9. ¡Vas a ser clara de una buena vez, Kate!
Conduzco rápido por la avenida, consternada y con miles de interrogantes dándome vueltas en la cabeza. Acelerada voy en busca de Cheryl. La zozobra por la sensación de sentirme engañada sigue atormentándome porque yo confío plenamente en ella; todavía pienso en que debe haber una buena explicación para que terminara escondiéndolo de mí. Detengo el auto frente al edificio, una vez aquietado el motor dejo caer mi cabeza cansada sobre el volante. Suspiro hondo; tal vez solo estoy haciendo un berrinche innecesario de todo... esto.
¡Él no es Jeremy! ¡No lo es! Me repito nuevamente.
Tomo aire y lo boto fuerte, decidida bajo del auto llevando solo mis llaves. Avanzo dentro del lugar directo a su taller. En la recepción de entrada donde días antes encontrara a Verónica, hay una chica, y debe ser una nueva asistente. Ella me mira preocupada y antes de que se levante le hago señas para que no lo haga.
―No te levantes, por favor, ya se el camino.
―Pero...
La chica calla al comienzo de su frase y yo aprovecho para seguir. Me adentro al taller con rapidez, la encuentro bastante atareada con velos y encajes en sus manos y colgando de sus hombros.
―¡Em! ¿Qué haces aquí? ¿Te ocurre algo? ―cuestiona sorprendida al verme angustiada, como si no entendiera por qué estoy precisamente allí, y no disfrutando de mi casi primer día de trabajo.
―Lo sabías, ¿¡cierto!?, y fue por eso por lo que no me dejaste verla ―digo y gimo conteniendo las ganas de llorar.
―¿De qué hablas, Em? No te entiendo.
Ella deja de lado todo lo que trae en sus manos y hombros y se acerca a donde estoy.
―¡Claro que lo entiendes! ―La encaro firmemente.
―¡No! Si no hablas claro.
―Me refiero a ese chico ―digo intentando calmarme un poco. Avanzo hacia el centro dejándome caer en uno de los mini sillones color fucsia y que muy seguramente son su nueva adquisición―, Andrew Maxwell ―menciono su nombre―, sabías que él es la viva imagen de... Jeremy.
―Ah... En...
―¿¡Lo sabías, cierto!? ―increpo apretando los dientes.
―Em... yo...
Ella se queda corta, como si le costara hablar. Su boca es una mueca confirmándome todo lo que pensaba. Ella lo sabía.
―¡Emily! ―Kate sale del cubículo agarrando el escote de su vestido de novia contra su busto―, no pude evitar escucharte; pero qué bueno que te diste cuenta ―agrega fijándose en Cheryl como si buscara su aprobación.
Cheryl revolea sus ojos, y se cruza de brazos.
―¿Cómo te enteraste? ―prosigue.
―¿¡Como!? ―Resoplo mirando hacia mi amiga―, se supone que él será uno de mis jefes, ¡trabaja en la misma agencia publicitaria!
―¡En serio! ―Kate bufa acercándose a mí―, entonces es el destino, Emily, tiene que serlo ―festeja enconada.
Su camaradería me resulta muy extraña. Reconozco que su trato conmigo cambió luego de la muerte de Jeremy; pero no tanto para que me trate como una súper amiga.
―¡Kate, cállate! ―Cheryl la interrumpe, al igual que a mis pensamientos.
―¡No Cheryl! ―La detengo―, ¿quiero saber por qué dice eso?
―Vamos Cherry, te dije que tarde o temprano se iba a dar cuenta. Debiste hacerme caso y contárselo. Intenté que lo hicieras cuando vino Michelle, pero no quisiste.
¡Dios! Y yo creyendo que solo hacía uso de su altanería por Michelle.
―¿Qué es lo que tienes que contarme? ―instigo a Cheryl con mi mirada.
―¡Por Dios!, Kate, Emily no necesita esto. Debiste simplemente dejarlo todo así ―repone exaltada, ocupando el otro sillón a mi lado.
―Si lo necesita; además, tienes que darme el crédito cuando te dije que Michelle estaba muy sospechosa.
―¡Vas a ser clara de una buena vez, Kate! ―chillo porque no soporto el rodeo que le están dando a todo esto.
―Tranquila, Emi, te lo diré. ―La reina toma asiento en el sillón contrario, formando entre las tres una pequeña reunión―. ¿Recuerdas que Cherry y yo viajamos a Londres para asistir a un desfile de modas de vestidos de novia?
―Si, pero eso que tiene que ver.
―Mucho, lo planee porque descubrí que ella estaría modelando, también porque quería descubrir quién era su novio, muchas de las fotos que vi me resultaron sospechosas. Así que arreglé el viaje para que mi papi costeara todo, y que sorpresa nos llevamos cuando asistimos al desfile donde su novio Andrew Maxwell era el fotógrafo principal. Tú y yo nos quedamos de piedra cuando lo vimos de frente, ¿o no, Cherry?
Ella asiente sin poder negarse a corroborar lo dicho por Kate, con mucha seriedad.
―Le pedí a Michelle que nos lo presentara, pero la muy odiosa no lo hizo, sacó miles de excusas, y por esa razón moví mis fichas.
―¿No te entiendo? ¿A qué fichas te refieres?
―Kate, fue quien hizo que su padre contratara a toda costa a ese chico para su boda ―Cheryl explica.
―Tenía que hacerlo, si ella no se hubiera empeñado en esconderlo, bueno, de todos modos, lo habría hecho, todo el asunto me dio curiosidad. Estamos de acuerdo en que su parecido con Jeremy es tan extraño, y más extraño que no tenga padres y su única pariente sea una tía llamada Natalie Maxwell.
―¡Kate, basta! ―Cheryl interviene.
―No, Cher, Jeremy y yo fuimos los mejores amigos, el no solo fue mi novio. Nos conocíamos desde pequeños y cuando lo vi, lo sentí aquí, por eso yo si te entiendo ―Kate dice consternada tocando su corazón y yo estoy petrificada, fosilizada de solo ver que Kate Burns, al fin y al cabo... sí tiene uno.
―¡Mientes! Por qué debería creerte.
―Porque la única persona que quería que Jeremy y yo nos casáramos a toda costa, era Natalie, no Jhon. Él nunca estuvo de acuerdo, era ella quien siempre me insistía, e incluso le hacía creer a Jeremy que la idea venía de su padre. Y tú sabes cuánto la adoraba; tanto que nunca permitió que se hablara mal de ella.
―Kate, ¡es suficiente! ―Cheryl se levanta de la silla y me mira espantada―, ya deja de darle falsas esperanzas, ¿u olvidaste que Jeremy está muerto?
―Ya no estoy tan segura de ello ―sostiene con la misma altivez que se levanta del sillón. Camina de vuelta al vestier y se detiene antes de entrar―, no seas injusta, tu bien sabes que todo lo que rodeó su muerte aún no es claro para ninguno de nosotros; así que deja que Emily sea quien decida si seguir creyéndolo o no ―añade metiéndose y dejándonos a ambas en un desconcierto; y quizás el mío, mucho más grande por todas sus palabras.
Kate acababa de reactivar mi esperanza. Una que por más que lo intenté, no pude dejar morir; aunque aún se muestre incierta.
Me levanto de la silla encaminándome a la salida.
―Em, ¿a dónde vas?
―No lo sé, solo quiero correr.
―¿Le crees a Kate? ―me reclama.
Exhalo hondo, también espabilo varias veces para no dejar que mis ojos se empañen.
―No voy a mentirte, quiero creerle ―confieso con nostalgia―, pero prométeme que no le dirás nada a Ian.
―Está bien. Solo ve a casa y cálmate un poco.
Asiento y apretando mis llaves salgo del taller, luego del edificio, y finalmente me encuentro frente a mi auto... su auto, y sin saber qué hacer. Refriego mis ojos, si bien no sé qué hacer, tampoco quiero ir casa a encerrarme y llorar; así que simplemente subo al auto y conduzco, conduzco hasta que encuentro el lugar. No debería, pero que necesito entrar, es un bar. Estaciono el auto y entro al lugar llamado Siboney. Camino directo a la barra y tomo lugar en uno de los bancos altos, observo al mesero que se acerca con rostro amable mientras limpia un vaso.
―Tienes algo tan fuerte que ayude a espantar los fantasmas.
―Puedo prepararte una buena opción si es lo que necesitas ―repone con diversión siguiéndome la corriente.
―Por favor ―digo manteniendo la compostura.
―Entonces, solo espera un poco mientras lo preparo ―advierte alejándose a la zona de bebidas.
Atenta, espero mientras él hace una mezcla de bebidas entre malabares, al finalizar coloca el trago frente a mí y yo lo trago de un solo tirón. El sabor es dulzón, agradable, pero al bajar el líquido por mi garganta me hace toser. Sin embargo, no me amilano. Pongo el vaso vacío frente a él con decisión.
―Dame otro ―exijo, dispuesta a beber hasta perder la conciencia, por lo menos, por lo que resta el día de hoy.
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