Capítulo Décimo
Helery
Me encontraba sentada en el asiento del copiloto, sostenía mi mano fuertemente contra mi mejilla, la cual estaba roja e hinchada, Lance conducía con gran velocidad hacia el hospital, podía sentir su mirada algunas veces sobre mí, realmente no sabía cómo había pasado todo esto, ni siquiera sé cómo terminé haciéndole un oral a mi jefe, la persona que más detesto sobre la faz de la tierra. Los minutos seguían pasando y mi dolor aumentaba, podía sentir el sabor de la sangre sobre toda mi boca, aunque eso era lo de menos, lo que realmente me preocupaba, era lo que le iba a decir a las personas cuando vieran que me faltaba un diente.
Después de casi media hora, al fin habíamos llegado al hospital, donde una enfermera muy amable y linda, me atendió. Ahora me encontraba en una camilla siendo atendida en un hospital, podía sentir como la enfermera trataba de no reírse mientras observaba mi diente partido, estaba casi segura de que sabía la razón por la que había terminado allí y eso no me ponía muy cómoda.
—Bien, dime ¿Cómo se te cayó el diente? —preguntó la enfermera sacando los últimos trozos de mi boca.
Me quedé callada por un momento y rápidamente miré a mi jefe, luego miré su entrepierna recordando todo, Lance ignoró mi mirada y decidió mirar para otra parte de la habitación, podía observar sus mejillas sonrojadas y sus manos inquietas, estaba casi segura que se sentía igual de incómodo que yo. Suspiré frustrada y volví a mirar a la enfermera, la cual me miraba fijamente esperando una respuesta y yo solo dije lo primero que se me corrió.
—Me golpee contra una puerta. —dije sonrojada.
—¿Una puerta? —cuestionó la enfermera frunciendo su ceño—. Que puerta tan rara.
—Fue un accidente, iba saliendo de mi oficina y yo abrí la puerta golpeandola fuertemente. —mintió Lance tratando de que la enfermera le creyera.
—Esto no debería de pasar en su empresa señor Lance, estos accidentes como usted le llama, pueden terminar mal. —informó la enfermera.
—No se preocupe, no volverá a pasar. —aseguró— bueno, al menos no así.
Mis mejillas se sonrojaron al escucharlo decir eso, mientras que la enfermera nos miraba con sus ojos entre cerrados, estaba segura que ella no nos creía ni un carajo. Después de unas horas atrapada en mi peor pesadilla, al fin puede salir de aquel lugar, Lance se ofreció a llevarme a casa y yo no tuve de otra más que aceptar, pues mi auto se había quedado en la empresa y no quería irme a estas horas de la noche sola hasta mi casa.
Durante el camino, Lance no dijo nada y realmente yo tampoco quería hablar, el momento se había vuelto muy incómodo y el tan solo mirarnos a los ojos, ya nos resultaba desagradable. El alcohol que habíamos tomado hace algunas horas, se había esfumado de nuestro torrente sanguíneo, había sido tanto el susto y la incomodidad, que habíamos olvidado esa parte de la historia.
—Gracias por traerme. —susurré debido al dolor en mi boca.
—Es lo mínimo que puedo hacer. —respondió sin mirarme.
—No te sientas culpable, fue solo... —fui interrumpida por su voz.
—No me siento culpable niña tonta. —musitó Lance para al fin mirarme— tú no sabes nada —suspiró cansino— ahora bájate del auto.
Rápidamente me bajé del auto y al instante se fue, observé su auto hasta que se perdió de mi vista, luego entré a mi casa cerrando la puerta tras de mí, tratando de entender todo lo que estaba pasando ¿Cómo había terminado en esta situación? Estaba segura que ahora sí me iba a echar.
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El día estaba gris o al menos así lo describiría yo, pues el cielo estaba se ese color, al igual que sus nubes, la lluvia parecía no cesar y las calles estaban inundadas, yo agradecí internamente por ello, pues estaba segura que un día caluroso, había sido insoportable para mi dolor; mi mejilla aún estaba hinchada, roja y me costaba hablar sin sentir la incomodidad dentro de mi boca, era una situación desagradable, pero era prueba de que lo que había pasado anoche, no era un sueño, era un realidad, la maldita y cruel realidad.
Una vez una persona me dijo "La vida de adulto es una mierda" ¿Y sabes qué? Yo le creo. Salí a la calle con mi paraguas, esperando tener suerte y encontrar un taxi, pues como dije anteriormente, mi auto se había quedado en la empresa y ni loca iría a pie, el cielo parecía que se estuviera cayendo en pedazos y lo habría manera de llegar viva y seca. Estuve horas esperando un taxi, hasta que al final pude conseguir uno, pero para mi desgracia, ya estaba llegando media hora al trabajo.
—¡Señorita Maddox! —gritó mi jefe una vez que entré a la empresa—. Esta no es su casa, está prohibido las llegadas tarde.
—Discúlpeme, no volverá a pasar. —respondí mirando hacia el suelo.
—No sé porqué tienes a gente tan negligente en tu personal, amor. —comentó Mónica, la cual estaba colgada del brazo de Lance.
—Solo ignorala. —dijo Lance entrando a su oficina con Mónica.
Podía sentir mi sangre arder en ese preciso momento, era un maldito engreído, lo odia con la misma intensidad de siempre y lo de anoche, sencillamente no cambiaba nada. El día trascurrió normal, Mónica no había vuelto a decirme nada tonto, Kurt no había parecido en todo el día y Caroline seguía ignorandome como siempre. Al final el día había acabado, solo me faltaba entregar unos papeles y podía irme a casa, así que me dirigí hacia la oficina de mi jefe y sin tocar entre, gran error.
—L-lo lamento. —dije mirando hacia otra parte.
—¡Eres una tonta! ¿Nunca te enseñaron a tocar? —exclamó Mónica tapando sus pechos con la mano de Lance.
Gracias por leer mis amores, espero que les esté gustando la historia y si es así, háganmelo saber en los comentarios.
Los quiero mucho 💜💜😊
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