Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cuarto Encuentro

Capítulo dedicado a: MassyBooks77 y jjktullips, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—¡Abran la puerta! —gritó exaltado Shoyo, dando pequeños golpes potentes contra el almacén del gimnasio que utilizaban para practicar voleibol.

«Nos dejaron encerrados», fue lo poco que logró entender Kageyama, quedándose quieto a una distancia prudente de la puerta y sintiendo los nervios a flor de piel. Sí, estaba nervioso, no le gustaría quedarse toda su vida ahí, mientras moría, sin siquiera poder ganar el torneo nacional con la preparatoria Karasuno.

Tanaka y Sugawara se habían puesto a discutir de algo trivial, sin llegar a ser serio: ¿quién invitaría la comida después del club? ¿En serio? Más tarde, se unió a la plática Yuu, alegando alegremente que él no tenía nada que ver con eso y que no podía tomar la responsabilidad porque no tenía mucho dinero. De ahí, todo se fue desligando a una lucha campal en donde los tres hablaban sin parar, dando excusas, Asahi trataba de calmarlos en vano, y la paciencia de Daichi se iba cayendo por la borda, lentamente. Cuando por fin fueron presa de sus órdenes certeras, todos guardaron silencio y temieron en grande. Nishinoya fue el que cerró el gimnasio, y la plática terminó con: cada uno comprará su propio ramen en su improvisada salida.

Lo que no contaban, era que tanto Kageyama como Hinata quedarían adentro.

Cuando el menor quiso dar un grito, tras perderse con Kageyama y lo incómodo que se sentía en su presencia, todos habían ido al salón principal del club a cambiarse. En parte había sido entendible: Kageyama y Hinata siempre que estaban juntos eran los más ruidosos. No dejaban de hablar, y cuando menos te lo esperabas, ya estaban peleando, discutiendo, o por fortuna y para mejor, generaban una situación humorística y cómica. Actualmente nada de eso ocurría, mientras acomodaban los balones utilizados, ninguno de los dos decía nada, cuando metían todo en la enorme canasta, por accidente buscaban mirarse a la cara, y terminaban bajando la vista. El color rojizo llegaba a Shoyo, y no podía parar de recriminar mentalmente por estar bastante cerca de Tobio, aun con lo que hace poco había pasado.

¡Casi se daban un beso! ¿Por qué?

Y Kageyama parecía estar tranquilo, guardando y acomodando todo, mientras afuera del pequeño almacén se escuchaban los gritos alegres de Nishinoya empujando el trapeador por la cancha.

Regresando a Kageyama, sólo parecía tranquilo, pero no lo estaba, de hecho, ya había generado corto circuito hace poco y su mente estaba en blanco, completamente en blanco, con los nervios dando sacudidas de pies a cabeza y las mariposas en su estómago flotaban y volaban sin rumbo aparente, destruyendo todo, porque no era para nada fácil aceptar que estaba enamorado de Shoyo, contando su inexperiencia, ya podía tirarse de un puente si así lo quisiera.

Eso los llevaba de nuevo al tiempo actual, en el que Hinata lloraba en desespero, golpeando con sus brazos la puerta del almacén, buscando que alguien le abriera: no quería estar a solas con Kageyama sabiendo el deplorable estado de su corazón, y mucho menos encerrarse en una parte del gimnasio y no poder jugar voleibol por culpa del pequeño espacio.

—Creo que regresarán pronto. ¿Lo recuerdas? Todavía no está cerrado el gimnasio con llave. —Sonrió Kageyama, tratando de darse esperanza, levantando uno de sus dedos al aire, como si buscara hacerse el intelectual. Hinata volteó para verlo, con los ojos llorosos y el enojo acumulado en su cara, mostrando lo amenazante que podía ser. El azabache se tensó, mordiendo su lengua al verlo en ese estado, enrojeciendo sin querer cuando éste pareció confrontarlo. Tuvo que apartar la vista—. ¡Hinata, idiota! —gritó, siendo su vocabulario de insultos no muy extendido.

—¿Y ahora yo qué te hice? —Se quejó el de menor estatura, girando sobre la planta de sus pies para encararlo cara a cara. Podía estar aceptando poco a poco que estaba enamorado de ese joven más alto que él, pero aun así no se dejaría insultar por él—. Nunca eres honesto conmigo...

—¿Quieres que sea honesto contigo, idiota? —Hizo una pausa, mostrando su enojo, no pensando correctamente en lo que hacía o decía. Todo apuntaba a una clara declaración—. Bien, te diré lo que siento por ti: ¡Hinata, idiota, idiota!

El color rojizo explotó todavía más en la cara del más alto, no sabiendo exactamente qué hacer en casos en los que peleabas con tu interés amoroso, así que se dejó cegar, apretando sus dientes y dispuesto a acercarse a él para decirle unas cuantas cosas. Shoyo no se dejaría vencer, fingiendo falsa fortaleza, arqueando sus cejas y preparándose para molestarse, como si fuera un pequeño gato arisco que soltaría rasguños inexpertos al aire.

—¡Vamos, no voy a huir! —exclamó Hinata, enseñando su lengua al sacarla con completo nerviosismo a flor de piel. Se acercó unos cuantos pasos hacia adelante, cuidando no tropezar con la colchoneta estirada.

—Eso espero, ¡porque voy en serio! —Incriminó, siendo cegado de repente por los momentos bochornosos en los que habían terminado enredados sin querer.

Y, por fin, cuando parecía que todos los planetas y estrellas se iban a alinear, listos para una confesión romántica, la colchoneta estirada no fue notada por Kageyama, tropezando apenas dio unos cuantos pasos. Y de repente, ¡pum!, la caída milagrosa ocurrió, siendo acompañada por el grito bochornoso de Kageyama y Hinata cuando sus cuerpos chocaron y la gravedad pareció gritar con un cartel de letras mayúsculas escrito: «KAGEHINA SHIPPER».

Hinata pareció mareado, sintiendo que eso ya lo había visto en un montón de animes Shojo, y no era porque a Hinata le gustara ese género, no, no, ¡no! Pero la única y clara diferencia era que sí le dolió un poco la espalda, y por accidente su frente chocó con la de Kageyama cuando cayó arriba de él. Ésa había sido razón suficiente para que todo el piso se le moviera.

Pero cuando todo pareció dejar de doler, sólo por una diminuta brevedad de segundos, Shoyo pudo abrir sus ojos para notar la situación actual, y éstos chocaron con los de Kageyama. Los dos miraron el diminuto cielo estrellado que estaba encerrado en alguna parte de esa galaxia café y el agujero negro en los ojos azules que parecían absorber todo el enojo de Hinata, quedándose sólo un chico tímido, con las mejillas sonrosadas hasta el límite, la ilusión de un adolescente cualquiera en sus pupilas temblorosas, y sus manos inexpertas tentando lentamente, subiendo con suavidad por los brazos de Kageyama que lo encerraban a sus costados.

—Hinata... —susurró el otro, con completa seriedad, mientras el rubor se presentaba con fuerza y no podía decir otra cosa más que el apellido ajeno. Y no, no era para sonar romántico, era porque literalmente su cerebro era un desastre y ya no sabía qué debía de hacer a continuación.

Los impulsos parecieron ceder en ambos, inclinándose el más alto, permitiendo que Shoyo moviera un poco sus labios. La cercanía fue evidente, sus narices rozando, sus respiraciones mezclándose en cada suspiro agitado y al final, todo culminó en un diminuto roce tímido en la comisura de sus labios. Su primer beso inocente, entre tanta ceguera acumulada por sentimientos adolescentes.

De pronto, la puerta del almacén fue abierta de golpe, y el cuerpo de ambos se tensó porque no esperaban que ya alguien los rescatara a esas alturas. Cuando ambos se separaron, por accidente, Hinata le mordió el labio a Kageyama, tras el susto recibido. Trataron de mirar quién era el interruptor humano de pasiones, pero sólo estaba la alta y delgada figura esbelta de Tsukishima. Yamaguchi estaba a su lado.

Peor persona no pudo haber sido para decidir rescatarlos. El chico con lentes pareció dibujar una sonrisa un tanto divertida en sus labios, y un ligero sonido de sus cuerdas vocales indicó sin preámbulos que se estaba burlando de ambos por lo bochornosos que eran. Yamaguchi estaba sin palabras, con la boca abierta en par en par porque no se esperaba eso.

—Me había preocupado un poco que de repente dejaran de gritar, pero creo que no debí de abrir. Estaban muy ocupados. —Se mofó de ellos, disfrutando el rostro ajeno que parecía todo un poema.

—¡Tsukki! —exclamó sorprendido el chico que era más bajo que el mencionado. Antes de que pudiera decir otra cosa, el rubio le tapó con una mano sus ojos.

—No mires a estos pervertidos, Yamaguchi.

—¡No es lo que creen! —Trató de excusarse Hinata, al notar que Tobio seguía en trance. Sólo recibió una ceja alzada de parte de Tsukishima al ver el labio sangrante del idiota mayor y la posición en la que estaban.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro