
Andrew
―No hablas en serio, ¿cierto?
Suspiro hondo. Su voz alterada dándole vueltas al mismo asunto, empieza a molestarme.
―Sabes que odio los jueguitos. No entiendo por qué me cuestionas. ―Intento no exaltarme.
―Porque no estoy de acuerdo con nada de lo que dices. ―Ella insiste, pareciendo adolorida.
Bajo de la cama envolviéndome la cintura apenas con la sabana. Contemplo desde la ventana la hermosa vista que ofrece Londres al amanecer, paso la mano por mi cabeza y rasco mi cabeza. Tengo la melena un poco larga, «demasiado pelo», me digo y pienso por enésima vez en recortarla, pero también por enésima vez, en tía Natalie diciéndome que no lo haga, eso solo la haría llorar. Suspiro de nuevo, y vuelvo a mi realidad. La chica enfurruñada en mi cama parece olvidar la regla más importante sobre nuestra relación, si es que así puede llamarse a disfrutar de pasarla bueno con un poco de movimiento de caderas. Me giro había ella y la miro detenidamente. El mohín en su boca para reafirmar su reticencia sobre mis decisiones, sigue estando allí. No puedo dudar qué es muy bonita, de hecho, me encanta su delgada y estilizada figura. Sobro todo fotografiarla, retratarla, y enmarcarla, y mejor aún, me encanta cuando se mete como una gatita traviesa en mi cama. Un buen ejercicio para distraernos, y por qué no, bajarle la tensión a lo agitado de los días.
Me cruzo de brazos. Aún recuerdo la primera vez qué nos vimos, como olvidarlo. Fue en una fiesta dada por la revista Click Magazine. Celebrábamos la salida de la próxima edición de otoño y por supuesto que yo estuve allí, fui el encargado de plasmar en imágenes las novedades de la moda otoñal. En lo particular no soy fotógrafo de modas, eso solo hace parte de mis múltiples facetas cómo fotógrafo admirador de las cosas bellas, y ella lo era. Esbozo una pequeña sonrisa, porque aún lo es.
Había deseado abordarla, conocerla de manera más personal porque tenerla bajo mi lente con otro grupo de chicas, no era suficiente. Más qué atracción sexual, había una extraña sensación de familiaridad, que aún no sigo sin saber cómo descifrar. Sin embargo, dar el paso no fue necesario, fui abordado por ella e incluso sin propiciarlo, la hice llorar. No sé si lo hizo como una excusa, pero tuve que abrazarla y sacarla de allí levantando murmullos y cuchicheos, pero era mejor a qué pensaran que le había hecho algo, sin siquiera conocerla. Si era su estrategia para terminar en mi cama como suele pasar con muchas modelos, le salió muy buen; aunque hasta hoy, aún no me ha dicho por qué aparentemente, la hice llorar.
―¿Ya terminaste de meditar? ―dice, sacándome de mis pensamientos.
Michelle, así se llama la astuta chica, pero que al final me resultó linda, adorable, agradable y muy buena conversadora. Es imposible aburrirte con ella, siempre tiene un buen tema para conversar y va de uno a otro de manera inagotable manteniéndote interesado; excepto, cuando está enojada cómo ahora y lo único que sale de su boca, son quejas. Retuerzo un poco mis labios borrando las esquirlas de mi sonrisa.
―Dímelo tú.
―No tengo nada que meditar, Andrew ―acota decidida a no perder su postura.
―Claro que sí. Se supone que esa chica es tu amiga.
―No lo es, es solo una conocida de East Hills, el lugar donde alguna vez fui de vacaciones.
―Tía Natalie, es de allí.
―Tu tía es de Brandemburgo, Alemania, solo vivió allí por su esposo y su hijo..., luego de su tragedia, ¿crees que le encantaría volver allí?
―Yo sí.
Quizás no lo entiendan, pero yo quiero ir allí. Deseo ir allí.
―¡Andrew, no! Tienes una mejor oportunidad, la semana de la moda en Praga está esperando por ti.
Sí, vaya que es astuta, tanto que sabe que es lo que más me complace hacer.
―No lo tomaré. Ya está decidido. Y sobre eso, no quiero más cuestionamientos. Eres linda Michelle, pero no pretendas que con eso puedes influir sobre mis decisiones ―respondo de manera tácita, y espero que lo capte.
―Eres tan cruel Jer-Andrew.
La sorprendo con mi inquisitiva mirada puesta sobre ella. No es la primera vez que intenta confundirme con el fantasma de mi difunto primo, Jeremy.
―¿Algún día serás sincera y me contarás la verdad?
―No... no hay nada que contar ―se defiende, depositando su mirada lejos de mí y de mi escrutinio.
Siempre lo hace, como si abstraerse de una seria conversación fuera su manera de mostrar su persistencia sobre lo que quiere lograr. En este caso, evadir mi pregunta. Una que lleva tres años sin responder. Tampoco es que me interese lo que guarda en su pasado, suficiente tengo con reencontrarme con el mío.
―Ya firmé un contrato con el señor Burns. Su hija me quiere como fotógrafo en su boda y no voy a defraudarlo, solo porque tú no estás de acuerdo con mis decisiones. Si no te apetece ir, es tu asunto.
―Eso no es justo, Andrew, y lo sabes. Siempre estoy contigo en todo lo que haces.
Su cara de acongojada, pasa a ponerse trágica, como si no pudiera creer lo que le estoy diciendo. Sin embargo, ya debería saber a qué atenerse conmigo, no por algo me cargo mi fama; aunque es increíble que aún permanezca a mi lado con lo mal portado que soy. No soy más que un cabrón que hace lo que le da la gana y ni, aun así, se niega a dejarme. La observo como baja de la cama, y camina hacia mí con pasos firmes, y dignos de una pasarela. Sonrío, me agrada como le queda mi camisa sin nada debajo.
―Está bien ―exhala frente a mí―. Iremos a la boda y nos regresaremos, estoy pensando aceptar una jugosa propuesta para modelar en el comienzo de la temporada de moda de París ―añade empezando a emocionarse; porque si algo le gusta a esta chica, es modelar, exhibirse, ser admirada en las grandes pasarelas, y de paso ostentar que el fotógrafo es su novio.
―Eso no se va a poder, primor, por lo menos por mi parte. ―Acaricio su mejilla, un poco cerca de la comisura de su boca que ya no muestra emoción, ni asomo de risa.
―¿Por qué? ¿Acaso tienes otros planes que no me hayas contado? ―cuestiona confusa, llena de incredulidad.
―Por supuesto.
―¿Que planes? ―increpa.
―Barret Publishing, una de las más grandes agencias editoriales de Montgomery. El dueño está dispuesto a pagar mis servicios durante seis meses, y yo acepté. Me hará bien una temporada de descanso.
―Discutimos por lo de la boda de Kate Burns y ahora me sales con esto ―expone horrorizada―. ¿¡Cuando pensabas decirme que ya tenías otros planes!?
―No pensaba hacerlo. No estamos casados como para que tenga que contarte todos mis movimientos.
―Se supone que soy tu novia. No debería haber secretos entre nosotros.
―Pero los hay, ¿no, Michelle? ―arguyo bastante incisivo, espero por su respuesta, y como es de esperarse, calla―. Lo ves, no hay nada que discutir ―sentencio alejándome de ella, caminando hacia el baño.
Es hora de darme una buena ducha, mi vuelo a Alabama sale en unas cuantas horas, y mentiría si dijera que eso de alguna forma que no logro entender... me tiene excitado.
∞∞∞
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro