1.- Demasiadas preguntas
Hacer entregas es mi trabajo, uno que me recomendaron para ganar un poco más de dinero aparte de mi trabajo parcial en una tienda de ropa. Estas entregas las hago para una ex–profesora y lo único que debo hacer es llevar cajas a las casas de quien ella me dice. Soy su recadera personal.
Puedo agregar que, a pesar de tener diecinueve años, no soy una adulta que digamos (¡y jamás lo seré!). Llámenme despreocupada si quieren, pero así es más divertido.
En este momento debo llevar una caja pequeña, pero pesada, a un amigo de la maestra; la casa está un poco apartada de la ciudad así que me ha dejado utilizar la moto- Cuando por fin llegue al lugar, seguro serán más de las cinco de la tarde. Es la última entrega de la semana y quisiera regresar pronto a casa.
Hace un rato que, mientras manejo, por el lado derecho veo una reja que parece interminable. Por dentro se ve algo parecido a un bosque, aunque realmente se asemeja más a una selva por los colosales árboles que se ven.
¿Habrá tigres?
Al llegar donde parece ser la entrada, el número que figura es el que buscaba. ¡Sorpresa!, ahora podré averiguar por mí misma si hay bestias dentro, solo espero poder defenderme o por lo menos no morir tan fácilmente.
Cuando me acerco en la motocicleta, la puerta se abre y me deja entrar.
"Debe ser automática" hubiera pensado cualquiera sin embargo, lo que yo pienso es: que fue algún fantasma amable. Manejo por un sendero rodeado de grandes árboles que no me dejan ver muy bien el sol, llego a un prado donde se encuentra una mansión exageradamente enorme y con una fuente demasiado elegante, justo en frente.
Conduzco a la entrada, bajo de la moto para sostener el paquete con habilidad entre mis manos, toco a la gran puerta de madera un poco dudosa. ¿Qué clase de amigos tiene mi maestra?
La puerta se abre dando paso a un tipo (no parecía un hombre muy grande ni muy chico por eso me refiero a él como "tipo", ya que no es un chico ni un señor), viste un traje negro con corbata, y me saluda llevándose la mano derecha al corazón mientras inclina la cabeza.
Debe ser el mayordomo, otra sorpresa.
–Buenas tardes y bienvenida, ¿a qué debemos el honor de su visita, señorita? –dijo sin levantar la cabeza.
¡Maldición! ¿Por qué la gente como "él" hablaba así?
–Ah, bueno –me puso nerviosa–. Me manda la señorita Louis Roderick, tengo un mensaje para... Bernan Alfred, y me ordenó esperar la respuesta –le tendí el paquete, que abrió inmediatamente.
¿Él era Bernan?
Del paquete sacó una carta que comenzó a leer rápidamente; cuando terminó volteó a verme.
–Disculpe, parece que esto lo debo platicar un momento con el Señor.
Increíble, perfecto, ahora tendría que esperar como mínimo una media hora ahí.
Por si no lo notan, realmente no me parecía perfecto.
–Ah, no hay problema puedo esperar –me guardé mis pensamientos para mí misma, para dirigirme a la moto y sentarme junto a ella a esperar.
–Señorita–. Llamó mi atención–, ¿le molestaría esperar adentro?
Vaya pregunta.
Claro, me molesto por conocer por dentro la mansión de quién sabe qué magnate multimillonario que tiene un bosque para sí solo y un mayordomo tan formal. De nuevo guarde mis pensamientos para mí.
–No, no me molestaría pero, gracias prefiero esperar fuera –casual respuesta. Me pone tan nerviosa estar en un lugar así. Sentía una atmósfera un poco extraña, como si se estuviera planeando algo de mi incumbencia.
Él insistió muy formalmente, así que para no hacer la plática larga, accedí. Detestaba a la gente insistente.
Cuando entré a la mansión me invadió un delicioso aroma a... no tengo idea, no conozco ese tipo de cosas, aunque me encantó ese olor, era como un perfume fuerte. Era bastante agradable.
El mayordomo Bernan, me condujo a una habitación hermosísima, con una mesita de madera y detalles dorados con un par de sillas del mismo color. Había unas cuantas cosas más pero no eran importantes, porque lo que llamó por completo mi atención es que hubiera una televisión enorme y un... un... ¡ZBOX! ¡Esa cosa era de la última edición! (La cual no podía comprar por andar ahorrando para estudiar). También había una gran colección de videojuegos muy escorados en un librero gigantesco (tengo los míos esparcidos en mi habitación, eso sí, en orden de partida. Creo).
–Señorita, ¿le gustaría acompañarme en este lugar?
Sé que el trabajo de un mayordomo es ser un caballero y poner en alto el nombre de su señor, pero ¡¿quién se acostumbra a que le hablen de esa manera?! Era como si me pusiera en un pedestal, ¡solo soy una simple repartidora!
Me senté, y para mi sorpresa había un carrito de restaurante (que había llegado de quién sabe dónde), con un par de tazas, una tetera y no sé qué cosas más. Bernan dejó una taza frente a mí. Él también colocó unos cuantos pastelillos en medio de la mesa entre nosotros y se sentó con su propia taza entre las manos; así frente a frente me buscó plática:
–El Señor en un momento responderá a la petición –dijo.
¿En qué momento salió de esta habitación? ¿Me perdí tanto tiempo viendo el ZBOX y los juegos? Asentí como manteniendo la compostura, tomé la taza en mis manos, me fijé que él ya tomaba el contenido muy confiado (no estaba envenenada, uno no debe confiar mucho en los desconocidos). Cuando por fin iba a tomar, me interrumpió.
–Disculpe, ¿usted sabe por qué está aquí?
–M–me parece que sí –creía que lo sospecharlo. ¡Esa Louis!, realmente se podría decir que no trabajaba para ella, si no más que me obligaba a hacerle tareas y mandados ya que, con lo que me pagaba, se podría decir que era una explotación–. Para entregar un paquete a Bernan Alfred y esperar una respuesta –recité.
–Dígame. ¿Qué opina de los humanos?
Parpadeé varias veces, claramente despistada. ¿Por qué se me venía a la cabeza filosofía? Al final le contesté algo demasiado sencillo:
–Son buenas personas–. ¿Qué clase de adulto habla así? Ja, ja, una servidora.
– ¿Y de los demonios?
¿Por qué esta clase de preguntas? No soy muy buena con esto.
–Los humanos los consideran seres malignos, de acciones malvadas, pero creo que para que alguien haga cosas malas debe haber una razón, aun si es solo por diversión. Hay una razón –siempre había pensado en eso, cuando alguien se comportaba mal con otra persona siempre había un motivo, que si tuvo un mal día, que pasó tal cosa, que le pasó aquello; claro no me constaba que ellos –los demonios– pensaran igual que nosotros, todo cabía en lo posible.
–Ya has conocido a alguno–. Lo dijo muy seguro y no me pareció una pregunta.
–No recuerdo a nadie que me haya dicho: "Hola, soy un demonio", pero conozco gente se podría considerar como un demonio teniendo en cuenta lo de "seres malignos" que solo velan por sí mismos o que, disfrutan haciendo sufrir a los demás.
– ¿Qué tal si te digo que si ya has visto uno?
–No podría negarlo –me ha parecido fácil hablar con él hasta ahora, pero de pronto me sentí incómoda y como apunto de cometer un gran error.
– ¿Por qué?–. Su interés me hizo crispar el rostro.
–Ya dije, no recuerdo a nadie que me haya dicho algo parecido y no creo tener la capacidad de distinguir si es un humano o un demonio, o tal vez un monstruo o un vampiro. No tengo idea –tomé un sorbo de té, estaba un muy dulce, tomé un poco más. Estaba bueno, así que no me contuve y continúe tomando.
Me daba cuenta de cómo no estaba siendo muy educada, pero me daba igual. Él comenzó con sus preguntas imprudentes.
– ¿Y si tuvieras uno enfrente?
Bajé la taza y lo miré.
Él tenía los ojos cerrados como si durmiera. ¿Qué tenía en mente? Cuando abrió los ojos y me miró, me di cuenta de que no había notado que sus ojos eran color rojo oscuro. Eso no era normal, creo que hace cinco segundos eran negros. ¿Qué estaba pasando aquí?
–Eso significa que eres un demonio. ¿No? –no quería bromas.
– ¡Que astuta! –se burlaba, o sea nadie se te viene con eso y cambia el color de sus ojos, creo que debo salir de aquí.
Me levanté con ese cometido, pero mi cabeza dio mil vueltas y me sentí mareada. Me apoyé en la silla, Bernan ya estaba junto a mí en una posición como si esperara que me hubiera caído. Definitivamente debía irme de ahí.
–Te preguntaré algo, ¿habías tomado un té tan dulce antes?–. Maldición, le habría puesto algo, yo no sé nada de estas cosas, ¿a dónde me envió la maestra?–. Es una pequeña cantidad de algo para hacerte dormir.
¿Pero, qué? Me fijé como hacía el té. No, él estaba de espaldas, pudo poner algo en mi taza y en la suya no, miré hacia el carrito había un frasco con algo negro dentro.
¡Qué dolor de cabeza tan fuerte!
–Pues me estoy esforzando por pensar ¿cómo? y ¿por qué lo hiciste? –mascullé.
– ¡Vaya!, no deberías esforzarte, y menos en tu estado –sonreía al mismo tiempo que me ayudaba a sostenerme.
–Quiero irme –realmente ¿en qué estoy pensando? Cada vez me sentía más cansada.
–La acompañaré a la puerta –me dejó salir primero de la habitación. Donde se adelantó de inmediato y llegó primero a la entrada, con una llave giró tres veces para cerrar la puerta. Fui descuidada–. La verdad, es que no puedo dejarla ir en su estado.
De pronto todo se volvió borroso, mi cabeza me pesaba y caí al suelo sin poder evitarlo; pude verlo acercarse hacía mí. Estaba en un problema, en uno muy grande.
_______________
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro