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Capítulo 1: La vida díficil

Escucho la respiración de alguien que está cerca de mí, una respiración agitada. No estoy segura de quién es de entre todas las personas entre todas las camas de los 6 camarotes.

-De nuevo el abuelo con sus pesadillas -me susurra mi hermano.

Se escucha al abuelo con sus constantes gritos de "no sigan" y "quiero quedarme en el mundo exterior". Tengo que encender la luz e ir hasta donde el abuelo a darle el medicamento. Apenas se lo doy, él vuelve a dormir.

Miro la hora en mi celular: las 4 am. Siempre pasa eso a la misma hora. El abuelo suele tener pesadillas sobre seres extraños que están habitando la superficie del planeta. Siempre piensa en el momento en que salgamos de este lugar y volvamos a caminar junto la luz del sol, lo que se nos fue arrebatado en la tercera guerra mundial, la guerra nuclear que dejó al planeta inhabitable, o eso es lo que dicen. Lo cierto es que no sabemos bien lo que pasó antes de que llegáramos a este gran mundo subterráneo, pero esa es la teoría que más se acerca a la realidad, o a lo creíble.

Vuelvo a echarme en la cama y apago la luz. Se me dificulta volver a encontrar la relajación suficiente para dormir.

Un tiempo después suena la alarma y comienza todo: el abuelo levantándose de los primeros y ocupando la ducha, después los demás queriendo ocupar la ducha y teniendo que esperar al abuelo, y por último la larga fila afuera del baño. Yo me levanto cuando mi hermano, siempre de penúltimo, sale del baño después de su ducha matutina, y ya es mi turno.

Tomo mi ropa y entro al estrecho baño. Dejo la ropa en un pequeño gancho y cierro con llave.

Abro la perilla del agua caliente y dejo caer la tibia agua sobre mi cuerpo. Aquí el agua no sale más caliente porque no tenemos cómo hacerlo, así que nos conformamos con el agua a temperatura ambiente, la que igual es agradable.

Me visto con dificultad y voy hasta el gran comedor. El lugar está, como casi siempre que llego, vacío. Veo la hora en mi celular: las 11 am. Será mejor que me apure. Voy a buscar mi desayuno.

-Otra vez llegando tarde -me dice la cocinera.

-Sí -le contesto-, es que siempre tengo que ser yo la que le dé el medicamento al abuelo, y además...

-No son excusas. No quiero tener que seguir guardándote el desayuno

No le contesto y simplemente espero a que me entregue el desayuno. Espero unos minutos y me lo da. Es ese horrible engrudo de insectos que comemos, lo único que se puede comer aquí.

Me siento a desayunar tranquilamente hasta que llega mi padre corriendo desesperadamente hacia mí.

-¡Hija! ¡Hija! -grita acercándose a mí.

Me levanto de la silla y voy hasta él.

-¿Qué ocurre? -le pregunto suavemente.

-He sido despedido y dudo que consiga trabajo antes de La Salida

Eso me deja con temor: no quiero que papá vaya a La Salida ya que hay grandes posibilidades de que muera.

La Salida es cuando los desempleados de aquí (incluyendo niños y ancianos) salen, con los mejores trajes antirradiación, a la superficie terrestre. Lo malo es que todos los que han salido jamás regresan. Por eso se le tiene un gran miedo a quedar sin trabajo.

Los niños deben conseguir trabajo desde los 6 años para no ser destinados a salir y comprobar si la superficie ya es habitable.

Me recuerda a quien fue mi mejor amiga y que, cuando teníamos 8 años, quedó sin trabajo y su mamá no le pudo conseguir uno. El día en que la fueron a buscar y a hacerla salir, su mamá la escondió debajo del piso, en ese espacio que queda entre las tablas del piso y la tierra. Lamentablemente la encontraron y tuvo que salir.

-Ven. Trataré de encontrar un trabajo antes de "ya sabes qué" -le contesto a mi papá, haciendo énfasis en la última frase.

Voy con él hasta mi trabajo en busca de un puesto disponible. Me quedo esperando en la oficina de mi jefe junto a mi padre hasta que llega.

-Señorita Marcela ¿qué hace aquí con... -dice mi jefe al entrar a su oficina y verme ahí.

-Mi papá -le termino la frase.

-Con su padre

-Quisiera saber si le queda algún puesto libre

-Pues sí. Queda uno en la fabricación de los trajes antirradiación. Podría contratar a su padre y así trabajarán juntos en la misma labor ¿qué les parece?

Eso me parece una estupenda idea, pero, al ver el rostro de mi papá, noto que él piensa lo contrario. Me decido a decir lo que pienso.

-Me parece una estupenda idea -digo.

-No me lo parece -dice papá inmediatamente.

Mi jefe y yo lo miramos.

-¿Por qué? -preguntamos mi jefe y yo al unísono.

-Porque quiero trabajar solo -contesta con su cara enojada de siempre.

-Papá, no empieces con eso. Esto te puede salvar de La Salida -le contesto de manera tranquila, bajando el volumen de la voz con la palabra "salida".

-Igual. No quiero eso -contesta cruzando los brazos sobre su pecho.

-Señor, no tengo otro puesto disponible y la cantidad de trabajos que hay no nos permite buscar el empleo que queremos, solo tomar el primero que encontramos. Le aconsejo que acepte -interviene mi jefe de manera amable y convincente.

Observo a mi padre pensativo hasta que finalmente acepta.

-Excelente. Marcela, tú enséñale a tu padre cómo hacer el trabajo -me dice mi jefe. Asiento.

Vamos los dos a ponernos nuestros guantes y lentes que hay que usar para el trabajo, junto con un traje.

Camino con mi padre por el largo y oscuro pasillo hasta llegar a la iluminada habitación en que pasaremos las próximas 6 horas.

Cuando ya estamos al lado de la máquina para hacer nuestro trabajo, comienzo a explicarle cómo hacerlo. No es una tarea difícil, de hecho, al cabo de 3 horas lo hace a la perfección.

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