
2. ¿Entrevista? ¿Con quién?
Golpes que harían levantar a un muerto y salirse de su tumba son los que pretenden tumbar mi puerta. ¡Ay por Dios! Quien toca de ese modo endiablado, va a tumbarla, me da malgenio porque al deshacerme del teléfono olvidé poner la alarma. Los golpes no cesan, me levanto a remolques de la cama y camino como un zombi hasta la puerta. La abro de un jalón y la cara sonriente de mi madre enfría mi malgenio, instantáneamente.
―Em, cariño, ¿qué horas crees que son?
¡Cielos! No puedo contra la sonrisa de mamá.
―No los sé; apenas y recuerdo quien soy.
Dormí casi todo el domingo, y aún la noche fue insuficiente para reponer mi cansancio.
―Que graciosa. Ya olvidaste tu cita con el señor Barret.
Mis ojos se abren.
―¡Oh mierda!
―Em. Cielo, que son esas expresiones. Si abres la boca y dices algo como eso, el señor Barret no te contratará.
―Lo siento mamá, es que me acabo de acordar.
―Bueno, báñate y vístete con lo que escogimos que Ian no demora; y por todos los santos, arréglate ese pelo, últimamente pareces un lindo espantapájaros.
Que tierna manera de decirme mamá que mi pelo aún sigue siendo un lindo y completo desastre. Tiene toda la razón, crece mucho, y está muy largo otra vez; quizás deba cortarlo de nuevo, el estilo machito me pega bastante. Aunque Ian lo odió al principio e hizo un drama cuando me vio salir de la peluquería la primera y única vez que me lo corté casi al rape. Ella da la vuelta y se marcha y yo exhalo profundo, tomo aliento y entro a bañarme con rapidez para luego arreglarme.
Me pongo su falda prestada con caída hasta después de las rodillas, una linda blusa a juego y tacones. Mientras me maquillo tomo la tableta y deslizo mi dedo para revisar mis correos, hay uno nuevo y bastante inesperado. Es la invitación a la boda de, ¿Coleen y Jeff Hood?, es extraño porque creí que ya se habría casado hace mucho. Había estado algo triste porque desde lo ocurrido no supe nada más de ella, y con lo que apreciaba al... juez. Lo abro y busco por la fecha y las indicaciones para vestir, me sorprendo, no hay nada de eso, solo dice, por favor ven. Nada que ver con las especificaciones de Kate. Ella quiere una celebración por todo lo alto y no admite pordioseros en su boda. Me fijo en que la ceremonia será en dos semanas, y en domingo. La dirección parece de las afueras, aunque de igual le confirmo, me encantaría verla. Pienso en que le diré a Ian para que me lleve y seguro estará contento de que no tendrá que usar un caro esmoquin.
Minutos después bajo al comedor, papá ya salió y mamá también ya casi, y mientras yo me siento a desayunar, ella recoge su cartera y sale apurada, se le ha hecho tarde. Ella y Erica, la mamá de Ian, abren el almacén a las ocho.
Termino de desayunar a tiempo cuando escucho el sonido estridente del Rubicon de Ian. Tomo mis cosas a las volandas y salgo. Mientras camino hacia él y me subo al puesto del copiloto, él me mira de arriba abajo.
―Bebé, que llevas puesto.
―¡Qué! ¿Me veo tan mal? ―exclamo reparándome por si tengo algún desperfecto en la ropa.
―No sé, pareces una señora mayor ―dice arrugando la cara y con una inocencia que hace imposible reñirle.
―¿Me estás halagando o insultando?
―Ni una ni dos.
―Ian, no molestes, que quiero dar buena impresión. No, conquistar al jefe.
―Tienes razón, pero con esa apariencia espero que triunfe tu fuerza interior.
―Insinúas qué me veo fea y vieja.
―Por supuesto que no bebé. ―Toma mi mano, la acaricia y besa mis nudillos haciéndome ruborizar―, todo lo qué te pongas se te ve de maravilla; pero no estaría mal algo más jovial.
Sí, claro, una manera sutil de salirse por la tangente.
―Se a lo qué te refieres, pero quiero el trabajo por mi cerebro y mis ideas. No mi apariencia. Además, decidí cambiar de estrategia porque en los anteriores fui demasiado jovial y nada resultó. Quizás pensaban que no me lo tomaba en serio.
―Siendo así, no podre más objeciones. La falda no está nada mal ―dice adulador.
Retiro mi mano disimuladamente para qué pueda empezar a conducir después de fruncir mi ceño.
―Te prometo que me pondré todas las cortas para ti ―expongo y él abre los ojos.
―Sería un honor para mí apreciarlas, todas.
―A propósito, me han invitado a una boda. ―Doy un giro a la conversación, a veces es mejor evitar ciertos temas.
―¡Demonios! ¿Kate adelantó la fecha?
―No, no es esa, es de alguien especial y quiere que vaya, y por supuesto tú me acompañarás.
―Siendo así, claro que iré.
―Y no te preocupes, no tendrás que usar esmoquin, eres libre de ir en tu propio estilo.
―Cielos, quien es, ya me cae bien esa mujer. Mucho, mil por ciento más que la pesada de Kate.
―Seguro que sí; pero ya deja de molestar a Kate, ella es así por naturaleza, nada que hacer ―digo risueña y él pone en marcha el motor y acelera, negando con su cabeza porque quien iba a decir que al final ella y yo íbamos a congeniar.
Mi cita es en una agencia llamada Barret Publishing. Llegamos faltando diez para las nueve y casi que tuve que salir pitada del Rubicon, contando con que Ian, tuvo volarse un semáforo; y eso no es bueno, no puedo convertir a mi novio en un delincuente infractor de las normas de tránsito. Me detengo en frente del edificio de la agencia y estoy realmente admirada. Es grande, y parece muy importante. Suspiro, porque no he tenido suerte en los trabajos anteriores; aunque, finalmente estoy aquí, gracias a la recomendación del señor Osmond. Mi antiguo maestro de literatura. Ian se pone a mi lado y me mira todo rayado.
―Qué esperas para entrar, no me volé el semáforo solo para que te quedaras aquí de pie viendo a ver si el edificio se cae mueve de lugar.
―¡Ian!
―¡Que! ―dice como si nada y con la boca llena de sonrisas―. Ve, y suerte, seguro que este si lo consigues, y si no. No te preocupes, te puedes quedar conmigo hasta que lo logres.
―Gracias, lo tendré en cuenta. Solo un poco. ―Le señalo con mis dedos lo diminuto de esa posibilidad.
―Oye... ―No le dejo terminar y le corto con mi dedo en sus labios, le beso a modo de despedida y me apresuro hacia la entrada.
Es cierto, no estoy aquí para dejar pasar la oportunidad. Antes de pasar la puerta de torniquete, me giro, y él todavía permanece allí. Me levanta la mano y se va. Lo cierto es que quiero mucho a Ian; sin embargo, lo de vivir juntos aun es un dilema para mí.
Me dirijo a la recepción y le doy mis datos a la chica. Cuando verifica, me entrega una especie de credencial, y solo dice: Piso nueve, oficina 9-2A. Insisto en que me aclare, porque no entiendo bien lo del piso, y ella se hace la sorda. Luego de no obtener su respuesta pienso que ya me las apañaré y tengo que salir corriendo al ascensor que estaba a punto de cerrarse, y gracias al cielo lo alcanzo, y de paso me llevo una sorpresa.
―¿¡Michelle!? ―Diablos, el nombre sale de mi boca sin poder detenerlo, y estoy segura que es ella.
La chica flaca, morena de cabello negro, ojos claros, y linda, como la describiera Jeremy en mi cara. Pero en verdad es linda; y si no estoy mal, ahora es modelo de pasarelas famosa.
―Emily. ―Ella me responde, luego de repararme y es obvio que su sorpresa es fingida. Claro que me conoce bien―. Pero que pequeño es el mundo, ¿no? ―añade.
―Tiempo sin verte ―le digo.
―Sí, mucho, desde aquel domingo ―responde sin ningún asomo de nostalgia.
Se ve tan curtida y serena.
―Sí, sobre todo ahora que te volviste famosa.
―Ah vamos, no exageres con lo de famosa; siempre estoy tratando de mejorar. Y dime, ¿qué haces aquí?
―Vengo por una entrevista de trabajo.
―¿Entrevista? ¿Con quién? ―pregunta, y de repente siento como si me interrogara.
―Con... Hughes Barret ―respondo algo trémula.
―Ah, con él.
―¿Lo conoces?
―Sí, obvio, voy a hacer un trabajo para esta agencia.
―Entonces, ¿estás aquí por trabajo?
―Sí, pero también vengo a ver a mi novio ―dice toda sobrada, y ambas dirigimos nuestras miradas al tablero del ascensor, llegamos al noveno piso.
―Es aquí ―me avisa.
―Que coincidencia, yo también me bajo aquí.
―Sí, ¿no? ―expresa con un poco de desgano―. Me dio gusto verte ―añade, sale al primero tomando el pasillo de la derecha.
También salgo y no sé por qué de tonta me le quedo viendo hasta que llega a una puerta de acero plateada, que lleva inscrito el nombre: Creativo Master. No toca, ella aún tiene su mano extendida y una sonrisa de oreja lista para hacerlo cuando la puerta se abre y una mano de hombre al que no le logro ver el rostro, la jala por la cintura hacia dentro, ella me mira y me sonríe como si disfrutara que yo le viera hasta que se cierra la puerta tras ella.
―¿Emily Barnes? ―alguien me llama y yo me giro rauda.
―Sí, soy yo ―respondo un poco turbada hacia el hombre que me mira algo airado.
―Soy Hughes Barret, y hace diez minutos le estoy esperando.
¡Rayos! Seguro que me despide por andar de chismosa y no ir directamente con él.
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