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Andrew

―¿Por qué estamos aquí?

―¿Aquí dónde? ―pregunto indiferente.

No estoy dispuesto a darle largas a las exigencias de Michelle. Bastante tengo con las exigencias de tía Natalie.

―Aquí, en mi departamento, creí qué iríamos al tuyo, bebé ―dice jugueteando con la solapa de mi chaqueta.

―Creíste mal; además. ―Disimuladamente me remuevo para que deje de hacer eso. No estoy de humor para tener compañía―, sabes que detesto qué invadas mi espacio de trabajo.

―A veces eres tan cruel ―Michelle se queja ceñuda cruzándose de brazos y regalándome un enojado mohín de labios―. Siempre me excluyes de tus cosas.

―Michelle. ―La detengo largando una exhalación, antes que empiece con su numerito de novia desdichada―. Soy cruel, te lo advertí desde el principio, si después de un año juntos aún sigues empeñada en lo mismo, creo que esto ya no funcionará.

―Andy, no es necesario que seas así ―se queja lastimera y ya capto su estrategia de siempre suavizar las cosas cuando cree que estoy por darle un ultimátum, su mano acaricia la mía sobre el volante―. Sabes que lo entiendo perfectamente. No en vano acepté tus condiciones. No discutamos por la misma tontería de siempre, y tienes razón, gracias por recogerme, nos vemos mañana pasaré a saludarte ―culmina dándome un besito y bajándose del auto.

La detengo del brazo.

―No vayas más. Mejor espera mi llamado.

Suelto su brazo para que baje, ella lo hace con cara de espantada. Cierro la puerta y pongo en marcha el auto antes de que diga algo más. Pero apuesto a que no me hará caso, sin embargo, ella sabe muy bien que nada de lo que haga o diga, me hará cambiar de opinión.

Por el retrovisor aún puedo ver como permanece de pie en la acera. No niego que me siento como un auténtico imbécil por como la trato; pero no puedo tratarme de otro modo. De alguna manera siento que no puedo apegarme a nadie. Lo que me hace preguntar una vez más, ¿por qué esta chica prefiere estar conmigo que no soy más que un patán, cuando podría fácilmente estar con alguien bueno..., diferente? Supongo que eso hace parte del gran teorema de: ¿quién entiende a las mujeres?

Piso el acelerador directo a mi departamento, mi nuevo y solitario refugio, en el último piso del edificio Aquarium. No miento cuando afirmo que es mi espacio de trabajo, mi atelier personal, mi santuario de ideas. Apago el motor y las luces cuando ya he aparcado en mi sitio del estacionamiento. El ascensor está disponible por lo que me apuro, entro y oprimo el noveno piso. Lo que me encanta y me facilita del lugar es que te deja frente a tu propia puerta. Abro la reja de seguridad y luego la puerta, me urge una ducha tibia, antes de ponerme a trabajar.

Me deshago de mi maletín cruzado, tomo solo mi teléfono y lo dejo sobre el gran y único sofá que adorna la amplia sala. Me desvisto mientras camino dejando la ropa regada en el proceso, hasta quedar solo en calzoncillos. No soy desordenado, solo que ahora no me apetece recogerla. Frente a mi bañera abro la llave y la lleno hasta el tope de agua. En el proceso de espera riego un poco de sales de baño relajantes que me compró Michelle para momentos así. Ya las probé y son excelentes para relajar los músculos. Busco mi lista de reproducción y completamente desnudo y con el agua en su punto me sumerjo despacio hasta quedar cubierto con la tibia agua bajo los movidos acordes de Can't feel my face dethe weeknd.

Masajeo mi cuello, nunca había estado tan cansado. Sin embargo, mi inspiración se corta al recibir una llamada, y no precisamente de Michelle. De tía Natalie

―Hola, tía ―respondo antes de que no pare de insistir y arruine mi ansiada paz.

Ella nunca estuvo de acuerdo con que yo viniera a este lugar; y creo que su insistencia un tanto extraña fue lo que me hizo querer venir. La verdad me estoy cansando de a veces no poder avanzar. Aunque parece que lo tengo todo, siento como si una parte de mí no fuera... real. Y ella no ayuda siempre diciendo lo mucho que le hice bien luego de perder a mi primo. Un fantasma difícil de espantar y al que quiero confrontar, porque no quiero seguir sintiéndome como una reinvención... suya.

―Andrew ―dice mi nombre y su tono seco, demuestra que está molesta.

―Si.

―No llamo para molestarte, solo quiero saber cómo estás.

Vaya, eso es una novedad.

―Estoy de maravilla tía, ya empecé a trabajar.

―Eso me alegra. ¿Y ya sabes cuanto tiempo te demorarás?

―Seis meses; pero he decidido permanecer un poco más.

―Andrew, no me hagas esto.

―Lo siento, yo agradezco todo lo que has hecho por mí; pero debes entender que esta es mi vida. No soy Jeremy; así que déjame vivirla a mi modo.

―Andrew, yo solo...

―Te veré cuando vaya a Londres, adiós, tía.

Cuelgo la llamada para evitar sus réplicas, y la música vuelve a retomar su ritmo. afortunadamente no insiste y con la fobia que le tiene a ese pueblo, muy seguramente no vendrá; tampoco es que la culpe, no debe ser fácil para ella perder a su esposo y único hijo al mismo tiempo. Y la entiendo, cuando ella me acogió yo había perdido a toda mi familia.

Luego de mi relajante baño salgo de la bañera. Después de secarme y colocarme solo un pantalón de pijama y descalzo camino hacia el refrigerador y tomo un sándwich doble de pollo, es lo único que sé preparar, lo caliento y con una soda en la otra mano voy hasta mi escritorio.

Hughes me ha dado trabajo que hacer. Quiere que saque adelante una nueva campaña; sin embargo, la falta de orden en el cronograma ha retrasado todo. Hoy en la tarde me comentó que ya tienen a alguien encargándose de ese trabajo, e incluso me envió su hoja de vida, dijo que me podría ser de ayuda cuando lo necesite. Me acomodo en mi sillón y luego de devorar mi comida tomo mi tableta, reviso sus peticiones y de paso miro en línea la hoja de vida de la chica.

Emily M Barnes.

El nombre no me dice nada; sin embargo, la foto que anexara en su hoja, sí. Reparo como tonto en su amplia sonrisa, y no sé por qué siempre lo hago. Será porque estoy tan acostumbrado a fotografiarlas que la de ella me resulta tan falsa, no en mal sentido; sino, en que debe ser su manera de esconder que detrás de esos dientes pequeños de ratón, y esa mirada que parece estar presente pero que es obvio que vaga como si viviese en el pasado, se esconde una gran melancolía... y no puedo sentirme más identificado, a veces teniendo que fingir.

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