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Capítulo 6: El Bosque Que Odia A Los Humanos

Alba estaba sentada al centro de un grupo de hadas más jóvenes que el resto.

Sin embargo, una vez que visualizó a su hija, y a quienes le acompañaban, puso todo de lado y caminó hacia ellos.

Su piel estaba arrugada y se veía mucho más delgada y frágil. Su cabello era de un tono gris oscuro y esa aura que la rodeaba se había apagado casi por completo.

-Años creyendo que estabas muerta.- dijo Alba, acercándose a ellos. Peggy sintió un escalofrío, incluso de vieja, Alba seguía siendo intimidante.

-Tienes algunas canas.- dijo Peggy, causando que Alba soltara una rasposa carcajada.

Después de los saludos, Aran pidió hablar en privado con Alba, dejando a los hechiceros detrás.

-Madre.- habló Aran.- Ellos exigen tu ayuda ¿Que sugieres hacer-

Aran, incluso cuando sería quien guiará a las hadas en un futuro cercano, nunca fallaba al pedir el consejo de su madre para asuntos que no llegaba a entender.

-Sugiero escucharles, Aran- dijo Alba con tono sereno.- Creo que ellos saben que sucede con la magia.-

-Los humanos son peligrosos, madre.-dijo Aran.- ¿Podemos confiar en ellos?-

Alba asintió, explicando que, al menos Peggy, era alguien de confianza.
Los nervios de Aran parecían apaciguarse y cedió a las instrucciones de Alba.

-¿Que es lo que buscan, hechiceros?- preguntó Alba.

-A una deidad.- habló Nari.- Alguien que resguarde una de las Runas de Cosmos.-

La expresión en el rostro de Alba cambió.

-Alba.- dijo Peggy.- Te lo ruego, por favor.-

Las hadas a su alrededor comenzaron a murmurar, emocionadas y conmovidas.
Douxie tomó a Peggy del brazo para susurrar algo a su oído.

-No deberías negociar con hadas.- advirtió Douxie.

Peggy sonrió.
-Vamos.- ¿Nunca hiciste un favor para un hada?- preguntó ella.

Douxie negó con la cabeza, su expresión era seria y se le notaba preocupado.

-¿Entonces que hacías para divertirte?- preguntó Peggy, con evidente burla en su voz.

Alba carraspeo su garganta, llamando la atención de los hechiceros.
-Podemos ayudar, pero deberán hacer todo lo que yo les diga.-

°°°°

Jamás había estado en las profundidades del bosque, ahí era mucho más oscuro. Tanto que incluso la misma Morgana le había prohibido aquella parte del bosque.

Aún así, la hadas eran de mucha ayuda, dándole la razón a Nari: Las hadas conocían el bosque como la palma de sus manos.

Sin embargo, Peggy sabía que ellas también eran afectadas por el cambio en la magia. Tal vez por eso habían decidido ayudarles.

Paseó su vista a su alrededor, su mirada cayendo en Aran, quien caminaba a su lado derecho.

El hada tenía una belleza singular, sus facciones androginas y su semblante estoico y heroico la hacía sentir mariposas en el estómago.

Después de todas las emociones negativas que había sentido, este pequeño tramo de su cruzada era por mucho su favorito.

Llegaron a una gran roca, la cual parecía cubrir el camino entero. Aquel gran muro tenía dibujos y símbolos que iban en forma de espiral.

-Lo que estoy a punto de mostrarles debe permanecer en secreto.- advirtió Alba.

Al poner su mano sobre aquella pared de roca, esta se desvaneció, dando paso a un pequeño santuario.
Estaba oscuro, sin embargo había pequeñas luciérnagas que alumbraban el lugar. Solo había otra fuente de luz además de los insectos.

Un reflejo de sol que daba justo a un bulto cubierto en una manta verdosa sobre un pedestal de piedra. El bulto sobre aquella roca parecía respirar con pesades, como si se tratara de un animal herido.

-Haru.- susurró Alba.

Aquel pedazo de tela verdosa que cubría a Haru comenzó a caer por su cuerpo a la par que ella se enderezaba.

Su cabello negro caía lacio y largo por su espalda, su piel era de un tono verde y dos grandes astas envueltas en enredaderas y telarañas sobresalían de su cabeza.

La singular figura les observaba furiosa con sus ojos amarillos y largas pestañas de siervo.
Una de las runas colgaba de su cuello y descansaba sobre su pecho, pareciendo nada más que una piedra grisasea sin singularidad alguna.

Haru gruñó al ver a los humanos e hizo un intento de levantarse y herirles, pero cayó de rodillas tan pronto sus pies descalzos tocaron el suelo.

Nari corrió hacia ella, auxiliandola.
Al estar una al lado de la otra, Peggy no pudo evitar notar las similitudes entre ambas.

Casi parecía que Nari fuera una versión más pequeña de Haru. Una contraparte. Un complemento.

Haru susurraba cosas a los oídos de Nari, y la semidiosa solo sonreía y asentia.

Las hadas les indicaron que se acercaran y ellos así lo hicieron, cuidando cada uno de sus pasos.

La Diosa les lanzó una fría mirada llena de veneno y odio, causando que Nari les detuviera.

-No es seguro que den otro paso.- dijo Nari.

-¿Por qué?- preguntó Peggy.

Nari observó entre ella y la Diosa, quien aún respiraba con dificultad.
-Haru es rencorosa.- explicó Nari.

-Yo creo que mi rencor está justificado.- habló Haru, su voz era áspera, como si no la hubiera usado en miles de años. Y tal vez así había sido.

-Diosa, necesitamos...- intento hablar la castaña.

-Yo no pienso atender las necesidades de los humanos.- escupió Haru.

-Pero...-

-Yo les di bosques, ríos y cultivos.- anunció la disosa.- Sin pedir nada a cambio, y aun así ustedes humanos se han encargado de explotar las tierras, quemar mis bosques, de destruir todo lo que les he obsequiado.- Haru respiraba con pesadez.- Y he usado hasta la última gota de mi magia para sanar las heridas que los humanos provocan.-

Los ojos de la Diosa brillaban con rabia, sembrando un profundo sentimiento de miedo en el corazón de los hechiceros.

Nari susurró algo a lo oídos de la Diosa, quien la escuchó con profunda atención.

-Si Azid esta en camino, yo no pienso interponerme.- respondió la Diosa, asegurándose que todos la escucharán.- Lo que debe ser será.-

Peggy, incluso cuando la magia en su cuerpo era muy poca, sólo suficiente para mantenerla de pie, podía sentir como la energía de aquel santuario se oscurecía ante las palabras de la Diosa.

Haru, al igual que Cosmos, era una dadora de vida. Quien hacía crecer los bosques y vestía los campos con flores y plantas. Aquella que otorgaba alimentos y refugios.

Tenía todo el derecho a negarles su ayuda, pues ella tenía razón. Los humanos, ya fuera de una forma u otra, herian la tierra.

La herian a ella.

Su mejor opción, la única forma de detener aquel dolor, de sanar las heridas, era apoyando a Azid.

Así muriese quien debía morir.

Alba exigió que todos salieran del santuario, pidiendo un momento de privacidad con la Diosa y con Nari.

Aran, aun cuando se sentía excluido de las decisiones importantes, guió a las hadas y a los hechiceros a la salida.

Mientras esperaban a las afueras del santuario, sus pensamientos fueron guiados de vuelta a la conversación que había tenido con Douxie.

Sentía ese ansioso cosquilleo inundar su pecho, causando que su respiración se volviera pesada y provocando que sus manos temblaran sin control, mientras un terrible escalofrío recorría su espalda.

Se alejó con rapidez del grupo, sin percatarse que cierta hada le seguía con cautela y en completo silencio.

Sacó su celular de la bolsa en su chaqueta y llamó al número que había llamado cientos de veces durante los últimos dos años.

Milagrosamente, incluso dentro de aquel profundo bosque, la señal era suficiente para llevar a a cabo aquella llamada.

-¡Peggy!- habló Zoe desde la otra línea.

Eso era algo nuevo, completamente diferente a la nueva realidad a la que se había acostumbrado vivir.

-Me preocupaba no tener noticias tuyas.- continuó Zoe.- ¿Cómo va todo?-

Algo en las palabras de Zoe hacían que Peggy se sintiera rota, traicionada, molesta.

Dos años anhelando la atención y preocupación de Zoe, y ahora que la tenía se sentía falsa.

-¿Por qué no me dijiste donde estaba Douxie?- preguntó Peggy con enojo, aun sintiendo aquella presión en su pecho.

Hubo un silencio corto, hasta que Zoe lo rompió.
-Yo creí que hacía lo correcto.- dijo Zoe. - Te vi hacer ese hechizo una vez y tuve miedo. No sabía a quién más lo habías hecho, a quien pudiste enseñarselo. No sabía si en algún momento me habías hechizado a mí.- la voz de Zoe se quebraba a través de la llamada.- Douxie se sentía igual, él también sentía miedo. Por eso lo hice.-

-Yo jamás haría algo para lastimarlos.- dijo Peggy.- Lo que hice no hirió a nadie más que a mí.-

-¿Y como saber que lo que dices es cierto?- preguntó Zoe.- Yo ya no sé cuál es la verdad. Y pienso que tu tampoco lo sabes.-

Zoe colgó la llamada, dejando que Peggy luchara contra las miles de emociones que comenzaban a inundarla.

-Eso debe ser malo.- dijo Aran saliendo de entre los arbustos.

Peggy seco sus lágrimas, fingiendo que todo estaba bien, aún cuando sus mejillas, nariz y ojos estaban hinchados a causa del llanto.

-Si, no fue la mejor conversación.- respondió ella.

Aran se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas y, sin decir palabra alguna le invitó a sentarse a su lado.

-¿Ese de allá es tu novio?- le preguntó Aran.

Peggy sintió el calor subir hacia sus mejillas una vez más.
-¡No!- exclamó.- Digo ¡Si!- corrigió.

Aran la observaba con una sonrisa y las cejas arqueadas.
-Es decir.- continuó Peggy.- Él era mi novio, después se fue pero jamás terminamos la relación y ahora que volvió, bueno, no he querido hablar mucho con él.-

Aran asintió.
-¿Y por qué no hablas con él?- preguntó.- Parece que le duele que lo ignores.-

Peggy se encogió de hombros.
-Yo lo lastimé una vez.- respondió ella.- y luego él a mi; luego yo a él, y él a mi otra vez.- su vista estaba perdida en la nada.- Es un amor un poco rudo.- Peggy soltó una risita, totalmente ignorante a lo que sus palabras significaban.

Aran la miraba con preocupación. Con lentitud tomó las manos de la hechicera entre las suyas.

-Si me lo permites.- dijo Aran, una vez que Peggy le dio un ligero apretón a sus manos. - El amor no lastima, pequeña margarita.-

Peggy le observó con detenimiento, absorbiendo con asombro lo que Aran acababa de decir.

- El amor no duele, ni hiere.- continuó Aran.- y de ser así, tal vez habría que cuestionar nuestra percepción del amor.-

Las palabras de Aran sonaban tan claras y parecían tan razonables.
La hacían sentirse libre pero muy confundida al mismo tiempo.

El amor dolía, si.

¿O no?

Su mente explotaba ante esta nueva revelación.

-El amor no duele.- repitió Peggy en susurro

°°°°

Al volver con el resto, Peggy ya no lograba sentir aquella cosquilleante presión en su pecho.

Se sentía nerviosa, si, pero eso no era nada nuevo.
Douxie se acercó a ella con una sonrisa, sin embargo está se desvaneció en cuanto la observó caminar a la par de Aran.

Una celosa punzada le atravesó el corazón de Douxie.

Se acercó a ellas, cuidando la fuerza de sus pasos, pero tan pronto Peggy lo vio, se apresuró hacia él, dejando a Aran detrás.

-Margaret.- llamó Douxie.

-El amor no duele.- dijo ella con rapidez, dejando a Douxie con una expresión sorprendida.

-¿Que?- preguntó él.

Peggy cerró los ojos, tomó una profunda bocanada de aire, calmando su corazón y organizando sus ideas.

-El amor no debería doler.- repitió ella.- Esto. Nosotros. No debería doler.-

Douxie no dijo nada, solo dejó que ella siguiera hablando.
-Lo único que hemos hecho es lastimarnos entre nosotros.- dijo Peggy.- Lamento lo que hice. Todo lo que te he hecho. Pero no puedo hacer nada más que lamentarlo.- los ojos verdes de la hechicera estaban inundados de lágrimas.- Creo que ya es hora de sanar ¿tu no?-

Douxie no hablaba.

¿Como hacerlo?

Ahora era él quien se hundía en huracán de emociones. Quería gritar y rogarle que no pensara asi. No. Quería exigirle que no pensara así.

Pero no podía, porque muy en el fondo, él sabía que ella tenía razón.

Así que, resignado, asintió.

Y así todo había terminado.

°°°°

Las puertas del santuario de Haru volvieron a abrirse, dejando ver a Nari, quien les indicaba que se acercaran.

Informándoles que Haru había tomado una decisión, les dio el paso al santuario.

-Yo no confío en los humanos.- habló Haru con odio.- Pero el resto de las criaturas no deberían pagar por sus errores.-

Una pequeña luz de esperanza iluminó la mirada de la hechicera.
-No pienso darles mi runa.- continuó Haru, apagando aquella esperanza.- No si los demás no lo han hecho.-

-¡Adara lo hizo!- exclamó Peggy.

-Adara siente una increíble adoración por los humanos.- respondió Haru.-Su juicio no es confiable.-

Los hechiceros trataban de convencer a Haru, asegurando que su tiempo se acababa, pero Haru no deseaba escuchar.

-Azid no vendrá.- aseguró Haru.- Puede que sea impredecible, pero no es incompetente. Ella buscará a Tovar y, solo entonces, vendrá por las runas.-

Los hechiceros escuchaban, deseando creerle.
-Azid necesita a Tovar. Tanto como Tovar necesita de Azid.- hablaba Haru.- Son como una metáfora bien escrita. Un par necesario para la destrucción.-

°°°°

Azid no solía caminar.

Siempre solía pasearse por ahí con sus pies a centímetros del suelo y, cuando era remotamente necesario poner los pies sobre la tierra, siempre era bajo un espeso manto de brea.

La hacía sentirse débil y vulnerable.

Expuesta.

Pero no cuando estaba con Tovar.

Su hermana siempre había sido su lugar seguro. Azid sabía que con Tovar podía ser tan vulnerable como quisiese.

-Tovar.- la llamó una vez que logró encontrarla en las profundidades de aquella oscura cueva.

La piel albina de Tovar relucia en la oscuridad, su rostro oculto entre sus manos mientras las lágrimas atravesaban sus dedos y caían sobre el pequeño hilo de agua.

Un hilo de agua que se convertía en un canal; el cual alimentaba una corriente; la cual daba paso a una cascada; cascada que llenaba un río.

Azid miraba con dolor aquella horrible situación en la que su hermana se encontraba.

El eterno dolor de Tovar alimentaba los ríos que los humanos consumían. Los humanos que la habían traicionado.

Los que la habían condenado.

-Tovar.- volvió a llamarla.

La mirada de Tovar salió de sus manos y se dirigió hacia Azid. Los ojos violetas de Tovar perforaron su alma.

El agua dejó de correr cuando Tovar se puso de pie.

-Tu.- señaló Tovar en un tono lleno de dolor, sufrimiento y rencor.

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Ahhhhh Este capítulo es muy largoooo

Lo siento, normalmente los caps son de 1,000 a 1,500 palabras. Este es de 2,400 :)

Siempre trato de que los capítulos no pasen de las 1,500 palabras porque yo me canso de escribirlos, siento que ustedes se cansan de leerlos y no quiero sobrecargar los capítulos.

En fin

Aran es muy sabio, todes deberíamos seguir sus consejos😌

Oh y al fin conocemos a Tovar, tanto que saber sobre ella😔✨

Bueno eso es todo, no mas spoilers bye <3

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