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CAPÍTULO 18

DAMIÁN

El agua caliente cae sobre mi piel, deslizándose por mi espalda mientras mis músculos comienzan a relajarse. Aún puedo sentir el peso del vuelo en los hombros, pero algo más profundo sigue ahí, una tensión que no desaparece con la ducha. El apartamento está silencioso, solo se oye el ruido del agua golpeando los azulejos. Debería estar disfrutando de este momento, pero no puedo dejar de pensar en Brielle.

No he dejado de pensar en ella desde que regresó.

Me seco rápido y me visto con la misma determinación con la que suelo enfrentar cualquier desafío. El reloj marca las 9:30, pero no tengo intención de quedarme en casa. No esta noche. Me echo un poco de colonia en el cuello, agarro las llaves y salgo del apartamento. El frío de la noche me golpea en la cara, pero en lugar de detenerme, acelero mi paso hacia mi coche.

Sé exactamente dónde voy. Al Bad Girls, el bar donde trabaja Brielle... Hace semanas que no la veo, pero necesito respuestas. Esta noche, no voy a seguir escapando. Arranco el coche, y la vibración familiar del motor bajo mis manos me da una sensación de control. Es algo que necesito ahora más que nunca.

El tráfico a esta hora es ligero, lo que me permite conducir con facilidad por las calles de Vancouver. Mientras lo hago, mis pensamientos se arremolinan en mi mente. ¿Qué va a pensar cuando me vea? ¿Y si me equivoqué? Pero no, no puedo seguir con esas dudas. Brielle ha estado en mi mente desde que cancelé la boda, y esta vez no pienso seguir postergando las cosas.

Miro el reloj del tablero. 9:52 P.M.

Aprieto el volante. No he venido hasta aquí para echarme atrás. Esta noche, me enfrento a lo que sea que tenga que enfrentar.

El Bad Girls no ha cambiado en absoluto. Las luces de neón siguen parpadeando en la entrada, y la música se escucha a través de las paredes, vibrando suavemente en el aire frío. Me bajo del coche y camino hacia la puerta con pasos firmes, seguro de lo que estoy a punto de hacer. No hay espacio para dudas ahora.

Al entrar, la atmósfera cálida del bar me envuelve, una mezcla de humo, risas y música en vivo. Mis ojos escanean el lugar buscando esa melena castaña clara que conozco tan bien. Pero no la veo. Frunzo el ceño, acercándome a la barra.

Jess, la amiga de Brielle, me ve antes de que llegue. Sus ojos se estrechan, y puedo sentir la tensión en su postura cuando me acerco.

—Damián... —dice, sin rastro de entusiasmo en su voz, mientras se apoya en la barra con los brazos cruzados.

—Jess —saludo, con una sonrisa que no parece recibir respuesta. Intento suavizar el ambiente—. Busco a Brielle, ¿está por aquí?

Los ojos de Jess se endurecen aún más, y su postura se cierra completamente. Puedo leerlo en su rostro, algo no va bien.

—Brielle ya no trabaja aquí, Damián —responde de manera cortante, sin molestarse en esconder el tono de advertencia en sus palabras.

La noticia me toma por sorpresa. Brielle dejó el bar. Mi mente comienza a procesar esa nueva realidad.

¿Volvió a Londres?

La sola idea de pensar que sé ha vuelto a alejar de mi es abrumadora. No, no puedo haberla perdido de nuevo. Las palabras que le dije el otro día vuelven a mi mente.

¡Me estás arruinando la vida! Es frase comienza a reproducirse en mi mente como un disco rayado.

¿Qué tal si esas palabras fueron lo suficientemente fuerte para que tomara la decisión de irse de Vancouver?

—¿Cómo que ya no trabaja aquí? —pregunto, con un tono que intento controlar, aunque se me escapa la urgencia. No puedo evitarlo. La posibilidad de que Brielle se haya ido sin que lo supiera me produzca un nudo en el estómago—. ¿Dónde está?

Jess no se mueve, no parpadea. Sus brazos permanecen cruzados, una barrera impenetrable. Sé que no le agrado y no va a facilitarme las cosas. Y no la culpo, pero eso no significa que me lo vaya a tomar bien.

—¿Y para qué quieres saber eso? —me espeta, su tono helado. Hay un filo en sus palabras, como si cada una de ellas estuviera diseñada para hacerme retroceder, para mantenerme a raya. Luego, deja caer la bomba—. ¿No deberías estar con tu esposa?

La palabra "esposa" sale de su boca como si fuera un veneno, lleno de desprecio. El eco de esa palabra resuena en mi cabeza, avivando los recuerdos de la boda cancelada, de la conversación final con Vivian. Me toma unos segundos darme cuenta de que Jess no sabe lo que pasó. Claro que no. ¿Por qué iba a saberlo? El caos en el que se ha convertido mi vida personal no es algo que haya compartido con nadie más que mi círculo más íntimo.

Inhalo profundo, tratando de mantener la calma. Me acerco un poco más a la barra, apoyando ambas manos sobre el mostrador. El peso de la tensión entre nosotros se siente en el aire.

—Jess, no hay esposa. —respondo, mi voz más firme ahora, aunque cada palabra me pesa—. No me casé. Lo terminé todo antes de que fuera demasiado tarde. —digo, con un tono firme pero sereno. La verdad sale de mis labios con una especie de alivio. Es la primera vez que se lo digo a alguien fuera de mi círculo cercano, y por alguna razón, el hecho de decirlo en voz alta se siente mejor de lo que esperaba.

Jess me mira, sorprendida por un momento. La rigidez en su postura se suaviza, aunque sus brazos permanecen cruzados. Puedo ver que está evaluando lo que acabo de decir, buscando señales de verdad en mis palabras. Finalmente, su mirada cambia, pero aún no baja la guardia del todo.

—¿Y qué? ¿Crees que con eso ya está todo resuelto? —pregunta, aunque su tono es menos agresivo que antes.

La pregunta es directa y tiene razón. No, no creo que con eso todo esté resuelto. Pero lo único que sé ahora es que no puedo seguir sin saber qué está pasando con Brielle. No puedo ignorar lo que siento, no después de haber tomado decisiones tan drásticas en mi vida, las cuales me han hecho pensar durante estos días después de haber aterrizado.

—No. Sé que no. —La miro fijamente, tratando de transmitirle la sinceridad que me está carcomiendo por dentro—. Pero necesito hablar con ella. Necesito saber dónde está y si aún tengo una oportunidad para arreglar algo con ella.

—Bravo, Damián. —Jess repite con un tono de sarcasmo afilado, cruzándose de brazos como si quisiera bloquearme completamente—. Te diste cuenta justo a tiempo. ¿Y ahora qué? ¿Vuelves para ver si Brielle sigue aquí, esperando? Llegaste tarde, ella está saliendo con otra persona.

"Brielle está saliendo con otra persona".

Un millón de pensamientos pasan por mi mente en un instante. Las imágenes de Brielle y yo juntos, aquellos momentos de paz, de risa, de una conexión que siempre creímos única. ¿Realmente estás con alguien más? La posibilidad me golpea en el pecho como un puño invisible, pero en lugar de retroceder, algo en mí se aguanta.

Respiro profundamente, intentando recuperar el control. No es algo que me derrumbe fácilmente, pero no puedo negar que estas palabras me están afectando de una manera que no esperaba.

No puede ser... No puede ser que la haya perdido de nuevo.

Justo en ese momento, Zoe aparece detrás de la barra, con los ojos llenos de sorpresa y cierta incomodidad. Me doy cuenta de que ha escuchado lo que Jess acaba de decir. Está a punto de intervenir cuando Jess sigue hablando.

—¡Jess! —interrumpe Zoe, con una expresión de incredulidad en el rostro. Está negando con la cabeza, claramente en desacuerdo con lo que acaba de escuchar—. No puedes decirle eso, ¿qué te pasa?

—No deberías buscarla, Damián. Brielle estaba bien hasta que tú apareciste de nuevo —dice Jess, su tono más duro esta vez, mientras se apoya en la barra, con los brazos en jarra, como si estuviera protegiendo algo más que un simple secreto.

Respiro profundo, intentando calmar el torbellino que se ha desatado en mi interior. No puedes dejar que esto te detenga. Mis pensamientos se atropellan, luchando por no dejarme llevar por la rabia o la desesperación. Pero necesito respuestas, y no voy a salir de aquí sin saber la verdad.

—Eso es algo que debería decidir Brielle, no tú, Jess —interviene Zoe, con el ceño fruncido, volviéndose hacia ella con una mirada que parece más seria de lo habitual.

Jess la mira con el ceño fruncido, pero no dice nada. Solo bufa, pero antes de irse, deja caer una última advertencia.

—Solo te estoy diciendo lo que creo que es mejor. Pero haz lo que quieras, Damián.

—Brielle hace un par de semanas entro a trabajar en Global Insight Media. Ahora debe estar en su apartamento, búscala mañana. —Dice Zoe, limpiando un vaso.

Global Insight Media... Mi mente queda atrapada en un solo pensamiento: Brielle. Trabajo nuevo, sueños cumplidos, oportunidades. Estoy feliz por ella. Es una sensación que me golpea de lleno, inesperada pero bienvenida. Siempre supe cuánto significaba para Brielle conseguir algo así, pero ahora, al escuchar que lo ha logrado, no puedo evitar sentir que está alcanzando lo que siempre soñó.

—Brielle está trabajando en lo que le gusta —murmuro, casi sin darme cuenta de que lo estoy diciendo en voz alta.

Zoe, que sigue de pie frente a mí tras la barra, asiente con una leve sonrisa. Hay algo en su expresión que me da confianza, como si entendiera exactamente lo que estoy sintiendo en este momento.

—Sí —responde Zoe, aún a mi lado—. Está muy emocionada por esa oportunidad. Deberías buscarla mañana por la tarde, cuando salga del trabajo. Ahora debe estar descansando. —Sugiere mirando el reloj que está en su muñeca.

—Gracias, Zoe —digo, con una sonrisa que intenta parecer segura.


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