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CAPÍTULO 9

BRIELLE

El silencio de la oficina de Jess se siente abrumador, roto solo por el tic-tac del reloj de pared. Me recuesto en el sillón, con una taza de café entre las manos, su calor ya se desvanece. Es curioso cómo este simple gesto —aferrarme a una taza— me hace sentir que tengo algo de control en medio de todo este caos. Pero, en realidad, estoy perdida, completamente a la deriva. Mi mirada está clavada en la ventana, aunque no veo nada. Mi mente sigue atrapada en el momento de ayer. Damián, a solo un paso de mí, con sus labios tan cerca de los míos... y luego, las palabras que me dejaron helada: "Me voy a casar en un mes".

Un mes.

Me recuesto más en el sillón, buscando un consuelo que no llega. Hace solo un día, Damián estaba lo suficientemente cerca como para que todo lo que creía haber enterrado volviera a la superficie. Después de ocho años... ¿Es posible que todavía sienta algo por él? O tal vez... ¿todo esto es solo un eco del pasado? Algo que despierta solo porque nos reencontramos. No puedo saberlo con certeza. Me siento completamente desorientada.

El café está empezando a enfriarse, pero no me importa. En lugar de eso, dejo que mis pensamientos vaguen por esos días que pasamos juntos cuando éramos jóvenes, ingenuos y tan enamorados. Era sencillo entonces. Nuestra relación fue hermosa, sin complicaciones, sin sombras. Todo era luz entre nosotros, hasta que la distancia y la vida nos separaron.

Me prometió que me escribiría todos los días, y yo le prometí que no lo olvidaría. Pero ¿de qué sirven las promesas hechas en medio del dolor? Promesas que, en el fondo, ambos sabíamos que no podríamos cumplir. La vida avanza. El tiempo no espera. Hace ocho años, yo pensaba que sería yo la que estaría ahora comprometida con Damián, que sería yo quien llevaría ese anillo. Me prometió que me esperaría, pero esas palabras nunca fueron más que un consuelo temporal. Una manera de hacernos sentir menos rotos al despedirnos.

—Y.... si te presentas en la boda y gritas ¡Yo me opongo! —murmura Zoe, divertida, con una sonrisa traviesa en los labios.

Levanto la mirada lentamente, sacudida por su tono juguetón. Zoe está sentada al otro lado del escritorio, con una pierna cruzada sobre la otra mientras juega con un bolígrafo. Su expresión está cargada de humor, pero también hay una chispa de curiosidad en sus ojos. Ella espera, ansiosa, por mi reacción.

—No le des ideas, Zoe —interviene Jess, sin siquiera alzar la vista de los papeles que tiene delante. Ajusta sus gafas con un gesto rápido—. Lo último que necesitamos es un drama de telenovela. —Aunque su tono es firme, hay un atisbo de sonrisa en la comisura de sus labios.

—¡Sería épica! —exclama Zoe, echándose a reír, como si ya pudiera visualizar el caos—. Te levantas en medio de la ceremonia, todos te miran, y gritas "¡Me opongo!"... Aunque probablemente la novia te lanzaría el ramo en la cara.

—Dudo que me lance el ramo. —Levanto una ceja, dejando caer la taza de café sobre mis rodillas, balanceándola entre mis dedos—. Estoy seguro de que me lanzaría algo más pesado.

—¿Un zapato? —añade Zoe entre carcajadas, levantando un pie y fingiendo lanzarlo hacia el aire.

—O tal vez algo más afilado... —murmura Jess, alzando una ceja con una sonrisa irónica mientras se recuesta en la silla, por fin apartando la vista de la lista de proveedores.

Nos reímos las tres, y aunque la broma suena disparatada, la risa me ofrece un pequeño respiro. Pero la realidad siempre vuelve. Me cruzo de brazos, apoyando la cabeza en el respaldo del sillón, mientras Zoe sigue lanzando bromas. Por un momento, pienso en la imagen de esa boda. Pienso en Damián, vestido con un esmoquin impecable, su rostro serio pero feliz.

El nudo en mi estómago regresa. Las risas se desvanecen en mis pensamientos.

—No lo harás, ¿verdad? —pregunta Jess, en un tono más bajo, pero esta vez sin la broma en los labios—. No podrías aparecerte en su boda y arruinarlo todo.

Me encojo de hombros mientras mis dedos juegan distraídamente con la taza entre mis manos. Fuerzo una sonrisa cansada, una que probablemente no convence ni a ellas ni a mí.

—Claro que no —respondo, mi voz más débil de lo que esperaba. La pregunta de Jess deja una punzada incómoda en mi interior, un nudo que no parece soltarse fácilmente—. Eso es cosa de películas. Pero... no sé ni lo que siento por él.

Las palabras caen pesadas al salir de mi boca. Me escucho a mí misma y, por primera vez, admito lo que he estado evitando. No sé lo que siento por él.

—O... —mi voz se apaga, como si las palabras no pudieran encontrar su lugar—. O tal vez es solo que... cuando salimos, fue como si nada hubiera cambiado. Como si los ocho años no hubieran existido, como sí... me detengo, mordiendo mi labio inferior mientras intento encontrar sentido a lo que digo. Me apoyo en el respaldo del sillón—. Como si fuéramos los mismos de antes.

Jess cruza las piernas y deja los papeles sobre la mesa. Se inclina hacia adelante, sus codos apoyados en el escritorio, y me observa con una mezcla de preocupación y determinación.

—Brielle —comienza, su tono firme, pero no duro—, es normal que te sientas así. Damián fue tu primer amor, y, verlo después de tanto tiempo... claro que todo volvió. Pero eso no significa que sea real ahora. Es un reflejo de lo que fue. Y lo que fue, ya no es.

Cierro los ojos un momento, intentando procesar todo lo que ella dice. Siento cómo las palabras de Jess desarman lentamente los pedazos de esperanza que me quedaban. Sabía que esto venía, sabía que tenía que enfrentarlo, pero eso no lo hace más fácil. Mi mente viaja de nuevo a los últimos días, a las miradas con Damián, los momentos en el coche, el casi beso en su coche. Todo se sintió tan vivo, tan real. Y ahora, aquí estoy, escuchando lo inevitable.

—Además —agrega Jess, suavizando su tono un poco—, ni siquiera habías pensado en volver. No habrías regresado si lo de tu padre no hubiera pasado.

Mis ojos se abren lentamente, y su mención de mi padre trae consigo una ola de emociones diferentes, más complejas. El escándalo, la investigación, todo lo que mi familia ha pasado... Es cierto, hace cinco meses no tenía pensado regresar. Si no fuera por lo de mi padre, jamás habría dejado Londres. No estaría aquí. No me habría reencontrado con él. No estaría sentada aquí, hablando de esto.

—Es cierto —susurro, apenas reconociendo mi propia voz—. No planeaba volver aquí.

Jess no dice nada por un momento. Su mirada está fija en mí, pero no presiona. Se toma su tiempo, como si me diera espacio para digerir todo. Finalmente, suspira y se inclina hacia atrás en su silla.

—Lo que quiero decir —continúa, su tono ahora más suave, pero igualmente firme—, es que Damián no es parte de este nuevo comienzo para ti. No puedes volver al pasado. Y aunque lo hicieras, él está fuera de tu alcance. Está a punto de casarse, Bri. Eso no va a cambiar porque tú lo quieras, y aferrarte a lo que una vez tuviste solo te hará daño. Jake, en cambio...

Mis pensamientos vagan, aterrizando en Jake. Es un "amigo" que conocí hace unos meses. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al recordarlo: su risa contagiosa, la forma en que me hacía olvidar por un momento todo lo demás. Con él, cada conversación se siente como un juego; Hay risas y una despreocupación que hacía tiempo no experimentaba. Sus ojos brillantes y esa manera despreocupada de ver el mundo me hacían sentir un poco más ligera. Pero mi mente regresa a Damián, a sus miradas intensas ya cómo el simple hecho de estar en su presencia había reavivado esos sentimientos tan profundos.

—Él es un buen chico, y la pasas bien con él... —agrega Jess, tratando de suavizar el golpe de la realidad.

—Brielle, —dice Zoe —Simplemente vuelve a quedar con él, disfruta y deja que las cosas fluyan. No tienes que ponerle una etiqueta a todo. —Sus ojos reflejan una mezcla de comprensión y aliento. Es como si, al decir eso, me estuvieran dando permiso para vivir el momento.

—No sé... —susurro, mordiéndome el labio, sintiendo una nueva punzada de ansiedad.

—¡Vamos, Brielle! Solo envíale un mensaje, dile que tienes libre el jueves en el bar y que pueden salir. No hay presión. —Jess se inclina más cerca, como si su cercanía pudiera persuadirme.

Respiro hondo y cierro los ojos un momento, tratando de apaciguar la ansiedad que crece en mi pecho.

Finalmente, abro los ojos, y miro a mis amigas. La chispa de emoción en sus rostros me motiva a dar el primer paso.

—Está bien. —Mi voz es más firme de lo que me siento—. Le enviaré un mensaje a Jake.

—¡Sí! —Jess y Zoe se miran con complicidad, sus sonrisas iluminan la habitación. La energía en el aire cambia, y por un instante, siento que tal vez, solo tal vez, esto pueda ser un nuevo comienzo.

Tomando mi teléfono, empiezo a teclear. Las palabras fluyen lentamente, pero hay una mezcla de temor y emoción en cada letra que pulso. Cuando finalmente presiono "enviar", el peso que llevaba parece un poco más ligero, como si hubiera abierto una pequeña ventana en medio de una tormenta.

—¡Eso es! —Zoe aplaude suavemente, y Jess sonríe orgullosa.

Siento una oleada de gratitud hacia mis amigas. Tal vez esto es lo que necesito: una oportunidad para redescubrirme, para abrir nuevas puertas y dejar atrás la pesada carga del pasado.

La conversación fluye, sus risas y palabras llenan el espacio, mientras la incertidumbre empieza a dar paso a una pequeña brisa de esperanza. Y aunque el eco de Damián aún resuena en mi corazón, tal vez, solo tal vez, hay espacio para algo nuevo, algo que pueda ofrecerme alegría y alivio.

≪•◦ ❈ ◦•≫

Me miro en el espejo mientras termino de aplicarme el labial. Es un tono rojo oscuro que siempre me ha dado seguridad, aunque hoy parece un poco más... ¿atrevido? Me paso los dedos por el borde de los labios para asegurarme de que esté perfecto. "Solo disfruta y deja que las cosas fluyan. No tienes que ponerle una etiqueta a todo", las palabras de Zoe repiten en mi cabeza. Esta noche no voy a pensar en él. No.

Dejo el tubo de labial sobre el lavabo. El reflejo me devuelve una imagen decidida, pero sé que, por dentro, la historia es diferente. Siento una punzada en el estómago. ¿Por qué me resulta tan difícil desconectar? El teléfono vibra sobre el mármol, iluminando la pantalla. Un mensaje de mi hermana. Justo en ese momento, suena el timbre de la puerta.

Guardo el móvil en el bolsillo trasero y tomo una respiración profunda. Me apresuro hacia la cama para recoger mi chaqueta, echando un último vistazo a la habitación antes de salir. Las sábanas desordenadas, el libro medio leído en la mesita de noche, mi bolso abierto mostrando su caos interior. Todo un reflejo de lo que llevo dentro.

Abro la puerta. Ahí está Jake.

Una sonrisa suave se extiende por su rostro, y pequeños hoyuelos aparecen en sus mejillas, dándole un aire juvenil pero maduro al mismo tiempo. Su rostro es ovalado, perfectamente simétrico, con una mandíbula definida pero no demasiado pronunciada. Tiene la piel bronceada, ligeramente dorada, como si pasara bastante tiempo al aire libre. Me doy cuenta de que no puedo evitar fijarme en cómo sus ojos, de un marrón oscuro y profundo, parecen reflejar una curiosidad genuina.

—Hola —dice con voz grave y cálida, y sus pestañas largas parpadean levemente.

—Hola —respondo, aunque siento que mi voz suena más nerviosa de lo que esperaba.

Jake me observa por un momento, tal vez midiendo mi reacción, y luego sonríe más ampliamente, dejando que su labio inferior, un poco más lleno que el superior, acentúe su atractivo natural.

—¿Lista para la aventura? —pregunta mientras se inclina un poco.

Sonrío, intentando igualar su energía relajada mientras cierro la puerta detrás de mí.

—Depende de lo que llames aventura —respondo, dándole un toque juguetón a mis palabras.

Él se ríe, y el sonido envuelve el aire entre nosotros. Es como si su risa aligerara la atmósfera, quitándome parte del peso que siento en los hombros. Todo en Jake parece natural, relajado, como si la vida fuera tan simple como respirar. No como ese constante enredo mental al que me he acostumbrado.

—Prometo que no te llevaré al Bad Girls —bromea con una sonrisa pícara, y sus hoyuelos se hacen más profundos.

Me echo a reír, sin poder evitarlo. Hay algo en él, algo en cómo dice las cosas, que me hace bajar la guardia. O al menos lo intenta.

—Gracias, sería como llevarme a la oficina fuera de horas laborales. —respondo con una sonrisa.

— Siempre hay alternativas más extremas si te interesa. Tengo contactos para todo, incluso para algo más... extremo.

—Claro, seguro —respondo, rodando los ojos y sonriendo de lado—. Me sorprende que no hayas mencionado aún tu conexión con la mafia.

—No es algo que contaría en una cita, con tanta gente oyendo ... —dice, encogiéndose de hombros con total naturalidad.

El aire fresco de la noche nos recibe cuando salimos del edificio, y una descarga de energía me recorre el cuerpo. Me ajusto la chaqueta y respiro hondo.

Nos subimos a su coche, y mientras él ajusta el retrovisor, noto que me lanza una mirada rápida. Sonrío sin pensarlo. Esta noche es sobre eso. Pasarlo bien, ¿verdad?

—¿Me lo vas a decir o es sorpresa? —pregunto, fingiendo interés desmesurado mientras juego con la hebilla de mi bolso. Mi reflejo en las puertas del ascensor me devuelve una mirada que no sé cómo interpretar. Sigo jugando a que estoy totalmente presente, pero por dentro...

—Si te lo digo, pierde la gracia —responde, dándome un pequeño empujón en el brazo. —Confía en mí, no te aburrirás.

—Ok, pero si esto se convierte en algo extraño, voy a culparte —le advierto, encogiéndome un poco de hombros mientras sonrío. En realidad, me siento más cómoda de lo que esperaba. Jake tiene algo que te hace olvidar el peso de lo que sea que lleves encima. Aunque por dentro, una parte de mí sigue resistiéndose. Una parte de mí sigue preguntándose si esto está bien.

—Vamos a un lugar un poquito más... diferente. —Se calla un segundo, como disfrutando del suspenso.

—¿Cuán diferente? —pregunto, haciéndome la interesada mientras me acomodo en el asiento. A decir verdad, tengo algo de curiosidad, aunque no quiero mostrarlo demasiado.

—Digamos que hay algo de competencia de por medio —contesta, mirándome de reojo. El coche se detiene en un semáforo y aprovecha para observar mi reacción. Trato de leer en su rostro si habla en serio o solo está intentando provocarme.

—¿Competencia? No soy muy buena con eso... —miento. En realidad, me gusta competir, pero esta vez no quiero darle el gusto de creer que me tiene intrigada.

—¿No? Bueno, entonces me toca enseñarte, nena. —Su tono tiene un aire de desafío juguetón, uno que es difícil de resistir.

El coche gira a la derecha y me doy cuenta de que estamos llegando a una zona llena de luces de neón, pero ninguna de ellas grita "bar" ni nada por el estilo. En su lugar, hay un edificio con grandes ventanales, y dentro se ven... ¿autos de carreras? Me inclino hacia adelante, mirando con más atención.

—¿Go-karts? —digo sorprendida, sin poder evitar sonreír.

—Go-karts —repite, dándome una mirada traviesa. —Te lo dije, no te aburrirías. No hay nada como un poquito de velocidad para olvidarse de todo lo demás, ¿no?

Me río. Pero algo en esa idea me atrae. No es lo que esperaba, y eso es justo lo que necesito ahora. Jake me mira un segundo más, sus ojos oscuros llenos de expectativa.

Entramos al lugar, y de inmediato nos envolvemos en el ruido de los motores y las risas. Es bullicioso, pero en el buen sentido. Las luces son brillantes, y el olor a caucho quemado llena el aire. Es perfecto. Jake se acerca para pagar las entradas mientras yo observo a los demás. Él tiene ese aire confiado, como si supiera exactamente qué decir para hacer que te olvides de todo lo demás.

—¿Estás lista para perder? —me pregunta cuando regresa con los tickets, su tono juguetón y ese brillo en los ojos que solo él tiene.

—Eso lo veremos —respondo, levantando la barbilla, intentando imitar su confianza.

Nos bajamos de los karts, y la adrenalina aún corre por mis venas. Mi respiración está un poco agitada, pero no puedo evitar sonreír mientras me quito el casco. Jake está a unos metros de mí, riéndose y sacudiéndose el pelo, todavía revuelto por la carrera. Esa sonrisa relajada en su rostro parece una mezcla entre incredulidad y diversión.

—¡No puedo creer que me ganaste! —exclama, acercándose a mí mientras me ofrece un choque de puños. —Me dijiste que no eras buena en las competencias, mentirosa.

—Bueno... no dije que no tuviera práctica —respondo con una sonrisa, ajustándome la chaqueta mientras siento el aire fresco de la noche en mi piel caliente después de la adrenalina.

—Práctica, dice —Jake se ríe, llevándose las manos a la cintura, sus ojos oscuros se clavan en mí, profundos y llenos de curiosidad. —Dale, cuéntame. ¿De dónde sacaste esas habilidades?

Sus hoyuelos reaparecen mientras me observa, la curiosidad mezclada con una especie de admiración burlona. Me encojo de hombros, aún con la sonrisa en los labios. No se trata solo de ganar. Se trata de sentir el control, de perderte en la velocidad por un rato, de olvidar todo lo demás. Pero claro, no le digo eso.

—Solía venir bastante seguido. Con mi hermano, o con algunos amigos —digo, eligiendo cuidadosamente las palabras mientras camino hacia las gradas. —O con algunos amigos. Le agarré la mano a esto con el tiempo, así que... sí, tengo algo de práctica. —Muerdo el interior de mi mejilla, tratando de ignorar la sensación de que hay algo más que estoy omitiendo. No es una mentira, pero tampoco toda la verdad.

Claro que no mencioné a Damián. Él también solía venir conmigo aquí, junto con Kaia, Scott y algunos amigos más. Recuerdo las risas, las bromas y esa forma en que Damián siempre me dejaba ganar las primeras vueltas, solo para después sorprenderme con una maniobra inesperada y adelantarme en el último segundo. Esa mirada suya, esa sonrisa torcida... Sacudo la cabeza ligeramente, como si con ese gesto pudiera apartar el recuerdo.

—Ah, claro —Jake asiente, pero noto que me observa de una manera diferente ahora. Como si estuviera intentando ver más allá de lo que le cuento. Y por un segundo, sus ojos marrones se clavan en los míos de forma más seria, más profunda. Como si supiera que hay algo más. Pero no pregunta.

Él me mira de reojo y sonríe, sus hoyuelos apenas visibles otra vez. Es como si nunca pudiera quedarse serio por mucho tiempo.

—Voy a necesitar revancha —dice con tono desafiante, pero hay algo más suave en su voz, una especie de complicidad que me relaja. —Porque, sinceramente, mi ego está un poco herido.

—No creo que puedas ganar —me burlo, mientras me cruzo de brazos. —Pero si quieres intentarlo, adelante.

—¿Intentarlo? No, no, Brielle. Voy a ganar. La próxima vez no te dejo ni una vuelta de ventaja —dice, acercándose un poco más, y su sonrisa se convierte en una mezcla entre broma y reto.

Nuestros ojos se encuentran por un segundo más largo del necesario, y siento un ligero cosquilleo en mi estómago. No es el tipo de mirada pesada, cargada de intenciones, pero tiene algo... algo que me hace recordar que estoy aquí, en el presente. No en el pasado.

—Claro, claro... —le contesto mientras le doy un leve empujón en el brazo. La tensión se disuelve en el aire fresco, y por un segundo, todo parece más fácil. Me siento bien. Realmente bien.

—¿Tienes hambre? —pregunta de repente, como si hubiera recordado algo importante, interrumpiendo mis pensamientos.

—Un poco —admito. La verdad es que después de todo el ruido, la velocidad y el juego, un poco de comida suena perfecto. Pero también noto que, en el fondo, hay algo que empieza a hacerme sentir incómoda. No es culpa de Jake, claro. Es solo que, a medida que la noche avanza, es como si las sombras del pasado quisieran encontrar su camino de vuelta.

—Hay un lugar cerca que tiene unas pizzas increíbles. Qué tal si pasar por las pizzas y luego podríamos ir a tu apartamento o al mío... ¿te parece? —me sugiere, con esa energía que no parece agotarse nunca.

Asiento, aunque mi mente empieza a dar vueltas, tratando de mantenerme anclada en la conversación. Jake es simpático, divertido, y me hace reír... pero una parte de mí no puede dejar de pensar en lo que ha pasado. En los go-karts, en las noches como esta, en las personas con las que las compartía antes. Y

Caminamos hacia su coche, y mientras nos acercamos, Jake me mira de nuevo, sus ojos oscuros evaluando sin ser intrusivos.

Pero él no pregunta, no presiona. Solo deja que el momento siga su curso, como Zoe me dijo que hiciera.

Y tal vez, por esta noche, eso es suficiente.

≪•◦ ❈ ◦•≫

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¡Nos vemos en el próximo capítulo! ✨ 

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