Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 22

BRIELLE

Me detengo de golpe, cruzo los brazos frente a mi pecho, formando una barrera física entre nosotros. La música retumba a lo lejos, pero todo parece desvanecerse, atrapándonos en esta confrontación inevitable. El frío de la noche me cala hasta los huesos, pero lo único que realmente siento es la presión en mi pecho, un nudo de emociones que llevo tiempo reprimiendo. Clavo mis ojos en Damián, los suyos arden con una mezcla de furia y confusión. Su presencia me aplasta, como si el espacio entre nosotros no fuera suficiente para contener todo lo que se ha quedado sin decir.

—¿Quieres hablar? Bien, hablemos —digo, la frialdad en mi voz me sorprende incluso a mí. Cada palabra sale afilada, cargada de resentimiento.

Damián parpadea, aturdido por mi reacción. Sus manos se tensan a los lados, y veo cómo sus mandíbulas se aprietan, tratando de controlar lo que sea que está ardiendo dentro de él. Pero no lo logra.

—Brielle, esto no es lo que parece —su voz es grave, tensa. Sus palabras no hacen más que encender mi frustración. ¿No es lo que parece? Esa frase, tan hueca, tan cobarde.

—¿No es lo que parece? —repito con una risa amarga, avanzando un paso hacia él. Mis ojos buscan los suyos, desafiándolo a que me dé una explicación que tenga sentido—. ¿De verdad crees que puedes venir aquí, actuar como si fuéramos algo, sentirte con derecho a estar celoso y luego pretender que nada está pasando? No me vengas con eso, Damián.

Baja la mirada por un segundo, pero no retrocede. Está ahí, inmóvil, como si estuviera librando una batalla interna. Lo conozco lo suficiente para saber que está buscando las palabras adecuadas, pero lo que me enfurece es que no hay nada que pueda justificar.

—Solo me preocupas, Brielle —dice al fin, levantando la vista. Hay algo vulnerable en sus ojos, pero esa vulnerabilidad solo me enfurece más. —No quiero que te lastimen, no quiero verte...

—¡No quiero escuchar tus excusas! —lo interrumpo, mi voz sube de tono, sin poder evitarlo—. ¡Hace un mes estabas comprometido, Damián! No tienes ningún derecho a preocuparte por mí, a sentir nada. ¡No somos nada!

El silencio que sigue es denso, cargado. Su respiración se acelera, y la mía también. Nos miramos, veo cómo sus ojos se endurecen, la suavidad desaparece, reemplazada por algo más oscuro.

—¿Por qué siempre tienes que llevarlo ahí? —pregunta con un tono casi peligroso, dando un paso hacia mí. —No se trata de nosotros. No se trata de lo que fuimos o no fuimos. Se trata de lo que está pasando ahora, aquí, esta noche. Tú... ¿por qué volviste, Brielle?

—¿Qué? —parpadeo, descolocada por el cambio repentino en la conversación.

—¿Por qué volviste a Vancouver? —repite, su tono grave, rozando el borde del control—. Desde que volviste, mi vida es un desastre. No puedo dejar de pensar en ti. No puedo ni trabajar sin que estés en mi cabeza. ¿Es eso lo que querías? ¿Jugar conmigo? ¿Por qué demonios volviste?

Su pregunta me toma por sorpresa. El cambio en su tono me descoloca. Mis labios se separan, pero las palabras no salen. Porque aunque no lo quiera admitir, aunque no lo haya planeado así, parte de mí sabía que volver a Vancouver significaba volver a su órbita.

—No volví por ti —respondo al fin, firme, aunque siento el temblor en mis manos. —Mi vida no gira en torno a lo que tú sientas o dejes de sentir. Volví porque necesitaba empezar de nuevo, porque tenía que alejarme de todo lo que sucedió en Londres.

Sus ojos se entrecierran, buscando en mi rostro una grieta que delate otra verdad. Y por un segundo, creo que lo va a dejar pasar. Pero no.

—Mientes —dice en un susurro cargado de furia contenida. —Mírame a los ojos y dime que no volviste por mí, que no te pasa nada cuando me ves. ¡Dilo! —Da un paso hacia mí, y su proximidad hace que mi corazón lata desbocado.

Quiero gritarle que no es por él, que mi regreso no tiene nada que ver con nosotros. Pero las palabras se atascan en mi garganta, porque sé que no es del todo cierto. Volver a Vancouver fue una forma de escapar, sí, pero parte de mí no podía ignorar la posibilidad de que nuestras vidas volvieran a cruzarse.

—No volví por ti —repito, mi voz más débil, y él lo nota. Se da cuenta. Lo veo en sus ojos.

—No puedo creerlo —murmura, alejándose un paso. Sus palabras están cargadas de una amargura que me cala hasta los huesos. —Prefieres mentirte a ti misma antes que admitirlo. Prefieres fingir que no hay nada aquí, porque es más fácil que enfrentarlo.

—¡No hay nada que enfrentar! —le grito, mi propia desesperación escalando. —¡Hace ocho años que no somos nada, Damián! ¡Ocho años! Somos dos desconocidos que compartieron un pasado, pero nada más.

La mentira se siente amarga en mi lengua, pero la rabia, esa rabia que me protege, me obliga a seguir adelante. Mi voz resuena con una fuerza que no sé de dónde viene, pero sé que si no me impongo, voy a caer. Me he prometido no volver a hacerlo. No otra vez.

Damián me mira, sus labios entreabiertos, su respiración acelerada, como si estuviera luchando por controlarse. El aire entre nosotros está tan cargado que me asfixia, y a pesar de mis palabras, no puedo ignorar el magnetismo que tira de mí hacia él. Pero no me moveré, no esta vez.

—¿De verdad crees eso? —su voz ahora es un susurro grave, casi dolorido. Avanza un paso, su presencia llenando el espacio entre nosotros, y puedo sentir el calor de su cuerpo antes de que me toque. —¿Eso crees, Brielle?

Levanto la barbilla, intentando mantenerme firme, aunque cada músculo de mi cuerpo está al borde del colapso. Pero mi corazón late con tanta fuerza que parece imposible no escuchar su eco entre nosotros.

—Solo somos dos desconocidos —repito, casi como un mantra. Mis brazos se cruzan con más fuerza sobre mi pecho, como si esa barrera física pudiera contener lo que está por desbordarse.

Damián se detiene justo frente a mí, tan cerca que el calor de su aliento roza mi piel. Sus ojos, oscuros y tormentosos, están llenos de una intensidad que me desarma. Me mira como si fuera la única cosa que pudiera calmar el caos que lo habita, y eso, maldita sea, me asusta más que cualquier cosa.

—Te aseguro —empieza a decir, y su voz es tan baja y profunda que resuena en mi pecho— que mi vida ha sido un desastre desde que volviste. No puedo dormir. No puedo concentrarme. Y cada vez que te veo... —Sus palabras se detienen por un segundo, como si él mismo estuviera buscando el control que se le escapa de las manos.

Noto cómo su mandíbula se tensa, y sus ojos se oscurecen aún más cuando sus manos se cierran en puños a su lado. Está luchando consigo mismo. Lo sé. Y yo también estoy librando mi propia batalla interna. Pero entonces, su voz vuelve a romper el silencio, esta vez más suave, más rota.

—Solo quiero besarte... —murmura, y las palabras parecen desgarrarlo. Mis pulmones se vacían de golpe, y un estremecimiento me recorre el cuerpo entero.

Sus palabras flotan en el aire entre nosotros, cargadas de una verdad cruda que no puedo ignorar. Mi cuerpo, traicionero, reacciona antes que mi mente. Siento el tirón de sus palabras en cada fibra de mi ser, como si de pronto todo el control que he mantenido se desmoronara. Mi piel hormiguea, y el calor que emana de él es como una ola que me envuelve.

—Damián... —mi voz es apenas un susurro, pero no sé qué decir después. Porque sé lo que quiere, lo veo en sus ojos. Y peor aún, sé que lo quiero también. Pero no puedo permitirlo. No después de todo lo que hemos pasado.

Damián avanza otro paso, hasta que no queda espacio entre nosotros. Noto cómo su pecho sube y baja, su respiración pesada, y el aroma a madera y especias de su colonia me envuelve. Estoy atrapada. Y no quiero escapar.

—Mírame —exige, su tono bajo y cargado de autoridad. No hay dulzura en su voz ahora, solo una necesidad cruda que me eriza la piel. Lentamente levanto la mirada hacia sus ojos, esos ojos que siempre han tenido el poder de desarmarme. —Dime que no sientes lo mismo.

Un nudo se forma en mi garganta. No puedo decirle lo que quiere oír. ¿Cómo hacerlo cuando su mirada quema todas mis defensas, cuando su proximidad hace trizas mi fortaleza? No quiero darle el poder, pero sé que ya lo tiene. Lo ha tenido desde el primer momento en que nos encontramos de nuevo.

Damián se inclina hacia mí, apoyando las manos en la pared a ambos lados de mi rostro, atrapándome. El calor que irradia su cuerpo es sofocante, atraviesa la barrera de mi ropa como si fuera aire. Mi piel responde de inmediato, un hormigueo que se extiende por todo mi cuerpo, como si él estuviera tocando cada parte de mí sin siquiera rozarme. Y aunque intento mantenerme firme, mis piernas comienzan a temblar. Lo sabe. Lo siento en cómo sus manos se tensan, como si lo disfrutara.

—¿No vas a decir nada? —Su voz es un ronco murmullo, casi un gruñido. Sus labios están tan cerca de los míos que su respiración cálida acaricia mi boca. Mi cuerpo entero grita por su cercanía, por su toque. Mi piel arde, los pensamientos se desvanecen en una maraña de sensaciones, y el deseo que tanto me esforcé en sofocar emerge con una fuerza arrolladora. Mis ojos buscan los suyos, pero todo en mí se siente vulnerable.

—No —respondo, aunque mi voz apenas es un susurro, ahogado, tembloroso.

Sin embargo, en el fondo no estoy segura de lo que niego. Es como si esas letras fueran mi último intento de resistir lo inevitable. Reúno lo que queda de mi voluntad y empujo su pecho con fuerza, sintiendo sus músculos tensos bajo la palma de mi mano. Una chispa de resistencia brota en mí, suficiente para separarnos unos centímetros, lo justo para poder respirar sin sentir que me ahogo en él. Pero el vacío que queda entre nosotros es casi peor.

Apenas he dado el paso hacia esa falsa sensación de control cuando su mano envuelve mi brazo. No es un agarre brusco, pero es firme, calculado, como si supiera hasta dónde llevarme sin romperme. Me congelo al instante, mi cuerpo reacciona antes de que mi mente pueda siquiera procesarlo.

—Brielle... —Mi nombre en su boca es una caricia, un ancla y un cuchillo al mismo tiempo. Me derrumba, corta mis defensas como si nunca hubieran existido. Quiero odiarlo por el poder que aún tiene sobre mí, pero solo consigo rendirme.

Antes de que pueda encontrar una salida, me atrae hacia él con esa facilidad que siempre ha tenido, la de hacerme sentir que me desmorono, pero de una manera que anhelo. Y luego, sus labios encuentran los míos, rápidos, decididos, como si el tiempo no hubiera pasado. El mundo se detiene en ese momento, todo se reduce a la calidez de su boca contra la mía, al latido frenético en mis oídos, al caos que se arremolina dentro de mí.

Durante un instante me quedo rígida, inmóvil, atrapada entre la incredulidad y el deseo. Pero el hielo en mis venas dura solo un segundo antes de romperse, y todo lo que he intentado reprimir durante años explota con una violencia inesperada. La rabia, la frustración, el anhelo... todo se mezcla y se desborda. Le devuelvo el beso con una intensidad que ni yo sabía que tenía, con una necesidad que me devora desde dentro. Mis manos buscan su cuerpo, desesperadas por anclarse en él. Encuentran su pecho, sus hombros, tirando de su camisa, aferrándose con fuerza como si de alguna manera eso me mantuviera a flote.

El beso se transforma rápidamente, de algo que comenzó siendo una liberación, a una batalla. Mis labios exigen respuestas que él no puede dar, y su boca responde a todas mis dudas con una brutalidad suave, contradicción que me tiene al borde del abismo. No es solo un beso, es un enfrentamiento entre todo lo que fuimos, lo que no fuimos y lo que nunca volveremos a ser.

Sus manos, grandes, cálidas, recorren mi espalda, bajando lentamente hasta mi cadera, donde una de ellas se detiene, ejerciendo una presión sutil pero inconfundible. Me mantiene firmemente pegada a él, y con la otra, me toma del cuello, sus dedos enredándose en mi cabello. Mi cuerpo responde antes de que mi mente pueda racionalizarlo, arqueándome hacia él, queriendo más, necesitando más.

Cuando su lengua finalmente roza la mía, el gemido que escapa de mis labios es involuntario, pero devastador. Es como si todo el aire en la habitación se comprimiera alrededor nuestro, cargado de una electricidad palpable. Mis manos se deslizan hasta su cuello, mis dedos enterrándose en su cabello con desesperación, tirando ligeramente, queriendo sentirlo más cerca, queriendo que nunca se aleje.

Su boca se mueve sobre la mía con una combinación de exigencia y ternura, un equilibrio que solo él parece dominar. La calidez de su piel, el sabor familiar de sus labios, la presión de su cuerpo contra el mío... todo es una tormenta de sensaciones que me arrastra sin remedio. Cada centímetro de mi ser está despierto, vibrando con una energía que solo él parece poder desatar. Y, sin embargo, hay una parte de mí que lucha, una pequeña fracción de resistencia que me recuerda lo peligroso que es esto.

Finalmente, el aire en mis pulmones se agota, obligándome a separarme, pero no puedo alejarme demasiado. Nuestras frentes se tocan, nuestras respiraciones se mezclan en el pequeño espacio entre nosotros, y el mundo entero parece reducirse a este momento, a este suspiro compartido. Siento su pecho subir y bajar de manera descontrolada, reflejando el mismo caos que late dentro de mí.

—Dime que no sentiste nada... —Su voz es apenas un susurro, rota y vulnerable, llena de una desesperación que jamás había visto en él—. Dime que esto no significa nada para ti.

Cierro los ojos, mi frente aún pegada a la suya. No puedo mentirle, pero tampoco puedo decirle la verdad. Porque si lo hago, si admito lo que realmente siento, no habrá vuelta atrás. No podré escapar de lo que esto significa. Pero en el fondo sé que no puedo ocultarlo más.

Mis labios aún tiemblan por el beso, y mi corazón está desbocado, tan lejos de ser indiferente como el suyo.

Mi corazón late con fuerza, mis manos tiemblan. Abro mis ojos y lo miro, incapaz de decir una sola palabra. Sus cejas están fruncidas, su rostro marcado por el dolor. Sus labios aún brillan por nuestro beso, y en ese momento parece más humano, más real que nunca. Quiero decirle que no significa nada. Quiero mentir, levantar mi escudo una vez más y alejarme sin mirar atrás. Pero no puedo.

Él se inclina un poco más, su cálida respiración sobre mi piel, sus labios apenas rozando los míos.

—No somos dos desconocidos, Brielle... —dice, su voz baja, grave, cargada de una emoción que me deja sin aliento—. Nunca lo hemos sido, y nunca lo seremos.

Sus palabras me atraviesan como una daga, y siento que caigo en un abismo. Todo dentro de mí grita que lo niegue, que me proteja. Pero hay algo en su mirada, algo en la forma en que dice mi nombre, que me hace vacilar. Mis labios se entreabren, pero no logro articular palabra. Mis manos, que antes lo buscaban con desesperación, ahora cuelgan a mis lados, temblorosas, impotentes.

—Si no somos los de antes... entonces, ¿qué somos ahora? —su voz se quiebra, es un susurro apenas audible—. Porque lo que sea que haya entre nosotros no desaparecerá solo porque lo ignores.

Me duele porque sé que tiene razón. Y no sé qué decirle. Me siento como si estuviera cayendo, sin saber cómo detener esta caída.

—Dime que no sentiste nada, dime que ya no queda nada entre nosotros... y no te buscaré más —dice finalmente, su voz es casi un ruego.

≪•◦ ❈ ◦•≫

¡Holaaa! ✈️✨

Espero que hayan disfrutado del capítulo 💖

Si les gusta, les agradecería mucho que voten ⭐️ y comenten 💬

Leer sus comentarios me llena de alegría, y siempre trato de responder a todos. ¡Ese pequeño gesto significa mucho para mí! 🌟

¡Gracias por leer! 📚🤗

¡Nos vemos en el próximo capítulo!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro