Amor de verano (2)
El sábado por la noche, Saga salió del apartamento familiar para reunirse con sus compañeros habituales de correrías. Milo, Shaka, Aioria y Aioros eran sus vecinos desde niños y estaban acostumbrados a salir juntos casi cada fin de semana, así que, aunque no pasaban el verano en aquella urbanización, habían alquilado un apartamento en la misma localidad en el cual descansar durante un mes disfrutando de la costa y de los míticos eventos de la zona, cuya fama se extendía por toda Europa.
Eran más de las tres de la madrugada cuando el grupo comenzó a plantearse la retirada tras varias horas de baile, bebida y flirteo en una discoteca de moda. Aprovechando la coyuntura, Saga invitó a sus amigos a pasar por la fiesta de la piscina, con intención de echar un vistazo al ambiente. No pensaba admitirlo, pero sentía curiosidad por ver a Ismena vestida con algo que no fuesen sus sencillos conjuntos matinales; de seguro, sus piernas lucirían espectaculares con un vestido corto y sandalias de tacón... Y la clase del viernes había sido algo diferente a las anteriores: Thiago había cancelado su sesión, así que su alumna y él habían pasado un par de horas hablando tranquilamente en el jardín, acerca de sus vidas e intereses, lo cual había hecho crecer su curiosidad hacia ella. Era agradable, tenía chispa y su sonrisa... Ah, esa sonrisa...
- Eh, Saga, ¿dónde tienes la cabeza? ¡Aioros te está preguntando si puede aparcar o no en la puerta de tu garaje! -le reconvino Aioria, con un codazo que le devolvió a la realidad.
- Ah, sí, claro, deja ahí el coche, mis padres no vuelven hasta el lunes...
Los cinco amigos salieron del vehículo y se adentraron en el jardín que ocupaba la mayor parte del terreno del condominio, avanzando hasta la zona de la piscina. Ismena no había mentido cuando dijo que los trillizos habían invitado a todo el mundo; es más, Saga recordaba haber estado en conciertos con menos aforo y, para qué negarlo, con mucho menos barullo...
La superficie del agua estaba cubierta por una capa de espuma de casi veinte centímetros de espesor que hacía imposible vislumbrar el fondo y, en su interior, más de treinta bulliciosos jóvenes en traje de baño se pasaban una pelota hinchable entre gritos o jugaban a subirse a los hombros del primer descuidado que diese la espalda a otro para saltar desde ahí. En los bordes, otros sostenían sus vasos y charlaban animadamente, improvisando brindis y quejándose cuando los de dentro les salpicaban con sus acrobacias. Varios picnics se habían formado de manera espontánea sobre el césped, con coloridas toallas haciendo las veces de manteles y bolsas de patatas fritas, nachos y todo tipo de chucherías para picar. Al fondo, seis mesas unidas entre sí y repletas de viandas, vasos y botellas hacían las veces de buffet para quienes quisieran masticar algo más consistente o prepararse sus propias mezclas de bebida. Los árboles que rodeaban el área habían sido decorados con guirnaldas luminosas que emitían suaves reflejos plateados y, presidiendo el conjunto, un montón de globos metalizados en forma de "L" recordaban a todos los asistentes los nombres de los agasajados, los tres chicos malos de la urbanización.
Saga les localizó enseguida: acababan de salir de la piscina para "estacionar" su hinchable en forma de unicornio en mitad de la zona ajardinada y reían, empapados de pies a cabeza, intentando apearse sin perder el equilibrio.
- ¡Lala, Leónidas, Lysander! -saludó Saga al acercarse a ellos- Veo que os han levantado el castigo... Lo que no sé es cuánto os durará la racha cuando vuestros padres vean la que se está liando aquí...
- ¡Oh, Saga, no seas aguafiestas! -se quejó la agasajada, colgándosele del brazo y calándole la manga de la camisa- ¡Esta noche es para divertirse! Ese problema lo resolverán los trillizos del futuro...
- ¡Los trillizos de dentro de doce horas, cuando la resaca nos posea! -exclamó Leónidas, incapaz de aguantar las carcajadas.
- ¡Fuera de mi camino, voy a vomitar! -pidió el tercer hermano, al tiempo que los apartaba de un empujón para huir a la carrera hasta un seto, donde dio rienda suelta a las arcadas.
- Pobre Lys, no sabe beber -Lala meneó la cabeza con resignación-. Y dime, ¿quiénes son tus amigos? ¡Son muy guapos!
Saga hizo las presentaciones oportunas, sin pasar por alto la significativa mirada que la joven dirigía al atrayente Shaka.
- Por cierto, ¿has visto a mi hermano?
- ¡Aquí estoy, Saguis! ¿Pensabas que me perdería un fiestón como este? -exclamó Kanon, apareciendo entre la multitud con un vaso en la mano- ¡Mira a quién me he encontrado por casualidad! -anunció con aire triunfal.
Sus suposiciones habían sido del todo acertadas, pensó Saga, un tanto incómodo: la chica que Kanon llevaba de la mano era Ismena, ataviada con un vestido ibicenco blanco muy corto que destacaba de un modo espectacular su bronceado y con decenas de diminutas margaritas adornando la trenza que mantenía su rostro despejado. Sí que era bonita, tanto en vaqueros como lista para quemar la noche, de un modo relajado y sin pretensiones muy distinto del artificio con el que se arreglaban las chicas que le rodeaban en su elitista universidad.
- Hola, profe, ¡qué bien que hayas venido! -dijo ella, mientras le besaba la mejilla sin soltar la mano de Kanon- Tu hermano decía que lo más seguro era que ni te molestases... Creo que todavía os confundiría si no fuese por el color de pelo...
- Yo soy el gemelo guapo, esa es la principal diferencia. Y también el inteligente -bromeó Kanon.
- Qué ganas de que tengas pareja y centres en una sola persona tus ganas de dar por saco... -sonrió Saga, impasible ante la provocación, dirigiéndose a continuación a la chica- Bueno, hemos estado en el pueblo y ya era hora de cambiar de aires. Voy a presentarte a mis amigos... Shaka... ¿Dónde está Shaka? -preguntó, perplejo, al darse cuenta de que su pequeño comando había perdido a un hombre.
- Se lo ha llevado esa tal Lala detrás de los pinos -le informó Milo, con sorna-. Le ha dicho, palabras textuales, que jamás había visto a alguien tan guapo y que no pensaba dejarle en paz hasta el amanecer...
- ¿Me estás vacilando?
- ¿Yo? ¡Qué va! ¡Míralo tú mismo! -propuso su amigo, señalando hacia los altos árboles, bajo cuyas copas la pareja estaba compartiendo confidencias en una actitud de lo más acaramelada.
- Shaka siempre hace lo mismo -resopló Aioria-: da igual chica que chico, no dura en el grupo diez minutos porque todos quieren con él... ¡Es que no tiene ni que esforzarse!
- Sí, vale, lo que sea -cortó Saga-. Esta es Ismena, mi vecina y alumna. Está cursando el segundo año de Políticas y la ayudo con el inglés. Ellos son Aioria, Aioros y Milo... Y Shaka es el rubio que está siendo depredado por Lala en la oscuridad.
- ¡Hola! ¡Encantada! -saludó ella, repartiendo besos- Kanon me ha estado hablando mucho de vosotros, ya tenía ganas de conoceros...
El aludido hizo un gesto pseudomilitar con los dedos en la sien.
- Tranquilos, solo le he contado cosas buenas, no la verdad.
- ¡Algo es algo! -rio Aioros- Voy a ponerme bebida.
- ¡Yo quiero darme un baño! -Milo ya estaba quitándose la camiseta a toda prisa, sin perder de vista el grupo de tres chicas que había devuelto al agua el unicornio hinchable y luchaba a brazo partido por seguir a flote sobre su lomo.
Saga y Kanon cruzaron durante una fracción de segundo una de esas miradas que nadie salvo ellos habría podido descifrar. Sin palabras, Saga le hizo saber que le molestaba su intromisión en su incipiente tonteo con Ismena y Kanon le dejó claro que, como era habitual en él, haría lo que le diese la gana, sobre todo si con ello conseguía quedar por encima.
- ¿Has visto el cañón de espuma? -preguntó Ismena, cuyo tono denotaba la alegría que le provocaba ver allí a su sexy profesor.
- No es algo que me llame demasiado la atención... -confesó él.
- ¡Venga! ¡No hay fiesta que valga la pena sin espuma!
La joven tomó a ambos gemelos por los brazos y caminó con ellos hasta llegar junto al cañón, colocándose ante él y girando al ritmo de la música para dejar que las esponjosas nubecillas se pegasen a su pelo, su espalda y sus hombros pecosos. Saga, que ni siquiera en las sofocantes noches de verano renunciaba a su impoluta camisa de manga larga y sus ajustados vaqueros, se hizo a un lado, evitando ensuciarse, pero Kanon se unió sin problemas a Ismena, tomándola por la cintura de un modo que hizo a su gemelo bullir de rabia sin llegar a entender del todo el porqué: de acuerdo, la chica le gustaba, pero era apenas un sentimiento recién descubierto y no iba más allá de una atracción... Y lo peor de todo era que, si demostraba algo en público, a la mañana siguiente sería la comidilla de todos los residentes de la urbanización, echando a perder la imagen de perfecta seriedad que tan esmeradamente se había labrado, así que, a regañadientes, dejó que su hermano e Ismena se divirtiesen hasta terminar convertidos en dos extraños muñecos de nieve, manteniéndose en segundo plano.
- ¡Vamos al agua, Ismena!
Saga arqueó una ceja al darse cuenta de que lo que Kanon pretendía no era otra cosa que arrojarla a la piscina con vestido incluido; evaluó con discreción el grosor de la tela y concluyó que el remojón les daría a todos una panorámica perfecta de los pezones de la joven, ya que era evidente que no utilizaba sujetador. Bueno, si a ella le parecía bien, a él también, se dijo a sí mismo, observando la maniobra de su hermano con las manos en los bolsillos y aire indiferente.
- ¡Kanon! ¡No seas malo! -intentaba resistirse ella, entre risas, mientras él tiraba de sus brazos hasta el borde de la piscina.
- ¡Hay que quitarse este pringue! ¿Te vas a rajar? -exclamó el joven, tomándola en brazos para tirarla y alejándose a la carrera después de su fechoría, profiriendo escandalosas carcajadas.
Ismena desapareció en el líquido y emergió unos segundos después, sacudiendo la corta melena de adelante atrás como una sirena. Con una sonrisa, apoyó los antebrazos en el borde del vaso y miró a Saga, que continuaba impávido.
- Profe, échame un cable, por favor...
El joven se aproximó, no sin reticencia, y le tendió el brazo.
- ¡...Pero mójate conmigo antes! -completó ella, colgándosele de la mano con todo su peso y haciéndole caer a su lado.
El cuerpo de Saga, que se hundió como un fardo, salpicó a todos los que les rodeaban al zambullirse de improviso, generando un coro de gritos y vítores. Cuando asomó la cabeza resoplando, con el cabello cubriéndole la mitad del rostro y un gran copete de espuma en la coronilla, Ismena le rodeó los hombros con los brazos, sin parar de reír.
- Profe, no te habrás cabreado, ¿verdad?
Saga la miró con expresión severa, intentando mantener un semblante impertérrito, pero finalmente su compostura se quebró y se sumó a las risotadas generales.
- ¿Serás bruja...? ¡Ahora te vas a enterar! -la amenazó, presionando sus hombros para sumergirla hasta el fondo.
Ismena tuvo el tiempo justo para tomar algo de aire antes de encontrarse bajo el agua y, sin arredrarse, agarró la camisa de su profesor y tiró con energía, forzándole a reunirse con ella. Juguetona, soltó junto a su rostro una columna de burbujas y salió a la superficie, aspirando con ansia y tratando de contener su ataque de risa, pero de nuevo, duró apenas unos segundos en la superficie, pues Saga la asió por el tobillo, haciéndola bajar una vez más: sonreía, con la espesa melena ondeando a su alrededor, con una expresión indescifrable que ella no supo cómo interpretar hasta que sintió sus fuertes manos en torno a su cintura.
La miró a los ojos, cada vez más cerca, intensamente, en un gesto que, ahora sí, ella entendió a la perfección. Entonces, el joven ladeó la cabeza, seguro de sí mismo, y le rozó los labios con los suyos, dejando escapar a continuación el aire, como ella había hecho en la inmersión anterior. Sin soltarla, ascendieron juntos, respirando con agitación y acodándose en la corona de la piscina entre risas.
- ¡Me parece fatal que te vengues de mi hermano empapándome a mí! -se quejó él, fingiendo enfado.
- Tu hermano no pinta nada aquí, aunque sea el guapo e inteligente -se mofó ella, con las mejillas un tanto coloreadas.
Buceó hasta las escaleras situadas en el extremo opuesto y se sujetó del pasamanos para salir, exhibiendo su figura, que el vestido, pegado por completo a su cuerpo, realzaba de manera llamativa. Saga, que no le quitaba ojo, estuvo a punto de silbar de admiración: vista a través de la espuma e iluminada por los faros y guirnaldas que pendían de los árboles y por la propia luz de la piscina, Ismena resultaba tan sugestiva como una nereida abandonando las aguas marinas. Tragando saliva, la siguió, sin perder un solo detalle, y la tomó de la mano, buscando con la mirada algo para secarse.
- ¿Es que nadie ha traído una mísera toalla? -la pregunta era más bien retórica, pues era evidente que ninguno de los asistentes había pensado en aquella eventualidad.
- Parece que no... -murmuró ella, acariciándole distraídamente los dedos mientras se alejaban del bullicio.
- Vamos a buscar una, anda.
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