7. Preparada para abandonar el nido
No sé cuánto tiempo duro aferrando el cuerpo de Jay mientras llora y se desahoga; aunque delgado su masa ósea sigue siendo pesada, también tiene buena estatura. Espero un poco más hasta que sus hombros se relajan y muestra indicios de calma, se aleja de mí. Sus ojos enrojecidos, y su rostro acongojado dejan ver en él, algo que nunca le había visto en todos los años que le conozco. Fragilidad. «Los hombres también lloran», y cuando lo hacen de verdad dejan al descubierto de que están hechos, de carne y hueso como todos los mortales. Al final solo somos vasos frágiles que también se pueden quebrar, fácilmente. Aunque, no era claro para mí todavía, porque no se había despedido de Jeremy.
Cuando se calma recojo las rosas y le indico que vayamos hasta la tumba, me sigue cabizbajo y en silencio.
―Emily ―pronuncia mi nombre.
Le hago una seña para que levante, se lo que insinúa y yo no voy a hacer eso no lo expondría, es su manera de sacar su dolor.
―No te preocupes, no le diré a nadie y menos a Kate, esto quedará entre nosotros.
―Gracias ―expresa agradecido y limpia su cara.
―Jay, no hay por qué darlas, Jeremy siempre estuvo preocupado por ti hasta que pasó... eso. Nunca dejó de quererte como lo que eras para él, su mejor amigo.
―Barnes, eres un sol. No puedo creer que precisamente tú intentes animarme.
―De nada ―le sonrío contagiándole.
Llegamos a las dos tumbas y él me ayuda a colocar las flores frescas y quitar las viejas que ya se comienzan a marchitar en las dos lápidas. Hacemos una pequeña oración en silencio y mentalmente le cuento un poco mis cosas, mi nuevo cambio de vida como una chica independiente. No es fácil por mi parte, pero, por el momento le doy un adiós, temporal.
Observo a Jay, quien aún se halla arrodillado y espero a que termine cuál sea que fuere su tortuosa plegaria. Cuando lo hace me mira agradecido por darle su espacio. Abrumados, ambos salimos del cementerio.
―¿Has visto a Nat? ―pregunto más amigable.
―No. Aún está en Londres, parece que le ha ido bien con su banda de música, pero creo que estará de regreso en esta semana para la boda de Kate.
―Qué bueno, también me gustaría verlo, aunque no sabía lo de la banda.
―Si, también me tomó por sorpresa cuando me lo contó emocionado. Me alegré mucho por él.
―Yo también me alegro de que esté realizando sus planes.
―¿Que nos pasó, Barnes? ―cuestiona de repente todo sobrecogido.
Miro su expresión y lo entiendo perfectamente, porque eso mismo me pregunto yo todos los días.
¿Qué me pasó?
―No lo sé ―suspiro bajo―, creo que un tren nos atropelló a todos ―repongo haciéndole reír.
Jay me invita a tomar algo caliente para aplacar el frío, y en lo poco que hablamos me cuenta algunos detalles de su intención para enmendar la situación con Cheryl, algo que me parece difícil de lograr, pero que a la vez me parece muy maduro de su parte, y solo espero que ella lo perdone, porque ese episodio parece haberla marcado para toda su vida.
Culminada la charla se ofrece a dejarme en mi casa. Me despido de Jay y guardo su número de teléfono para avisarle de la reunión en honor del cumpleaños de Jeremy. Veintidós años, pienso muy triste. Siempre lo hacemos y este año no será la excepción. Entro en casa revisando mi teléfono por si Ian ha llamado, había propuesto llevarme por el problema de mi auto, y como si lo estuviera invocando llega minutos después.
―Preparada para abandonar el nido y empezar a volar como una palomita libre.
¡Por Dios! Ian nunca dejará de ser tan recursivo para animarme.
―¡Eso creo! ―Resoplo sin poder contener la risa―, pero no va a ser necesario que me lleves, conduciré hasta allá.
―Seguro que no te deja botada ese cacharro. Sé que lo aprecias, pero ya es suficiente, ¿no?
―Ian, ¡no por favor! ―Intento contarle el rollo porque sé a qué se refiere.
―Bebé, lo siento, pero no podemos vivir por siempre en lo mismo. No me lo tomes a mal, sabes que quiero lo mejor para los dos y ya te lo he demostrado con mi paciencia.
Exhalo profundo, no puedo recriminarle porque todo lo que dice tiene lógica. Quizás soy yo la que todavía no deja morir a Jeremy. ¡Dios! Pero es tan... difícil. Siento que al hacerlo también deje ir una parte de mi..., la que él se llevó... Ian se acerca y me abraza, no dice nada más y solo se queda en silencio. Mi corazón también duele por no poder corresponderle como debería.
Luego de ese fúnebre momento, no lo mencionamos más, ambos recogemos mis cosas y mientras él acomoda todo en su auto para llevarme al taller yo subo a mi habitación y busco por si se me ha olvidado algo. Abro él segundo cajón de mi mesita de noche y allí encuentro aquella caja. Era algo que había olvidado buscar la forma de abrir, y después de intentarlo mil veces opté por dejarla así, como un recuerdo de él buen juez. La echo en mi bolso y luego de darle un último vistazo a mi retrato con Jeremy, pienso en que debe quedarse aquí, él es parte de esto, de mi pasado y yo debo empezar a crear mi propio futuro.
En silencio salimos rumbo al taller donde están arreglando él auto. No hablamos mucho durante el trayecto, uno: porque siempre opta por no acosarme y darme mi espacio cuando el tema Jeremy resurge, y dos: porque parece acosado por el teléfono. Ian se está desempeñando muy bien como ingeniero civil en su trabajo y últimamente anda muy ocupado con un nuevo proyecto de arborización y reconstrucción de parques en una zona vulnerable. Llegamos y no le distraigo para que siga su acalorada charla, pero como puede me ayuda a bajar las cosas que agradezco no son muchas: Me da su acostumbrado beso en la frente y prometiéndome que pasará a verme más tarde, se marcha apurado.
Una vez acomodada en mi Camaro rojo luego de revisar que todo estuviera en perfecto orden, inicio mi marcha y luego de tomar la vía hacia la autopista Selma highway, siento que este nuevo recorrido es hacia un nuevo comienzo.
Como conozco bien donde vive Cheryl logro llegar sin problemas. Tampoco me ponen trabas para entrar mi auto al estacionamiento del lujoso edificio Deluxe. Ella debió dejar firmada mi orden de entrada. Entro al apartamento con la llave que me dio, y solo desde la entrada la vista del amoblado es de lujo. Se nota la mano mágica de Cheryl en toda la decoración de su apartamento estilo loft, con grandes puertas y techos altos. Definitivamente por dentro se ve bien cuidado, todo está impecable. Cheryl es fan del perfeccionismo. Me dirijo a mi habitación para dejar las cosas, y luego de prepararme algo ligero en la cocina, el resto del tiempo me dedico a acomodar mis cosas mientras espero a que ella llegue.
Horas después, siento el sonido de llaves en la puerta y troto hasta la sala. Cheryl entra cargada de muchas cosas, aparte de su gran bolso. Casi que se le hace imposible atravesar la puerta con todo lo que trae encima. Se da por vencida y deja caer todo al piso, tira la puerta para cerrarla y finalmente ríe toda tonta, y por supuesto yo la acompaño.
―¿Cuándo llegaste? ―pregunta arrugando la cara.
―Hace unas horas. Bienvenida.
―Deja eso, debiste avisarme.
―No lo creo, no vienes como para dar aventones. Además, vine conduciendo.
―Sí, ya lo creo ―dice mirando resignada sus bolsas―; pero había prometido recogerte.
―Sabes que eso no es necesario ni siquiera se lo permití a Ian que es como mi ángel guardián.
―A veces me preocupa que sea así, Em ―expresa agobiada.
―¿A qué te refieres?
―Ian te ama, daría su vida por ti, y es obvio que Jeremy, aún no sale de tu corazón.
Supongo que si todos lo notan es porque es un gran problema, Ian lo dice, pero no me cuestiona, Cheryl es mi mejor amiga y obvio lo hace por mi bien.
―Cher...
―¿Estoy segura que fuiste al cementerio otra vez?
Me conoce muy bien.
―Cheryl, era algo... importante.
―Debes definir eso, o si no, ambos sufrirán las consecuencias.
La miro, sopeso sus palabras y las de Ian en una balanza entre la resignación y la negación a aceptarlas, y lo cierto es que aún no puedo así me lo proponga. Es como si al dar ese paso definitivo estuviera borrando y desprendiéndome definitivamente de Jeremy.... Cuando descubrí que le amaba tanto como para compartir mi vida con él, desapareció. A veces prefiero pensar que el simplemente hizo como Max, se fue para nunca más volver.
―¿¡Em!? ―La voz de Cheryl, me trae de vuelta a mi realidad―. Lamento decir eso, perdona que haya dicho algo así cuando se lo mucho que tu corazón se duele al recordar. Soy tan insensible, debe ser porque no he tenido un buen día.
―No te preocupes, entiendo perfectamente lo que dices, incluso últimamente lo he estado pensando. El nunca volverá, solo que por ahora quiero que ese recuerdo no se desvanezca...
―Em, eso no pasará. Tenlo por seguro.
Asiento con mis ojos empezando a ponerse llorosos, me los refriego un poco y la miro. Tengo que contárselo.
―Jay está de vuelta. Me topé con él en el cementerio.
―¡Ah sí! Por fin volvió, y no me extraña. Debe estar lleno de remordimientos. Ni siquiera fue al funeral de su mejor amigo.
―Cheryl, él me lo contó y está muy dolido al respecto.
―Y debería estarlo. Sería el colmo si no.
―¿Cuando vas a perdonarle?
―¡Nunca! Y que no se le ocurra buscarme.
Suspiro, ese sigue siendo un tema tabú en su vida. Me pregunto como hizo para albergar tanto odio por él y no dejarlo salir. A veces es necesario para aplacar el alma.
―Dejemos el tema por la paz del mundo.
―Sí, es lo mejor ―lanza un bufido espontáneo.
Con eso damos por finalizada la charla, yo me ocupo de pedir pizza de queso con pepperoni mientras ella logra acomodar sus cosas. Ambas nos arrellanamos en la sala a la espera del domicilio y para no parecer hambrientas moribundas, hacemos los planes para mañana hablando de lo que más le gusta. Moda. Cuarenta y cinco minutos después, el ruido del comunicador nos espanta a ambas. Me adelanto y doy la orden de subida. Al abrir la puerta es Ian el que aparece con la caja de pizza en las manos.
―¿Alguien pidió pizza? ―pregunta con su infaltable jocosa sonrisa en la boca, Cheryl y yo resoplamos.
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