
8. ¡Jeremy!
El despertador suena y yo quiero asesinarlo, después mi cerebro milagrosamente procesa que yo lo programé para sacarme de la cama a las seis en punto. Me regaño por no tener fuerza de voluntad para levantarme temprano y todavía creer que mamá vendrá a despertarme. Sin embargo, esta vez no es mi pobre despertador, es mi teléfono, luego de lanzar una maldición lo tomo y lo contesto sin mirar el número pensando que el único en despertarme de este modo, es Ian.
―Diga ―contesto de muy malhumor.
―¿Señorita Barnes, Emily Barnes? ―preguntan al otro lado, y la voz bastante madura hace eco en mi cabeza.
Creo reconocerla, pero no estoy segura. Solo espero acertar, por lo que dejo a un lado la antipatía. Hablo renovando y transformando a fuerza mi mal humor.
―Si, soy yo, ¿señor Barret?
―Si, soy el señor Barret, seguro la sorprendí tan temprano, pero por un momento me asusté pensando que me había equivocado de persona.
¡Ay, no! Diantres, solo espero que lo pase por alto.
―¡No, por supuesto que no! ―corroboro, no deseo perder mi oportunidad de trabajo tan rápido y tan estúpidamente.
―Alice, debió ser quien le contactara, pero preferí hacerlo yo mismo. ¿Recuerda las listas que le pedí organizar?
―Eh Si, claro señor Barret ―respondo observándolas, apiladas y ordenadas sobre el escritorio, desde mi cama.
Hoy hace tres días que me mudé con Cheryl y mientras esperaba la llamada pude terminar de organizarlas todas, y me estaba preguntando cuando las necesitaría.
―¿Puedes traerlas a mi oficina? Y de paso podemos hablar de sus próximas obligaciones.
―Si, no hay problema, ya mismo salgo para allá ―contesto emocionada, efusiva, aunque no es como si pudiera salir corriendo desde mi cama.
―Tranquila, señorita Barnes, no tiene que salir corriendo de la cama ―dice risueño al otro lado―, tómese su tiempo y apenas llegue hágamelo saber.
El señor Barret cuelga y yo no dejo de avergonzarme de mi enorme falta; también tengo que despabilarme y reírme tonta. Solo a mí se me ocurre decir que voy a salir aun estando en pijamas. Me decido a mirar la hora y quiero golpearme con el teléfono y luego con el despertador, son las ocho de la mañana pasadas y ni siquiera lo escuché. Suspiro bajo, defraudada, hasta que unos golpecitos en la puerta me cortan la estupidez. Abro la puerta a Cheryl quien luce elegante y muy rozagante, y mucho más ordenada con sus horarios que yo.
―¿Alguna novedad? ―pregunta mientras sostiene un vaso de batido en su mano, según ella muy nutritivo. Me quedé de piedra cuando le pregunté qué cosas mezclaba para verse, radiante.
―Barret quiere verme hoy. ―La pongo al tanto de mi acontecimiento.
―Eso es súper, pero como que se estaba demorando el viejito.
―Jaja, de todos modos, me había pedido que esperara y ya vez, me ha llamado. Te juro que ya moría de ganas por empezar porque si sigo así, se me va a olvidar todo lo que aprendí durante la carrera.
―Eres una exagerada; además que eso no va a pasar, serás la mejor, y ahora te dejo, hoy por fin termino el vestido para Michelle y los cambios al de Kate. Te juro que si no lo hago va a volverme loca.
―Tranquila, pasará pronto, el próximo viernes por fin es la boda.
―No sabes cuánto deseo que ya esté de viaje en su luna de miel y en su anhelada Saint Tropez ―Cheryl resopla y yo bufo. Sin duda lo mejor para la estrella.
Ella sale antes, y no sin antes dejarme indicado lo que debería vestir. Exhalo, tampoco está tan mal lo que sugiere por lo que después de darme una ducha y envuelta en la toalla me coloco frente al clóset y hago todo lo contrario. Escojo unos pantalones negros ajustados, una camisa holgada a cuadros azules claros y zapatillas deportivas, me miro al espejo y creo que comparado a cómo fui vestida para la entrevista, este es un estilo bastante juvenil y relajado. Me recojo el pelo en una coleta alta, y después de ponerme un poco de labial, rímel y algo de polvo en mis mejillas me doy mi propio visto bueno. Tomo una mochila acorde con el estilo, regalo de Cheryl y lo lleno con todo lo necesario y al salir de la habitación recojo las carpetas y una copia en CD de las listas ordenadas.
En la cocina me preparo café instantáneo con crema y al buscar que comer que sea nutritivo en la nevera, me recuerdo que Cheryl últimamente es amiga acérrima de lo orgánico y saludable. Suspiro por segunda vez esta mañana y tomo una manzana pensando que tengo que dejar la pereza y pasar al súper y comprar mi propia comida natural y nutritiva. Con lo que come Cheryl creo que desapareceré. Por último, saco un abrigo del armario de la entrada y me lo llevo en el brazo.
Con todo listo y organizada, bajo hasta el estacionamiento pongo las cosas en la parte de atrás, procedo a ocupar mi lugar y encender el auto, una vez puesto en marcha el ruido del motor se convierte en música para mis oídos. Enciendo mi música ochentera favorita y salgo del edificio directo a mi primer día de trabajo. Envío un mensaje a Ian para ponerlo al tanto y su respuesta rápida y efectiva es una carita feliz, acompañada con un "tenemos que celebrar", contesto con un guiño y cierro. Conduzco rápido pero no cómo una loca, tampoco quiero sobrepasar los límites y extralimitar mi adorado auto.
Arribo sobre las diez treinta a la agencia. Me anuncio en la recepción y luego de esperar un poco, me hacen pasar a Recursos humanos con Alice, nuevamente. La mujer me recibe afable y haciéndome tomar asiento. Me hace tomar una foto para mi credencial de ingreso, y por la que debo pasar cuando termine de hablar con el señor Barret; sin embargo, eso va a esperar, ella me informa que no está, tuvo una urgencia fuera de la agencia y dejó indicado que lleve las carpetas a la oficina del nuevo director creativo. Eso me toma desprevenida, no esperaba tratar con él tan rápido, también me lleno de una extraña emoción porque eso significa que conoceré personalmente al novio famoso de Michelle.
Largo una baja exhalación pensando en ello y solo espero no encontrarla allí. Me armo de valor y con mi mochila a la espalda, las carpetas y mi abrigo en mano salgo de la oficina de Alice y me encamino hacia dónde queda la del director. Al estar frente a la puerta doy varios toquecitos y espero atenta por la respuesta; no obstante, nadie lo hace, insisto con más vehemencia de nuevo y nada. Tomo impulso y pruebo el pomo metálico a ver si está asegurada, y no, ésta abre de inmediato.
¡Rayos!
Miro a todos lados y afortunadamente el área es solo de oficinas, lo último que quiero es que piensen que me estoy metiendo en una oficina equivocada. No lo pienso más y me adentro despacio asomando mi cabeza. La primera sorpresa que me llevo es que es una amplia, elegante y ordenada oficina, también muy iluminada y aparentemente está sola. Camino hasta el escritorio todo elaborado en acero cromado y luego de hacer espacio con mucho cuidado para no desordenar ninguno de sus elementos, coloco las carpetas sobre ella. El sonido de una puerta cerrándose llama mi atención haciéndome envarar la espalda.
―Así que tú eres Emily Barnes ―dicen y la voz que golpea con ímpetu en mi espalda cómo si fuera una daga me hace tensar la columna sin remedio.
Esa... voz.
¡No! No puede ser.
Oh, Dios, e...sa... voz.
―Emily, ¿cierto? ―Vuelve a reincidir con la pregunta, y yo sigo sin salir de mi trance.
Imploro mentalmente que esto solo sea una mala pasada de mi mente, y de mis deseos que aún no se desvanecen de mi memoria.
¡Oh, Dios! Esa no es la voz de Jeremy.
Tan distraída estoy, y tan metida en mi propia desilusión y en la traición de mi corazón que no me fijo en qué momento se pone detrás de mí. Me toma del brazo y me gira brusco hacia él. Me quedo de piedra, estupefacta.
―¿!Je...re...my¡? ―Balbuceo sin habla, al mismo instante que mi cabeza se satura de recuerdos, de una nostalgia que acelera mi corazón y hace flaquear mis piernas, también, de ver borroso y ser incapaz de sostenerme... en... pie.
―¡Que mierda pasa contigo...! ―habla pero el reclamo se pierde en mi inconsciencia...
∞∞∞
No quiero despertar, no quiero, pero percibo un olor a perfume fuerte, acompañado de un leve zarandeo en mis hombros, dedos que tocan mis mejillas haciendo hormiguear mi piel y a los que no quiero atender. No quiero abrir los ojos. No quiero salir del letargo de mis sueños frustrados. La sensación de tener una ilusión que yace muerta frente a mí me supera. Es él, es su misma voz la que ha estado llamándome, recordándome lo mucho que añoré que volviera a llamarme... Emily.
―¡Que coños! ¿Por qué demonios lloras? ¿Te pasa algo? ―Su voz es de desespero.
Abro los ojos llorosos, mojados contemplando a través de ellas el rostro del hombre que amé con toda la locura que pudiera existir, y que no creo poder dejar de amar... nunca. Él me mira consternado, su cabello crecido, sus mismos rasgos... en mi fuero interno así me haya despistado con su leve acento extranjero, era él. Pero como...
―¡No! ―chillo, «no es él», me digo en mi cabeza.
Hago acopio de mi voluntad y cómo puedo apartándolo con fuerza y levantándome del sofá donde me ha recostado, me incorporo para emprender lo único que soy capaz de hacer en este momento, huir de mis propios demonios, de mi falta de resignación antes que cometa una locura confundiendo a la gente con el fantasma que habita en mi corazón.
―¡Oye! ―Es lo último que escucho al salir cómo un bólido de su oficina.
En mi huida me tropiezo con Barret quien me mira espantado, pero no soy capaz de detenerme. Huyo despavorida y al encontrarme fuera del edificio lejos de todo, busco desesperada cualquier lugar hasta que veo un parque y me interno en él. Busco donde sentarme, y allí sentada como una desamparada llevo mis manos a mi cara y me lamento pensando que esto no puede estar pasando, que tiene que ser una gran broma. Pero muy mala broma. En medio de mi congoja también me percato que salí corriendo sin nada, ni siquiera las llaves de mi auto. Pero pensar en regresar y tropezarme nuevamente con él no está en mis planes, ni siquiera volver allí. Cómo podría verle sin que mi corazón se partiera en pedacitos, y peor aún... es el novio de Michelle, ¡Michelle! Pienso en aquellas duras palabras que mencionara cuando nos tropezamos hace unos meses y siento en que ahora no tendría consuelo.
Tampoco puedo evitar la negativa de Cheryl para que no viera la revista, me desilusiono al pensar que ella ya lo sabía. Su parecido es increíble. Mi cabeza duele con cada conjetura y mirando mis manos vacías no sé qué hacer. Medito en si llamar a Phi, pero ni eso tengo a la mano, lo dejé en mi mochila. Tomo impulso y poniéndome en pie salgo a la vía, camino a lo largo de la acera arrastrando mis pies y mi ánimo con ellos y sin saber qué hacer. Mi cabeza sigue doliendo y mi corazón lo secunda. El sonoro ruido de un claxon insistente, me sobresaltan.
―¡Emily detente! ―llama conduciendo despacio a mi lado y sin dejar de pitar.
―¡Déjame en paz! ―grito eufórica tapando mis orejas, vuelvo a correr aterrada.
Él debe detener el auto porque en cuestión de minutos lo siento venir detrás de mí hasta que me alcanza y me atrapa por detrás, me inmoviliza de los brazos obligándome a detenerme, a encararle.
―Por favor, déjame ir ―ruego desolada.
―No, hasta que me expliques que demonios te pasa.
―Por favor, no.
―Mira, no entiendo una mierda de porqué tienes esa reacción y créeme que me encantaría que me la explicaras. No creo haberte hecho nada para que te comportes así. Ni siquiera te he puesto un dedo encima.
―Lo siento, lo siento...
No sé qué más decir.
―¿Entonces no vas decirme por qué actúas como una desquiciada que parece que hubiera visto un fantasma?
Meneo mi cabeza negativa, en este momento no soy capaz de decir nada que no suene a una soberana locura, cuando él es solo la representación de que un diablo se parece a otro diablo.
Él exhala hondo mostrándose resignado.
―Bien, por lo menos puedes tomar tus cosas, creo que sin ellas puedas llegar a algún lado.
―Gracias...
―¿No vas a regresar? ―Niego rotunda y él vuelve a exhalar―. Tengo entendido que te ha dado una oportunidad única, ¿la vas a desperdiciar?
―Me temo que... sí. ―Es mi turno de exhalar hondo.
Él no responde solo da la vuelta y me indica que lo siga hacia su auto, un Mustang rojo, y el color me deprime más.
―Entra, te dejaré allá para que saques tu auto y decidas que hacer.
Es amable, pero hay algo de malhumor en su tono y es comprensible, porque básicamente me he comportado como una loca. Salir corriendo otra vez no lo haría cambiar de opinión. Asiento y subo a su auto. Él empieza a conducir con algo de malagana y no puedo entenderlo más, pero como decirle que estar ante la réplica de un Jeremy al que aún añoro y no me resigno a arrancar de mi corazón no nos hará bien. ¡No!, jamás le diría eso, lo más factible es que piense que estoy demente. Lo mejor es que dé un paso obligado a un lado y no... vuelva a ese lugar. No si él está allí.
Llegamos y luego de recoger mis cosas y bajar apresurada de su auto me dirijo a donde está el mío. Increíblemente me sigue, como si a pesar de todo estuviera interesado en ver lo que voy a hacer.
―Buen auto ―dice de pie, observando la carrocería a la par de lo tonta que me veo huyendo como fugitiva―. ¿Algo para decirle a Hugh?
Niego categóricamente, en este momento estoy sin ideas, aún para hilar una excusa coherente y que no me haga ver deprimente. Sin embargo, cuando doy vuelta al volante, se inclina sobre la ventanilla evitando que de la marcha.
―Tarde o temprano vas a tener que explicármelo, Emily Barnes ―masculla mirándome directo a los ojos, que no son azules, sino negros, y muy convencido de que sucederá.
Por mi parte, no puedo más que sentirme frustrada por mi cobardía porque parte de mi anhela que eso suceda. Arranco el auto y piso el acelerador a toda marcha, observando por el retrovisor como no se mueve de su lugar y permanece ahí de pie mirando como escapo de él, con sus manos en los bolsillos.
∞∞∞
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro