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CAPÍTULO 5

DAMIÁN

El zumbido suave del teléfono me arranca de un sueño. Mi mano se mueve instintivamente hacia la mesita de noche, palpando en la oscuridad hasta encontrar la pantalla brillante. Parpadeo varias veces, desorientado.

El nombre en la pantalla ilumina el cuarto con su familiaridad, y una sonrisa automática cruza mi rostro, aunque mis ojos aún pesan. Son las 11:22 de la mañana, pero siento como si apenas hubiera dormido. Deslizo el dedo sobre la pantalla y llevo el teléfono al oído, mientras me acomodo mejor entre las sábanas.

—Hola, amor —mi voz suena rasposa, cansada. Trato de aclararla con una ligera tos, pero sigue teniendo ese tono grave de quien acaba de despertar.

—¡Hola, mi vida! —responde Vivian con su típica energía. Su voz es como una bocanada de aire fresco, brillante y llena de vida—. ¿Te desperté?

—No, para nada —miento, tratando de sonar más despierto. Solo escucharla me anima un poco. La suavidad de su risa al otro lado me hace olvidar momentáneamente el cansancio.

—¿De verdad? —bromea—. Ojalá estuviera ahí para despertarte en persona. Te extraño tanto, Damián.

Su tono es juguetón, pero hay una sinceridad profunda detrás. No la he visto en dos semanas. Dos semanas que se han sentido como meses. Entre los vuelos interminables y su tiempo en Montreal, ayudando a su hermana con su sobrina recién nacida, apenas hemos tenido tiempo para nosotros.

—Yo también te extraño, Viv —respondo con una suavidad que me sorprende. Una pesadez se instala en mi pecho—. No veo la hora de que estés de vuelta.

Un silencio cómodo se instala por unos segundos. Puedo imaginarla sonriendo al otro lado.

—El domingo estaremos juntos, y no habrá más viajes por un buen rato —dice, su voz algo más tranquila. Pero hay una pequeña pausa, un matiz que casi no se percibe—. Solo un día más, y seré toda tuya otra vez.

—No puedo esperar a verte —digo al fin. Sí es cierto. Pero una parte de mí se siente dividida. Mientras hablo, la imagen de Brielle sigue apareciendo sin mi permiso. Su rostro la noche anterior, esos ojos que parecían sostener un millón de palabras no dichas. ¿Por qué me afecta tanto?

—Ya casi, amor. Y cuando regresa... —hace una pausa, pero la sonrisa en su voz es evidente—, no pienso dejarte ir.

Cierro los ojos. Trato de concentrarme en lo que debería sentir: alivio, felicidad, emoción por su regreso. Pero la inquietud sigue ahí, una sombra persistente en mi mente.

—Eso espero —respondo, tratando de sonar despreocupado, mientras una sonrisa me cruza los labios, aunque mi corazón se siente más pesado—. Ya estoy haciendo planes para nuestra noche juntos, así que prepárate.

—¿Ah sí? —su tono suena coqueto—. ¿Qué tienes en mente, señor piloto?

—Tendrás que esperar para saberlo. Pero te aseguro que no te vas a arrepentir.

Vivian suelta una risa suave, y es casi como si pudiera verla en este mismo instante, su cabello rubio cayendo sobre sus hombros, sus ojos brillando con esa chispa divertida. A veces, ella es lo único que me mantiene centrado. Pero, a pesar de la calidez de su risa, siento una sombra arrastrándose en mi mente. Una sombra que tiene nombre: Brielle.

Anoche, verla después de tantos años... Todo lo que había enterrado bajo capas de tiempo y distancia volvió a la superficie con una fuerza que no esperaba. Esa mezcla de sorpresa y algo más en sus ojos. No debería estar pensando en ella, no después de todo este tiempo. No cuando estoy comprometido con Vivian, no cuando estamos tan cerca de casarnos.

—¿Saliste anoche con los chicos? —pregunta Vivian, su tono despreocupado.

Mi cuerpo se tensa, aunque trato de mantener mi voz ligera. —Sí, solo un par de tragos.

En realidad, anoche fue más que eso. Fue un torbellino de emociones, un caos silencioso que me dejó desorientado. Ver a Brielle... Dios, verla allí, en ese bar, como si el tiempo no hubiera pasado, como si todo lo que una vez sentimos aún estuviera al alcance. ¿Ella también sintió lo mismo? ¿O para ella fui solo un eco de su pasado?

—Me alegra que te hayas distraído un poco —dice Vivian con dulzura, pero mientras sus palabras resuenan, mi mente está atrapada en los detalles de anoche.

—Sí, estuvo bien... —respondo, sintiendo que mi corazón se aprieta en mi pecho. ¿Bien? Esa palabra no hace justicia a lo que sentí. Fue más que un simple encuentro.

La conversación con Vivian continúa, pero mi mente está atrapada en los detalles de anoche. Al principio, todo lo que quería era hablar con ella, volver a la barra y preguntarle qué había sido de su vida, preguntarle ¿por qué volvió? Pero algo en mí, una voz que apenas podía ignorar, me detuvo. Estoy comprometido. No debería estar pensando en ella, no debería haber sentido esa punzada de algo que no podía nombrar cuando nuestros ojos se cruzaron. No debería haberme sentido así.

Ella no ha cambiado... o tal vez sí. Su mirada parecía más madura, más reservada, pero seguía habiendo esa chispa, ese algo que siempre me había atraído. Su cabello, ahora más largo y oscuro, caía en ondas sobre sus hombros. Y por un instante, pensé que nada había cambiado entre nosotros...

—Amor, ¿sigues ahí? —la voz de Vivian me arrastra de vuelta a la realidad, su tono suave pero con una pizca de duda.

—Sí, claro —respondo rápidamente, limpiándome la garganta—. Solo estaba pensando... en todo... lo que tenemos que hacer cuando vuelvas.

—Bueno, espero que lo estés planeando bien, porque quiero que sea especial —bromea ella, pero hay un dejo de cansancio en su voz. —Tengo que irme, pero solo quería escucharte y decirte que te amo —dice finalmente, y su voz me deja una sensación de paz.

—Yo también te amo, Vivian. Nos vemos pronto.

—Descansa, mi amor. Nos vemos pronto.

Cuelgo el teléfono y me quedo en silencio, el eco de sus palabras aun flotando en la habitación. Pero mi mente no está tranquila. Vivian es mi presente, mi futuro, todo lo que siempre quise... entonces, ¿por qué no puedo dejar de pensar en ella? Ocho años han pasado , y aun así, ella está aquí, en mi mente, como si nunca se hubiera ido.

Siento el peso de la decisión que tomé al no volver a hablar con Brielle, anoche, a resistir el impulso de seguir la conversación más allá de lo que era prudente. Porque sabía, en el fondo, que si lo hacía, algo se rompería dentro de mí. Algo que trabajé tanto en construir con Vivian. Pero entonces, ¿por qué estoy tan inquieto? Suspiro, paso una mano por mi cabello desordenado y trato de convencerme de que no debería importarme tanto. No deberías seguir pensando en esto. Ella fue parte de mi vida, sí, pero en el pasado, ella es parte de mi pasado. Tengo por delante una vida que he construido junto a Vivian, una vida que quiero... ¿verdad?

Me levanto de la cama, mis movimientos algo torpes por el cansancio acumulado. Me pongo la ropa deportiva y las zapatillas sin demasiada prisa, aunque siento la urgencia en mi pecho, como si correr fuera lo único que pudiera calmar este torbellino de pensamientos. Al salir al frío y húmedo aire de Vancouver, el contraste me golpea como un vaso de agua helada. La frescura me despierta, y empiezo a correr. Al principio, es suave, más por inercia que por verdadera energía, pero pronto acelero el ritmo, tratando de escapar de mis propios pensamientos.

Las calles están vacías. Solo el sonido de mis pisadas sobre el asfalto mojado y mi respiración me acompañan, cada inhalación llenando mis pulmones de aire frío, tratando de limpiar lo que siento por dentro. Pero no importa cuánto corra. La imagen de Brielle sigue ahí. Acelero más, como si correr más rápido pudiera despejar mi mente, pero no funciona. Cada paso me lleva de vuelta a ese bar, a su sonrisa nerviosa cuando intercambiamos esas pocas palabras. Me pregunto si ella también sintió esa inquietud en el pecho. Si su mente también sigue enredada en lo que fuimos.

Mi respiración se vuelve más pesada, el ritmo de mis pasos constante pero agitado. Mis pensamientos se agolpan como nubes en tormenta. —¿Por qué ahora? —gruño entre dientes, frustrado conmigo mismo.

Las gotas de lluvia empiezan a caer suavemente, mojándome el rostro, como si el clima reflejara la confusión en mi interior.

Me detengo en un parque, mis manos apoyadas en mis rodillas mientras trato de recuperar el aliento. El sudor resbala por mi frente, la humedad de Vancouver intensifica el cansancio que siento en los músculos. Pero no es solo físico. Es mental. Es emocional.

—Maldita sea... —susurro, cerrando los ojos un momento, dejando que la lluvia se mezcle con el sudor.

Poco a poco, me pongo de pie, respiro profundo, intentando que el aire frío me traiga algo de claridad. ¿Por qué me siento así? ¿Es porque Brielle fue mi primer amor? ¿Porque hay algo en ella que nunca pude dejar ir del todo? ¿O es solo nostalgia, una trampa emocional?

La imagen de Vivian aparece en mi mente, su sonrisa cálida y su risa que me calma. La forma en que siempre se ríe de mis bromas, incluso las más malas. Ella es mi presente, mi futuro. Pero entonces, ¿por qué Brielle sigue en mi mente, ocupando tanto espacio?

Las gotas de lluvia se intensifican, y cada una parece golpearme como pequeñas verdades que he estado evitando. El frío se filtra por mi ropa mojada, pero no es solo la humedad lo que me enfría por dentro. Me dejo caer en el banco cercano, mis piernas temblando por la carrera y el esfuerzo de mantenerme firme bajo la tormenta emocional. Mi pecho sube y baja, tratando de recuperar el aliento, pero mis pensamientos se amontonan, como nubes oscuras que no dejan espacio para el descanso.

¿Y si Brielle nunca se fue realmente? La idea se aferra a mí, densa, ineludible. ¿Y si todo este tiempo solo he estado ignorando su existencia? Esas noches que me descubrí pensando en ella, pensando en si alguna vez la volvería a ver, ya sea en Vancouver o Londres.

Levanto la mirada al cielo, donde las gotas de lluvia caen como una cortina interminable. El frío de la lluvia y el aire que se cuela entre las capas de mi ropa hacen que me estremezca, pero no es solo el frío. Es la sensación de estar perdiendo el control de algo. Me paso una mano por el rostro, eliminando el agua acumulada.

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¡Nos vemos en el próximo capítulo! ✨ 

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