Capítulo 12: Otra oportunidad
Ya está hecho nuestro plan: entrar de la misma manera que en la casa de mi ex jefe, pero esta vez el traje es color blanco, del color de la casa, todo para camuflarnos ya que hay cámaras que captan la parte delantera de la casa y, aunque entraremos por atrás, es por precaución.
Esta vez no entraremos solo nosotros, también entrará Nancy, el papá y la mamá de Cristián (el cadáver que encontramos enterrado en el jardín del Superior) y algunos familiares de los que han muerto en alguna de Las Salidas, incluyendo a la mamá de la que fue mi amiga que tuvo que ir a La Salida a sus 8 años. Me asombra lo longeva que se ve, pero en su mirada siempre aprecio su juventud y a la vez el recuerdo de su hija, y eso que solo tiene 45 años, aunque pocos viven más de eso. La persona mayor en nuestra comunidad es mi abuelo con 55 años. Nos podría parecer asombroso, pero, en las otras comunidades se dice que hay más longevos aún, y eso me hace pensar en qué tendrá esta comunidad que hace que la gente viva menos.
En total somos 12 personas, una buena cantidad. Seguro que no se nos dificultará nuestra tarea; al ser más, conseguiremos más.
Nancy y yo haremos las preguntas, según papá porque somos las menores. No tuve problema en eso, pero Nancy estaba indignada, según ella porque quería ser útil de otra manera y porque no sabe fingir la voz; hasta tuvieron una discusión que no pasó a mayores, así que tuvo que conformarse.
Los trajes no fueron difíciles de conseguir. Tomamos ropa blanca normal, así que cuando salgamos no tendremos problemas con los pocos Controladores en nuestra contra que, aunque son pocos, son peligrosos porque empezaron a usar el objeto que electrocuta a nivel máximo por lo que, si sospechan en algo, te electrocutan y acaban contigo.
Nos taparemos la cara solo cuando estemos fuera del alcance de las cámaras, para no levantar sospechas.
Me he probado toda la ropa blanca que Willy tiene, pero toda me queda grande. Willy me compró ropa blanca de otra comunidad, la ropa más pequeña de adultos y, aunque me queda grande, puedo ponérmela sin problemas.
Con Nancy ha tenido que hacer lo mismo; nuestro pequeño tamaño ha sido todo un lío.
Salimos de ahí caminando normalmente, nada de correr o de ser sigilosos, solo normales. Puede que vistos desde las cámaras tanta gente en grupo vestidos de blanco sea sospechoso, pero mientras no tengamos más cosas sospechosas no pueden espiarnos, eso nos dijo uno de Los Controladores que está de nuestro lado, así que podemos quedarnos tranquilos, no tendremos problemas en ese ámbito.
En esta casa no es hace posible escalar además de que no hay balcón. Solo hay una puerta principal, una atrás y otra lateral. Algunos quieren entrar por la puerta lateral y otros por la de atrás. Yo me decido por la lateral.
Hay una ventaja entre esta casa y la de mi ex jefe: no hay reja. No hemos tenido que escalar ni nada, además de que el lugar es solitario.
Vamos mi mamá, Nancy, el papá de Cristián, la mamá de quien era mi amiga y yo a la puerta lateral. Confiamos en que no estarán acá.
Hemos conseguido una máquina que saca la chapa de manera silenciosa, otorgada por el controlador que está de nuestro lado. Es lo que usan Los Controladores cuando tienen que buscar a los que van a La Salida, todo para no hacer escándalo (aunque lo hacen igual).
La mamá de quien era mi amiga es quién lo utiliza. A todos nos explicaron cómo utilizarlo, pero ella es quien quiere hacer uso de la máquina. Espero que los demás ya hayan entrado y comprobado que el lugar es seguro, aunque es imposible que hagan eso en tan poco tiempo.
—Lo hago en nombre de mi hija —nos dice ella al tomar la máquina.
Usa la máquina con gran delicadeza hasta sacar la chapa con éxito, sin ocasionar ruido alguno.
Nos alegramos todos. Este hubiera sido un buen momento para felicitarla, pero eso ocasiona ruido.
Ella abre la puerta cuidadosamente. procurando que no se escuche ningún rechinido. Mi mamá le pasa el objeto que electrocuta, como precaución por si alguien está ahí.
Al cabo de unos segundos, termina de abrir la puerta. No se ve a nadie. Vamos entrando con paso seguro cuando veo una sombra acercándose a nosotros.
Le tomo el brazo a mi mamá para que no siga avanzando. La sombra se sigue acercando. La mamá de quien era mi amiga prepara el objeto que electrocuta al nivel máximo, sintiendo un miedo evidente.
La sombra ya está al lado suyo y ella lo intenta electrocutar, pero le toma el objeto que electrocuta , sin que logre hacer nada.
La sombra se acerca a la luz y ya vemos su identidad: es Willy. Todos aguantamos la risa al saber que era él, es como una manera de reprimir la tensión. El gran susto que nos dimos pensando que era otra persona.
Veo otra sombra detrás de Willy. Sale a la luz y veo que es mi papá. Él se acerca serio hacia nosotros y nos indica que continuemos.
Entramos a la casa y seguimos. Tenemos la sospecha de que todos están reunidos frente a la puerta principal porque oímos voces que vienen de ahí.
—¿Por qué nos quedamos frente a la puerta de la casa? —pregunta una voz infantil, supongo que no tendrá más de 5 años ya que no se distingue entre la voz de una mujer de la de un hombre.
—Tenemos que vigilar que no entre nadie. Ya te lo he dicho mil veces —le contesta la voz de una mujer, supongo que será la de su mamá o una tía, porque es la voz de una mujer joven.
Esta misma conversación les delata la posición; por eso vamos por el living, luego a la cocina y nos quedamos vigilando, esperando el momento perfecto, siempre muy silenciosos.
Pareciera que esta casa la diseñó el mismo arquitecto que creó la casa de mi ex jefe, porque las casas se parecen. No me refiero a que sea completamente igual sino que la cocina, el living y la escalera están en el mismo sitio. Solo le falta la reja y el balcón.
—Mamá, vi una sombra en la cocina —dice la voz infantil con una curiosidad indisimulable.
—Voy a ver qué es —le contesta la voz de la mujer, hablando muy segura y protectora.
Escuchamos sus pasos aproximarse. No espero que esto sea como en la casa de mi ex jefe, que llegó hasta la cocina. Este plan está hecho de otra manera.
Nos tapamos bien nuestras caras, asegurándonos de que solo nos queden los ojos a la vista porque, como casi todos los ojos son iguales, no habrá problemas en eso.
Nos ponemos en la puerta de la cocina, todos observando a la mujer que, al vernos, se detiene en seco.
—¿Quiénes son ustedes? —nos pregunta la mujer. Nadie le responde. Nos vamos acercando a ella— ¿Qué hacen en mi casa? —nos vuelve a preguntar, desesperada.
Nos seguimos acercando.
—¿Qué ocurre? —pregunta una voz masculina, seguramente el jefe de mi mamá. Él se pone al lado de la mujer— ¡Salgan de mi casa!
Ahora que puedo ver el lugar, solo hay 3 personas: el jefe de mi mamá, la mujer (seguramente su esposa) y una pequeña niña que no aparenta más de 5 años.
Mi papá y la mamá de quien era mi amiga muestran el objeto que electrocuta.
—No me asustan —dice el jefe de mi mamá. Es obvio que es mentira: su voz se quebró al hablar, lo que demuestra miedo.
Los que tienen el objeto que electrocuta lo usan en ellos, en el máximo nivel.
El jefe de mi mamá y su esposa caen inconscientes. La niña nos mira con unos ojos abiertos como platos.
—¿Qué les hicieron a mis papás? —nos pregunta ella dejando escapar algunas lágrimas. Se levanta del sofá en que está sentada y se arrodilla frente a sus papás inconscientes— Están muertos
—Los electrocutamos —contesto fríamente.
—¿Qué es eso? —pregunta la niña.
—Es transmitirles mucha electricidad hasta dejarlos inconscientes
—Pero, están vivos ¿verdad?
—Por ahora
La niña queda desconcertada. Me alejo mientras los demás comienzan a amarrarla a ella y a sus padres a una silla.
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