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Primer Encuentro

Hinata de verdad quería salir huyendo de ahí, sabiendo de antemano que ya de por si era un poco molesto tener que toparse con Kageyama en los encuentros, nada mejoraba si sólo se dedicaba a mirar a alguien como él por casualidad. La idea de tomar un pequeño descanso a solas, cerca de la azotea principal del edificio de su academia lo dejó perplejo. Cuando apenas iba dando la vuelta para llegar a las escaleras principales que daban a la azotea, la figura del de cabellos negruzcos se le presentó. Sus pupilas se dilataron, viendo a Tobio recargado contra la pared, al final de la escalera, pareciendo tomar una siesta.

En situaciones normales se abría burlado de él, insinuando su posible falta de habilidad a la hora de socializar, pero ahora estaba cansado, además, no quería soportarlo por el momento. Por lo que, lentamente, intentó retroceder lo mejor que pudo. Sin embargo, para su mala suerte, su zapato le jugó una mala pasada e hizo un sonido raro al derrapar.

Se quedó quieto, sintiendo los nervios y el miedo a flote, cuando vio abrir de golpe los ojos del mayor. La pequeña presa había sido atrapada, y Kageyama no podía hacer más que adaptar su vista y observar al pequeño intruso que se había atrevido a interrumpir su sueño.

—Oye... —Lo llamó, con completa seriedad y frunciendo su ceño al verlo a la cara. Hinata dio un pequeño brinco, y fingió que no lo escuchó, tratando de irse. Eso, de una u otra forma, logró cabrear a Kageyama con completa facilidad, dando un terrible gruñido certero—. ¡Oye, Hinata, idiota! —Ahora sí se alteró, y el mencionado no pudo evitar no pasar eso por alto.

—¿Qué pasa? ¿Quieres pelear? —cuestionó, frunciendo su ceño y corriendo con cierto temor hasta quedar en medio del diminuto pasillo que daba a las escaleras. Su ceño fruncido hizo que Tobio arqueara sus cejas, tratando de calmarse al tener que soportar a ese enano.

Después de todo, había sido su culpa por llamarlo.

—¿Adónde vas? —cuestionó con un aire ofensivo, el menor pareció titubear ante su acto para nada desastroso.

—Que adónde voy, pues... —Hizo una pausa, antes de dar un suspiro pesado, al tener sobre él la mirada interrogante del otro, delineando su cuerpo con la mirada, como si no quisiera que nada se le atravesara en el camino. Era un poco tonto, e incluso raro, pero así eran las cosas. No había razón exacta para huir, ambos eran compañeros de equipo y debían de llevarse bien fuera de la cancha. Algo así, como si fueran amigos—. Iba a la azotea.

—La azotea está cerrada —respondió el otro, sacando de sus labios esa afirmación como si nada. Hinata se sintió humillado sin una razón aparente.

—¿Lo está? —interrogó, mientras arrastraba sus pies al subir los escalones y llegó hasta donde estaba su compañero.

—Siempre lo ha estado, tonto, ¿no te has dado cuenta? —Encomendó, con su seriedad habitual, pero no pudiendo evitar que un diminuto tono de voz burlón se escapara de sus labios.

—Es la primera vez que subo aquí. —Se excusó, antes de sentarse a un lado de Tobio.

Cuando su trasero tocó el frío suelo, inclinó su cabeza, tratando de esconderla entre sus brazos y sus piernas. Kageyama lo observó de reojo, pero no dijo nada. Ninguno de los dijo nada.

O no, hasta que los dos cayeron en la cuenta de que estaban solos, muy cerca al lado del otro, y no tenían ningún tema de conversación. ¿Qué hacer en esos casos? Los dos dilataron sus pupilas casi al mismo tiempo, empezando a sudar frío, como si nunca se hubieran hablado en la vida y ahora por obligación debían de hacerlo.

El más consternado de todos era Hinata, que ya estaba completamente agitado y con la respiración a flote, listo para jugarle una mala pasada en cualquier momento, dejando que el aire le faltara y su desmayo fuera inminente. ¡Era un tonto!, ¡se había sentado a su lado sin pensarlo!, ¿qué le pasaba?

Tobio tampoco parecía tener intenciones de irse, y además, si Shoyo se paraba y se retiraba por no saber de qué hablar con él fuera de los entrenamientos que no sea del voleibol, sin duda lo haría sentirse derrotado, y como buen rival que era, no podía darle el trono en bandeja de plata a ese idiota.

Decidido, le sacaría conversación.

—Kageyama, ¿qué te gusta hacer? —Bien, fue directo y rápido, perfecto para situaciones como ésas. Incluso enderezó su cuerpo y miró a la cara al otro, chocando sus pupilas. A pesar de todo, Tobio pareció desconfiado, un poco extrañado ante el comportamiento del otro y completamente perdido.

—Jugar voleibol... —afirmó sin preámbulos, siendo completamente serio. Un punto en falso para Hinata, que sintió como si una flecha invisible, tan sutil y poderosa, se estrellara contra su cuerpo.

En serio, ¿no podían tener una conversación normal si ésta no trataba del voleibol?

—¿Cuál es tu pasatiempo?

—El voleibol... —Otra vez, ese tema recurrente.

—¿Hay alguna meta que tengas en el futuro? —Pero no se rendiría.

Kageyama parecía completamente confundido.

—Llegar a las ligas nacionales y-... —Fue interrumpido de golpe, por el grito estrujado de Hinata, siendo desparramado en un abrir y cerrar de ojos al verse contra la espada y la pared.

«Ya , me alejaré de cualquier cosa que pueda tener como respuesta ese deporte...», pensó con completa seriedad, tragándose las ganas de también querer empezar a hablar de ese tema y sentirse derrotado. Una guerra que ni siquiera fue empezada por Tobio esa vez.

—¿Tu materia favorita?

—No sé... ¿educación física? —Hinata se sintió alegre, la tener una contestación normal en el de hebras negruzcas. Eso era gratificante, a partir de ahí podría sacarle más conversación.

La sonrisa se estrelló en su rostro y fue casi imposible que Kageyama la pasara por alto, al ver que parecía notablemente feliz, como si hubiera tomado un logro enorme. Hasta sus ojos rasgados parecían brillar, entre el marrón de sus irises. Kageyama no lo dijo, y ni siquiera lo pensó de forma consciente, pero se advirtió grabar esa imagen, esa expresión, incluso hasta el mínimo detalle en su rostro expresivo en el disco duro de su corazón.

—¿Por qué te gusta esa materia?

—Porque hay veces en las que se forman equipos y jugamos voleibol. Aunque no todos son muy buenos, es un buen ejercicio. —La sonrisa de Shoyo se fue desinflando de su rostro, cuando ese tema iba de nuevo con una conversación que, de una u otra forma, se metía la pasión de Kageyama.

Y el de cortos cabellos lacios cubriendo su frente no pudo hacer más que tener un ligero ataque de pánico, al notar el notable desanimo en el alegre chico que había mostrado tremenda sonrisa hace poco. ¿Había hecho algo malo?

De pronto, cuando la confusión de Kageyama parecía no querer aumentar, se quedó perplejo, al ver a Hinata golpear con la palma de sus manos sus mejillas, intentado darse ánimo. Bien, eso en definitiva no se lo esperaba. Por eso se sorprendió, al notar la decisión en el rostro del más bajo y la marca de sus manos en sus mejillas.

—¡No me rendiré!

—¿De qué demonios hablas? —balbuceó el otro, arqueando sus cejas y buscando respuesta en él. En vez de obtenerla, Shoyo giró rápidamente su cara, hasta quedar a unos escasos centímetros de distancia ante sus afirmaciones. Se lo tomaría todo muy en serio.

—¡Tu canción favorita, Kageyama! ¿Cuál es tu canción favorita? —cuestionó, con la emoción a flote porque no podía salir algo referente a lo que quería evitar en esos momentos.

—Creo que... Imagination —confesó, un poco dubitativo al darse cuenta de que no sabía mucho de géneros musicales.

Eso, de una u otra forma, le generó un diminuto estado de ansiedad al de cabellos desordenados, y lo sintió como una derrota, al tener la corazonada de que quizás, esa canción tenía algo que ver con el deporte.

—¿Tu libro favorito?

—No leo mucho, pero últimamente he seguido un manga, que trata sobre un chico que es fanático del voleibol por haber visto a su ídolo en televisión... —De ahí las palabras de Kageyama simplemente ya no entraron en la mente de Hinata, hundiéndose en una terrible zanja, al creer que con Tobio no era posible entablar una amistad fuera de la cancha, porque todo lo conducía una y otra vez a la inminente realidad de que ambos sólo eran dos jugadores en el equipo de Karasuno.

Lo más seguro es que Kageyama respiraba voleibol, que su mente estaba llena de voleibol, que comía voleibol, que veía voleibol, que defecaba voleibol, ¡que todo era voleibol!

—Oye, idiota. —La voz de su acompañante llamándolo lo regresaron a la realidad, al sentir dos de los dedos ajenos colocándose sobre su mejilla. El menor reaccionó de pronto, sintiendo esa pequeña muestra de preocupación en alguien tan serio como Kageyama. Levantó su vista, sólo chocando contra la mirada seria e interrogante del mayor.

—¿Qué pasa?

—Creo que encontré una nueva forma de entrenamiento, quiero planearlo esta tarde en el gimnasio —habló con firmeza, apenas separando su mano de la suave mejilla del otro. Eso, sin querer, le pareció irónico a Hinata, y no pudo evitar sonreír.

Sin querer habían regresado al mismo cuento de siempre, tras dar una vuelta completa. Posiblemente los amigos sólo hablaban de lo que les gustaba, no importaba si era el mismo tema una y otra vez.

—¿Lo pensaste también? Sobre mejorar, según Daichi-san.

Kageyama asintió, y Shoyo no pudo evitar sentirse más emocionado. Quizás era egoísta, pero le gustaba tener la atención de Tobio sólo para él en esos instantes.

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