Capítulo Tercero.
Helery
Mi vida empezaba a tomar un mejor rumbo: tenía un gran trabajo y mis compañeros solían ser muy amigables conmigo, realmente estaba feliz con mi nueva vida, agradecía mucho el haber salido de aquel agujero de dolor en el que me encontraba hace poco, ahora aquel dolor, me ayudaría a ser más fuerte. Después de un largo día de trabajo, me dirigí hacia mi casa en taxi, mientras recuperaba mi auto, aquel que mis padres me habían dado cuando decidí independizarme, era la única ayuda que me habían dado y aún así, mi hermana sentía envidia, causando la muerte de la persona que más amaba en este mundo.
Estaba realmente emocionada con mi nueva vida, sentía al fin paz y tranquilidad, solo pensaba en el momento en que le diría a mis padres sobre mi nuevo trabajo y lo bien que lo pasaba allí. "Lecuim, si aún estás ahí, quiero que sepas que estoy feliz y que cumpliré mi promesa, viviré por los dos"
—¡Mamá, papá! —grité al entrar a la casa y ver algunas maletas cerca de la puerta— ¿Qué significa esto?
—Hola hija. —saludó mi madre fingiendo una sonrisa. Rápidamente fruncí el ceño y la miré, se veía intranquila y asustaba, como si algo muy malo hubiera pasado.
—¿Todo está bien? —pregunté mirando de reojo las maletas.
—No, no hay nada bien Helery. —respondió mi padre mirándome fijamente— ¿Te acuerdas que hace poco nos dijeron que iban a enviar a tu hermana a una cárcel en otra ciudad?
—Sí, dijeron que no era bueno que se quedará acá en Estados Unidos. —dije empezando a preocuparme.
—La policía nos llamó para decirnos que el vehículo en el que viajaba tu hermana fue emboscado, ahora ella está libre y tememos por ti. —informó mi madre con lágrimas en los ojos— no sé que hice mal con tu hermana, lo siento.
Nuevamente la mala suerte tocaba a mi puerta, pidiendo permiso para entrar y acabar con la poca estabilidad que tenía, haciendo de mi vida un infierno y lo peor de todo, era que yo le habría la puerta como una tonta, dándole permiso de entrar y acabar con todo. Mis padres se despidieron de mí rápidamente y tomaron sus maletas, luego salieron de la casa dejándome sola, sin poder decirles la noticia de mi nuevo trabajo. Mi corazón empezó a latir con fuerza, como si algo malo estuviera a punto de pasar, sentía lo mismo que aquella, aquella vez en el que Lecuim murió un día antes de casarnos.
Nada de esto me gustaba, tenía miedo, mucho miedo.
La noche estaba oscura y lluviosa, solo los relámpagos que caían cerca de mí alumbraban el lugar, mi cuerpo empapado por las gotas de lluvia yacía inmóvil ante dicha escena. Ahí estaban ellos, en un charco de sangre camuflado por el agua, no respiraban, su pulso estaba muerto... Ellos estaban muertos, mis padres estaban muertos. Mis manos temblaban mientras mis mejillas se humedecían por mis lágrimas, mis rodillas flanqueaban por falta de fuerza, tanto que en poco tiempo, tocaron el suelo, arrodillándome frente a los cuerpos inertes de mis padres.
—¡No! ¡¿Por qué ellos?! ¡¿Por queee?! —grité con toda mi fuerza mirando al cielo, pidiendo una explicación, una respuesta, pero era algo que nunca llegó.
Entre lágrimas y gritos, lo vi a él, era Lecuim, su cabello blanco como la nieve lo hacía lucir brillante entre tanta oscuridad, sus ojos azules como dos zafiros, estaban clavados en mí sin ninguna expresión, mientras susurraba algo que simplemente no podía entender, sus palabras no llegaban a mis oídos, solo puede entender algo antes de que desapareciera entre la niebla, era la palabra "Peligro". Rápidamente me desperté en un charco de sudor, mi respiración estaba agitada y mi corazón latía a mil.
Un fuerte estruendo me alarmó haciendo que pegara un pequeño brinco en mi cama. Hace algunas horas había empezado a llover, por lo que había decidido irme a la cama temprano. El televisor a mi lado aún seguía encendido, dando alguna noticia sobre un avión que se había estrellado, un rayo de la tormenta había golpeado el ala del avión y al parecer, no había quedado ningún sobreviviente. Respiré profundamente y lamenté lo sucedido, probablemente la familia de aquellas personas iba a quedar devastada.
Decidí mirar un poco más, pero un fuerte trueno hizo que la energía del sector se fuera, maldecí por lo bajo y empecé a buscar mi celular para activar la linterna. En ese preciso momento sonó y una voz escalofriante me dijo que moriría en siete días. Bueno, en realidad no, lo tomé y contesté.
—¿Diga? —dije con mi voz ronca debido a que apenas había despertado.
—¿Es usted la señorita Helery Maddox? —preguntó una voz masculina al otro lado.
—Sí, soy yo ¿Ocurre algo? —cuestioné sintiendo una fuerte pulsada en mi pecho.
—Lo siento mucho señorita, pero el avión en el que viajaban sus padres acaba de estrellarse y todos los pasajeros han muerto, incluyéndolos a ellos. —informó el señor tras el celular, en ese preciso momento mi vida se derrumbó.
Mi celular cae a la cama después del asombro, mis manos inmóviles son incapaces de sostenerlo. Mis ojos se empañan por las lágrimas, mientras sigo sin creer lo que estaba ocurriendo.
—Señorita ¿Sigue ahí?
—S-sí.
—Los cuerpos de sus padres se devolverán a su país, por favor, esté atenta a una nueva llamada.
—Gracias.
El señor colgó dejándome sola con mis pensamientos. Aquella maldita pesadilla no había sido un sueño, había sido una estúpida advertencia, una advertencia que había llegado demasiado tarde ¿Acaso mis poderes habían vuelto? No, eso no podía ser posible, aquellos desaparecieron en el momento en el que la bruja murió, pero entonces ¿Cómo podría explicar lo sucedido? Me estaba volviendo loca.
Gracias nuevamente a las personitas que han esperando pacientemente mis actualizaciones, los quiero mucho.
Nos vemos en un nuevo capítulo.
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