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Capítulo Cuarto.

Helery

Me encontraba en la cocina tomando un poco de café caliente, tratando de que aquel calor llenara un poco mi cuerpo, pero realmente no hacía efecto, el dolor que sentía en mi corazón era bastante grande y nada ni nadie podría llenarlo. Primero había perdido a Lecuim por culpa de mi hermana y ahora a mis padres también por su culpa ¿Acaso esto iba a tener fin? O quizá, era solo el comienzo. Me debatía entre ir a trabajar o no, me sentía cansada mentalmente para ir, pero también debía entender que ahora estaba sola y debía sobrevivir a como diera lugar, así que al final decido ir contra mi voluntad.

Manejaba por la ciudad en el auto que me habían dado mis padres, ya estaba listo y no tenía necesidad de pedir un taxi como la primera vez. Mis pensamientos a veces se interponían en mi manera de conducir, causando que a veces tuviera que frenar en seco para prevenir un accidente o que los demás choferes me insultaran cada que no avanzaba en un semáforo en verde, estaba bastante distraída y aún me preguntaba si había tomado la decisión correcta al venir.

Mi vida estaba cayendo nuevamente al precipicio del que tanto me costó salir, yo solo trataba de no volver a caer en él. Al final llegó al gran edificio Worthington, donde se encuentra la recepcionista esperándome con una gran sonrisa, yo finjo una mientras la escucho decirme las indicaciones.

—Solo tendrás que recibir las llamas del señor Worthington y mirar que todas sus citas se completen. —me indicó la joven chica mirándome fijamente— eso es todo, que tengas un buen día.

—Muchas gracias. —dije mientras caminaba hacia mi nuevo puesto. Hoy iba a ser un día muy largo.

Empiezo a organizar la agenda del señor Worthington, observando que todas sus citas estén en una duración de una hora y que todas se realicen sin ningún problema. Lo siguiente que hice fue realizar las llamadas para indicar las horas en las que vendrán los invitados del señor Worthington, mirando que el tiempo alcance para todos y que ninguno se quede sin cita. Las horas seguían pasando cada vez más rápidamente y extrañamente empezaba a olvidar poco a poco el caos de mi vida. Dicen que una mente ocupada no tiene tiempo para recordar o pensar en lo que nos acongoja, ahora veía que si era real lo que decían, mi cabeza estaba demasiado metida en los papeles como para pensar en las tragedias, pero todo eso se fue al carajo cuando una señora entró con su hija para saludar a su esposo y mi mente empezó a divagar sobre lo que hubiera pasado si Lecuim no hubiera muerto aquella noche.

Rápidamente me levanté de mi asiento para salir corriendo hacia el baño, me adentré en una de las cubículo y la cerré con seguro. No tardé mucho en empezar a llorar recordando todo, pensando lo diferente que sería mi iba si todos aún estuvieran aquí; mi padre, mi madre, mi Lecuim, aquel hermoso chico que solía convertirse en gato cuando bajaba la brillante luna llena.

—¿Estás bien? —preguntó una voz preocupada al otro lado de la puerta haciendo que saliera rápidamente de mis pensamientos.

—S-sí. —afirmé tratando de controlar mis sollozos.

—¿Tan mal te trataron los inversionistas del señor Worthington? —bromeó la chica tratando de hacerme reír.

—Es algo más personal. —comenté saliendo del cubículo para luego lavar mis manos y mi rostro.

—Soy Carolyn Murname. —dijo presentándose estirando su mano— la secretaria de Mónica Van Heusen.

—Mucho gusto. —tomé su mano después de limpiarla en mi ropa— soy Helery Maddox.

No sabía si era por la tristeza acumula en mi sistema nervioso o si algo me decía que podía confiar en Carolyn, pero rompí en llanto frente a ella contándole todo: la traición de mi mejor amiga, la traición de mi ex novio, la traición de mi hermana, la muerte de mi prometido y la muerte reciente de mis padres. Todo por lo que había pasado empiezo a contarle y para mi sorpresa, ella me abrazó, acariciando mi cabello, diciéndome que todo iba a estar bien y que había encontrado a una amiga, a una verdadera amiga, aquella que no me iba a traicionar y que iba a estar para mí en todo momento.

Yo me aferré a su cuerpo como si mi vida dependiera de ello, sintiendo la calidez de su ser, algo que me hacía falta sentir desde hacía tanto tiempo. Sentía que al fin había encontrado a alguien que se quedaría para siempre acompañándome en todo dolor y alegría.


Los días se habían convertido en semanas y las semanas en meses, para ser más exacta, habían pasado seis meses desde la muerte de mis padres y un año desde la muerte de Lecuim, aún solía llorar un poco en las noches, pero tal y como lo había prometido Carolyn, había estado conmigo en todo momento y eso me hacía sentir fuerte, causando que los llantos fueran cara vez menos, le agradecía a la vida por haberla puesto en mi camino.

Carolyn me había pedido que llevara unos papeles a la oficina de su jefa, ya que ella se encontraba muy ocupada y yo ya había terminado con mis deberes. Rápidamente acepté y empecé a caminar, pero a la final decidió acompañarme pensando qué tal vez la señorita Mónica la regañaría si mandaba a alguien más. Hablábamos de diferentes cosas mientras caminamos hacia la oficina, pero nos quedamos calladas al escuchar los gritos de Mónica.

—¿Estará bien? —pregunté mirando con preocupación a Carolyn, pero ésta me miró con una sonrisa burlona.

—Míralo por ti misma. —susurró abriendo un poco la puerta.

—Mierda. —murmuré mirando la escena.

La misma chica pelirroja de ojos celestes que había visto en plena acción hace algunos meses, ahora estaba en su oficina follando con fuerza con otro hombre diferente al de la vez pasada. Era una completa perra, pero bueno, quienes somos nosotros para juzgar. Ahora la chica estaba boca abajo recostada en su escritorio, su falsa negra estaba subida hasta su cintura y sus bragas abajo en los tobillos de sus pies.

El hombre se encontraba con su pantalón bajado hasta sus muslos, sus manos a cada lado de la cintura de la chica y la penetra con tal fuerza que el cuerpo de la pelirroja se balanceaba con violencia, mientras sus expresiones reflejaban dolor y placer al mismo tiempo, era increíble que nadie dijera nada ante esta situación tan incómoda, esa chica follaba todos los días por toda la empresa y todos se quedaban callados. Sospecho. 

—¿Haciendo fila para la acción? —pegué un pequeño brinco al escuchar la voz de un hombre tras nosotras.

—Cállate tonto. —lo reprendió Carolyn— ¿No ves que interrumpes  mi película porno?

—Pornográfica —susurró—. Tú debes ser la nueva, soy Kurt Stokes.

—Soy Helery.

—Un gusto hermosa, como verás, la jefa de esta tonta es una completa actriz porno, suelo venir todos los días y casi siempre la encuentro en esa situación. —contó sin expresión alguna, yo lo miro con sorpresa al ver su desinterés.

—Lo peor de todo es que su prometido no se da cuenta y el señor Worthington tampoco. —informó Carolyn atrayendo mi miraba.

Dios mío ¿En qué empresa de locos me había metido? 


Muchas gracias por leer mis amores.
¿Qué opinan de la jefa de Carolyn?

Nos vemos en otro capítulo.

Besos 😘😘❤️

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