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Andrew

Abrir mis ojos y ver mi cama vacía, nunca se había sentido tan desolador como hoy. Y creo que eso es una mala señal. Mi cara de estúpido lo dice todo; ¡al diablo! No puedo estar sintiendo estas tonterías por una chica que apenas y conozco. Me rasco la cabeza en un acto de desespero porque es lo que quiero creer, entender, metérmelo en la cabeza y dar por terminada toda esta fantasía. No obstante, recordarla desnuda sobre mí no ayuda para nada. ¡Maldita sea! Necesito un baño antes de terminar nuevamente empalmado.

Tras la ducha, si bien me baja el brote de calentura, no logra disipar los pensamientos. Voy a la cocina y preparo un poco de café y de preferencia negro y cargado, nada mejor para terminar de despertar de la dulce pesadilla. Recojo mi cámara de sobre el escritorio y me acomodo en mi sillón, conecto el cable al monitor y apenas la reconoce abre la carpeta de archivos. Y allí está ella, no pude evitar retratarla. No pude evitar capturar su rostro dormido, sin filtros, ni pinturas, tan natural, tan dulce. ¡Maldición! Creo que estoy obsesionado. Mejor me apuro.

Salir es bueno, y respirar un aroma diferente al que ella dejó impregnado en mi habitación también lo es para mi salud mental. Sin embargo, lo que encuentro afuera del edificio, no me emociona para nada. Detengo el auto, Michelle está ridículamente sentada sobre el bajo muro de la acera.

―¡Oye! ―exclama al incorporarse sacudiendo su trasero.

―¿Qué haces aquí?

―Buenos días, ¿no te alegra verme?

―Voy de afán ―expongo a lo que ella me refuta con un puchero que no me deja más remedio―; está bien, ¿quieres que te lleve a algún lado?

―Quiero pasar tiempo contigo.

―En serio voy de afán.

―¿Por qué evades el tema?

―Porque no tengo tiempo para discutir contigo. Sube o vete. Escoge.

―A veces eres tan cruel ―refunfuña dando la vuelta y subiéndose al auto de mala gana―, puedes dejarme en el edificio.

―Bien ―exhalo sin ánimos de seguirle la cuerda. Y contento con él triunfo de mi apática actitud.

―¿Ya no te gusto? ¿Es eso?

―Michelle, no estoy de humor para discutir.

―No busco discutir, solo quiero escuchar la verdad.

Suspiro bajo, jamás esperé sentirme fastidiado con el tema.

―No me disgustas, ¿está bien?

Supongo que solo trato de no ser tan borde.

―Eso no responde mi pregunta ―replica molesta.

―Apuesto a que no quieres escucharla ―refuto igual de irritado.

―Jamás debimos venir a este lugar, éramos tan felices en Londres.

―No estabas obligada a venir.

―Tu, tampoco.

―Puedes regresare cuando quieras.

―¿Y tú que harás?

―Yo haré lo que tengo que hacer.

―Bien, solo espero que no te arrepientas ―dice enfurruñándose.

―Adiós, Michelle. ―La despido para evitar seguir dándole todavía más largas a su intención de hacerme sentir mal, al respecto.

Ella se baja a regañadientes, y sin dejar de obsequiarme con todo y moño, su mirada frustrada y lastimera, que no hacen más que darme argumentos para apartarla. Hasta antes de la noche pasada, no había esperado sentirme como lo hago ahora por ninguna mujer. Me pregunto que tiene esa chica de especial que no puedo desechar tan fácilmente lo que estoy ignorando con todas mis fuerzas; pero que al fin y al cabo estoy sintiendo...

¡Maldita sea! Maldigo por tercera vez en este día; es indudable que quiero volver a... verla.

∞∞∞

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