Séptimo Encuentro
Capítulo dedicado a: TributoLoliPotter y hanakoxyashiro-, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
El atractivo rostro de Kageyama fue completamente dudoso, sin dejar de lado su seriedad, al ver a la mujer que se parecía a Shoyo, completamente sorprendida. Parecía que en algún momento se moriría ahí mismo, respirando con agitación y sintiendo que el aire se le iba.
—No tenía idea de que era otro chico —aseguró, hablándose para sí misma y murmurando una y otra vez sin parar, como si estuviera desesperada o hubiera encontrado algo que nunca creyó. Definitivamente debía de prestarle más atención a su hijo mayor, ¡no sabía absolutamente nada de su situación sentimental!—. Adelante, Kageyama-kun —dijo después de un poco, haciéndose a un lado, mirando desorbitada la bolsa que traía con varios aperitivos.
Tobio no dijo nada, sólo entregándole a la mujer lo que todos en el club le habían comprado, mientras era conducido a la habitación ajena. Y él no podía decir con certeza si estaba completamente feliz por haber llegado fuera del horario escolar a ver a su interés amoroso, preocupado por su estado de salud, o molesto con Tsukishima porque desde que los había encontrado en esa posición tan cliché y para nada heterosexual, lo había estado molestando. Que él estuviera ahí también había sido culpa de ese rubio con lentes, no sabía si debía de estar agradecido con un sujeto tan desagradable. Pero ahí estaba, siendo recibido por la madre del chico, con unos tremendos ojos soñadores que parecían decirle que sabía su secreto y tenían todo su apoyo.
—Con permiso —saludó al entrar, por pura cortesía. La mujer sonrió, negando ante la actitud tan apacible del chico (si lo conociera realmente, otra historia sería... posiblemente).
—Toma tu tiempo, está despierto, sólo que algo cansado. Pero ya está mucho mejor —aseguró, no permitiendo que el otro dijera o tratara de hablar, ya que apenas Tobio puso ambos pies adentro, la mujer recorrió la puerta, cerrándola con casi un azote. Kageyama no pudo evitar sentirse completamente nervioso, con un escalofrío recorriendo su cuerpo—. ¡Natsu, necesito tu ayuda con la cena! —Escuchó el grito de la fémina llamando a la hermana menor de Shoyo, y pronto sus oídos fueron llenados por los diminutos pies de la niña corriendo por el pasillo.
Se acercó, lentamente, no pudiendo pensar una mejor decisión que ésa, llegando a parar al adormilado rostro débil del chico, que parecía haber tenido un diminuto rastro de lágrimas en sus mejillas. ¿Había estado llorando?
—¿Quién es? —preguntó el menor, completamente tranquilo, pareciendo cansado, pero no grave. Era toda una suerte.
—Soy yo, idiota. —Fue lo primero que se le ocurrió decir a Kageyama, apenas su campo de visión chocó contra la mirada cansada del más bajo. El chico estaba arropado, de pies a cabeza, casi como un pequeño taco envuelto en las cobijas. Sus pupilas mostraban curiosidad sincera, y parecieron dilatarse por sorpresa al ver al chico.
—Kageyama. —Enmarcó el apellido ajeno, moviendo sus labios con completa burla, tratando de esbozar una pequeña sonrisa. Parecía no creerlo—. ¿Estoy alucinando?
—No, no lo estás —indicó, sentándose lentamente en la silla que estaba a un lado de la cama. Al hacerlo, volvió a mirar a Hinata, que parecía un pequeño ser inocente que no se alteraba para nada: sus grandes ojos lo miraban, parpadeando de vez en cuando, su nariz y sus mejillas carmesí, al igual que su respiración mucho más tranquila; sin contar claro, que estaba envuelto de pies a cuello en su cama: ¡una vista difícil de ignorar!
Tobio se sonrojó con notoriedad, volviendo a notar lo obvio: ambos estaban solos, posiblemente Hinata creía que estaba delirando, su cara parecía demostrarlo, y posiblemente nada garantizaba que éste fuera a recordar todo lo que estaba pasando en ese instante.
En conclusión: ¡estaba todo a su favor!
La idea lo estremeció, sabiendo de sobra que la tentación era extremadamente grande. Podría tomar la situación con Hinata y éste no lo recordaría... ¡cómo desperdiciar esa oportunidad!
Sus manos temblaban, y el sudor lo inundó, sintiéndose pesado. Se dejó cegar por unos breves instantes, y aprovechó debidamente cuando Shoyo cerró sus ojos por un breve lapso de tiempo; su mano fue estirada, con el calor emanando su cuerpo y su dedo ansioso llegó a parar a una de las mejillas del otro. Estaba bien porque eran pareja, ¿no?
Acarició la mejilla ajena, dibujando una extraña curva hacia arriba, feliz, sintiendo la suavidad de su piel y su cálida piel entorpecida por su resfriado. Hinata abrió sus ojos torpemente al sentir las caricias, y pareció un poco satisfecho con éstas, permitiendo que Kageyama siguiera con los mimos.
Kageyama era un amante empedernido de las cosas tiernas, Hinata era un imán de ternura en algunas ocasiones.
Esperaba, realmente esperaba, que Shoyo no recordara sus caricias inocentes en su cara, y la felicidad tan obvia en su rostro por poder tocar esa pequeña parte de Hinata.
—Eso te pasa por no abrigarte correctamente, idiota. —Alargó con sus labios el último insulto, de un modo cariñoso. Hinata arqueó sus ojos torpemente, y pareció estar molesto abiertamente.
—Maldición, tuve que faltar al club por esto —comentó con sinceridad, quejándose con la persona que actualmente era su pareja. Parecía disfrutar quejarse cuando estaba enfermo, mucho más que cuando estaba completamente sano—. No es justo, ¡realmente, realmente quería ir!
—Gracias a tu descuido, yo me adelantaré. —Se burló abiertamente el otro, mostrando sus dientes y deteniendo la caricia en su mejilla. Hinata pareció chasquear sus dientes, pero al final, inevitablemente, terminó por castañear debido a su resfriado.
—¡Demonios, Tobio! ¡Eres igual de molesto que el original! —Se quejó con un puchero, dando un pequeño carraspeo. Kageyama lo único que pudo hacer fue abrir sus ojos como platos, al escuchar su nombre siendo pronunciado deliberadamente por la persona que en algún momento se había convertido en su novio, de una forma un tanto rara—. Pero, aun así, me gusta esta ilusión... —concordó, al tiempo que batallaba para dejar escapar una de sus manos de la cobija. Cuando por fin pudo salir, no pudo evitar sonreír de forma burlona y la estiró débilmente, buscando tomar la ajena.
El azabache se sorprendió, no pudiendo evitar no hacer más que corresponder el agarre, sintiendo una calidez tan efímera. Los dos se tensaron ante eso, pareciendo hacer reaccionar a Hinata de golpe... o más o menos.
—¡Te sientes cómo el verdadero Tobio! —Que Shoyo dijera su nombre de esa forma lograba sacarlo de sus casillas, y una extraña sonrisa se quería asomar en sus labios.
—Es porque soy el verdadero —aseguró, un poco serio. Hinata enmarcó una de sus cejas, pareciendo incrédulo, pero sus orbes cafés querían creerlo de verdad—. Todos me mandaron a verte, querían venir, pero supusieron que sería una molestia para ti. Pero esperan que te recuperes pronto.
Shoyo escuchó esas palabras con completa fidelidad, mostrando sorpresa en su cara, y al estar completamente conmovido por tales acciones, sus ojos rasgados empezaron a llenarse de agua cristalina, amontonándose y empezando a derramar lágrimas sinceras.
Kageyama pareció asustado, no sabiendo qué hacer; ¿por qué se había puesto a llorar de repente?
—¿Eso dijeron? —chilló con dramatismo, aferrando más su mano a la de Kageyama.
—¿Eh? ¡Señora Hinata! —llamó asustado y entrando en pánico.
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