en silencio, conforme los dos jóvenes volvían a respirar con normalidad. Saga apoyó la frente, húmeda de sudor, en la mejilla de Ismena, que se giró para abrazarle sin preocuparse por manchar la delicada colcha de ganchillo que cubría las sábanas.
- Qué bueno...
- Sí, ha estado increíble... -admitió ella, con una sonrisa- Deberíamos hacerlo más a menudo.
Saga, que aún tenía los ojos cerrados, recibió aquel comentario como un mazazo de cordura que tuvo la intensidad suficiente para hacerle reflexionar: ¿qué estaba pasando? ¡Ismena era su alumna! ¡Por Dios, sus padres le pagaban para que le enseñase inglés, no para que se dedicase a toquetearla! Acababa de meter la pata, y bien, creando una situación de la cual no sabía cómo salir sin quedar mal, ya fuese con ella o con los señores Metaxás. Retiró con cuidado el brazo que le había colocado en torno a la cintura y respiró hondo, tratando de encontrar las palabras más adecuadas para lo que tendría que decir a continuación.
- ¿Ocurre algo? -preguntó ella, por fin.
- Lo siento, Ismena. Soy tu profesor particular; esto no está bien. Es un tremendo error.
Ella se sentó en la cama, con una sombra de amargura sobre sus ojos oscuros.
- Saga, no te entiendo. Estábamos genial y de pronto me sueltas esto, sin más... -indagó, con un levísimo temblor en la voz.
- Sé que he sido un capullo por dejarme llevar, pero no volverá a suceder, te lo prometo. Perdóname, por favor -suplicó él, dándole un beso en la frente.
- Espera. ¿Estás diciendo que te arrepientes de lo que acabamos de hacer?
- No, no es eso... Es solo que siento que me he aprovechado de la situación... No es por esto por lo que me pagan tus padres, Ismena...
- Saga, eres un completo idiota. ¿Te crees que soy una niñata sin cabeza? He sido yo quien te ha buscado y lo he hecho porque me gustas hace tiempo, pero si prefieres perderte la experiencia antes siquiera de disfrutarla, yo no puedo impedírtelo -replicó ella, al tiempo que se ponía la camiseta.
Saga volvió a echarse bocarriba y se frotó el puente de la nariz con dos dedos. Ella estaba en lo cierto. De acuerdo, tenían una relación profesional, pero antes de eso habían sido vecinos y compañeros de juegos, tampoco es que estuviese vulnerando las normas de una empresa o algo por el estilo... Ninguno de los dos tenía la culpa de las circunstancias en las que habían intimado y era absurdo renunciar a algo que apenas estaba comenzando. Le acarició la espalda con suavidad, intentando aplacarla, y volvió a hablar:
- Lo que dices es verdad. Deberíamos ser capaces de comportarnos como adultos, ¿no? Pero tampoco podemos poner en juego algo tan importante como tu examen, después de todo lo que has estado trabajando. Mira, te propongo algo: durante las clases, seremos solo profesor y alumna, como hasta el viernes. Y este sábado, podríamos bajar al pueblo, salir los dos solos y ver qué pasa... ¿qué te parece?
Ismena se volvió hacia él. Parecía haber recuperado de repente su habitual alegría cuando le respondió:
- Eso estaría muy bien. Me apetece pasar tiempo a solas contigo... Pero este fin de semana no puedo, voy a pasarlo con unas amigas en Santorini...
- No hay problema, preciosa, serán unos días más de fingir que somos solo profesor y alumna y quedamos para el siguiente...
- ¡Perfecto! Me va a costar centrarme en las clases, pero tienes razón en que necesito aprobar ese examen. Voy a portarme como una buena chica, pero espero que me lo compenses incluso mejor que hoy... sin que tus amigos nos interrumpan -se aproximó a él y le besó con dulzura.
- Me gustas mucho, chiquitina. Estoy deseando conocerte mejor.
- Y tú a mí, pero ahora, mira el reloj: creo que se te ha pasado la hora para tu siguiente clase, profe...
Saga sacó el móvil y se levantó de un salto: ¡Mierda, eran y cinco! ¡Llegaría como mínimo quince minutos tarde, por mucho que corriese! Se subió los pantalones, trastabillando, y se abotonó la camisa, sin darse cuenta de que se había saltado un ojal y la llevaba descuadrada, hasta que Ismena le detuvo en la puerta:
- Eh, profe, ten cuidado -murmuró, besándole el cuello al tiempo que le abrochaba bien todos los botones-; no queremos que te pregunten a quién has estado toqueteando a primera hora, ¿no?
Con un gesto perverso, le tomó la muñeca y acercó la mano a su rostro, aspirando profundamente:
- Ahora llevas mi olor en tus dedos... Apuesto a que vas a estar pensando en mí todo el camino...
- Pues te equivocas, chiquitina: voy a pensar en ti cada hora hasta el miércoles -la corrigió él, con un último beso, antes de salir a toda prisa bajando los escalones de tres en tres.
Let's discuss this text.: "Hablemos sobre este texto".
- Oh, but I feel the urge to kiss you, teacher... I've spent the whole weekend thinking about you...: "Oh, pero necesito besarte, profesor... He pasado todo el fin de semana pensando en ti..."
- What...? That's extremely unnapropriate!: "¿Qué? ¡Eso es extremadamente inapropiado!"
- I know, teacher... But I can't help being a very bad, bad girl... You're way too sexy, I can't resist you...: "Lo sé, profesor... Pero no puedo evitar ser una chica muy mala... Eres demasiado sexy, no puedo resistirme..."
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