CAPÍTULO 15
BRIELLE
Entro al bar Bad Girls y el lugar está en silencio. Las luces están apagadas, la música usualmente vibrante no suena, y el aire está lleno de ese aroma familiar de madera pulida y licor derramado. Son las dos de la tarde y el bar, que por la noche hierve de energía, parece un gigante dormido. Camino por el pasillo hasta la oficina de Jess La puerta entreabierta deja ver su figura inclinada sobre la computadora.
—Hola, Jess —saludo, asomándome y entrando sin esperar respuesta.
Jess levanta la vista de la pantalla y suelta una sonrisa que ilumina su rostro. Su cabello desordenado y el maquillaje perfectamente como siempre lo mantiene, su rostro no tiene ni un abismo de cansancio y sinceramente no sé cómo lo hace, viene todas las noches al bar, apoya en la barra cuando ve que se necesita, se queda siempre hasta el cierre y por la mañana revisa las finanzas y habla con proveedores. Últimamente al bar le está yendo mejor que nunca.
—¡Bri, qué sorpresa! —me dice, estirando los brazos para desperezarse. Luego sus ojos se entrecierran juguetonamente—. ¿Y esa sonrisa? ¿Qué ha pasado para que estés así de feliz? ¿Jake te acaba de dar un buen orgasmo? —pregunta elevando sus cejas mientras sonríe lujuriosamente.
Frunzo levemente el ceño y esbozando una sonrisa mientras niego.
—No... —Me siento frente a ella y vuelvo a sonreír. —Esta mañana me llamaron de Global Insigth Media. —respondo, tratando de no gritar de la emoción. — ¡Me han contratado! Empiezo el miércoles.
Jess salta de su silla, como si mi noticia la hubiera electrizado. Me mira con una sonrisa gigante, sus ojos chispean de emoción.
—¡No me jodas! —grita, casi derramando su taza de café en el proceso—. ¡Sabía que pronto conseguirías el trabajo perfecto! ¡Eso se tiene que celebrar esta noche y los chupitos corren por cuenta de la casa! —Corre a abrazarme, su energía es tan contagiosa que me siento aún más emocionada—. Bri, ¡te lo mereces tanto! Sabía que era cuestión de tiempo. Vas a arrasar, te lo digo yo.
Su abrazo es fuerte y reconfortante, y cuando nos separamos, mis mejillas me duelen de tanto sonreír.
—Fueron casi tres meses de entrevistas fallidas y más de un mal rato —le digo, sintiendo cómo ese peso finalmente se ha levantado de mis hombros—, hasta que alguien decidió ver lo que puedo aportar.
—Bueno, esos tres meses valieron la pena —dice Jess, volviendo a su silla y tamborileando los dedos sobre la mesa—. Y ahora, ¡Global Insight tiene la suerte de tener a una de las personas más brillantes que conozco en su equipo! ¿Cómo se siente eso?
Me río, acomodándome en la silla.
—Se siente como si por fin algo estuviera cayendo en su lugar. No te voy a mentir, pensé que iba a volverme loca. Cada vez que veía una oferta de trabajo o me sentaba en otra entrevista, sentía que todo era en vano. Pero aquí estamos.
Jess asiente, sus ojos brillan con esa mezcla de orgullo y alegría que me hace sentir como si realmente estuviera haciendo algo importante. Se le nota que está genuinamente emocionada por mí. Su sonrisa es contagiosa y el brillo en su mirada es el tipo de apoyo que necesitaba para recordar que no estoy sola en este camino.
—Esos tipos no saben la suerte que tienen —Jess asiente, como si ya lo hubiera sabido todo este tiempo—. Y ahora que tienes ese trabajo, puedes relajarte un poco. Te lo mereces.
—Gracias, Jess. Realmente lo aprecio.
Jess se inclina hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa y mirándome fijamente. Su expresión se torna aún más emocionada.
—Esta noche lo celebramos a lo grande. Los chupitos son cortesía de la casa, y si eso no es una razón para brindarle a la vida, no sé qué lo es. ¿Qué tal si hacemos una lista de cosas locas que siempre quisimos hacer?
La idea de hacer una lista de locuras me arranca una risa, aliviando un poco el peso que siento en el pecho.
—¿Qué, como saltar en paracaídas o algo así? —digo, medio en broma, pero al instante mi mente se aferra a un recuerdo nítido: Damián, con su sonrisa encantadora y su cabello alborotado, hablando emocionado sobre sus sueños de lanzarse al vacío en paracaídas, pero que su madre jamás lo dejaría hacer tal locura. Me imagino su cara de entusiasmo, esos ojos verdes chispeantes llenos de sueños y adrenalina.
—Sí, ¡exactamente! —dice, saltando en su silla con emoción. Se lleva las manos al corazón, exagerando como si estuviera a punto de explotar de felicidad—. Y yo puedo ser tu instructora. O quizás deberíamos conseguir un dragón volador. Eso también suena emocionante.
Ambas nos reímos, y por un breve instante, la ansiedad que tengo por Damián parece desvanecerse. Pero en el fondo, todavía me siento inquieta.
—¿Y si mejor vamos de compras? Necesito algo de ropa para el trabajo —sugiero, con la esperanza de que el acto de elegir prendas nuevas me distraiga de mis pensamientos. La idea de vestirme con algo fresco y emocionante me llena de una chispa de entusiasmo.
Jess ilumina su rostro con una sonrisa amplia.
—¡Eso suena perfecto! Además, no hay mejor manera de celebrar tu nuevo trabajo que luciendo increíble para tu primer día —dice mientras da un pequeño salto, claramente emocionada por la idea. Se levanta de su silla y comienza a recoger algunas cosas de su escritorio, moviendo con rapidez sus manos, como si la energía de su entusiasmo fuera contagiosa.
≪•◦ ❈ ◦•≫
Estoy sentada en la barra del Bad Girls, rodeada por el bullicio y la risa de mis amigos. Zoe y Jess están detrás de la barra, sirviendo chupitos y creando un ambiente vibrante con su energía contagiosa. La música retumba en el aire, una mezcla de ritmos que me hace sentir viva. A mi lado, Olivia y Víctor comparten anécdotas graciosas, mientras Jake, detrás de mí, me abraza casualmente por la cintura. Su risa resuena en mi oído como una melodía familiar cada vez que Víctor lanza alguna broma.
—¿Qué hay entre ustedes? —pregunta Zoe, con una mirada traviesa que ilumina su rostro mientras coloca una nueva ronda de chupitos frente a todos nosotros, el cristal tintineando al contacto con la barra.
Jake apoya su mentón en mi hombro, una muestra cariñosa de complicidad que me hace sonreír. —Nada, solo amigos —responde, con esa sonrisa que siempre me ha parecido encantadora.
Asiento, compartiendo su sonrisa, pero en el fondo sé que nuestras interacciones podrían confundir a cualquiera.
—¿De verdad solo son amigos? —interviene Víctor, su expresión curiosa mientras levanta su chupito, su mirada fija en nosotros como un halcón.
—Sí, ¿por qué? —respondo, sintiéndome cómoda con la pregunta directa.
—Porque ustedes se besan, se comportan como novios, y podría asegurar que ya se han acostado —murmura Víctor, llevando el chupito a sus labios con una mueca pícara, sus ojos brillando con malicia.
Jake y yo estallamos en risas al unísono, la complicidad entre nosotros evidente.
—Bueno, ambos somos solteros —añado, tratando de explicar lo inexplicable con una sonrisa juguetona que me da confianza.
—Ya, ¿pero no hay exclusividad? —Olivia pregunta, sus ojos brillando con curiosidad y una pizca de picardía, moviendo ligeramente su cabello como si quisiera atraer más atención a la conversación.
Jake y yo negamos simultáneamente con la cabeza, las sonrisas en nuestros rostros reflejando lo que sentimos.
—No, no somos exclusivos. Somos amigos —Jake reafirma con calma, su tono firme y seguro, como si estuviera afirmando una verdad inquebrantable.
—Buenos amigos... —añado, sonriendo mientras me recargo un poco más en Jake, sintiendo su calor a mi lado. Esa cercanía me reconforta y me recuerda que, a pesar de las dudas que puedan surgir, hay una conexión especial entre nosotros.
De repente, Víctor me mira intensamente, sus ojos chispeantes como si supiera que está a punto de lanzar una bomba. —¿Te daría celos si Jake besara a alguien esta noche y se fuera con esa chica al baño a tener sexo? —su tono es pícaro, pero su mirada busca una respuesta genuina en mis ojos.
Mis cejas se levantan, y un ligero estremecimiento recorre mi cuerpo. La idea de que Jake haga algo así me hace reír en lugar de incomodarme. Sin embargo, decido responder con un toque de ironía.
—La verdad, no. Siempre he pensado que el baño del bar es un lugar poco higiénico para esas cosas —digo, sacudiendo la cabeza, aunque en el fondo sé que la afirmación no es del todo cierta.
Jess, detrás de la barra, frunce el ceño con una mezcla de diversión y advertencia. —En mi bar, nadie tiene sexo en el baño —declara con un tono que intenta ser serio, pero sus ojos brillan con complicidad. Es una declaración que, sabemos, está lejos de la verdad.
Víctor suelta una carcajada sonora, como si estuviera desafiando a Jess. —Todos sabemos que eso no es cierto. En el baño de este bar han sucedido muchas cosas, aunque Jess prefiere no verlas. Yo mismo he tenido sexo varias veces en los lujosos y cómodos baños de este bar. —Su sonrisa traviesa provoca más risas.
Jess, poniendo las manos en la cintura, frunce el ceño. —Tienes prohibido entrar a mi bar.
—Préstame tu oficina y dejo de tener sexo en el baño de tu bar —murmura Víctor, guiñándole un ojo mientras levanta su chupito hacia ella, como si brindara por un futuro improbable.
La atmósfera se carga de risas y miradas cómplices. La música sigue sonando, pero en este momento, todo parece girar en torno a nosotros, a nuestras interacciones y conexiones.
—¿Y a ti, Jake? ¿Te daría celos que Bri se fuera con otro chico esta noche? —La voz de Zoe ligera, pero la pregunta tiene un peso travieso detrás.
Jake se encoge de hombros con una sonrisa tranquila, inclinándose sobre mi hombro para tomar su vaso de chupito, su cercanía me envuelve en una burbuja de calidez.
—No, no me daría celos. Estoy seguro de que Bri sabe lo que quiere —responde, su tono desenfadado y seguro, como si no existiera la posibilidad de que yo hiciera algo que pudiera herirlo.
La noche avanza con más risas, chistes internos y la calidez reconfortante de la amistad. En el fondo, sé que nuestra relación es única, una mezcla de conexión profunda y libertad compartida. Mientras tomo mi chupito, siento una gratitud sincera por estos momentos de ligereza y complicidad, donde las etiquetas se desdibujan y simplemente somos nosotros, navegando las aguas de la amistad con un toque de algo más.
Son casi las doce de la noche, los chicos han salido a fumar. Jess y Zoe siguen sirviendo algunos tragos a los clientes que se van acercando a la barra. Olivia y yo las observamos detenidamente mientras bebemos de nuestros tragos. Ya tengo varios chupitos y cócteles en el cuerpo, lo suficiente como para sentirme un poco desinhibida, pero no lo suficiente como para estar completamente fuera de control. La celebración de mi nuevo trabajo ha sido más que un éxito; he compartido risas y brindis con amigos, y la emoción por lo que está por venir todavía burbujea dentro de mí.
—Sé que yo no te hablo de él si tú no preguntas, así ha sido todo este tiempo, pero... —dice Olivia de repente, rompiendo el flujo de la noche. Su tono es más bajo, casi cauteloso.
Frunzo el ceño, inclinándome hacia ella. Su tono es cauteloso, algo que no suele ser típico de Olivia, la mujer más directa y sin filtros que conozco. Eso, por sí solo, me pone nerviosa.
—¿Qué pasa? —pregunto, intentando que mi tono suene casual, aunque mis músculos se tensan.
Olivia tamborilea sus dedos en el borde de su vaso, sin mirarme directamente. Esa es otra señal de que algo anda mal. Olivia nunca evita el contacto visual. Tomo un largo sorbo de mi trago, el alcohol quema ligeramente al pasar, pero no lo suficiente como para aplacar la creciente tensión en mi pecho.
—¿Has hablado con Damián? —dice finalmente, y es como si el mundo se detuviera por un segundo.
El nombre de Damián golpea como una piedra lanzada en aguas tranquilas, creando ondas de ansiedad que se propagan rápidamente. Siento una presión en mi pecho, pero hago lo posible por mantener mi expresión neutral. Hace días que no sé nada de él, y eso ha sido una constante fuente de angustia en el fondo de mi mente. Pero no quiero hablar de él. No ahora, no cuando estoy celebrando y supuestamente dejando el pasado atrás.
—¿Por qué lo preguntas? —respondo, intentando sonar despreocupada, pero mis dedos juegan nerviosamente con el vaso frente a mí.
Olivia suspira y da un trago largo antes de hablar, como si se estuviera preparando para soltar una bomba. —Es que... no, nada, olvídalo.
Elevo una ceja. No hay nada que me fastidie más que alguien que comienza una conversación y no la termina. —No, Olivia. Ahora me vas a decir qué pasa.
—No pasa nada, en serio. —intenta evadir, pero yo no soy de dejar las cosas a medias.
—Olivia, te lo estoy preguntando, ¿qué pasa con Damián? —insisto, mi voz algo más firme ahora. No voy a soltar el tema, no cuando mi corazón late más rápido solo por escuchar su nombre.
Olivia parece debatirse por un momento antes de soltarlo de golpe, como si no pudiera aguantarlo más. —No se casó.
La información me golpea como un balde de agua fría. Parpadeo, tratando de procesar lo que acaba de decir. —¿Qué? —Mi voz sale más aguda de lo que esperaba.
—Eso, que no se casó. Todos los que conocemos la historia de ustedes dos, sospechamos que es por ti. —Olivia me mira con seriedad, como si estuviera soltando una verdad que ha estado esperando a ser dicha por mucho tiempo.
Niego repetidamente, sintiendo cómo una mezcla de incredulidad y confusión se apodera de mí. —No, no es por mí. Eso es una locura. No digas tonterías. —Pero mi corazón late con más fuerza, y la idea de que Damián podría haber cancelado su boda por mi causa se enrosca en mi mente como un veneno lento.
—Lo digo en serio, Bri. —insiste Olivia, clavando sus ojos en los míos. — Scott me dijo que la decisión la tomó el mismo día de la boda. Que no pudo, simplemente no pudo hacerlo. Después de hablar con Vivian, se fue, y nadie lo ha visto desde entonces —Olivia se inclina un poco más hacia mí, como si lo que estuviera a punto de decir fuera un secreto más profundo aún—. Creemos que está de viaje. Daryl lo vio en el aeropuerto, hablando con su jefe. Parece que pidió asignación de vuelos internacionales.
Siento que el mundo a mi alrededor se mueve más rápido, mientras yo me quedo quieta, congelada en mi asiento. Damián no se casó. Damián no se casó. ¿Qué significa eso? ¿Dónde está ahora? ¿Cómo se sentirá? Mi mente gira con preguntas que no puedo controlar.
—¿Por qué me cuentas esto? —pregunto, abriendo los ojos y mirándola directamente. Mi voz suena más firme de lo que me siento por dentro.
—Porque sé que tú tampoco has dejado de pensar en él. Y creo que... quizás deberías ir a verlo cuando regrese. Hablar con él.
Niego de nuevo, más rápido esta vez, como si la idea fuera una locura que necesito desterrar de inmediato. —No, Olivia. No. Yo ya no pertenezco a su vida. No soy más que su exnovia. Eso es todo. Él... él ha seguido adelante. Tenía una vida. Iba a casarse. Y yo, seguiré con la mía.
—¿Sabes que después de ti no hubo nadie más serio, hasta que conoció a Vivian? —insiste Olivia, su tono ahora más suave, casi susurrante—. No tuvo ninguna relación seria después de que la relación de ustedes acabó.
Niego otra vez, más rápido esta vez, como si la insistencia de Olivia me estuviera arrastrando hacia un abismo del que no puedo escapar. La bebida calienta mi sangre, y con cada sorbo, siento cómo mis defensas caen, pero no estoy dispuesta a ceder en esto.
—No, Olivia. No —repito, mi voz firme, aunque por dentro estoy temblando—. Yo ya no pertenezco a su vida. No soy más que su exnovia, ¿entiendes? Ex. Eso fue hace mucho tiempo. Él ha seguido adelante. Tenía una vida, un plan... Iba a casarse, por Dios.
Ella me mira con una mezcla de comprensión y frustración. Sé que quiere empujarme hacia una decisión, pero se le olvida lo terca que puedo ser. Especialmente cuando tengo alcohol en el sistema.
—Pero no se casó, Brielle —dice, como si esas cuatro palabras fueran la clave para todo, como si eso lo explicara todo. Como si mi negación no significara nada frente a la realidad de lo que está sucediendo.
Mis labios se tensan en una línea recta. No quiero oír más. No puedo. La noche, que hace unos minutos era pura celebración, ahora pesa como un yugo sobre mis hombros.
—Bri, deberías...
—No, Olivia. —La corto antes de que siga. Estoy empezando a perder la paciencia. El alcohol burbujea en mi sangre, amplificando mi terquedad, mi negativa a enfrentar lo que ella está insinuando—. No voy a verlo, no tengo por qué. Él tomó sus decisiones. Se iba a casar. Fin de la historia.
Olivia me mira fijamente, como si intentara leer algo más allá de mi fachada. Siento su mirada pesar sobre mí, pero no cedo. No lo haré.
—¿Por qué eres tan terca? —pregunta, pero su tono es suave, casi como si ya supiera la respuesta.
—Porque no hay nada que decir —respondo, cruzándome de brazos sobre la barra. Siento mi corazón latir con fuerza, pero trato de ignorarlo. No es mi problema si Damián decidió no casarse. Eso es asunto suyo, no mío.
—¿Nada que decir? —Olivia se inclina hacia mí, bajando la voz, como si no quisiera que nadie más escuchara—. ¿Y qué tal todo lo que sentiste y sientes por él? ¿Lo que él siente por ti?
Un nudo se forma en mi estómago, pero lo empujo hacia abajo, lejos de la superficie. No quiero pensar en eso. No puedo. No después de la última vez que lo vi, de la última conversación que tuvimos. Aquellas palabras siguen rondando mi cabeza, aunque trato de ignorarlas.
Antes de que pueda decir algo más, veo a Jake acercarse desde el otro lado del bar, su expresión relajada mientras se abre paso entre la gente. Es la distracción perfecta, y no lo pienso dos veces. Me levanto de la barra de un tirón, dejando a Olivia sentada ahí, mirando cómo me alejo. Tomo a Jake de la mano antes de que pueda siquiera decir algo, y lo arrastro conmigo hacia la pista de baile.
—Vamos a bailar —le digo, mi tono firme, sin dejar lugar a dudas.
Jake me sigue, un poco sorprendido pero sin protestar. Siempre ha sido así, fácil de llevar, dispuesto a seguir mi ritmo. La música nos envuelve mientras llegamos al centro de la pista, y siento el ritmo pulsando bajo mis pies, como si el sonido fuera una extensión de mi propia energía. Empiezo a moverme, intentando dejar atrás todo lo que Olivia me dijo, todo lo que ahora corre por mi mente como un veneno que no puedo ignorar.
Pero no importa cuánto intente perderme en la música, no puedo dejar de pensar en Damián. En su voz, en cómo me miró esa última vez que hablamos, justo antes de su boda.
Dime que no me case, y no lo hago.
Las palabras vuelven a mí, nítidas, como si acabara de escucharlas hace unos segundos. Su voz era firme, pero había algo en ella, algo roto, desesperado. Un filo que me hizo dudar de lo que realmente quería. Me quedé paralizada, incapaz de responder, y eso solo lo enfureció más.
No lo voy a repetir, Brielle.
Mi cuerpo se siente pesado con el recuerdo, y aunque trato de concentrarme en Jake, en cómo sus manos ahora reposan en mi cintura, no puedo escapar de la sensación que me invade. El alcohol ya no es suficiente para mantenerme anestesiada. Puedo sentir cada emoción corriendo por mis venas: la rabia, el dolor, la confusión.
—¿Qué pasa? —pregunta Jake, sonriendo con esa tranquilidad que siempre me ha hecho sentir más ligera. Pero no tengo ganas de explicarle nada. Ni a él, ni a nadie.
—Nada —le respondo, sacudiendo la cabeza mientras lo llevo al centro de la pista de baile, donde la música nos envuelve y los cuerpos se mueven al ritmo del bajo. Pongo mis manos en sus hombros y empiezo a moverme, tratando de dejarme llevar por el momento, por el alcohol y la música.
Pero no puedo dejar de pensar en Damián.
Mi cuerpo se mueve de forma automática, siguiendo el ritmo, pero mi mente está en otro lugar. Las palabras de Olivia retumban en mi cabeza, junto con ese recuerdo.
Es tu culpa. Tú volviste y desde ese momento... nada tiene sentido.
Siento el enojo arremolinarse dentro de mí de nuevo. Yo no volví para arruinar su vida. Volví para retomar la mía, para seguir adelante después de haber dejado tantas cosas atrás.
Pero desde que regresé... algo cambió. No puedo mentirme más.
—Bri, ¿estás bien? —Jake me pregunta, su rostro ahora preocupado.
—Sí, sí —respondo rápidamente, sacudiendo la cabeza. —No, la verdad es que no. Necesito aire.
—¿Quieres que te acompañe?
Niego, —No te preocupes...
Me alejo de la pista de baile, el sonido de la música se desvanece mientras camino, intentando encontrar algo de aire. Pero cada paso que doy, cada respiración que tomo, solo me llena de más confusión.
Desde que volviste, todo lo que creía seguro se está desmoronando. ¡Me estás arruinando la vida!
Las palabras resuenan en mi mente, más fuertes que la música, más insistentes que el latido de mi propio corazón. Y por más que quiera negarlo, no puedo dejar de pensar en una cosa:
¿Y si, después de todo este tiempo, todavía hay algo entre nosotros?
El pensamiento me asusta, pero también me atrae, como una llama que no puedo dejar de mirar. Porque la verdad es que yo tampoco lo he superado.
Siento el aire frío de la noche golpear mi rostro cuando finalmente salgo del bar. Necesito respirar, alejarme de todo por un momento. Pero incluso aquí afuera, en la oscuridad de la noche, Damián sigue siendo el único pensamiento en mi mente.
Y por primera vez en mucho tiempo, no sé qué hacer.
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