CAPÍTULO 28
BRIELLE
La luz del monitor brilla en mi rostro mientras mis dedos vuelan sobre el teclado, ajustando las frases y modificando pequeños detalles. Estoy tan inmersa en la edición de este artículo que el resto del mundo parece haberse desvanecido. Cada palabra, cada giro lingüístico tiene que estar perfecto. La pantalla muestra la traducción en español, mientras que el original en inglés está abierto a un lado, y aunque podría haber terminado hace horas, algo en mí no me deja soltarlo.
Me estiro en la silla, arqueando la espalda, y cierro los ojos por un momento. Mi mente, aun girando en torno a las palabras, comienza a relajarse. El resto del equipo se fue hace horas, dejándome sola en la penumbra de la oficina. Miro el reloj de mi computadora: 8:30 p.m. Otra noche más quedándome hasta tarde.
De repente, el zumbido suave de mi móvil interrumpe el silencio, vibrando sobre la mesa. Lo ignoro al principio, pensando que será alguna notificación trivial. Pero vibra de nuevo. Suspirando, dejo a un lado el teclado y tomo el móvil. Desbloqueo la pantalla, esperando ver algún mensaje rutinario, quizás Olivia sugiriendo una salida de última hora o Charles enviando reels.
Pero no. Es un número desconocido.
Levanto una ceja, intrigada, mientras abro el mensaje. Me encuentro con una pregunta simple, directa, pero lo suficientemente extraña como para que mi corazón dé un pequeño salto.
Número descomido:
¿Estás disponible esta noche?
Frunzo el ceño y deslizo el dedo sobre la pantalla, escudriñando la pequeña foto de perfil en la esquina del mensaje. Y ahí está, esa cara familiar que nunca pasa desapercibida.
Brielle:
¿Quién te dio mi número, Damián? ¿Olivia, o Abbie?
Su respuesta llega rápido.
Damián:
Eso no es lo importante. No has respondido a mi pregunta.
Suelto una risa suave, rodando los ojos. Claro, ese es el estilo de Damián, siempre directo al grano. La pantalla del móvil parece brillar más intensamente ahora que la conversación ha comenzado a avanzar, y me encuentro más despierta de lo que había estado en todo el día.
Brielle:
¿Y qué tienes en mente?
Me recuesto en la silla, jugueteando con el borde del teclado. Veo los tres puntitos que indican que está escribiendo. La anticipación se acumula, y me sorprende lo rápido que me ha capturado este momento. ¿Qué es lo que está buscando?
Damián:
Estaba pensando en una cita.
¿Qué piensas?
He aterrizado hace un par de horas y me apetecer verte.
Las palabras resuenan en mi cabeza. Imaginarlo, recién bajado del avión, esa apariencia siempre tan impecable a pesar de las horas de vuelo. Me lo imagino cansado, pero con esa energía intensa que siempre parece acompañarlo.
Una cita... Una cita con Damián.
Las palabras rebotan en mi mente, se sienten pesadas y, a la vez, ligeras. Mi corazón late más rápido con cada segundo que pasa, como si quisiera marcar el ritmo de lo que siento al imaginarlo. Intento mantener una expresión neutral mientras mis dedos acarician la pantalla del móvil, pero una sonrisa escapa, pequeña pero inevitable. No puedo evitarlo. La última vez que nos vimos, fue una tormenta emocional y no puedo olvidar la sensación de abrirme a él, contarle lo de mi padre, sentirme vulnerable por primera vez en mucho tiempo. Y aunque no le conté todo, más bien fue bastante ambiguo todo lo que dije pero me sentí... segura en sus abrazos.
Sus brazos. Su calor. Sus ojos.
Recuerdo el muffin con la velita en forma de estrella, y mi deseo: volver a empezar. Pero incluso en ese momento, supe que ese deseo no era solo sobre mí, sobre mi vida aquí. Había algo más. Una parte de mí que quería, desesperadamente, volver a empezar con él.
Él tenía razón aquel día. A pesar de los años sin habernos visto, me conoce bien, más de lo que quise admitir. Porque me pasan cosas cuando lo veo. Cuando estoy cerca, es como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo, desde la punta de mis dedos hasta la base de mi espalda, irradiando calor y tensión en partes iguales. Me tiemblan las rodillas y el corazón se acelera, como si estuviera caminando por una cuerda floja, y él fuera el equilibrio que no sabía que necesitaba. Y esas sensaciones... ya no las puedo seguir ocultando. No más.
Me muevo de un lado a otro en la silla de la oficina, sintiendo el cosquilleo bajo la piel. Estoy atrapada entre la emoción y el miedo, como si la decisión de salir esta noche con él fuera más que una simple cita. No es solo una salida cualquiera. Es... el comienzo de algo. Lo sé. Puedo sentirlo.
Respiro profundo y me levanto, dejando el móvil sobre el escritorio. Camino hacia la ventana, las luces de la ciudad titilan a lo lejos, y mi reflejo me devuelve la mirada. Me veo diferente. Más viva, más despierta. Mis pensamientos viajan a ese momento en el que casi nos besamos, justo antes de que todo se interrumpiera. Cierro los ojos por un segundo, recordando la tensión, la cercanía de sus labios. La forma en que su mirada se oscureció cuando dijo que me había echado de menos.
Y ahora me lo vuelve a decir, como si nada hubiera cambiado. Como si esa distancia de 15 días no fuera más que un suspiro.
Una corriente de calor sube por mi pecho, mi respiración se entrecorta al pensarlo. No sé si estoy lista para lo que pueda pasar esta noche, pero algo en mi interior —esa chispa que él enciende— no me deja decir que no.
Brielle:
Me encantaría, ¿dónde y a qué hora?
Damián:
Paso a recogerte en una hora. No te preocupes por nada
Brielle:
¿Puede ser en una hora y media? Aún estoy en la oficina.
Damián:
¿Aún en la oficina a estas horas? Siempre tan trabajadora.
Bueno, déjalo.
Hay algo más interesante que el trabajo esta noche.
Ponte algo cómodo.
Mi corazón da un vuelco con su respuesta. Algo más interesante que el trabajo esta noche, esas palabras se me clavan en la mente. La seriedad de mi entorno —la oficina en penumbra, el teclado y los documentos dispersos sobre el escritorio— se desvanece por completo en mi mente, y solo me concentro en la expectativa que esas palabras traen consigo. ¿Más interesante? No puedo evitar que una pequeña sonrisa se curve en mis labios, sintiéndome como una adolescente que acaba de recibir una invitación secreta.
Intento calmarme mientras me levanto de la silla y comienzo a ordenar mis cosas, pero cada movimiento parece estar impregnado de una nueva energía, nerviosa y cargada de emoción. Mi mente, sin embargo, sigue jugando conmigo. Recuerdo la última vez que nos vimos. Las palabras que nunca se dijeron, las miradas que sostuvimos durante más tiempo de lo que debería ser permitido. El aire estaba cargado, como si solo faltara una chispa para hacer explotar todo. Pero no sucedió.
Esta noche, sin embargo, se siente diferente. Hay una certeza en el tono de sus mensajes, una confianza que me desarma por completo.
Camino hacia el ascensor, sintiendo el eco de mis propios pasos en los pasillos vacíos. Siempre tan trabajadora, había dicho. Es cierto, me pierdo en el trabajo estas últimas semanas, porque es lo único que he podido controlar en mi vida últimamente, pero con él... él es lo opuesto a control. Es caos, deseo, y todo lo que he tratado de mantener bajo llave desde que nos volvimos a encontrar.
Mientras camino hacia casa, mi mente corre en todas direcciones. Pienso en lo que voy a ponerme, en cómo quiero verme, pero también en lo que realmente significa esto. No es solo una cita más, no con Damián. Cada vez que nos encontramos, es como si el tiempo se doblara y nos arrastrara a un lugar donde el pasado y el presente chocan con una fuerza abrumadora.
Cuando llego a mi apartamento, me tomo unos segundos para respirar antes de entrar. Mis manos tiemblan ligeramente mientras busco la llave en el bolso. Estoy demasiado consciente de cada sensación: el metal frío de la llave, el ligero zumbido de la electricidad en el aire, el silencio que envuelve mi pequeño espacio cuando finalmente cierro la puerta detrás de mí. El reloj en la pared parece latir al mismo ritmo que mi corazón.
Camino hacia mi habitación, y en el espejo veo mi reflejo: el rostro que he visto tantas veces, pero ahora con algo diferente. Hay una luz en mis ojos, una mezcla de emoción y nerviosismo que me hace sentir viva, como si estuviera a punto de hacer algo peligroso y maravilloso al mismo tiempo.
Después de una ducha rápida, me quedo frente al armario. ¿Qué debo ponerme? Mis dedos se deslizan entre las prendas hasta que elijo algo simple, pero que me hace sentir cómoda y segura. Elijo el cárdigan blanco de punto, suave y ajustado, que se abotona justo por encima de la cintura. El escote en V deja entrever el encaje negro del bralette que llevo debajo, lo justo para sentirme femenina, sin exagerar.
Me gusta cómo la tela se desliza sobre mis hombros, dejando uno ligeramente descubierto, un toque de despreocupación intencionada. Lo combino con unos jeans negros ajustados que abrazan mis caderas de la manera justa. Frente al espejo, me detengo. Mi mirada es crítica pero emocionada, me veo diferente. Tal vez son los nervios, tal vez es la anticipación. Me paso las manos por el cabello, despeinándolo un poco, y aplico un toque de perfume en mis muñecas y cuello. Vainilla y jazmín.
El timbre suena, y mi corazón da un salto. Es él.
Respiro hondo antes de abrir la puerta, y ahí está. Apoyado contra el marco, con una chaqueta de cuero ajustada y ese aire casual que parece venirle de forma natural. Su cabello ligeramente despeinado y su sonrisa, esa sonrisa que me hace sentir como si el aire hubiera sido robado del espacio entre nosotros. Todo a su alrededor parece ralentizarse por un momento.
—Hola —dice, su voz profunda y rasposa, llena de esa familiaridad que me envuelve y al mismo tiempo me desarma.
Mis ojos lo recorren sin poder evitarlo. Se ve increíble. Hay algo en su postura, en cómo se para con confianza, que me hace sentir un poco más vulnerable de lo que esperaba. Pero también me gusta. Demasiado.
—Hola —respondo, mi voz es apenas un susurro.
Nos quedamos así, mirándonos. El silencio no es incómodo, es tenso. Cargado. Su mirada no se aparta de la mía, como si ambos supiéramos lo que está a punto de suceder, como si lo estuviéramos saboreando, alargando el momento. Su presencia lo llena todo, y puedo sentir la energía vibrar entre nosotros. Su proximidad me hace sentir cálida, como si el ambiente hubiera subido varios grados.
—Te ves... increíble —murmura, su voz baja, densa, cargada de intención. Sus ojos recorren mi cuerpo lentamente, y cada centímetro que toca con su mirada me hace sentir expuesta, pero de una forma deliciosa. Me estremezco ligeramente, pero no aparto la vista de él.
—Gracias —respondo, intentando mantener la calma. Pero por dentro, mi corazón está desbocado, tamborileando en mi pecho como si supiera lo que se avecina.
Da un paso hacia mí, cerrando la distancia entre nosotros. Siento su calor antes de que su mano se eleve. Con suavidad, aparta un mechón de mi rostro, sus dedos rozan mi piel apenas lo suficiente para enviar una corriente eléctrica desde mi cuello hasta la base de mi espalda. Mi respiración se entrecorta, y él lo nota. Sus ojos, oscuros y llenos de promesas, no se apartan de los míos.
—¿Lista? —susurra, su voz tan baja que casi se pierde entre nosotros, pero el significado es claro.
Solo puedo asentir. Sí, estoy lista.
Mientras cierro la puerta detrás de mí, camino junto a él hasta el ascensor. El eco de nuestros pasos en el pasillo parece intensificar la sensación de que estamos a punto de cruzar una línea invisible. Esa tensión entre nosotros está a punto de romperse, lo sé. Cada fibra de mi ser lo sabe.
—¿Dónde vamos? —pregunto, intentando que mi voz suene despreocupada, aunque por dentro todo está en caos.
—Había pensado en cenar en algún restaurante, pero se me ocurrió algo más entretenido —responde con una sonrisa traviesa mientras las puertas del ascensor se cierran detrás de nosotros.
Lo miro, arqueando una ceja. —Por favor, dime que no vamos a saltar en bungee.
Su risa es profunda y ronca, llenando el pequeño espacio. Esa risa que siempre me ha hecho sentir ligera, como si nada en el mundo pudiera ser más importante que este momento.
—No, no tan extremo, aún. Vamos a jugar billar.
Me río, sin poder evitarlo. —¿Billar? No sé jugar.
Sus ojos brillan, y me lanza una mirada a través de los espejos del ascensor que me hace sentir como si hubiera caído en su trampa. Coqueto, seguro de sí mismo.
—Perfecto. Así puedo enseñarte.
Su voz está cargada de insinuación, y no puedo evitar sentir cómo mis mejillas se calientan. La idea de estar tan cerca de él, de que me guíe a través del juego, hace que mi mente se llene de imágenes que no tienen nada que ver con el billar.
Cuando el ascensor se detiene y las puertas se abren, el frío aire de la noche me da la bienvenida, refrescando mis sentidos. Caminamos juntos hacia su coche, sus pasos resonando suavemente junto a los míos en el pavimento. Miro de reojo su perfil mientras él busca las llaves en su bolsillo, y no puedo evitar admirar la manera en que su chaqueta de cuero resalta su figura, los músculos de su espalda tensándose ligeramente con cada movimiento. Es ridículamente atractivo, pienso, y una parte de mí siente ese cosquilleo en el estómago de nuevo.
Subimos al coche, y él, siempre tan cortés, me abre la puerta del copiloto antes de rodear el vehículo y sentarse al volante. La cabina se inunda con un olor familiar, su colonia mezclada con el cuero del asiento, un aroma que me trae de vuelta a esos momentos compartidos en su coche, donde las palabras a menudo sobraban.
—¿Lista para perder en el billar? —me pregunta con una sonrisa traviesa mientras arranca el motor.
—Oye, nunca dije que iba a perder, solo que no sé jugar... hay una gran diferencia —replico, cruzando los brazos de manera juguetona.
Damián ríe, esa risa baja y profunda que siempre logra desarmarme.
—Bueno, te prometo que seré un buen maestro... aunque no puedo prometer que no te distraiga un poco en el proceso.
Su mirada se encuentra con la mía por un segundo, y el doble sentido en sus palabras me hace sonrojarme. Intento mantener mi compostura, pero mis pensamientos están ya demasiado lejos, en ese lugar donde sus manos pueden no solo guiarme en el billar, sino tocarme de una manera más íntima. Muerdo mi labio sin querer, y él lo nota, porque su sonrisa se vuelve más intensa, más... peligrosa.
≪•◦ ❈ ◦•≫
¡Holaaa! ✈️✨
Espero que hayan disfrutado del capítulo 💖
Si les gusta, les agradecería mucho que voten ⭐️ y comenten 💬
Leer sus comentarios me llena de alegría, y siempre trato de responder a todos. ¡Ese pequeño gesto significa mucho para mí! 🌟
¡Gracias por leer! 📚🤗
¡Nos vemos en el próximo capítulo! ✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro